Capítulo 20
- A ti no te asusta volar – Dijo Stefano poniéndose en el asiento a su lado. – Viajas a los lugares más inhóspitos, peligrosos y difíciles que haya en el planeta, no hay que sumar dos mas dos para darse cuenta que lo que en realidad te pasa es que...
- No, no me asusta volar y no tengo nada. Simplemente estoy cansada. – Le interrumpió ella.
- Te asusta darte cuenta que dejas tu tan preciada libertad. – Prosiguió él. - ¿O me equivoco?
- No me gusta la idea de perder mi libertad, es cierto. Pero no me asusta. – Dijo viéndolo con desafío.
- ¿Ah no? – Preguntó él sin perderse detalle de su rostro.
- Tú no me asustas. – Remarcó ella.
- Si así fuera, no te encontraría tan... interesante.
- Haberlo sabido antes, no estaríamos en esta situación. – Jackie arrastró las palabras y se concentró en la vista de Atenas desde la ventanilla para ignorar la risa de él.
Minutos después bajaban del avión, seguida por él que cargaba a Maddie quien estaba ya despierta y observaba todo con curiosidad. Se encaminaron a la limusina que les esperaba y ella agradeció el llegar de madrugada, pues no hacía demasiado calor, le importaba por Maddie, pues la pequeña no estaba acostumbrada al clima caluroso a diferencia de ella, que había experimentado infinidad de climas y de hecho prefería un clima cálido, cosa que no le diría a Stefano, por supuesto.
Una vez dentro de la limusina, Jackie extendió los brazos hacia la niña quien no le hizo el menor caso y prefirió jugar con un botón de la camisa de su padre.
- Déjala, está entretenida.
- No dejará en paz ese botón hasta que consiga quitarlo de su sitio. – Le dijo ella, quien sabía perfectamente que la pequeña podía ser muy testaruda a pesar de tener tan pocos meses.
- Así que eres una pequeña muy empecinada ¿no? – Le habló él a la niña. – Igual que tu madre.
- Más bien igual que su padre.
- Tiene de los dos – Stefano le dedicó una sonrisa capaz de derretir por lo menos la mitad del polo norte y ella intentó sin éxito resistirse a ella.
- Me temo que sí – Y enfocó su atención en la niña, porque si seguía mirándolo no podría tener una conversación normal – Tu hija no te permitirá tener un futuro tranquilo.
- Cosa que no me importará en absoluto siempre y cuando ella no esté lejos de mí.
- Tendremos un acuerdo de custodia lo suficientemente conveniente para ambos. – Dijo ella de inmediato.
- Hablar de custodia implica, hablar de divorcio ¿Y lo mencionas a pocas horas de nuestra boda?
- Tenemos un trato. – Respondió ella nerviosa.
Él no respondió se limitó a observarla. Así que pensaba escapar rápidamente y sin complicaciones ¿eh? Lo que no sabía es que no solamente no quería tener lejos a su hija, sino que eso también la incluía a ella.
Dejar la soltería no era tan terrible como había pensado y no tenía la menor intención de divorciarse al poco tiempo de casado.
- Sí, tenemos un trato. – Dijo al fin y Jackie se encontró soltando el aliento que había retenido. – Estamos por llegar.
La mansión de los Troyanos se alzaba orgullosa sobre la ciudad, ella casi se quedó boquiabierta al verla, parecía un castillo, uno moderno pero sencillamente impresionante, era de color blanco, realzando el tono de las maderas que adornaban la puerta de dos hojas y los múltiples ventanales, tendría por lo menos tres pisos. Frunció el ceño y pensó que era demasiada casa para tres personas únicamente. ¿Vivirían más miembros de su familia allí? Vivir en comuna no era una idea precisamente agradable. Cruzaron las verjas y dos guardias de seguridad saludaron al conductor. La casa seguía aún a lo lejos pero eso no había impedido que observara su majestuosidad. Atravesaron los amplios jardines y sonrió, eran hermosos, las flores de colores, los setos bien cuidados, los árboles, las fuentes, sería un lugar idóneo para días de campo, para que Maddie jugará feliz y tranquila. Una amplia escalinata daba paso a la casa, y ella las subió al lado de Stefano que seguía llevando a la niña que no cejaba en su empeño por quitar el botón, de pronto él la tomó de la mano en cuanto la puerta se abrió, ella lo miró extrañada y enseguida comprendió el por qué de la pantomima.
Una elegante y bella señora de cabello negro con algunos reflejos plateados y de bellos ojos del color de los de Stefano se acercó a ellos con una amplísima sonrisa casi corriendo.
- ¡Oh¡ ¡déjame ver a mi nieta! – La tomó en brazos y Maddie estuvo a punto de protestar por que la habían apartado de su padre, hizo un puchero, pero enseguida se encontró observando a su abuela con esos ojos grises iguales a los de ella y a los de su padre. - ¡es hermosísima! – Decía entusiasmada Silvia Troyanos y con los ojos brillantes por las lágrimas.
Jackie se encontró sintiéndose conmovida y observaba la escena pensando que Maddie merecía conocer a su abuela.
- ¡Oh, lo siento! – Dijo de pronto Silvia - ¿Dónde están mis modales? Bienvenida querida. – Le dijo a Jackie y le dio un fuerte abrazo. – Eres muy hermosa, ya veo de donde ha sacado mi nieta toda su belleza. – Volvió a abrazarla y le dio un beso en la mejilla.
- ¿Y para mi no hay nada? – Le reprochó su hijo, aunque tenía cara de diversión.
- Cariño, ahora mismo solo tengo ojos para mi nieta y para mi nueva hija. – Al escuchar esas palabras, Jackie tuvo que parpadear para alejar las lágrimas. – Pasa, esta es tu casa ahora, después de todo. Me temo que seré una visitante asidua si no te importa – Seguía diciendo Silvia. – Y seguramente Penélope se volverá loca de alegría al conocer a su sobrina.
- ¿Penélope? ¿tienes una hermana y no me lo habías dicho? – Reclamó a Stefano mientras entraban a un amplio salón que tenía en sus paredes de madera distintos cuadros de pintores reconocidos. Se sentó en un sofá y observó a Maddie jugar con el collar de perlas de su abuela. Enseguida llegó alguien del servicio ofreciéndoles algo.
- La conocerás muy pronto ¿dónde está por cierto? – Preguntó a su madre.
- Fíjate que curioso, viajó a Florencia para poder ir con Ally y con Jackie de compras, pero cuál fue su sorpresa al enterarse que ustedes ya venían en camino, así que comprará su vestido para la boda y luego volverá. – Dijo Silvia. Luego ofreció: - Que les parece una comida ligera, antes que se vayan a descansar.
- Comimos en el avión, creo que Jackie y Maddie querrán dormir.
- Tienes razón. Sus habitaciones están listas. Y la tuya no es la misma que la de tu prometida. – Stefano frunció el ceño al escuchar a su madre. Cuando iba a replicar su madre volvió a intervenir. – Aún no están casados – sentenció ella y guiñó un ojo a Jackie quien sonrió agradecida por dentro, era demasiado pronto para caer en sus brazos de nuevo.
- Tenemos una hija, madre. – El tono de Stefano fue lo más parecido a una advertencia, obviamente con su madre se contenía.
- Concebida con una madre de alquiler.
- Sí, pero esta es mi casa y Jackie y yo ya hemos dormido juntos. Bueno, no hemos dormido precisamente. – Le sonrió íntimamente a Jackie haciéndola ruborizar de vergüenza y de coraje.
- Por todos los cielos ¿Podrías callarte? – Pidió ella, conteniéndose de igual forma para no gritarle o arrojarle algo, estaban con la madre de él, con su futura suegra y ¡él diciendo esas cosas!
- No hay peros que valgan Stefano ¿estás de acuerdo conmigo Jackie?
- Por supuesto. – le sonrió ella a Silvia y dirigió una sonrisa burlona a Stefano que con la mirada le advirtió que se las pagaría.
La habitación de Maddie era preciosa, en tonos crema, rosa y amarillo era el sueño de cualquier niña, llena de juguetes y de todo lo que cualquier pequeña soñaría. Había una puerta que conectaba con otra habitación y es ahí donde dormiría la niñera que ya había sido contratada por Silvia, así que Jackie no puso pegas, sentía que Silvia habría hecho una buena elección y la nueva niñera llegaría temprano por la mañana. Decidió ocupar esa habitación a pesar de las protestas de Silvia quien quería darle otra mucho más espaciosa y no tan lejos de la de Maddie, le dijo que había transmisores en cada rincón de la casa conectados a la alcoba de la pequeña, pero aun así, Jackie insistió y terminó convenciendo a Silvia, quien veía con buenos ojos que se interesara tanto por su hija. En pocas horas amanecería, y tenía muchas cosas dándole vueltas a su cabeza y creía que no podría dormir tranquila, pero en cuanto Stefano colocó a la niña en su cuna y él y Silvia le dieron las buenas noches, ella se cambió de ropa para dormir, puso la cabeza en la almohada y pronto el cansancio la venció.
El día siguiente estuvo lleno de mucha actividad, hasta entonces se enteró que la boda no sería en Atenas, sino es la Isla de Stefano, la Isla Troyanos que no estaba tan lejos de la que tenían Máximo y Allyson y donde la seguridad sería total, no permitiendo el acceso a nadie que no estuviera invitado. La noticia de su próxima boda aparecía en infinidad de periódicos y revistas, en los medios impresos y de televisión, así como en Internet, ya entendía por que Allyson y Max no habían informado a nadie cuando habían decidido casarse. La Isla de ellos estaba como a media hora en bote de la de los Troyanos, le había dicho Silvia quien quería mucho a su sobrino Máximo y su familia. Ellos ya estaban allí y Ally en cuanto se había instalado le había llamado por teléfono informándole que se verían en unas cuantas horas en la Isla Troyanos. Viajaron con Silvia y sin Stefano quien tenía cosas que resolver a fin de no dejar nada pendiente antes de la boda.
El viaje a la isla fue en helicóptero a través del hermoso mar Egeo que resplandecía cual esmeralda. Eso la relajó un poco, pues los nervios habían resurgido con fuerza en su interior. Silvia jugaba encantada con su nieta y en esas horas, la había llegado a conocer mejor, como una mujer que amaba a su familia y que estaba radiante por el hecho de ser abuela.
- Nunca pensé que sería abuela por parte de Stefano ¿sabes? – Decía Silvia.
- Me lo imagino.- Sonrió ella.
- Tan ajeno a las cuestiones del amor, se entregaba al placer. Oh, claro que sí, sé las andanzas de mi hijo. Mujeres bellas cerca de él siempre, buscándolo y él aprovechando cuando así lo quería.
- Cuanto sufrimiento para él ¿no? – Repuso Jackie y Silvia rió a carcajadas.
- Eres única. – le dijo – idónea para él. Él no quería esposa e hijos porque para él no significaban más que ataduras. Pero el verlo con Maddie como un padre interesadísimo en todo lo que hace su hija y sobre todo un padre que ama profundamente, me conmueve lo que no tienes idea. Y verlo enamorado es algo que jamás pensé ver.
- ¿Enamorado? – preguntó con perplejidad Jackie.
- Claro, ¿Por qué otra razón se casaría?
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