Capítulo 2
Salir de la selva no era un asunto tan difícil, pero salir inmediatamente a esa hora del día podía resultar complicado. Tenía planes de quedarse por lo menos un día mas sobre todo por que sentía que así se quitaría de la cabeza pensamientos relacionados con ese condenado hombre, pero finalmente decidió irse cuando después de telefonear a su vecina que le recibía la correspondencia, esta le dijo que tenía una carta de un bufete de abogados y que decía que era urgente, que había recibido llamadas de ese mismo bufete que decían que era sumamente urgente que ella se comunicara con ellos. No tenía idea de que podía ser, más sin embargo no se alarmó. Afortunadamente consiguió un medio de transporte no sin esfuerzo y se dirigió al aeropuerto más cercano. No ayudaba en nada que lloviera a cántaros.
Horas después contemplaba como el cielo parecía caerse a pedazos, la neblina imposibilitaba la salida de ningún vuelo y ahí estaba atrapada en el aeropuerto.
Lo único que deseaba ahora e irónicamente tomando en cuenta que no quería volver, era estar en casa, tomando chocolate caliente tranquilamente en su cama para después dormir y reponerse de las extenuantes horas que había pasado fotografiando la zona y persiguiendo el escurridizo jaguar.
Pero no, su mala racha no daba tregua. No había sido sencillo encontrar quien la transportara pues el camino del hotelito a la carretera más próxima estaba en reparaciones, el viejo jeep había presentando problemas mecánicos y había tenido que ayudar a empujarlo manchando parte de su ropa de barro en el proceso.
Había salido de la calurosa selva por fin y tomado el autobús que la acercó al aeropuerto encontrándose con un clima muy distinto: lluvia, frío y neblina.
Así que ahí estaba, sentada en una incomoda silla refunfuñando, aunque al menos no pasaba frío. Sabiendo de los distintos tipos de climas por los que pasaría, en esos momentos llevaba suéter y una gabardina que ocultaba las manchas de barro de sus pantalones, aunque debía hacer algo con esas sucias botas y ese pelo enmarañado se dijo conteniendo una exclamación horrorizada al ver su reflejo en un escaparate que contenía folletos turísticos y que reflejaba su imagen.
- ¡Maldición!- Gruñó. Se levantó y se dirigió a los baños. Casi se ríe de su aspecto de vagabunda, se peinó con cuidado, se hizo una trenza dejando por la paz un par de rizos rebeldes que escapaban a su control. Limpió lo mejor que pudo las botas y las manchas de sus pantalones.
Después de discutir con la pobre chica que la atendió en el aeropuerto y que no tenía la culpa del clima y de todas las situaciones que le habían sucedido, ni siquiera se había preocupado por su aspecto hasta ese momento.
Ella no discutía sin motivo y mucho menos descargaba su mal genio si es que lo tenía con aquellos que no se lo merecían, pero últimamente su humor no era el mejor. Sólo cuando trabajaba y fotografiaba se sumergía en otro mundo, pero volver a la realidad era otra cosa y la realidad tenía cara de hombre, un hombre bello que al parecer tenía cierta inclinación por sacarla de quicio y lo lograba sin siquiera verse.
¡Maldito Stefano Troyanos! ¡Maldito él y maldito su orgullo y su arrogancia! Pensó furiosa.
¿Por qué dejaba que la afectara así? ¿Por qué después de todo ese tiempo? Si tan solo no estuviera tan presente en el mundo. El genio de las finanzas, poseedor de una importante naviera, de inversiones múltiples en distintas áreas y dueño de diferentes y variadas empresas. A eso había que añadirle su habitual e insensible arrogancia que hacía derretir a las mujeres y había que añadir también un endemoniado carisma. Poseedor de una increíble sensualidad y magnetismo sexual tenía la mujer que quería.
Le sobraban a decir basta. Nunca perseguía, nunca buscaba, las tenía a su disposición. Mujeres sumamente hermosas lo idolatraban. Era un soltero de oro y diamante decía la prensa. Y ahora aparentemente la buscaba a ella. Seguro por que había sido la única que no había caído en sus redes, al menos no de manera completa y total. Mirándose nuevamente en el espejo, se lavó la cara con más fuerza de la necesaria, se secó el rostro que ahora lucía enrojecido.
Con suspiro cansado se fue nuevamente a su asiento. Aún venía a su mente ese esperado y planeado viaje a Italia y Grecia que había hecho con Allyson. Agradecía al cielo que ahora ella fuera feliz al lado de Máximo. Incluso ella se llevaba muy bien con el que consideraba su cuñado. La felicidad de Allyson era inmensa sobre todo ahora que era madre, su encantadora sobrina llevaba su nombre y ella sentía un amor tremendo por la pequeña. El verlos a ellos y a la bebé hacía que sus viajes a Florencia fueran más que frecuentes. Y claro estaba el encantador de Fabricio, el abuelo de Máximo que era como el suyo propio.
Se movió en su asiento cuando de nuevo recordó ese viaje de hacía tres años, se habían divertido como locas y causado revuelo y admiración a su paso pues Allyson era y seguía siendo una mujer muy bella. Y ella no estaba mal pensó y se rio ligeramente. Sabía que no podía ser considerada fea.
Pero nunca lo había usado como un arma, al contrario le había traído problemas pues siempre había idiotas a su alrededor buscando llevársela a la cama. Durante un tiempo eso la había llevado a tratar de pasar desapercibida cosa que su carácter alegre y desinhibido no soportó mucho tiempo.
Estando en Italia, Allyson quedó fascinada con unos escritos antiguos recién descubiertos en una vieja abadía. William Carlton ese maldito sin escrúpulos era de los pocos que tenían acceso a ellos y claro, deseoso de agradar a Allyson le había invitado a participar en las investigaciones en torno a los escritos. Una entusiasta Allyson le había pedido y rogado que permanecieran dos semanas más en Italia a fin de participar en las investigaciones. No queriendo interrumpirla y ser un estorbo habían acordado pese a las negativas iniciales de Allyson en que ella se adelantaría a Grecia y allá la esperaría, renuentemente Ally había aceptado.
Esas dos semanas habían cambiado su vida y aún se reprochaba el porque a pesar de todo no se arrepentía y es que había aprendido mucho de lo vivido esos días. Su optimismo a prueba de bombas no le había ayudado a soportar lo que le había pasado al lado de Stefano, oh, si, Stefano le había dado un giro total a su vida.
Ella había estado en Grecia antes, acompañando a Ally por cosas de su trabajo pero solo habían estado un solo día. Se había quedado tan fascinada por la ciudad a pesar del calor sofocante, que al volver a casa había tomado clases de historia y también del idioma griego. Por ello esa vez que viajó sola mientras esperaba a Allyson, sabía que podría conocer y explorar con más confianza.
Esa vez, recordó que después de registrarse en el hotel y de que la ducha le quitara lo pegajoso del viaje... Oh, como desearía hacer eso en este momento. El caso es que se había puesto un sencillo vestido de algodón, protección solar, sandalias cómodas y ligeras, sombrero, gafas y con la cámara al hombre se había encaminado segura de poder encontrar el camino de regreso al hotel. Sus conocimientos de griego no estaban nada mal, como ella misma constató al cuando había podido pedir una bebida fría en un encantador establecimiento cercano al puerto. El griego que la atendió la observó interesado y ella le dirigió una sonrisa que decía: soy amable, pero no si te quieres pasar de listo.
Desde donde estaba sentada la suave brisa empezó a refrescarla y a relajarla, así que se había quitado el sombrero y las gafas mientras releía información de un pequeño libro que daba guía detallada de la ciudad.
La vista era espléndida y enfocó su cámara sacando varias fotografías más desde donde estaba sentada reacia a levantarse y enfrentarse al sol, al menos de momento. Cerró los ojos un momento al sentir un poco de aire que a pesar de ser caliente no se comparaba al calor que casi la sofocaba momentos antes de sentarse pero claro, estaba algo cansada.
Percibió que alguien se había puesto frente a ella, pensando que sería ese camarero de mirada lujuriosa abrió los ojos de inmediato. Era un hombre y definitivamente uno grande, la luz del sol era intensa y le daba en la espalda de tal modo que ella solo podía ver su silueta más no su rostro.
...
- Deme esa cámara – Le dijo el hombre con voz tranquila pero que albergaba amenaza.
¿Es que la iban a asaltar en pleno día? ¿Por qué el ladrón tenía la voz tan profunda, tan sensual, tan sexy? ¿Por qué rayos ella daba el aspecto de muñeca frágil? Ese imbécil se esperaba una sorpresa. La ventaja de haber sido tan hiperactiva era que había aprendido de todo un poco y el King Boxing estaba entre esas cosas. Si la veía como un blanco fácil se iba a llevar una gran sorpresa.
- No voy a darle absolutamente nada – Contestó con la voz igualmente tranquila, al mismo tiempo que se ponía la cámara al hombro y se levantaba rápidamente de la silla, quedando la mesa entre los dos.
Ese hombre era alto, ella no era bajita precisamente, medía 1.73 cm., aún así él le sacaba de 12 a14 cm., ella se movió un poco para que la luz del sol le dejara verle el rostro. Los griegos podían ser guapos, pero ese ladrón había errado de profesión pensó ella, fácilmente se podría haber ganado la vida como modelo, y no como el típico modelo de apariencia delicada, no señor. Único en su clase proyectaba una imagen definitivamente masculina. Sintió que se le secaba la boca y el corazón le palpitaba sin control. Ya había escuchado la expresión: Parece un Dios griego y francamente le había parecido ridícula, ahora tenía ante si uno de carne y hueso y con toda la apariencia de ser uno de los habitantes del Olimpo.
Alto, de hombros anchos, piel dorada, cabello negro, facciones absolutamente bellas aunque cien por cien masculinas, ojos de color plateado un tanto raros para un griego, enmarcados por unas pestañas que solo añadían más magnetismo a su mirada. Añadiendo a todo eso una boca sensual y un cuerpo increíble hacían que la fusión de todo ello hiciera a Jackie que por poco abriera la boca en seña del atontamiento total.
¿Desde cuando un hombre la dejaba en ese estado? ¡A ella! Que incluso había salido con un guapísimo actor español que ahora triunfaba en los Estados Unidos. Había estado entre hombres atractivos, guapos ¿Cómo era posible que se comportara como una idiota?
Aunque ese hombre no tenía comparación con nadie y ella había logrado controlarse después de haberlo inspeccionado con la mirada por todas partes olvidándose de todo. Obligándose a mirarlo a la cara de nuevo a riesgo de esta vez si quedar como una retardada mental descubrió que él también hacía lo que ella momentos antes había hecho, y paseaba su mirada por todo su cuerpo. Casi sintió que la veía a través de la ropa y por poco se coloca los brazos alrededor del cuerpo para taparse. Siempre se había reído de Ally por su tendencia a ponerse roja cuando se avergonzaba y ahora ella estaba segura que podía ser confundida con un tomate ¡Y ella no se avergonzaba nunca! La mirada del hombre seguía recorriéndola lentamente como si tuviera todo el tiempo del mundo y ella no era precisamente objeto de ninguna exposición como para quedarse allí inmóvil sin hacer nada. El enojo vino en su ayuda y la sacó del trance...
- ¿Ha terminado ya con su inspección? – le dijo furiosa por la manera descarada en que la miraba ¡Ella de ninguna manera lo había visto así!
- No. – Respondió con una sonrisa asomándole a los labios y posó sus ojos en sus senos sin reparo alguno. Si antes estaba roja, se puso pálida de furia.
- ¡Basta ya! – Le espetó – O se arrepentirá. – Ese hombre ni siquiera la había tocado y estaba aparte de furiosa totalmente acalorada y no por el clima precisamente.
- ¿Ah sí? – Le preguntó burlonamente – Pero si sólo hago lo que usted misma acaba de hacer hace unos instantes conmigo.
- De ninguna manera lo observé así como usted, de manera tan descarada y si lo miré detenidamente fue para poder dar su descripción a la policía – Mintió.
- ¿La policía? – Preguntó confuso.
- Por supuesto ¡Me quiere robar mi cámara!
- ¡Usted está loca!
- No más que usted – Replicó.
- ¿Cómo dice? – Preguntó con el ceño fruncido.
- Me ha escuchado perfectamente, será mejor que se vaya o lo denuncio ahora mismo. Si prefiere quedarse, aténgase a las consecuencias – Había dicho ella.
- ¿Está hablando en serio? Turistas... - Gruñó para si con gesto enfadado – Usted me estaba tomando fotografías cosa que no pienso permitir, por eso le pedí la cámara, deme la memoria y quedamos en paz.
- ¿Qué yo le tomaba fotos? Oh, por favor ¡Fotografiaba las vistas! En ningún momento lo enfoqué a usted, si se atravesó en mis tomas ese es su problema no el mío.
- A otro con ese cuento, deme ya la memoria –Le dijo amenazante.
- ¡No voy a darle nada! ¿Qué clase de mente retorcida tiene que piensa que le estaba fotografiando precisamente a usted? ¡Es un arrogante, engreído!
Dicho eso vio como el parpadeaba nuevamente sorprendido y se quedaba como si le hubieran dado una bofetada. Ella no tenía idea de que el hombre que tenía delante era el mismísimo Stefano Troyanos y mucho menos que al parecer lo había fotografiado.
El calor y el cansancio del viaje se habían posado en ella al sentarse a descansar, no se había fijado que era lo que fotografiaba cuando lo hizo sentada, simplemente había enfocado y oprimido el botón.
- No sería la primera que lo intenta para luego vender las fotos. – Le dijo él secamente.
- ¿Vender sus fotos? – Pregunto y se echó a reír a carcajadas.
El hombre era ciertamente guapísimo pensaba ella, y estaba segura de que más de una mujer habría intentado fotografiarlo a escondidas pero para ¿vender las fotos? ¿A quien? Ella no las vendería, se las quedaría se dijo algo divertida a pesar de la situación. Ese Dios griego tenía el ego demasiado inflado gracias a ser extremadamente guapo y encima tenía delirio de persecución. Aunque pensándolo bien ¿Qué mujer no lo perseguiría?
- No estoy bromeando señorita – Le advirtió.
- Yo menos, tenga por seguro que no lo fotografié a propósito, no tengo la menor idea de quien es usted y no me interesa averiguarlo. Borraré las fotos si es que sale en alguna ¿contento?
- ¿Así que no tiene la menor idea de quién soy? – Le preguntó entrecerrando sus bellos ojos.
- ¿Un lunático? – Respondió cínicamente Jackie.
- No le veo la gracia – Dijo apretando la mandíbula. – Me temo que no creo que borre las fotos.
- No va a ponerle un dedo encima a mi cámara.
- Quizás quiera que le ponga el dedo encima pero a usted – Dijo con brillo malicioso en los ojos – Y después estará más dispuesta a cooperar.
Jackie abrió los ojos asombrada.
- Inténtelo, se defenderme de tipejos como usted.
- ¡Se está pasando de la raya! – Explotó.
- El que se está pasando es usted. – Replicó.
- No pienso hacerle daño si es que eso pensó. Vi como me miraba ¿Eso es lo que quiere? ¿Un revolcón? ¿Una aventurilla de vacaciones? Seguro que es eso y sólo está armando este show para llamar mi atención y lograr su propósito. Ha de ser una zorra cualquiera.
Jackie no recordaba haber sentido tanta furia en toda su vida. Tomó el vaso que estaba en la mesa que aún conservaba la mitad del refresco con hielos que había bebido y se lo arrojó a la cara, disfrutando de ver su rostro pasar de la confusión a la estupefacción cuando ella a continuación apartó la mesa que los separaba violentamente haciendo que la frágil mesa volara a un lado. Nuevamente agarró lo primero que encontró que fue una silla y en un par de segundos se la hubiera arrojado (Que conste que no pensaba darle con ella, pero sí asustarlo) de no haber sido por que alguien se la quitó y la sujetó por detrás. El tipo que la había detenido era corpulento y por lo tanto muy pesado, si lograba hacerlo caer se haría daño o al menos le daría tiempo para que ella se largara de allí. Era más que claro para ella en esos instantes que eran cómplices esos dos.
Sin más tiempo que perder le dio un fuerte pisotón, el tipo la soltó el tiempo suficiente para clavarle el codo con fuerza en el estomago sacándole el aire a juzgar por el sonido ahogado del hombre, lo empujo y este cayó estrepitosamente sobre una mesa. Otro hombre más bajo y más delgado vestido de ropa oscura y gafas igualmente oscuras vestido igual que el tipo que yacía en el suelo con una mesa encima, intentó sujetarla y logró agarrarle un brazo dejándola en la posición idónea para que ella lograra patearle la cara. En el trayecto de esa patada, el vestido se le levantó casi al completo pero poco le importó. Otro más apareció de la nada después que ella lograra zafarse con esa patada y que el pobre hombre se tocara la cara buscando alguna herida.
Ella no era la mujer maravilla y aunque estaba en plena forma, sentía que el corazón le latía tan rápido que bien podía escupirlo por la boca, le punzaba algo el codo y una rodilla ¡Demonios! Se reprochó ¡Era un desastre! ¿Por qué había reaccionado así? Si tan solo no le hubiera dicho zorra cualquiera...
Esa palabra ella no la soportaba, no podía. Oscar había quedado en el pasado ¿no? Pero él había sido uno de los motivos para aprender a defenderse, ya manejaba mejor su furia cuando alguien quería toquetearla o le decía cosas insultantes, porque solían mirarla como una mujer bella pero objeto sexual y nada más.
¿Por qué no al oír el comentario ofensivo de ese Adonis se marchó? Hubiera sido mejor buscar a la policía y dejarlo todo en sus manos. Después de todo ellos quería robarle su cámara. Pero no, ella siempre prefiriendo el camino más desastroso.
No tenía tiempo para perder, el adonis la miraba admirado y divertido y ella le había lanzado una mirada asesina. Un sinfín de mesas y sillas estorbaban su huída. Así que antes que el otro tipo la agarrara y que al parecer se lo estaba pensando, saltó hacia una silla y de ahí a una mesa y de ahí a otra, logrando hacerlo con agilidad, al parecer la adrenalina aun surtía su efecto.
Por fin llegó al final del establecimiento, mientras el mesero y otro más la miraban con la boca abierta, comprobando que no la habían seguido les dedicó una sonrisa deslumbrante y después simplemente echó a correr como si la persiguieran mil demonios.
Ese estallido de furia y descontrol había sido horrible y ella que pensaba que ya tenía superado lo sucedido con Oscar. Solo de recordar su nombre un escalofrío de repulsión recorría su cuerpo y ese recuerdo la hizo volver al presente, al aeropuerto.
Enfocó la vista hacia los demás pasajeros que tenían los rostros cansados igual que ella. La lluvia hacía imposible conseguir un taxi que la llevara a un hotel cercano. Se revolvió en el asiento tratando de encontrar una posición cómoda e ignoró las atentas miradas de dos hombres que estaban frente a ella. Seguro querían ligar a juzgar por sus caras, que ni lo pensaran pensó Jacqueline volviendo a recordar por qué no siempre reaccionaba apropiadamente cuando los hombres querían llevársela a la cama.
No tenía problemas con los amables y simpáticos como Héctor su amigo el actor, él era un encanto de hombre. Pero eso no había bastado para que acabaran juntos en la cama y no porque a él le faltaran ganas. Era peor con aquellos que solo la veían como un objeto sexual una mujer que por su aspecto debía estar lista a satisfacer cualquier capricho o fantasía sexual juzgando solamente en base a su apariencia hermosa.
Oscar la había hecho dura e insensible a los hombres, ella salía y se divertía con los montones de amigos y conocidos que tenía pero de ahí no pasaba, nada de sexo. Nadie había logrado atravesar esas barreras, nadie había logrado atraerla y volverla loca de deseo, nadie. Hasta que conoció al soberbio Stefano y él logró vencer donde todos habían fallado. Esas dos semanas a su lado habían sido la gloria, no habían tenido relaciones, resquicios de sus dudas y temores habían hecho que esas dos semanas se contuviera pero si no hubiera sucedido lo que pasó... Ella habría hecho el amor sin ninguna duda con Stefano. Sus dudas se cumplieron desafortunadamente, pero lo hicieron a tiempo, antes que fuera demasiado tarde. En cierta forma lo fue, porque ya lo amaba, pero al menos no le había dado todavía su cuerpo. Hubiera sido mucho peor de ser así se repetía como un mantra. Pero no podía dejar de pensar como sería estar en sus brazos, hacer el amor con él, explotar de pasión con ese hombre que prometía el paraíso. Casi se volvía loca de pensarlo.
Por primera vez el deseo la había consumido. Oscar había sido un recuerdo malo pero muy lejano. Surgía en esos momentos pero en realidad ya no le afectaba tanto. El recuerdo más doloroso muy a su pesar ahora era Stefano.
- Tú solo sirves para el placer. Estoy segura que eres una zorra eso eres ¿verdad? ¿Por qué te resistes? Si esto es lo que quieres.
Las crueles palabras de Oscar se colaron en su mente. Se las decía con la mirada llena de deseo perverso, la acosaba cuanto podía, la trataba de tocar todo el tiempo.
- Solo sirves para saciar los instintos de un hombre, después de eso no sirves para nada. No vales. Un simple objeto de placer eso es lo que eres. Eres una zorra, conmigo te haces la difícil ¿Por qué no me das lo que les das seguramente a otros? – Le preguntaba con crueldad.
Para ser sincera eso lo había dejado atrás. Era cierto que había aprendido tantas cosas en su afán de demostrar que podía hacer todo lo que quisiera, que tenía cerebro. Pero eso ya estaba en el pasado. La fotografía era su pasión ahora. Era sumamente respetada en su área. La revista para la que trabajaba la trataba de lo mejor y constantemente recibía ofertas de trabajo de muchos sitios.
Pero se había hecho más precavida y prudente y le había servido con Stefano que al no conseguir lo que quería, la había despreciado. Pero ahora tenía una vida tranquila, bueno, no tan tranquila pues viajaba por el mundo y se arriesgaba mucho era cierto, pero así era feliz no necesitaba un hombre en su vida. Era independiente, autosuficiente ¿verdad? ¿O no? ¿Había cambiado eso Stefano? ¡Maldito Stefano! ¿Cuántas veces lo había maldecido y recordado en lo que iba del día? Y era así con frecuencia. Era como una especie de sombra sobre ella.
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