Capítulo 15
La familia de su madre era francesa y la mayoría vivía en Francia, pero uno de sus hermanos, el tío Pierre había decidido probar en América y el resultado había sido que tenía una de las mejores firmas de abogados al lado de su amigo Richard Blackwell. Jan Paul era hijo del tío Pierre y uno de sus más querido primos. Stefano no tenía la menor idea de que ella contaba con semejante apoyo. El pensar en ello la hizo sonreír y Jackie se sintió algo perversa pero el caso es que ¡Él se lo merecía! Merecía que fuese él, el que suplicara piedad y se rindiera. Aún no tenía la victoria pero se sentía segura, respaldada y por supuesto querida por su tío y primo y como bien había dicho Jan, los demás también estaban pendientes del caso. A estas alturas seguro que Stefano sabía que contaba con el apoyo de su familia materna. Ella era muy apegada a ese lado de la familia.
Y Jan la conocía muy bien, reconoció. Si no fuera así no se habría dado cuenta que suspiraba como una tonta al recordar a ese condenado hombre ¿En que momento de locura se había permitido el pasar esa última noche con él? Por que esa vez no la había secuestrado, no la había obligado. Como cordero al matadero había ido, obediente y sin chistar y más que ansiosa ¡Había tenido sexo con él en el auto! Sólo de pensarlo se ruborizaba. Maddie se retorció en sus brazos y empezó con su clásico puchero que hacía cuando tenía hambre, Jackie sonrió y por milésima vez vio esos ojitos color plata y suspiró, enseguida recordó las palabras de Jan y en lugar de enfadarse se rió, contagiando a Maddie que olvidando el puchero reía igual que su madre y así es como las encontró Stefano.
Stefano detuvo de pronto el paso enérgico que llevaba y toda su ira casi se evaporó al encontrar la escena en la cual su hija y Jackie reían contentas ¿Dónde se había metido ese tipo? De inmediato apareció el hombre con el que había hablado por teléfono y le informó que tenía escasos minutos que se había marchado el que iba a ser blanco de toda su furia. Controló su temperamento y se acercó a la mesa en dónde Jackie ya daba de comer a Maddie. El verlas nuevamente lo hizo sentir extraño, deseoso de no perderse ni un momento de la vida de su hija y sobre todo ansioso por tener a esas dos mujeres en casa con él.
Una sombra tapó el tenue resplandor del sol, estaban en la parte de afuera de la cafetería precisamente para disfrutar del día que era soleado y sin asomo de nubes. Jackie levantó la vista para ver y por poco abre la boca al contemplar al hombre que tenía enfrente. El corazón palpitó rápido y ella se esforzó por no mostrar su reacción ¿Era justo que provocara ese efecto en ella? No. definitivo que no. Maddie lo vio y enseguida le dedicó una resplandeciente sonrisa y que se olvidara el biberón.
- ¿A que debo la desgracia de que aparezcas? – Le dijo en un intento para ocultar lo que realmente le provocaba.
- Yo también te he echado de menos. – Respondió él, pero esta vez sin burla y con un claro destello de ira en sus ojos plateados. Destello que Jackie había aprendido a reconocer ¿Qué pasó ahora? Se preguntó ella ¿Sería por que andaba con Maddie fuera de casa? No era la primera vez.
- A la niña puedes verla cuando quieras, pero definitivamente eso no incluye que nos veamos los tres en sitios públicos. – Dijo para tratar de saber a que se debía su coraje esta vez. Stefano tomó a Maddie y Jackie vio como ese enojo se calmó al tener a la niña en brazos.
- Creo que tengo todo el derecho del mundo a ver a mi hija cuando quiera y donde yo quiera. – Replicó seco, dándole a Maddie su biberón y sentándose frente a ella.
- Así que has dejado tu trabajo, tus negocios y todo porque de repente querías ver a Maddie – Dijo Jackie desconfiada - Aunque bien podías hacerlo en otro momento más oportuno para ti.
- ¿Oportuno para mí o más bien para ti?
- Lo único que puedo decirte es que definitivamente este momento no es oportuno para ninguno de los dos por que la prensa puede verte, fotografiarte y esto será un caos, no sería nada bueno por el bien de la nena, además...
- ¿Con quien estabas? – La interrumpió dando muestras de no haber escuchado absolutamente nada de lo que ella estaba diciendo.
- ¿Es eso relevante? – Jackie estaba empezando a comprender.
- Así es – Respondió mirándola con intensidad.
- Quizás, pero ciertamente no es de tu incumbencia.
- ¿No? – Stefano arrastró esa única sílaba.
- No. Precisamente porque no pienso dejar que nadie domine mi vida o siquiera lo intente, es porque no acepte que viviéramos juntos. Mucho menos si se esperaba sacrificio de mi parte y de ti ninguno.
- Dije que mientras estuvieras en mi cama, no habría nadie más.
- ¡Que honor! – Exclamó con sarcasmo.
- Pues lo es. – dijo con presunción. – Quiero ser padre de Maddie todo el tiempo no solo con visitas estipuladas por un Juez, vivir juntos por el bien de ella es el mayor compromiso que he aceptado hacer en mi vida.
- Puedes irte al...- Se interrumpió, ella no iba a estallar en público por mucho que quisiera - ¿Sabes? Un Compromiso de tu parte para mí significaría en todo caso el matrimonio. –Ella sabía que él jamás daría ese paso y disfrutó al ver que tenía un gesto genuino de sorpresa en ese bello rostro ¿Quería jugar? Bueno, no sabía con quien lo estaba haciendo. No era una indefensa damisela en apuros. - ¿Estás dispuesto a ello? – Remató con una angelical e inocente sonrisa.
- ¿Me estás pidiendo que nos casemos? – Seguía sorprendido, su tono así lo decía.
Jackie se inclinó sobre la mesa para quedar más cerca de él, quería reírse en su cara, pero todo pudo haberse ido al garete pues tenerlo tan cerca fue sumamente peligroso. El aroma de su colonia le inundó los sentidos y casi se perdió en esos ojos centelleantes. Con una fuerza de voluntad sorprendente, no dejó de mirarlo a los ojos y sonrió lentamente con perversidad.
- Dices que estás dispuesto a todo por Maddie ¿no es así?
- Claro, pero... Jamás pensé que tú consideraras el matrimonio como la máxima prueba de responsabilidad y compromiso por mi parte.
Para ese entonces, Jackie no pudo contener más la risa y se echó a reír con ganas se tuvo que agarrar el estomago pues la risa era demasiada, sus carcajadas hicieron que varios voltearan a verlos. Maddie nuevamente se había olvidado del biberón para ver a su madre reír como una loca. Cuando pudo controlarse un poco, lo miró y eso hizo que sintiera nuevamente ganas de seguir riendo. Stefano la contemplaba con el ceño fruncido y con ganas de querer sacudirla hasta que le castañetearan los dientes, cosa que hubiera hecho sin duda alguna si no hubiese tenido a Maddison en brazos.
- Deberías ver tu cara – Le dijo Jackie limpiándose los ojos.
- Te sientes muy graciosa ¿verdad? – Le dijo entrecerrando los ojos.
- Tranquilo, no te estoy pidiendo el enorme, incomparable y magno sacrificio de que te cases conmigo – Decía cada palabra con burla – Pero no me hubiera perdido por nada tu reacción a mis palabras.
- Debo admitir que eres la primera mujer que logra dejarme totalmente...
- ¿En shock? – Terminó por él.
- Tanto así, no. Pero si bastante sorprendido. Por un momento creí que hablabas en serio.
- Y seguro empezaste a sudar frío – Añadió ella con sorna. – Pero no creo que nunca antes ninguna se haya atrevido a pedirte en matrimonio.
- Me han intentado atrapar sí, y me lo han dicho muy claro. Pero en ningún momento me ha tomado por sorpresa. Tú tienes ese honor ya que se que no quieres estar atada a mí de ninguna manera – Le sonrió de una manera que le hizo ponerle los pelos de punta. – Sin embargo... ¿Segura que bromeabas?
- ¿Mis carcajadas no fueron lo suficientemente escandalosas?
- Detrás de toda esa risa podía haber otra cosa – Le volvió a sonreír y ella juró que tramaba algo.
- Sí. más risa. – respondió con una ancha sonrisa.
- Debes saber querida que siempre hay que tener mucho cuidado de lo que uno se ríe, de lo que uno pide aunque sea en broma. Se te puede cumplir. – Dicho eso, Jackie sintió un leve estremecimiento e inmediatamente se puso completamente seria.
- En este caso no estoy pidiendo nada, solo me reí de ti un poco. Lo último que quiero y necesito es estar casada contigo, Stefano.
- ¿Estás completamente segura de tus palabras?
- Por supuesto.
- Insisto, ten cuidado por que esas palabras puede que te las tengas que comer. – Se levantó y le entregó a Maddison después de darle un beso y acto seguido puso sus manos a cada lado del asiento de Jackie encerrándola y dejando su rostro a milímetros del de ella. – Ni por un segundo creas que me he olvidado que te has estado viendo con otro hombre. Averiguaré quién es y que papel juega en tu vida, más vale que no sea uno importante Jacqueline. En cuanto a tu bromista propuesta atente a las consecuencias.
Jackie parpadeó ante sus palabras y abrió la boca para replicar pero al ver ese fuego en sus ojos se detuvo.
- Si dices algo, si abres la boca te besaré aquí y ahora. Tú decide. Yo encantado que repliques. – Le dijo Stefano con satisfacción. Ella sólo le dirigió una mirada asesina. – Sigo esperando nena. – Y Jackie fue fuerte al solo resignarse a mirarlo de tal manera que esa sola mirada pudiera aniquilarlo. Él se alejó con una enorme sonrisa. Pero no demasiado como para no escucharla decir a sus espaldas.
- ¡Esto no se quedará así!
Sin dejar de sonreír él se volvió y Jackie se tensó temiendo que cumpliera su amenaza de besarla en prácticamente la vía pública. Pero él se limitó a alzar las cejas burlonamente y a animarle con la mirada a que siguiera hablando. Ella simplemente exclamó:
- ¡Vete ya!
- Nos veremos pronto – Amenazó para después hacerle una burlona reverencia.
Jackie pudo haber gritado si hubiera tenido la certeza de que no espantaría a su hija, porque muy poco le importaba espantar a los transeúntes. Ya se verían las caras más tarde y podría decirle de nuevo que jamás dejaría de luchar.
Jamás había pensado en matrimonio, jamás, iba cavilando Stefano. La soltería perpetua le atraía sobremanera siempre había sido así. La sola idea de estar atado de por vida a alguien le hacía sentir asfixiado, él no podía estar con nadie más que unas semanas y eso era todo. Pero ahora era él el que buscaba atrapar a una mujer y no al revés. Una mujer que prefería poner abogados de por medio para no verlo, no compartir casa ni cama con él y eso le había enfurecido, todavía el recordarlo le hacía sentir furioso y desconcertado, al menos al principio porque ahora sabía que no se trataba de ninguna estrategia por parte de ella, hablaba muy en serio y por ello ahora se sentía... raro. Siempre obtenía lo que quería y sin necesidad de pelear por ello, sobre todo si de mujeres se trataba.
Ahora lo único en lo que pensaba era en como poder tener a esa mujer con él y sobre todo como retenerla por que era sumamente impredecible como bien había comprobado. Maddie era una carta a su favor, era completa y totalmente cierto que quería a su hija a su lado y todo el tiempo posible pero independientemente de eso también quería a Jacqueline con él y lejos muy lejos de cualquier hombre que se atreviera solo a mirarla. Esos pensamientos también eran nuevos para él que nunca había sido posesivo con nada ni nadie. Así que ella había jugado con el asunto del matrimonio ¿eh? Otro alarmante pensamiento que ya se había colado en su mente, ya había pensado que quizás así era la única manera de poder atarla más firmemente a su lado, idea que desechó pues sabía que Jackie haría lo que le vendría en gana con matrimonio de por medio o no y también porque él sentía que ella preferiría cualquier cosa a esa solución. Pero ahora lo había mencionado en broma, burlándose de él por su reacción y diciéndole que él jamás se atrevería a hacer un sacrificio de esa naturaleza ¿No? pues le esperaban sorpresas. Nunca antes le había parecido tan atrayente la idea de casarse. Ya encontraría la forma de que ella aceptara y sería a la buena o a la mala pero lo lograría.
Horas después Jackie entraba con Maddie al edificio de Laurent & Blackwell, no salía sin la niña, disfrutaba enormemente de tenerla a su lado y por ello Maddison no tenía niñera. Vestida con un pantalón negro que hacía ver su excelente figura y una blusa de seda en color rojo intenso y bien maquillada pero sin exagerar, caminaba a través del vestíbulo rogando para no toparse con Stefano. Suficiente era tener que verlo de nuevo ese día, él había aceptado que se vieran allí en el bufete de abogados que la representaba, estaba lista, segura, pero de igual manera terriblemente nerviosa.
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