Capítulo 10
Nueva York una semana después...
Había estado en Nueva York antes, pero ahora era por un asunto más que importante, la dicha de saber que ahora si vería a su hija, aunque se empañaba por el hecho de que también tendría que conocer al padre biológico y no sabía que esperar. Estaba sumamente nerviosa y aparte de ello tenía que añadir que no era ella misma después de la última noche en brazos de Stefano. Nuevamente ella se había ido, pero esta vez él no la había retenido y para su sorpresa eso le dolió. Habían hecho el amor en el auto de camino al departamento de él cosa que aún no podía creer, había ayudado el hecho de que sabía que nadie podría verlos y de que estaban ambos muy excitados.
Pasión que no había menguado al llegar y toda la noche habían hecho el amor como si fuera la última vez para ambos.
A la mañana siguiente muy temprano, ella había corrido a ponerse el vestido de fiesta pensando en lo que le diría a Allyson y en como saldría de allí.
- El chofer te llevará. – Le había dicho Stefano sobresaltándola.
- No es necesario – Se había apresurado a decir ella mientras se subía la cremallera del vestido dándole la espalda.
- Por supuesto que lo es y no te preocupes, Allyson seguramente no se ha dado cuenta de que no pasaste la noche allí.
- Eso espero – Respondió ella escuetamente ocultando los nervios y la tensión. – Cuídate Stefano – se despidió de camino a la puerta.
- ¿No hay ni un solo beso de despedida?
- Se hace tarde.
- Cobarde. – la atacó.
Molesta por que la creyera incapaz de resistirse a él fue con paso rápido a la cama haciendo que él se incorporara hasta quedar sentado justo a tiempo para que ella le tomara el rostro en las manos y le devorara la boca tomándolo casi por sorpresa por que se recuperó inmediatamente y cuando el beso ya empezaba a salirse de control, Jackie se separó con la misma rapidez con que había empezado.
- Que tengas buen día – Le dijo burlona sin saber que era la primera mujer en dejar a Stefano de esa manera. Pero al ver que él la miraba fijamente y hacía ademán de salir a la cama, corrió a la puerta saliendo sin que nadie la detuviera. Él la había dejado ir, porque si no hubiese sido así su chofer no la habría llevado o alguien la hubiera detenido. Stefano había tenido su ración de sexo y una vez satisfecho no quería saber más de ella. Al menos ahora sabía lo que era hacer el amor en brazos de un maestro y Stefano había tenido razón en una cosa: Allyson no se había enterado donde había pasado la noche. Minúsculo consuelo pues sus noches eran un tormento lejos del que había sido su amante.
El taxi se detuvo delante de un enorme edificio cerca de la gran manzana, pagó al taxista y entró yendo directo a los ascensores. Iba vestida con un elegante traje de pantalón color marfil y blusa color índigo, de tacones altos, gafas de sol y cabellera suelta.
Apretó el botón del piso donde se encontraba el despacho y momentos después entraba en el bufete donde una recepcionista impecablemente vestida y de labios rojos brillantes la recibía con sonrisa de plástico. Había muchas personas yendo de acá para allá que inevitablemente se volvían a verla. Tratando de no demostrar los nervios que le atenazaban no solo el estomago si no todo el cuerpo fue hacia la mujer.
- Soy Jacqueline Alcántara...
- Laurent – Terminó por ella – La esperan Señorita, la tercera puerta hacia la derecha por el corredor del lado izquierdo.
- Gracias. -¿Así que ya la estaban esperando? Pero si no llegaba tarde faltaba más de media hora para su cita. Tocó la puerta y de inmediato esta se abrió. Un atractivo hombre de unos treinta y tantos años la hizo pasar.
- Señorita Alcántara, buen día. Soy Steve Buchanan uno de los abogados de la señorita Monroe.
- Buen día Señor Buchanan.
- Llámeme Steve – Le pidió. – Siéntese por favor y déjeme ponerla al día con este asunto. La Señorita Monroe fue específica al decir que tanto usted como madre biológica de la pequeña y el padre biológico compartirían la custodia.
- Ya había sido informada de eso ¿Hay alguna posibilidad de que el padre de la niña quiera cederme la custodia completa?
- Me temo que no. Él pidió exámenes para comprobar su paternidad y una vez que estos dieron positivo ha viajado inmediatamente. No creo que tarde mucho más en llegar. Usted es libre de hacerse los exámenes correspondientes Señorita Alcántara.
- No creo que sea necesario, una vez vea a la niña sabré lo que tenga que saber. Además no creo que Sibia me haya mentido en algo así.
- Si no insistimos en que se los hiciera es por que la pequeña ha heredado de usted una marca particular que seguro sabe a cual me refiero.
- ¿Mi lunar en forma de corazón? – Dijo asombrada.
- Sibia sabía de él y dijo que eso era lo único que usted necesitaría para aceptar a la niña.
- Es cierto... - Murmuró ella. Sabía que al verla sabría si era suya o no.
Casi una hora después el padre de la niña seguía sin aparecer y el abogado se deshacía en disculpas ante una muy enojada Jacqueline. No obtendría más información ni sabría donde estaba la niña hasta que llegara el irresponsable de su padre. Jackie se paseaba por la alfombra color azul de un lado a otro sintiendo que iba a estallar de coraje ¿Cómo era posible que ese hombre le diera tan poca importancia a su hija? Un problema con el transporte lo había retrasado le acababa de decir el abogado a lo que con voz helada le había dicho:
- ¿Un problema con el trasporte? ¿Qué? ¿Viene a caballo por toda la ciudad?
- Ciertamente hubiera sido más rápido a juzgar por el tráfico. – Le respondió una voz detrás de ella que hizo se le erizara toda la piel y hasta sintió que el cabello también. No lo había oído llegar ¿Qué hacía allí? No lo entendía.
- Stefano... - Dijo casi en un susurro y comprobando que él también estaba sorprendido de verla.
- ¿Estás siguiéndome? – Le preguntó él.
- Yo llegué primero en todo caso. Creo que eres tú el que me sigue.
- En esta ocasión te equivocas ¿Qué haces aquí?
- Esa pregunta es la que yo tengo que hacer. Pero creo que te has equivocado de oficina.
- El señor Troyanos no se ha equivocado es a quien esperamos señorita Alcántara. – Dijo el abogado. Haciendo que Jackie sintiera que de pronto le empezara a faltar el aire.
- ¿Cómo dice? – Preguntó aún esperanzada de oír que se trataba de un error.
- Que podemos empezar, el Señor Troyanos es la persona que esperábamos.
- Debe ser un error. – Insistió ella sintiendo que las piernas le fallaban.
- Y uno muy grande – Añadió Stefano – No puede ser posible. Esto sería demasiada coincidencia.
El abogado los miró a ambos.
- Veo que ya se conocían. - Les dijo.
- ¿Él es el padre de mi niña? – Preguntó Jackie con voz ahogada.
- Así es – confirmó el abogado – Por favor siéntense.
- ¿Así que ella es la madre de la niña? – Preguntó Stefano sin sentarse y con cara de no poder creerlo todavía. De hecho parecía lívido.
- En efecto. – Suspiró algo cansado el abogado.
Tanto Jackie como Stefano se observaron consternados sin asimilarlo para nada. Ella tenía cara de horror y él de completa confusión. De pronto Jackie sintió que el piso se le movía y buscó con la mirada una silla para sentarse antes de que cayera al suelo e hiciera el ridículo, pero aún así no pudo evitar preguntar:
- ¿Está temblando?
- Por supuesto que no, no seas tonta... ¿Estás bien? – Stefano se acercó y la sentó en una silla frente al escritorio – Respira, no así, más lentamente.
- Estoy bien, estoy bien – Se apresuró a decir al ver dos miradas preocupadas enfocándola a ella.
- Sí, claro. – Dijo cínicamente Stefano.
- ¿Podemos empezar por favor? –Pidió ella, ansiosa por saberlo todo antes de volverse loca.
- Por supuesto – Dijo el hombre y esperó que Stefano tomara su lugar al lado de ella para empezar a leer el documento.
Yo, Sibia Monroe dejo la custodia legal y completa de mi hija a sus padres biológicos quienes llegaron a serlo sin consentimiento legal o de palabra pero que dadas las circunstancias son los que deseo se queden con mi hija.
Lego todas mis propiedades a Jacqueline Alcántara Laurent. Dejo un fideicomiso a nombre de Maddison que será administrado por Jacqueline, su madre.
- Maddison... ¿Es el nombre de la nena? – Preguntó Jackie.
- Exacto.
- Maddison – Repitió Jackie encantada. Era de sus nombres favoritos y Sibia lo sabía. Eso hizo que los ojos se le llenaran de lágrimas, pero las contuvo. Escuchó al abogado a medias que seguía leyendo, pero ya no eran cosas tan importantes, si no formalismos legales y la realidad de lo que ocurría la golpeó de nuevo- ¿Cómo es que Stefano es el padre biológico? – Hizo la pregunta que la carcomía por dentro.
- Eso quizás el Sr. Troyanos quiera explicarle en privado, señorita. – Dijo incomodo el otro hombre.
- ¿Cómo es que tú eres la madre biológica? – Preguntó él a su vez- ¿Guardaste óvulos para el futuro?
- Sibia me convenció de hacerlo,era mi amiga. – Replicó a la defensiva, no pensaba decirle que ella no era precisamente fértil - ¿Qué hay de ti?
- Tuve una enfermedad de niño que puede afectar la fertilidad, me hice unos estudios en los mejores laboratorios de este país, en los al parecer tu tramposa y lista amiga trabajaba. Jamás imaginé que haría semejante cosa. Si no los demando es por que esto se haría un escándalo de magnitudes enormes, porque ella está muerta y sobre todo por que hay una inocente bebita en todo esto.
Jaquie recordó con más consternación una vez que se había quedado embobada viendo la portada de una revista donde Stefano salía, había sido poco después de su fiasco con él. Mirada que no había pasado desapercibida para la persona que estaba con ella ese día tomando un café... Sibia, le había sonsacado parte de la verdad y aunque jamás lo había admitido, quedó claro para Sibia que ella estaba enamorada de Stefano, en aquel entonces, claro. Ese fue el último día que la vio y bueno, el resto era historia. Una disparatada, una realidad que aún no asimilaba. Seguro que su amiga al ver a Stefano había orquestado todo. Pero, ¿por qué? ¿Intuía que moriría pronto acaso? ¿Prefirió tenerlos a ellos de padres, asegurando el futuro de la niña y de paso acercarla a ella al hombre que amaba? Todo indicaba que así era.
- Muy amable de tu parte – Dijo ella mordaz.
- ¿Te hiciste los estudios para comprobar tu maternidad? – Dijo Stefano de pronto.
- No, no fue necesario.
- ¿Se puede saber por que?
- Sibia no me hubiera mentido en algo así.
- ¡Que inocencia! ¿O debo decir estupidez?
- ¡Me escribió en su lecho de muerte!
- ¿Y eso qué? ¿Los moribundos no mienten?
- ¡Lamento tanto que tengamos que compartir una hija! Pero vete acostumbrando. Se que soy madre de la pequeña. Un lunar así lo demuestra.
- ¿Un que...? ¿Está loca? – Le preguntó al abogado que observaba la escena y que a todas luces quería irse lejos de allí.
- Un lunar, señor. – Repitió – Es muy rara su forma de corazón y la niña lo tiene en... en...
- ¿En dónde? – Explotó Stefano.
- En uno de sus glúteos – dijo azorado.
- ¿Cómo sabe que ella tiene uno igual? – Señaló a Jaquie.
- Bueno, lo sabemos...Incluso que está en el mismo sitio que lo tiene la niña.
- ¿Lo sabemos? – Preguntó amenazador- ¿Se puede saber como es que lo sabe? – Plantó las dos manos con un golpe en el escritorio acercándose hacia el pobre hombre que quería escurrirse en el asiento. - ¿Cómo rayos lo saben Jacqueline? – Se volvió furioso hacia ella que lo miraba como si fuera un extraterrestre.
- ¿Qué demonios te pasa? ¿Te has vuelto loco? ¡Deja de atemorizar al pobre hombre! ¡Lo saben por que Sibia lo sabía y ella se los dijo! ¿Pues que pensabas? ¿Qué me pidieron que me bajara los pantalones y les mostrará? – Le gritó y observó que Stefano se ruborizaba levemente. - ¿Ya puedo ver a mi hija? – Preguntó aún enfadada al abogado.
- Por supuesto. – Tartamudeó y salió casi corriendo de la habitación.
- ¿Un lunar es la única prueba que necesitaste para aceptar las palabras de esa mujer? – Atacó de nuevo Stefano.
- Cuando vea a la niña sabré si es mía o no. Pero algo en mi corazón me dice que sí lo es.
- ¿Algo en tu corazón? – Dijo con cinismo.
- Llámalo instinto materno o como sea. – Repuso furiosa.
- Aún no la has visto y se supone que ya tienes instinto maternal.
- Bueno, es que da la casualidad que no soy un ser despiadado y sin sentimientos como tú.
- Claro que siento – Le dijo acercándose - ¿Te recuerdo lo que sentí y te hice sentir la otra noche?
- Aléjate de mí. ¡Dios! No puedo creer que esté metida en esto y de paso tenga que ser contigo.
- No te imagino de madre. –Se pasó las manos por el cabello, su famoso autocontrol a todas luces quería abandonarlo.
- ¿Y crees que yo a ti si te imagino siendo un amoroso padre?
- Ambos fuimos a la misma clínica ¡Es increíble! – Exclamó Stefano.
- Casi creo en eso de la mala suerte.
- O en el destino.
- No crees en él ¿recuerdas?
- Es cierto, en todo caso es una coincidencia increíble.
- No estás listo para ser padre – Le dijo de pronto Jaquie.
- ¿Y tú si?
- Quiero a la niña.
- También es mi hija.
- Dame la custodia completa de la nena. Será lo mejor para los tres.
- ¿Ya habías pensado en esto antes, verdad?
- Y ahora con más razón al saber que tú eres el padre.
- No pienso cederte nada.
- ¿Por qué? – Dijo frustrada - ¿Quieres las responsabilidades de la paternidad? ¡No lo creo! Tu vida de magnate multimillonario no lo permitirá.
- No he pensado ni por un instante en deshacerme de mi hija y que te quede claro.
- Ya cambiarás de parecer. ¿Te levantarás por las noches a cambiarle los pañales? ¿A darle de comer?
- Escúchame bien Jacqueline. No voy a darte toda la custodia.
- Pero es que... - Un llanto proveniente de una habitación contigua los sobresaltó a ambos y los interrumpió.
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