Capítulo V: Un día de perros (II parte)

Trey abrió la puerta y jaló la silla para sentarse al lado de Dash al tiempo que se arreglaba su vestimenta de trabajo lo mejor que podía. Leah asintió al escuchar la explicación de Trey de por qué había llegado tarde. La directora le ofreció a Trey que se sirviera agua fría de la jarra que había puesto en la mesa de vidrio rectangular. Dash se enfocó en un punto muerto de la habitación para no sentir que perdía la cabeza.

—Bueno, estudiantes, me alegra verlos de nuevo. Tal vez no en las circunstancias que todos hubiésemos deseado, pero hay que agradecer que estamos con salud y que tuvimos la suerte de ver la luz de un nuevo día.

Todos hicieron un minuto de silencio por respeto a las víctimas.

Dash guardó silencio y le cedió la palabra a Damon ¿Qué se suponía que diría en su defensa, de todas formas? Leah recalcó que quería escucharlos para tomar una decisión que beneficiara a ambas familias para que ninguno tuviera que quedarse sin estudiar, y estableció las reglas con las que podrían expresarse sin faltarse el respeto al otro. Los dos estuvieron de acuerdo.

—Estaba de espaldas devolviéndole la llamada a un amigo. —Carraspeó—. Todo sucedió muy rápido: de pronto sentí algo enroscándose en mi cuello. —Hizo la mímica de cómo Dash lo había arrastrado en el suelo—. Reconozco que lo provoqué y que le di unos cuántos golpes, pero no le veo justificación. —Damon se volteó para escucharlo.

—¡No está diciendo toda la verdad! —refutó Dash, de inmediato. Damon le hizo un gesto diciéndole que esperara su turno para hablar, pero él no le hizo caso—. Señora Fitzgerald, se le olvidó preguntarnos algo muy importante: para empezar, ¿por qué fue qué se dio la pelea?

—Sí, esa era mi intención, que ustedes hablaran para después hacerme una idea de los hechos. No me basta con solo haber visto las noticias o las cintas de la cámara de seguridad —le dijo la directora, con un tono monótono, molesta por el disturbio que estaba causándole—. Por favor, expongánlos de manera civilizada.

—Lo intentaré, señora Fitzgerald. Dígame entrenador Hamilton, ¿de casualidad ya se le ocurrió preguntarle a Damon por qué los que fuimos aceptados en el equipo terminamos intoxicados ayer?

Tiró la receta que le había hecho la enfermera la noche anterior, al evaluar los efectos del Brotizolam en su cuerpo. Robert pidió permiso para examinar la receta. La mayoría de las veces, Damon hacía como si él no existiera, o no se acordara de la secuencia de los hechos por su estado de salud actual, lo que aumentaba más su ira. Seguro estaba disfrutando cada segundo de su prisión mental, supuso que eso era lo que se ganaba por haberle arruinado la vida.

—¿De qué hablas? —le dijo Damon, que parecía estar tan confundido como él—. ¡Yo estaba en mi casa, idiota! ¡Estaba más sedado que despierto, y sigo recuperándome! Más bien deberías agradecer que sea un milagro que esté aquí y pueda mantener una conversación. Ya que te crees Sherlock Holmes, ¿viste quién te durmió con ese Brotizolam? Correcto, no puedes probar que fui yo —objetó con prepotencia—. No vengas a culparme de algo que no hice.

Como la discusión estaba escalando entre Dash y Damon, los entrenadores expusieron su versión del caso. El primero de ellos fue Richard, quien dio una breve explicación de cómo se había desarrollado la situación al entregar los resultados de la competencia a ambos. Leah asentía en silencio mientras apuntaba algo en su libreta. Dash, todavía acelerado por desafiar la forma en que se estaban dando las cosas, extendió la palma de la mano señalándole a Damon que lo único que hacía era insistirle de que había estado en casa la noche anterior y que era inocente. Dash pensaba que él podía haber sido capaz de estar involucrado en ello, y reconoció que su oponente lo había vencido cuando le pidió que le confirmara con hechos de por qué estaba tan seguro de ello. No pudo sostener su defensa. Tenía razón: eran meras suposiciones.

Solo intentó agilizar los hechos, recordándole al entrenador la mentira a la que él se había referido antes de finalizar la retroalimentación del jurado, después de la competencia del viernes. Su papá se moría de la vergüenza en el otro asiento. Al menos al discutir se le habían olvidado los nervios que había sentido al principio. Sabía que, a pesar de todo, Damon también tenía la culpa por haber provocado la pelea.

—Sí, Dash nos comentó que alguien de más experiencia en el equipo, le dijo que nosotros excluíamos a los principiantes. —Richard le aclaró a Robert que él no quiso darles el nombre del culpable esa noche—. Mientras nos explicaba el caso, llegamos a la conclusión de que los nuevos nos dijeron lo mismo.

—Pienso que Dashiell tiene razón al decir que esa misma persona puede estar involucrada en esa broma pesada. En ningún momento estoy reafirmando que Damon sea el culpable, sé que él no se presentó al colegio ayer, así que estoy a favor de su inocencia, al menos en ese punto; sin embargo, considero que es importante mencionarles que ese tipo de acciones están penadas con una suspensión al menos de dos años de poder integrarse al equipo —advirtió Dave.

—Es más, no ha sido la primera vez que han llegado estudiantes nuevos a recibir sus resultados, con este tipo de chismes malintencionados —continuó Richard. Dave asintió, respaldándolo—. Nos reclaman por algo que no hemos hecho. Sí que se les entrena un par de semanas aparte para ajustarlos a la condición del resto del equipo, pero no se los excluye por todo un semestre, ¡eso es una exageración! —Se rio—. Más bien me extraña que un Tiger con tanto potencial salga con semejante problemática.

Damon alegó que ellos solo querían esconder la verdad, y eso dio a entender de manera indirecta que sí estaba aceptando la culpa de haber alterado cómo funcionaba el proceso. Lo único que se rehusaba a reconocer era de haber sido parte de la broma pesada. Declaró que no era una pastilla que él consumiera y les recordó que nadie podía obtenerla en la farmacia sin una receta médica. Robert, al enterarse de eso, lejos de defender a su hijo, lo obligó a disculparse de inmediato. Hasta Dash se sobresaltó al escuchar hablar al señor Reed; tenía un tono de voz muy grave, que se asimilaba a escuchar la voz de un locutor de radio.

—Ya se investigará cómo sucedió esa broma pesada, más adelante —dijo Richard, dirigiendo su mirada a Robert—. El punto que queremos aclarar es que las calificaciones académicas de su hijo no fueron del todo buenas el semestre pasado, apenas rozaban el mínimo para permanecer en ambos equipos. Ya le habíamos avisado con tiempo que debía subir las materias de Álgebra y Español, pero, no pudo lograrlo. Así que la vacante en el equipo quedó abierta para otro esta semana, que fue Dash.

Le tranquilizó ver al señor Reed molesto por la actitud de su hijo.

—Bueno, ya con eso tengo suficiente información —comenzó Leah— después de haberme tomado el tiempo de escucharlos a ambos, tal vez no con el comportamiento que estuviese a la altura de un estudiante de secundaria. —Los riñó con la mirada—. Por desgracia, el reglamento estipula que la mala conducta y el acoso escolar están penados con la expulsión.

—¿Qué más debía de esperar para decir que estoy expulsado? ¡Lo hubiera dicho de una vez! —Dash se llevó una mano a la garganta al sentir el dolor al tragar—. Además, me parece una total injusticia el querer tapar el sol con un dedo. Si hay consecuencias para mí, debe haber para los dos. Todo el mundo se ha llegado a pelear en el colegio, es normal.

—Sí, pero no al punto de casi matar a alguien. Siéntate ya —le dijo su papá. Él se zafó de su agarre—, si no nunca nos vamos a ir de aquí.

Respiró hondo, vio a su papá y se concentró en lo que le estaba diciendo la directora. Agarró su mochila y se la puso en el hombro al presentir que no tardarían demasiado en salir; de ninguna manera se iba a sentar de nuevo. Ella le contestó de manera muy diplomática que a esas alturas él era la persona que menos se podía quejar sobre su tiempo y que, de todas maneras, no la había dejado terminar. Él puso los ojos en blanco cuando Damon le recordó las reglas para «ponerlo en su lugar». Atisbó una sonrisa reprimida en el señor Reed, al ver que su hijo estaba aplicando las mismas tácticas de defensa de un abogado, pero a la vez pudo ver la lástima que sentía por la situación; el señor parecía tener un buen corazón.

—Como decía, he tomado la decisión de tener que suspenderte —retomó la directora—. Tal y como mencionas, sé que las peleas se pueden dar dentro de la institución, unas tal vez son más graves que otras, nunca he dicho que no, tú has puesto esas palabras en mi boca —señaló, girando la silla para agarrar unas llaves—. Quiero que recojas tus cosas de tu casillero; no podrás volver al colegio hasta nuevo aviso, y estás vetado de participar en cualquier actividad extracurricular.

Él agarró las llaves como si estuviera escuchando su sentencia de cadena perpetua frente a un juez. Vio de reojo el reflejo de su papá, quien agarró los mechones dorados de su cabello y susurró la vergüenza que le estaba dando su actitud mientras observaba su rostro en el vidrio de la mesa.

—No se preocupe, señor Hastings, ya he pensado en una solución de antemano, para evitar que su hijo se quede sin estudiar. Los profesores le dejarán las tareas en casa y puede seguirle pidiendo ayuda a sus compañeros, pero, eso sí: tendrá que venir a hacer los exámenes presentándose con el uniforme. A las dudas puede aclararlas por correo o el chat de la plataforma de la secundaria. —Le entregó una lista con los emails de los profesores—. Las tareas deberá entregarlas en la oficina del correo cada viernes; esto es importante, debe enviarlas a la secundaria para que los profesores se las revisen. Este sistema empezará a aplicarse apenas se anuncie que los demás han regresado a clases, dentro de quince días.

—¿Y qué pasa con Damon? ¡Eso es lo que estoy esperando! —protestó Dash, señalándolo con impaciencia.

—¡Sí, Dash, a eso iba! ¡Todavía no he terminado contigo! —alzó la voz, molesta por tanta interrupción. Pronto relajó el semblante, como si fuese consciente de lo que hizo—. La psicóloga analizó tu problema de conducta y me ha dicho que quiere atenderte cuanto antes porque es preocupante. Se te llamará a tu casa dentro de quince días apenas se tenga el horario de tus sesiones. La terapia será cada semana. No se te cobrará nada; ese servicio siempre ha sido gratis, mucho más ahora con todo esto del tiroteo.

Leah le dio un lapicero para que firmara los papeles, mostrando que estaba de acuerdo. Suspiró, acercando su nariz al papel para firmar. Le dio el lapicero a su papá y siguió escuchando lo que la directora le decía a Damon.

—Parece que tu suerte va por un camino similar, pero no por la misma razón que tu compañero, sino por tu salud. Ya había hablado con tu papá sobre esto. En estos dos meses te encargarás de atender tus deberes escolares desde tu casa, dependiendo de tu rendimiento académico. Tal vez en unos dos años podrás entrenar de nuevo porque estás suspendido de igual forma, por blasfemia contra los entrenadores.

Leah le dio la misma fotocopia donde ellos habían firmado. Damon le recordó el año que cursaba y que se graduaría al año siguiente, en el 2002.

—No, ya le dije que no voy a firmar nada —se resistió. Su rostro estaba pálido, a pesar de que su papá le estaba diciendo que era por su bien—. ¡Véame, estoy bien! —Se tocó varias partes del cuerpo y le demostró ciertos movimientos—. Estoy normal, me puedo recuperar de aquí a junio. ¡Por favor, no me quite lo que más amo! ¡He estado entrenando duro desde el año pasado para la Sub-18! ¡Por favor, no me saquen del equipo!

Dash fue el último en cerrar la puerta. La voz de Damon implorándole a los entrenadores se cortó de su audición.

El sistema que la directora había aplicado para buscar la justicia de ambos en verdad le había causado una impresión muy diferente de la que solía tener sobre ella desde un principio. Se había retirado satisfecho de saber que Damon ya no tendría la oportunidad de competir en ningún equipo del todo.

Los exintegrantes del equipo de atletismo todavía seguían ahí. No sabía cuánto habían tenido que esperar para que terminase la reunión, pero calculaba que fue alrededor de una hora.

Él se quedó a la espera de retirarse lo más rápido posible de allí. A pesar de que en el cielo había un par de nubes, la claridad del sol le pegaba en el rostro provocando que arrugara la cara.

No quería encarar a las personas que estaban detrás de él abucheándole al ser el único de todos los estudiantes en ser suspendido. Era de esperarse que verlo desfilar con sus pertenencias hasta el estacionamiento terminara causándoles una impresión errónea al resto de los estudiantes y sus familias.

Había sido una semana demasiado pesada. Dash se sentía más débil de lo normal, por eso su papá tuvo que cargarle los libros que habían quedado en su casillero, y apoyó una de sus manos su espalda mientras él se sostenía de su brazo con firmeza. Caminó tapándose el rostro con una de las mangas de su suéter, al pasar cerca del área donde las cámaras estaban grabando la segunda parte del reportaje que saldría después de mediodía.

Se quitó la mano que tenía desocupada, una vez que se aseguró de haber pasado las cámaras de largo. Las personas que estaban esperando a sus familiares, cesaron sus conversaciones al verlo pasar por ahí. Algunos maleducados le dijeron que él había sido el culpable; otros les siguieron la corriente a los primeros. Se fijó en quién era la mujer que hablaba; su papá le dijo que siguiera caminando sin hacerles caso. Él guardó silencio a pesar de que se estaba muriendo por contestarle. Nunca la había visto en su vida.

Al llegar al auto, cayó en la cuenta de que no debía decirle una grosería; ella parecía ser otra madre que había perdido a alguno de sus hijos el día anterior. Entendió por qué había tantas personas esperando desde la mañana, algunos habían ido como su papá a acompañarle a retirar la mochila y a limitarse a estar presente, pero otros habían ido a esperar a que identificaran el cuerpo de sus hijos.

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