Capítulo IX: Quien encuentra esposa, halla la felicidad (última parte)

El entrenador Owen les pidió a los alumnos que se apartaran de sus casilleros y se quedaran inmóviles, luego de la ducha que debieron darse antes de presentarse en las prácticas. Las puertas de los casilleros se abrieron para que terminaran de ponerse el uniforme. El entrenador comenzó a revisar cada uno de los casilleros, junto a otros dos asistentes que no pertenecían al equipo; ellos le ayudaban a sostener todo aquello que fuese sospechoso. Encontró algunos laxantes, diuréticos e inclusive pastillas para alterar el rendimiento de su condición física. Por eso la Feria de la Salud siempre coincidía con el Día del Deporte: se le entregaría a cada padre de familia el reporte de lo que hacían sus hijos en la secundaria.

Uno de los estudiantes se estremeció al sentir el aire caliente que salía de su nariz como un toro que está preparándose para cornear. Owen le pidió a uno de los asistentes que alzara lo que había encontrado; y, para no perder el tiempo, obligó a los miembros del equipo que miraban el suelo, que delataran a los culpables de hacer trampa. No iba a perder su valioso tiempo entrenando a cualquiera que quisiera pasarse de inteligente porque pensaba, que podría engañarlo bajando cierta cantidad de peso, para poder clasificar. Decepcionado, ordenó a sus dos asistentes que fueran a llamar al consejo que se había creado hacía un par de semanas conformado por Sara, la nutricionista; dos enfermeras, que eran sus asistentes; la psicóloga Mercy Alridge y un psiquiatra llamado Franco. Mientras tanto, les ordenó a los demás quese terminaran de vestir.

Tiempo después, el entrenador le pidió a uno de los asistentes, que le enseñara al comité el contenido que habían encontrado en los casilleros. La directora también se había desplazado hasta allí, para firmar las circulares de amonestación de los alumnos.

Owen no se pudo sentir más que agradecido por el apoyo, cuando se aseguró de que el equipo estuviese vestido, y les pidió que pasaran a la pesa.

Las enfermeras continuaron la exhaustiva revisión por un buen rato. Mientras los alumnos descansaban en el asiento, se les solicitaba que extendieran el brazo para tomarles la presión. Luego les ponían un termómetro en la axila y, por último, los pasaban a la camilla, les hacían extender la lengua todo lo que pudiesen y les ponían una paleta para revisarles la garganta. El entrenador le recordó a una de las enfermeras, que no se olvidara de fijarse, tanto el dorso como las palmas de las manos, la dentadura e inclusive el aliento, así Mercy podría ayudarlos en caso de que tuvieran algún desorden alimenticio. En efecto, ese era el caso de muchos; y desde luego no se podía tratar el tema a la ligera.

Una de las enfermeras hizo una referencia médica que tendría que ser firmada por los papás de aquellos sospechosos. Leah les hacía el favor de firmarla con un sello que especificaba que tendrían una reunión con urgencia. Ellos agarraban las circulares en silencio y se ponían la mochila en el hombro mientras esquivaban a la multitud hasta que la puerta se cerraba. El entrenador vio salir a varios detrás del siguiente, que protestaban diciéndoles que estaban locos, que ellos no tenían ningún problema con la comida.

Era un hecho lamentable.

Sin embargo, aunque ellos lo negasen, la prueba de que padecían de anorexia saltaba a la vista: la rojiza en los nudillos con algo similar a la forma de los dientes, de tanto provocarse el vómito. Los daños en la dentadura, la deshidratación y el temperamento, eran aspectos que Owen conocía bien; ya había tenido que lidiar con eso antes, y lo haría de nuevo. Aunque no fuese el favorito de muchos, después le agradecerían su insistencia de demostrarles que sí era posible tener una relación saludable con la comida y el ejercicio.

Todas esas señales físicas, le hacían pensar al entrenador que en verdad los estudiantes necesitaban cierta intervención a nivel colectivo, antes de que los demás también cayesen en un abismo sin salida.

Se habían descartado cinco personas en ambos equipos. El comité de Salud les pidió a las enfermeras que revisaran a los demás con ese mismo procedimiento, por si acaso otro se les hubiese pasado.

Al llegar al estadio, ya estaban advertidos: cualquiera que estuviese practicando dietas extremas para controlar el peso, no pisaría el estadio para practicar algún deporte hasta que les dieran de alta. Solo contaba con quince miembros en cada equipo, menos de los que se requería para completar las vacantes. El entrenador Richard se había llevado a los interesados en fútbol americano a trabajar en otro lugar y Owen había quedado con los del equipo de atletismo, tal y como solía hacer Dave.

Al salir de clases, Owen pasó por la recepción para pedirle a una de las secretarias que le diera una lista de aquellos estudiantes que aún no estuviesen practicando algún deporte. Se sentó a revisarla después de la cena, y le contó el problema a su esposa, como una forma de desahogarse más que para escuchar un consejo de su parte.

Fue tachando los nombres, y seleccionó a diez posibles candidatos que cumpliesen con los requisitos mínimos y a otros diez como suplentes. Entre los miembros del segundo grupo, había cuatro cuyo rendimiento destacaba como extraordinario. Sin embargo, tenían una etiqueta con letras rojas que indicaba su estado de suspensión: eran: Damon Reed, Gregory Giordano, Tyler Holt y Thomas Pearson. Les seguían Ryan Foley y Christopher Willis, cuyos nombres se encontraban en la categoría de servicio comunitario; sabía que no saldrían de ahí hasta que levantaran sus notas. Con eso ya perdía a otros dos. Luego estaban otros tres, sin ningún tipo de restricción. El entrenador hizo un mohín parecido a una sonrisa. Al menos pudo rescatar algo bueno de la situación.

El último estudiante del que se tenía registro contaba con buenas calificaciones y experiencia en el deporte, pero tenía una pésima conducta. No era nadie más que Dash Hastings.

Aunque llegase a completar las plazas con los nuevos integrantes, los equipos quedarían con un rendimiento desequilibrado al llegar a la Sub-18, así que contactaría al primer grupo para ponerse a trabajar cuanto antes. Agendó una reunión con Richard y Sara para la próxima semana, con el objetivo de prepararles una rutina de entrenamiento que los ayudara a incrementar su condición física.

Si llegaban a competir en julio, sería en honor a los fallecidos. No se podía aspirar a más.

Se revolvió el pelo y dejó escapar un suspiro al contemplar el desorden que tenía en la mesa. Levantar al equipo de los Tigers después de la tragedia no sería una tarea fácil, Dave se lo había advertido. Tendría que programar otra reunión con Leah y el resto del consejo deportivo en el transcurso de la semana, para discutir la nueva estrategia.

Su esposa, al verlo tan desanimado, se sentó junto a él. Owen tenía apoyada su frente contra el dorso de las manos, como si estuviese orando. Ella leyó el encabezado del periódico:

—Atleta prodigio logra levantarse de las cenizas. Al excapitán del equipo de atletismo le dan de alta después de haber estado dos meses internado en el hospital.

Courtney abrió el apartado de la noticia para leer otros detalles. La Federación de Atletismo esperaba contar con la presencia de los supervivientes en el evento, como invitados de honor.

El entrenador levantó la cabeza y contempló las fotos de Jake Bates sosteniendo sus medallas con el resto del equipo. Dave posaba junto a ellos con orgullo. Definitivamente eran otros tiempos.

—¿Y esa noticia que tiene que ver con la situación actual de los Tigers?

—Solo cambia la perspectiva por una más objetiva. Esto te puede servir como inspiración ¿Por qué no utilizas la experiencia de estos alumnos a tu favor?

Owen volvió a quitarse las manos del rostro.

Ella le señaló los nombres de los cuatro alumnos que encabezaban la lista de suplentes: Damon, Gregory, Tyler y Thomas.

—Mira, no sé mucho sobre este deporte, pero si estuviera a cargo del equipo, citaría a estos muchachos los fines de semana, cuantas veces sea necesario, para nivelar a los otros diez que competirán. Ya que estos cuatro formaron parte del equipo original, cuando tengas la reunión con el resto del personal esta semana, puedes llegar a un acuerdo de darles la oportunidad de viajar con el equipo hasta San Diego representando a sus antiguos compañeros.

Luego de un tiempo de darle forma a la idea, Courtney reanudó la conversación:

—¿Y cuántos años tienen? Esos cuatro están entre los dieciséis y diecisiete, ¿no?

Él asintió y le recordó que en la Sub-18 solo podían participar adolescentes de esas edades; otros de distintos grados habían aparecido en la lista por error de la computadora.

El entrenador continuó apuntando todo lo que se le viniese a la cabeza para tenerlo presente en la reunión.

—Entonces la mayoría ya estarán por graduarse el otro año. Me has dicho que son dos años de suspensión, dependiendo de lo que hayan hecho. Imagínate, están como locos por querer participar en la Sub–18. Es una experiencia única que no volverá jamás, así que se conformarán con ayudar en lo que sea, mucho más si están suspendidos. Ellos sabrán que es eso o nada.

Owen atrajo su cabeza para darle un beso en la frente.

—¡Aún no logro entender de dónde sacas estas ideas! El domingo les dejaré programado el mensaje en la plataforma. Ya me pondré de acuerdo con los demás para la reunión oficial.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top