Capítulo X: Fiesta de iniciación (IX parte)

Nathalie la hermana de Tyler Holt, uno de los amigos de Damon, asintió complacida por la eficiencia de su equipo; el restaurante estaba lleno. Continuó enfocándose en las facturas, pero a veces alzaba la cabeza al escuchar su nombre en boca de los clientes que les daban las gracias por tan buen servicio.

Cuando el adolescente se acercó al mostrador para firmar, ella lo reconoció de inmediato. Era Gregory.

—¿Ahora estás trabajando aquí?

—No, soy la propietaria del restaurante. Abrimos hace unos meses. Fue una de las metas que me propuse lograr desde que me fui.

Gregory la felicitó por el éxito del nuevo negocio y por su graduación.

Nathalie notó que los chicos estaban riéndose mientras parecían estar eligiendo la temática de la fiesta de iniciación de los nuevos integrantes de los equipos de ese año. Ya se sabía que, pese a ser baneado por la secundaria, los estudiantes tenían sus formas de hacer que sucediera de todas formas. Era una tradición que ameritaba todo un ritual del comité original de los Tigers; tanto era así que la preparación les llevaba alrededor de dos meses, pues tenían que discutir desde el alquiler donde se llevaría a cabo el evento, hasta las invitaciones.

Le dio un vistazo a la terraza. Logró reconocer a los mismos de siempre, pero notó que les faltaba uno: Damon.

—Me enteré hace un tiempo del tiroteo que sucedió en enero. Seguro ha sido difícil adaptarse a toda esa transición, a los nuevos programas de seguridad y demás.

—¡Sí, ni te lo imaginas! —Gregory asintió, abrió los ojos e hizo una expresión con sus manos como si estuviera simulando que le explotaba la cabeza mientras inflaba al inflar las mejillas—. Ha sido toda una locura. De un tiempo para acá se han incorporado distintos programas para combatir el acoso escolar.

Frunció el ceño mientras continuaba relatándole la nueva dinámica. Cada clase aportaba un espacio para hacer algo diferente, ya fuera con los mismos compañeros o haciendo pequeños gestos hacia otros, como dejarles notas en los casilleros cuyo contenido debía ser filtrado por los profesores en clases.

Greg también le compartió la impresionante experiencia de ver a Craig Scott, uno de los sobrevivientes de Columbine. Había sido invitado por la directora hacía unas semanas para contar su historia como sobreviviente. Durante su charla, Craig había aprovechado también para hacerles un pequeño tributo a sus dos mejores amigos, Matt e Isaiah, que también habían muerto; y, sobre todo, a su hermana Rachel, que había sido la primera en fallecer. Le hacía mucho énfasis al último proyecto que ella había expuesto en clase sobre la importancia de generar una cadena de amabilidad y otros detalles que había dejado en su diario.

—Me alegra saber que han aprendido bastante —le dijo Nathalie—. ¿Alguno de ustedes sabe cómo se encuentra Jake?

Gregory le dijo que Jake no les respondía los mensajes, ni las llamadas a ninguno del equipo.

—Sí, es una pena. Hace unas semanas leí en el periódico que le habían dado de alta.

»He visto a Holly en el taller de zumba, pero, ha dejado de llegar de un pronto a otro. La última vez la vi superincómoda: estaba llorando en el baño por ver a las demás compañeras de baile lamentándose por todo lo que le había tocado pasar a su hijo. La invité a tomar un café para que se distrajera un poco, pero no quise hacerle preguntas sobre su familia. Pensé que tal vez alguno de ustedes habría visitado a Jake.

—Sí, es un tema bastante pesado. De hecho, ni siquiera estamos seguros de si este año lograremos hacer la fiesta de iniciación después de todo lo que ha sucedido. No sabemos si nos pondremos todos sentimentales en la fiesta, por perder literalmente a todo el equipo original, pero lo vamos a intentar. Los nuevos merecen esa experiencia tanto como nosotros la tuvimos un día. Es superduro avanzar con el recuerdo de aquellos que ya no están, pero así es la vida de injusta. Ya no sé qué vamos a hacer el otro año; van a haber muchas sillas vacías en la graduación.

Las camareras salieron en fila llevando las órdenes de los chicos. Gregory había pedido algo diferente: unos cannolis que apenas se estaban preparando; no parecía tener prisa, ni mucho menos hambre. Le había dejado a los demás la carga de tener que escoger durante su ausencia los detalles más imprescindibles.

Él alzó la vista del mostrador; tenía los codos puestos en la encimera y la cabeza agachada. Nathalie se limpió las lágrimas con disimulo mientras se imaginaba lo tétrica que sería la graduación de su hermanito. Estaba sonando de fondo uno de los discos de Sixpence None The Richer, un grupo bastante popular a finales de los noventa.

El tema sobre la salud de Damon tras la pelea con Dash surgió en la conversación. Nathalie vio que Greg suspiraba como si lo estuviesen forzando a repetir la historia una y otra vez. Le explicó en breves palabras, con un tono apesadumbrado y los hombros decaídos, que la amistad que tenía el resto del grupo con él se había acabado por razones de incompatibilidad.

—Eso suele pasar mucho cuando eres joven. Creemos que por compartir tiempo con cierto grupo, esos serán los amigos que nos acompañarán por el resto de la vida, pero después de la graduación te das cuenta de que solo era una breve ilusión. Son raras las amistades que permanecen con uno hasta la vejez. —Gregory solo se limitó a asentir—. Deja; te llevaré la orden apenas esté lista. No quiero que estés más de pie. Así tengo una excusa para ir a avergonzar a mi hermanito un rato.

—¿Ustedes no se cansan de ser así de insoportables? —Gregory se rio.

—No, ese es uno de los placeres más grandes de ser la hermana mayor. Más bien dale las gracias a tus papás que eres hijo único. Oye, ¿no quieres otra cosa mientras tanto? Tengo cheesecake de oreo, o no sé si quieres cenar...

—No, no tengo mucha hambre. No te preocupes, nos dieron un refrigerio después de salir del entrenamiento.

Los otros chicos cesaron la animada conversación que estaban teniendo al verlos llegar. Tyler pareció hundirse de la vergüenza en la silla al darse cuenta de que se trataba de su hermana. Ella posó un brazo en su hombro, se agachó hasta estar a su nivel y se rio al verlo sonrojado por haber ido a saludarlo.

—¿Por qué tanto silencio? —Se rio—. ¿Desde cuándo las reuniones de las generaciones de ahora son ultrasecretas?

—Eventos como estos no se le confían a todo mundo —razonó Ryan.

—En realidad, solo pasaba por aquí para ver si necesitaban algo más. ¿La están pasando bien?

—Sí. Por favor, vete a atender a otros clientes. Nos va a agarrar Navidad organizando esto. De haber sabido que estabas, le habría pedido a Gregory que escogiera otro lugar —gruñó Tyler. Ella le revolvió el pelo y él se zafó de su agarre con dificultad.

Enfocó su mirada en el resto del grupo. Todos le contestaron lo que deseaba escuchar, le hacía gracia que Tyler perdiese su estado de popularidad frente a sus amigos si ella se encontraba por ahí para molestarlo. Las opiniones de los demás parecían ser genuinas; no era el ambiente, era la compañía. Todos excepto Gregory se habían terminado los aperitivos que les habían dado; le dijeron que se encontraban esperando la cena. Una de las empleadas pasó por allí a dejarle la ración de cannolis y el café con la cara del tigre que Gregory le había pedido a la barista. Natalie le susurró que le diera al chico lo mismo que ellos hubiesen pedido para cenar.

—Bueno, ¿quieren algo de beber?

Nathalie apuntó la orden de mocktails que le iban diciendo cada uno; era un término popular entre los bartenders, para los cócteles sin alcohol. Solían ser la alternativa perfecta para todas aquellas personas que estaban luchando en dejar el alcoholismo o no podían ingerirlo por el embarazo. Bromeó diciéndoles que todavía les quedaba un par de años para poder pedirle una copa de verdad hasta los veintiuno.

—Ya saben: no hagan algo de lo que después se vayan a arrepentir.

Enarcó una ceja al ver los cuadernos con chicas Reef surfeando; tenían un par de calculadoras y garabatos de números en una lista. Las plantillas de los diseños de las invitaciones estaban esparcidas a lo largo de la mesa; les habían retirado los platos sucios para dejarles más espacio para sus actividades. Uno de ellos hasta había llevado una laptop. Les susurró que se divirtieran y les cerró la puerta. Por fortuna, en la terraza no se encontraban tantas personas.

Ryan Foley reanudó la conversación al escuchar que Gregory le pedía un resumen de los aspectos más importantes que se habían dado durante su ausencia. Christopher giró la laptop hacia él para mostrarle las diapositivas de ciertas casas que podrían rentar para el fin de semana, que habían acordado desde un inicio. Los lotes que se mostraban en el sitio web, pertenecían a una misma compañía de Bienes y Raíces, cuya sedes se localizaban en diferentes estados. Tyler le iba a decir los presupuestos en voz alta, pero cambió de opinión al ver a las otras personas en las mesas adyacentes, le deslizó el cuaderno para que lo viera él mismo.

Thomas se encargó de mostrarle las invitaciones que había hecho el sector de diseño gráfico del comité estudiantil para el evento; habían escogido el diseño que traían las fotos de los chicos del equipo original con Dave Hamilton posando detrás de ellos después de haber ganado una competencia. Él se la agarró para contemplarla más de cerca. La invitación de muestra venía en un sobre azul marino con un gran sticker que se abría con facilidad. Pasó un dedo por las imágenes impresas a color de ambos equipos. 

Jake Bates posaba en una de ellas sosteniendo un trofeo; la foto se había capturado en el momento en que el confeti volaba por el cielo mientras se celebraba la victoria. Traía una nota que decía: «Queremos darle la bienvenida a la numerosa familia de los Tigers como se debe. Comparte con nosotros este fin de semana». No pudo sostenerla entre las manos por mucho tiempo; la apartó antes de que las lágrimas se le salieran y alejó su atención de ella como si tuviera prisa por terminar de ver lo demás.

Dentro del sobre había unos tiquetes con el sello del comité organizador; traían los nombres de ellos incluidos y la muestra del brazalete color neón con su respectiva numeración que llevaban en el uniforme. Eso le serviría a la gente para entrar en el lugar.

Los estudiantes deberían aportar una cantidad de dinero para las diferentes expensas; apenas se los habían anunciado esa mañana después de asegurarse de que el entrenador Owen y Damon se retiraran antes a sus casas. No pasó mucho tiempo para notar la emoción en los de nuevo ingreso. Les recalcaron que debían mantenerlo entre ellos hasta que el día del evento fuera seguro, ya que la secundaria no aprobaba ninguna actividad extracurricular que fuese sin la supervisión de un adulto. Los que no estuviesen presentes tendrían que enterarse mucho tiempo después.

Antes de iniciar con los ejercicios, Damon se había acercado al profesor para comentarle por qué su papá iría a recogerlo antes de la hora establecida. Al escuchar aquello, los cinco adolescentes habían volteado a verse con una mirada llena de complicidad y luego vieron sus reflejos proyectados en los espejos de los casilleros al oír que los demás estudiantes iban entrando a cambiarse. La ausencia de Damon, les había dado la oportunidad que estaban buscando para sentarse a planear la reunión después del entrenamiento con más calma.

A lo largo de la historia, al comité original de los Tigers siempre lo conformaron estudiantes de años superiores, y la fecha del evento solía variar dependiendo de muchos factores como el tiempo, los exámenes y demás; pero ese año se habían atrasado por el percance que había sucedido en enero.

Repasaron qué casa escogerían para el evento antes de proceder con la parte más importante de la organización. Todas las casas de alquiler seguían estando disponibles hasta la fecha, pero debían moverse para apartarla si querían tener la certeza de que nada se les viniese abajo antes de tiempo. Christopher Willis mencionó los beneficios de cada una, luego se hizo un recuento de los votos. Escogieron un residencial de tres pisos con las suficientes comodidades para realizar la secuencia de actividades que mantendrían a los Tigers durante ese fin de semana compitiendo entre sí.

La estructura de la casa era un tanto peculiar: en las fotos se veía como si fuese el cubo Rubik que alguien dejó incompleto; cada planta cambiaba la dirección de su eje, dándole una visión panorámica al lugar. El destino era perfecto porque estaba alejado de la ciudad, posicionado encima de una colina, y el solar tampoco tenía casas alrededor a las que se les pudiese molestar con la bulla.

Continuaron repartiéndose las tareas más básicas. Dependiendo de su dificultad, se las iban dividiendo en dos.

Se formó una lista que tendrían que llevarse a casa. Christopher y Thomas habían accedido a encargarse de dividir los gastos para comprar lo que se iba a consumir. Ryan y Gregory se ocuparían de tener preparado la parte del entretenimiento en conjunto con el comité estudiantil. Por último, estaba Tyler, que estaría a cargo de pedirle a algún artesano que les confeccionara los recuerdos que se le darían a los nuevos integrantes y de ver si alguno de sus hermanos, Terrance o Nathalie, podrían hacerle la transacción bancaria para alquilar la casa.

—Espero que el otro año a Leah se le ablande el corazón y nos deje participar en la noche de los seniors como se debe. Un último juego en la casa de los campeones no le haría daño a los rivales de siempre —opinó Gregory—. Si no, nosotros mismos nos lo organizamos con el resto de la generación.

Los mocktails y la cena llegaron en el momento adecuado para discutir la última parte del tan esperado fin de semana.

Tyler bajó las manos que tenía entrelazadas para agarrar los cubiertos.

—Ya que tenemos organizado el evento, parece que ha llegado el momento de terminar de arreglar los últimos detalles —pronunció lo último con las mejillas llenas de comida.

Gregory giró la cabeza en la misma dirección que el resto del grupo, para ver la pantalla, mientras devoraba la pasta con hambre; hasta estaba pensando en comerse el postre después de ello porque ya no aguantaba sentirse así. Nadie se sentía capaz de perdonarle a Damon haber sido tan egoísta, tras enterarse por boca de otros que él había sido el causante de su suspensión, y ahora lo iba a pagar.

Al final de la velada, hicieron un último brindis con sus mocktails mientras intercambiaban una mirada de complicidad, y cada uno se fue para su casa, esperando que llegara la fecha tan anhelada.

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