Capítulo 22

Aun sin dejar de reír caminaron hacia dónde Jackie empezaría con el ritual que la convertiría en una flamante novia. Yendo por el camino de piedra se toparon con Máximo quien se quedó quieto observándolas.

- ¿Debería preguntar que pasó? – Inquirió alzando una ceja, y mirando su desastrosa apariencia.

- ¿En serio quieres saberlo querido? – Allyson le preguntó con una pícara sonrisa.

- Creo que mejor no.

- Tengo unas irresistibles ganas de abrazarte, amor.

- Ally... no se te ocurra...

Fue lo último que dijo por que ella corrió a abrazarlo y le dejó la ropa húmeda también, pero a pesar de ello, no la rechazó sino que la levantó en el aire y se le echó al hombro y se encaminó al parecer a su habitación. Allyson alcanzó a gritarle a Jackie que enseguida se reuniría con ella. Jackie los contempló sonriente y tratando de evitar pensar que era probable que ella no supiera nunca lo que era sentirse amada con intensidad por un hombre o para ser más específicos por Stefano, pero a pesar de que tenía la cabeza llena de dudas y temores, valía la pena intentarlo pensó. Si no se arriesgaba jamás tendría lo que Ally y Máximo compartían. Con esa nueva mentalidad, corrió a su habitación antes de tener que dar más explicaciones por su ropa mojada.

Horas después...

- ¡Oh, Dios! Estas... ¡bellísima! – Decía entusiasmada Allyson que vestía de color celeste. – Es una lastima que Gaby no haya podido venir, tendré que hablar seriamente con ese tal León...

- A mi hermano se le nublará la razón al verte. Puedo jurar que eso pasará. – Interrumpía Penélope muy guapa también de color melocotón. – Tengo que ir a ver que las pequeñas estén listas, mamá lo está haciendo pero cuando están juntas son muy revoltosas. – Silvia vestía en esos momentos a la hija de Allyson y a Maddie.

Al salir Penélope, Jackie se contempló de nuevo en el espejo. El estilista y el que la había maquillado habían hecho un excelente trabajo, lucía radiante, plena y sencillamente espectacular. El vestido le quedaba a las mil maravillas. Pero los nervios la estaban matando.

- ¿Allyson...?

- ¿Si?

- No puedo...no puedo hacer esto. – A través del reflejo del espejo, vio como Ally abría los ojos sorprendida.

- ¿Exactamente a que te refieres? – Dijo las palabras con precaución.

- No creo que sea buena idea este... matrimonio.

- ¿No crees que es un poco tarde para esto? – Gimió Allyson. – Ya lo hemos hablado Jack.

- Lo sé... creo que son los nervios. Necesito algo fuerte. Un whisky, ¡algo! ¿Me lo traerías por favor? – Allyson ni respondió, salió rápido por el whisky.

Su móvil empezó a sonar y ella lo tomó, vio como sus manos temblaban y se reprochó el que no pudiera controlarse. Pero es que se sentía como si estuviera a punto de saltar de un rascacielos desde el último piso.

- Jackie... – La voz de Stefano llegó clara a sus oídos, sus piernas no estaban cooperando para que ella estuviera en pie sin problemas, así que se sentó en el borde la cama y lo pensó antes de contestar pues... ¿Por qué la llamaba? Allyson no podía haberle dicho de sus nervios, apenas había salido de la habitación.

- ¿Sí? – Fue todo lo que atinó a decir.

- ¿Estás lista? - ¿la llamaba para que se apurara?

- Sí. – Y no dijo más.

- Lamento sonar impaciente pero...

- Pero los invitados han llegado, el juez espera, tú estás listo y solo falto yo ¿Es eso?

- En realidad no es por eso mi impaciencia. – Dijo con esa voz profunda.

- ¿Entonces? – Jackie se acomodó mejor en la cama y esperó a que saliera con algo que la hiciera enfadar, característico en él, importunarla en el momento menos apropiado. En cualquier otra, eso bastaría para que la tensión nerviosa se disparara, pero lo cierto era que los nervios empezaban a retirarse de ella. Y eso pasaba al escuchar su voz ¿ironías de la vida? Oh, si.

- Estoy impaciente por verte, impaciente porque la madre de mi hija esté a mi lado y frente al juez y diga que sí, nervioso como jamás en la vida lo he estado por saber si siempre aceptarás ser mi esposa. Deseoso de verte vestida de blanco caminando hacia mí y haciéndolo con una sonrisa en los labios y no con el permanente desafío que me lanzan tus ojos. No hay otra cosa que quiera más, aquí y ahora... – Jackie se había incorporado de golpe al escucharlo y el cabello se le había atorado en la tela que adornaba el dosel de la cama, cosa que pasó desapercibida al escuchar la sensual voz de Stefano diciéndole esas cosas ¡Rayos! Ese hombre si que sabía como derretirla. - ... que el que te conviertas en mi esposa, que seas mi mujer y no solamente la madre de mi hija. Empezamos mal, lo sé... ¿Podrías plantearte el que tú y yo empecemos de nuevo...? – El silencio seguía en el otro lado de la línea.

- Sí, podría planteármelo de nuevo. – Acertó a decir pues estaba casi en estado de shock, por las palabras de él ¿estaría realmente hablando en serio?

- ¿Te casarás conmigo? – Le preguntó él con la suavidad del caramelo al derretirse. Si se ponía a recordar, en realidad él nunca se lo había pedido, al menos así no. Al escucharlo, parpadeó con fuerza para alejar las lágrimas que se agolpaban en sus ojos e imprimió entereza a su voz, para que no sonara temblorosa, no estaba segura de conseguirlo, cuando iba a responder él añadió. – Esto es ridículo lo sé, debería decírtelo en persona, pero mi madre ha resultado ser excelente para impedirme llegar a ti. Así que... ¿te casas conmigo en... digamos, unos minutos?

- Sí, Stefano... Me casaré contigo. – Y así había sellado su futuro.

- Aquí está el whisky- Dijo Ally entrando a toda prisa.

- ¿Dijo Whisky? – Preguntó Stefano con sorpresa en la voz.

- Te veo ya mismo. – Respondió ella y colgó. - ¿Tenías que decirlo tan fuerte? – Regañó a Allyson.

- ¿Con quién hablabas? – Dijo ignorando el enfado de Jackie.

- Con Stefano, date prisa, ayúdame con el cabello, no quiero llegar tarde. – La apuró.

- Y así nos ofendemos cuando los hombres dicen que no nos entienden – Ally movió la cabeza de un lado a otro con gesto resignado – Eres un cúmulo de contradicciones.

- Me pidió que me case con él.

- ¿Qué no es eso lo que harás este mismo día?

- Bueno, sí... pero, nunca me lo había pedido...

- ¿Por teléfono?

- Sí.

- Le tengo que dar clases de romanticismo, definitivamente. – Contempló Ally.

- Recuerda que esto no es un matrimonio por amor.

- Lo que tú digas... - Allyson prefirió no discutir con ella, le arregló el cabello y en eso entró Penélope...

- Querida, debemos darnos prisa, todo está listo. Stefano ya espera impaciente.

- Raro en él. – Dijo Jackie arreglándose el vestido y tomando el ramo, que contenía distintas flores de colores crema y amarillo. Respiró profundo y salió.

El sol aún brillaba, aunque no tan alto, empezaba a refrescar sobre todo por el viento que soplaba levemente llevando la brisa marina por todos lados. Su cabello iba suelto con unas pequeñas flores en un lado recogiéndolo un poco, llegó hasta la alfombra blanca que la conduciría a Stefano y todos los invitados se volvieron a verla, un solo violinista tocaba la marcha nupcial y ella empezó a caminar, sus ojos buscaron los de él y se encontró recordando sus palabras: Deseoso de verte vestida de blanco caminando hacia mí y haciéndolo con una sonrisa en los labios y no con el permanente desafío que me lanzan tus ojos.

¿Desafío? Sino podía pensar en otra cosa que en él, estaba tan guapo ahí esperándola con un traje color beige, sus ojos plateados parecían brillar mientras la contemplaba con admiración. Ella se encontró sonriendo mientras caminaba hacia él. Sin dejar de verlo llegó a su lado y Stefano se acercó a ella susurrándole al oído:

- Estás sencillamente impresionante. – Y sintió el regocijo recorriendo su piel.

La ceremonia era civil, porque así lo habían querido ambos y sobre todo ella. Maddie estaba en primera fila en los brazos de su abuela que se secaba las lágrimas lo más discretamente posible. No sintió nervios ni palabras vacías cuando dio el sí y aceptó ser la esposa de Stefano. Él se mostró con su seguridad característica, pero lo sintió cálido y cercano a ella cuando deslizó en su dedo la argolla matrimonial.

Por fin mía, pensaba Stefano. Se había quedado sin aliento al verla caminando hacia él. Ninguna mujer había conseguido hacerlo, ella lo había logrado más de una vez, aunque ese día con más fuerza que en cualquier ocasión anterior. Había estado nervioso y tenso como nunca en la vida, y todo por ella. Nunca había imaginado que sintiera temor porque ella no apareciera, porque ella prefiriera cualquier cosa menos casarse con él. No pensaba dejarla ir, sería un tonto si permitía tal cosa. Algo parecido a un susurro en su interior le dijo que no debía dejarla ir jamás.

Puede besar a la novia dijo el juez y él la tomó en sus brazos, besándola con pasión contenida. Besando a la mujer que ahora era su esposa, a la única que quería como esposa. Ella correspondió en igual forma y al separarse aún sin quererlo, la verdad lo golpeó como un rayo, ¿Cómo un hombre tan inteligente podía ser tan estúpido?

Él ya lo intuía, lo sentía, pero se negaba a detenerse siquiera a pensar en ello, el solo hecho de sospecharlo le ponía confuso y tenso. Pero la verdad la tenía allí frente a él y sobre todo dentro de él. Jackie era la única mujer que lo había logrado y lo paradójico es que ni siquiera se lo había propuesto. Ella lo había rechazado, había hecho de todo para escapar de él, lo había abofeteado en una fiesta y mil cosas más que en cualquier otro hombre hubieran significado el fin de una posible relación. En su caso, a él nadie lo había tratado así. En cuanto a mujeres, si una lo aburría simplemente daba vuelta a la página. Pero con ella, era diferente, es que ella era diferente. Así que, ¿cómo podía haber sido tan tonto para no admitirlo antes? Estaba enamorado de la mujer que ahora era su esposa. De la mujer más impredecible, hiperactiva, orgullosa y testaruda del planeta. Sí, la vida era irónica a veces, sonrió al ver la mirada de Jackie quien lo contemplaba con el ceño fruncido.

- ¿Ahora eres tú él que se arrepiente? – Le preguntó en un susurro.

- Al contrario... - Si pensaba que antes estaba empecinado en tenerla, no tenía idea que ahora su resolución se multiplicaba enormemente.

- ¿Cómo...? – Parpadeó ella y él de nuevo se sintió hechizado por esos ojos color chocolate, tenían destellos dorados comprobó. Él la besó de nuevo y los invitados rieron y aplaudieron, después se dirigieron a la zona dónde sería la recepción.


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