Capítulo V: Piensa mal y acertarás (última parte)
—¡Ya llegué!
Dash se volteó al ver a su papá buscando qué comer en la cocina. No quiso moverse del sillón, estaba bien relajado.
Después de un rato, se levantó al darse cuenta que había incumplido con su promesa de hacerle la cena a la familia. Su papá no se dio cuenta porque logró destapar la olla del almuerzo. Trey le preguntó si él había tachado las tareas de la lista.
Su papá apareció por la sala para ver qué estaban haciendo y los saludó a él y a su hermana. Trey le preguntó a la princesa de la casa por qué no se había puesto de pie para darle un abrazo.
—¡Papito! —Su hermana se levantó del sillón y corrió hacia él.
Su papá le preguntó, preocupado, si se había resfriado al escucharla estornudar un par de veces, y le dijo que era hora de cenar.
Dash se volteó al verlo entrar en la cocina y frunció el ceño al verlo tan calmado; se preguntó si había escuchado el mensaje que le había dejado en su buzón de voz.
Escuchó a su mamá preguntándole cómo le había ido en el trabajo. Él le contestó casi sin entusiasmo; parecía querer evitarla.
Apagó el televisor; no pudo evitar tener que integrarse al resto de su familia. Entró en la cocina a servirse otro tazón de Chop Suey que había quedado del almuerzo. Su papá se lo quedó viendo y le preguntó a dónde iba con el plato. Él se disculpó con la boca llena de salsa china al sorber los fideos respondiéndole que se dirigía a su cuarto. Ya podía anticipar la semejante discusión que se iba a dar y no quería ser parte de ello.
Su papá lo detuvo pidiéndole que tomara asiento y le preguntó el motivo de la queja que él le había hecho en la mañana. Dash arrastró una de las sillas del desayunador, resignado. Puso de vuelta el tazón sobre la superficie y metió su cabeza, sintiendo el aroma de los fideos en su rostro. Le respondió con monosílabos para no alterar la paz de su hermana, mientras degustaba su cena lo más despacio que podía; así tendría algo con que distraerse durante la reunión familiar.
—Ya lo habíamos hablado él y yo en la mañana.
Su mamá continuó exponiendo su punto de vista. Se sentía frustrada porque nadie parecía entender que su intención no había sido dejar sola Phoenix a propósito. Ella le cedió la responsabilidad a Dash diciéndole que ya tenía quince años y era lo suficientemente grande para cuidar de los dos por un rato. Continuó diciéndole a su papá lo mismo que le había dicho a Dash en la mañana, enseñándole las tarifas del servicio de luz y agua. Él asintió y reconoció ante su papá que su mamá no había llegado ebria.
—Entonces, ¿dónde están esas supuestas botellas? —su papá volvió a dirigirse a él.
—Las tengo en el cuarto —Dash subió las escaleras para traérselas.
—¿Desde hace cuánto volviste a recaer? —Él se dirigió a su esposa, aprovechando que estaban solos.
—Desde hace tres meses —confesó derrotada, todavía se oía los pasos de Dash caminando en el piso de arriba.
Los mechones del pelo le cubrían el rostro. Tenía las manos entrelazadas encima de la mesa y su voz sonaba ahogada y distante, como si estuviera haciendo una declaración anónima a la policía.
—¡Lo siento, Trey! —sollozó, llevándose una mano a la boca para tapar el llanto—. ¡Ya no puedo dejarlo! —Movió su cabeza en negación—. ¿Ya estás feliz con lo que has hecho? —Kacey se dirigió a Dash, quien comenzó a arrepentirse al verla sufrir de esa manera.
—No, mamá, no me siento feliz. Al contrario, ambos —se señaló a él y a su papá— nos sentimos decepcionados.
—De acuerdo, Dash, gracias por tú honestidad. Ya puedes retirarte a tu cuarto. —Su papá asintió, arrugando la bolsa, y la apartó desentendiéndose de ella después de haber revisado su contenido. Le insistió a Dash para que se retirara al notar su vacilación.
Su hermana asomó su cabeza mientras él se dirigía a su cuarto para terminar los proyectos que había dejado a medias. Ella le hizo una seña con la mano invitándolo a entrar para comer un pastel de chocolate. Él le preguntó si lo había preparado con el set de cocina. Ella asintió, entusiasmada, y le preguntó si le gustaría probarlo. Dash negó con la cabeza y le dijo que se lo podía llevar al cuarto mientras trabajaba en sus tareas.
Un escalofrío le recorrió la espalda al escuchar el escándalo de sus padres, que estaban discutiendo en la cocina.
Después de pensárselo mucho, se encogió de hombros. Su hermana abrió la puerta en su totalidad y la empujó poniéndose de puntillas una vez que él estuvo dentro.
Se sentó a jugar con ella a la cocina para mantenerla entretenida por varios minutos. Hasta él se había divertido. Le gustaban ese tipo de juegos donde había que ponerse a inventar.
Aprovechó para girar el torso para el reloj que estaba en la mesa de noche cuando su hermana le dio la espalda al sacar otro pastel, del horno de juguete, y entrecerró los ojos intentando distinguir las manecillas del reloj sin mucho éxito; no había forma de saber cuánto tiempo había estado metido ahí, pero ya se quería ir. Se acarició el estómago con la mano al ver que le estaba ofreciendo otro pastel y le dijo que tendría que ahorrar sus ingredientes de repostería para otra ocasión. La convenció para ayudarla a guardarlos.
Se puso una mano en la cabeza; se sentía con algo de temperatura.
Una vez que terminaron de guardar todos los juguetes, la alzó para llevarla a la cama. Ella se estaba quejando del mismo dolor de garganta.
—Yo te advertí que no comieras de mi helado porque estoy resfriado —suspiró, sabiendo que Phoenix lo pasaba el doble de mal así fuera con una gripe, en comparación con el promedio.
Volvió a dejar el libro en la biblioteca, satisfecho de haber concluido con su interminable lista de caprichos. Cuando ya iba a cerrarle la puerta, ella gritó que le daba miedo la oscuridad. Dash encendió las luces y volvió al armario de ella para sacarle una lámpara portátil de la mariposa morpho; la conectó al enchufe y se fue con un ritmo perezoso hasta el cuarto, después de haberse lavado los dientes. Había sido un largo día y solo deseaba llegar a acostarse de nuevo.
Después de terminar sus tareas, se llevó una almohada a la cabeza para taparse los oídos; debajo de ella podía ver su guitarra tirada a un lado de la cama.
Atisbó una sombra que se reflejaba en el pasillo. Su hermana estaba pidiéndole entrar en su habitación para quedarse a dormir, asustada por la discusión. Él se levantó entre quejidos somnolientos para abrirle.
—¿No tienes sueño? —inquirió entre bostezos.
Su hermana negó con entusiasmo, aunque por dentro tal vez estuviese sintiendo lo contrario, y le expresó su deseo de seguir jugando como lo había hecho horas atrás.
—No veo Barbies. —Ella empezó a explorar el lugar.
Su hermana se había quedado boquiabierta observando todo, hasta que algo capturó su atención. Ella se arrastró hasta el borde de la cama dando un salto hasta el suelo. Él le suplicó que se durmiera y le sugirió el juego de «quien se duerma primero, gana». Phoenix estaba en esa terrible edad donde quería descubrir el mundo, hablar con fluidez y tocar todo lo que estaba al alcance de sus manos, la fase que podía volver loco a cualquiera.
La pequeña corrió hasta donde se encontraba el estante de pared, viendo cómo las dos lámparas simulaban proyectar una réplica en forma de un holograma de lo que parecía ser la parte de una neurona; era una mezcla de colores fascinantes: el verde, celeste y morado. El holograma emitía un sonido, y hasta tenía movimiento propio. Corrió de un extremo a otro, pasando su diminuta mano por los objetos que estaban en el mueble: desde unos libros y un cofre diminuto con temática futurística, hasta el peluche blanco que sostenía un corazón de color azul pálido. Todo parecía ser muy llamativo para ella. Sin embargo, decidió volver a enfocar su atención en la guitarra acústica que estaba en el centro de la encimera, cubierta por una pintura azul, y tenía, en una letra cursiva, una imitación de un autógrafo de una banda que le gustaba a Dash. Él caminó hasta donde se encontraba su hermanita para explicarle qué era eso. Phoenix tenía una mezcla de sorpresa y horror en sus ojos.
Eso es un instrumento de cuerda, es una guitarra. Hay instrumentos de muchos tipos.
Dash sacó la guitarra de la vitrina y le hizo una pequeña demostración. Los ojos de Phoenix se agrandaron al escuchar el sonido de la guitarra acústica.
—Se toca cualquier tipo de música. Las notas musicales básicas para aprender a tocar la mayoría de los instrumentos son: do, re, mi, fa, sol, la, sí.
Dash agarró su púa y tocó otra melodía corta.
—¡Guitarra! ¡Guitarra! —Dio pequeños saltitos, entusiasmada por aprender. Sus dos coletas de color cobre chocaban y caían en sus hombros con la fuerza del movimiento.
Trató de quitarle las manos de su hermano que claramente estaban oponiendo resistencia para prevenir que hiciera desastres con su instrumento por el cual él había estado ahorrando su mesada por al menos un año.
—La primera canción que aprendí es Zombie de Los Cranberries. Te prometo que te enseñaré a tocar la guitarra cuando crezcas.
Apartó entre bostezos la guitarra que descansaba en su pecho y, acostado en la cama, tanteó en la oscuridad en busca de los enredados cables de sus audífonos. Una vez que los encontró, como pudo se los extendió a su hermana, poniéndole play al cassette de la versión acústica en su walkman. La voz de la cantante irlandesa no pareció simpatizarle demasiado a Phoenix, quien se quitó los audífonos apenas el coro empezó a sonar y le arrugó la cara a Dash.
—Te amo, Dach. Buenas noches. —Phoenix bostezó después de un rato, poniendo su brazo y su pierna en el pecho de su hermano, se durmió al instante.
—Y yo a ti más. —Le sonrió y zafó el cuerpo de su hermana de él.
Dash se mantuvo en vela, no pudo descansar en paz hasta que escuchó los pasos de sus papás dirigiéndose hacia su cuarto. Se arropó, aliviado de que parecieron llegar a un acuerdo.
Damon había estado intentando contactar a Skate. Lo había llamado al menos unas diez veces, pero, siempre colgaba antes de que saliera la contestadora. Después de un rato, la máquina le respondió: «Lo sentimos, la línea de este teléfono ya no existe».
Marcó el contacto de su amigo Gregory y se alivió al escucharlo hablar.
—¡Damon! ¿Cómo te sientes? —le dijo Gregory.
—¿Cómo crees que estoy? Creí haberles explicado que Skate terminaría haciendo todo por nosotros, ahora el entrenador se ha dado cuenta de la broma ¡Hastings se lo ha dicho! ¡Le ha mostrado una receta médica de una pastilla! —Damon continuó desahogándose por otros minutos—. ¿Qué parte no les quedó clara? ¡Todos estuvimos de acuerdo con que la broma no sería nada grave!
—¿De qué estás hablando? ¡En ningún momento nos dijiste cuál era el plan! —le recordó Gregory—. Solo se lo compartiste a él. Nathan nos dijo ayer que había hablado en la mañana contigo y nos contó que no podrías venir a clases porque te estabas recuperando ¡¿Qué íbamos a saber los demás?! ¡Solo seguimos sus instrucciones!
Damon le colgó, dejándolo con las palabras en la boca, maquinó cómo podría utilizar la información a su favor para librarse de empeorar las actuales circunstancias.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top