Capítulo IX: La buena lectura, distrae, enseña y cura (II parte)
Tan pronto como terminaba los exámenes, debía regresar a casa. A veces se encontraba a Daiki por los pasillos, pero ni tiempo les daba de hablar, porque el guardia de seguridad lo escoltaba hasta la salida, presionándolo para que no se quedara perdiendo el tiempo. Su compañero se alejaba entre la multitud, apenado al ver que lo sacaran así, junto a otros chicos con los que compartían clases. Daiki le había prometido que se pondrían a chatear apenas pudiera, pero Dash sabía que a Daiki casi nunca le daba tiempo para nada. La frustración de no poder volver a clases era terrible, si es que algo así le ocurriría. Le parecía un sueño lejano. Nunca se había imaginado que terminaría sintiéndose tan solo.
Su mamá había estado madrugando desde la semana pasada, para dividirse los quehaceres, como lo hubiera hecho su papá en otro tiempo. Se la veía más convencida de querer avanzar con pequeñas tareas que la mantuviesen ocupada durante el día, y eso lo llenaba de orgullo. Todavía no podía decir que todo había regresado a la normalidad, pero tal vez era el comienzo de algo definitivo para hacer las paces. En otras ocasiones notaba que ni siquiera tenía fuerzas para levantarse de la cama, pero cada día se despertaba dispuesta a luchar contra sus propios demonios. Dash creía que recibir el diagnóstico de su hermana, fue suficiente para hacerle entender a su mamá lo que no había considerado por años: que los demás ya le habían aguantado demasiado.
Apenas terminara el libro de Forrest Gump, le correspondía hacer un ensayo de diez mil palabras para la clase de Lengua y Composición. Las reglas eran bastante sencillas: no podía adelantar más capítulos de los que quisiera antes del análisis semanal, ni rentar la película. La profesora había releído el libro al menos cuatro veces y siempre le dejaba un mensaje de advertencia al enviarle las instrucciones a través de la página, se terminaría dando cuenta si había desobedecido sus órdenes cuando leyese el ensayo.
Dash se reía con las tonterías que le pasaban al pobre Forrest; ¡todo era narrado con tanta ingenuidad! Muchas veces le daba lástima cómo se burlaban de él por su discapacidad. Entre más leía, más fácil se le hacía repasar en su cabeza lo que diría al redactar su exhaustivo ensayo. Lo único que le molestaba de la historia, era que Forrest siempre, de alguna u otra forma, supiera dónde se encontraba Jenny, la única amiga que había tenido desde su infancia, y que se desplazara hasta allí con la esperanza de retomar un posible romance. Sentía que el personaje carecía de ambición propia: solo parecía pensar en Jenny como si fuera el centro del universo. Pero lo cómico de sus experiencias terminaba por opacar esos pequeños detalles.
Durante el mes, tendría la primera tanda de exámenes relacionados con las otras clases. Poco a poco saldría de ellos.
A mediados de mayo tendría que regresar al colegio a hacer otra prueba más. Al examen no lo harían sus profesores, si no el College Board, para ganar los créditos universitarios que le correspondían a esa materia avanzada.
El reloj sonó a la hora y media. Se había dado un par de recreos mientras leía, pidiéndole a su mamá que cuidaba del jardín, que le trajera agua o algo dulce para mantenerse despierto; se sentía como si estuviera en otro universo. Kacey no se negó a complacerlo con pedidos tan sencillos; de ser otra la ocasión, tal vez sí se los hubiese negado del todo. Sin Phoenix a la par, se le hacía bastante placentero estudiar sin tener que dividirse las tareas de la casa. Pero conforme pasaba el tiempo arrullado con la quietud del oleaje y el sonido de las hojas de los árboles arrastrándose por la cancha de básquetbol, comenzaba a echar de menos su voz o verla hacer travesuras. Era como si el mundo de repente fuese más aburrido sin ella.
Abrió un documento en blanco en Microsoft Word, llamó a su primo Asher y le avisó que lo pondría en altavoz. Él era el hermano mayor de Jace y Jade, los hijos de su tía Isabella. Le había pedido a su primo, días atrás, que le ayudara a hacer un currículum convincente para buscar un trabajo. Se le había dificultado encontrar tiempo para sentarse a escribirlo, pero se había prometido ir el viernes de esa semana a dejar las primeras copias. Al otro lado de la línea, todavía seguían atendiendo a las personas en el café de playa; se oían las voces de sus familiares de fondo, en especial a Isabella, quien estaba apurada por tomar los pedidos. Dash, con tal de no atrasarlo demasiado, comenzó a digitar lo que le iba diciendo. A veces le respondía con monosílabos, concentrado en terminar de tomar los apuntes en el bloc de notas sobre el tamaño de la foto que necesitaría, la copia de su identificación, entre otros pequeños detalles, como a quién podría pedirle ayuda para ponerlo en la sección de recomendaciones.
Kacey estaba en la habitación adyacente, pasando los ganchos de ropa para elegir qué ponerse. Ella asomó su cabeza para recordarle que no perdiese de vista a su hermana durante su ausencia. Él asintió, dejando a Asher con una explicación a medias; ya casi iba a terminar de hacer su propia estructura para comenzar a rellenar el currículum. Su mamá se estaba alistando para ir a la segunda sesión con el mediador. Había mantenido su promesa de ayudarle a pagar a su papá los gastos relacionados con las sesiones, para llegar a la disolución de su matrimonio de la manera más civilizada posible. Serían cuatro sesiones y otra reunión adicional con un abogado que les terminaría de revisar el procedimiento aparte. Tal vez en menos de un mes sus papás ya estarían divorciados, y eso le parecía tan irreal como devastador.
Bajó las escaleras junto a su mamá al escuchar el timbre. La señora Fraser ya estaba esperándolo en la puerta de la cocina, para entregarle a su hermana. Kacey abrió la puerta con el teléfono en la mano y la respiración agitada por ver que ya iba tarde. Le dio la dirección de la casa a la operadora de la central de taxis, le pasó una mano por el pelo a su hermana y se marchó, despidiéndose de Georgia. Phoenix salió corriendo sin hacer caso a la educación básica: no quiso despedirse de la señora Fraser. No se le veía enojada ni nada, solo no parecía tener ganas de hacerlo.
Solo quería ver a Dash. Se puso de puntillas y estiró sus manos para que la alzara. Él le prometió que solo sería por un rato. Se despidió de la señora Fraser, agradeciéndole por la ayuda, y le cerró la puerta mientras la veía irse a su casa.
Ese viernes llegó a la casa exhausto, dejó los lentes de sol en la cocina. Su mamá estaba sentada con sus anteojos, leyendo el periódico mientras resaltaba ciertos enunciados con un lápiz. En la mesa tenía una calculadora, y otros documentos, relacionados a el pago de impuestos que se le entregaba a la municipalidad cada fin de mes. Phoenix jugaba con la comida en su silla. Kacey le preguntó cómo le había ido con la búsqueda de empleo. Dash se observó los brazos y se tocó la cara; no se había dado cuenta de que había adquirido un leve color rojizo que le hacía parecer una langosta. Refunfuñó por no haberse echado bloqueador antes de salir.
Ella le preguntó si ya había comido. Él le contestó que no había comprado nada fuera y se acercó a rebuscar qué había en las ollas; el recorrido que había hecho lo había hecho sentir hambriento. Se emocionó al ver que su mamá le había cocinado una de sus pastas favoritas: la salsa blanca con jamón.
Los empleados se habían ido temprano, pues ya habían concluido las remodelaciones. Se fue a ver cómo había quedado el baño del primer piso, y se asombró por lo moderno que se veía el falso techo. Las luces empotradas descendían o aumentaban su intensidad según su deseo. Estaba seguro de que eso le ayudaría a sentirse mejor a su hermana durante el baño. Regresó a la cocina, reconociendo el buen trabajo que habían hecho los electricistas. Kacey asintió, de acuerdo, siguieron hablando otro rato sobre las renovaciones, mientras él se calentaba la comida. Abrió la nevera para sacar la botella de agua y le preguntó a su mamá por qué estaba encerrando varios anuncios del periódico. Sacó un par de cubos de hielo del congelador. Salieron a flote dentro del vaso, al tiempo que se giraba para llevar el plato de comida al desayunador.
—Estoy viendo ofertas de empleo y ocupada en calcular el pago de los impuestos. —Kacey arregló el desorden que tenía en el mueble para dejar que Dash pusiera su almuerzo a la par—. ¿Ya pensaste qué vas a hacer para organizarte con tu horario de clases en caso de que alguien te llame?
—Solo sé que voy a trabajar a medio tiempo. Puede ser a partir de las tres y saldría por ahí de las ocho —contestó con la boca atiborrada de pasta.
Kacey lo regañó por su falta de modales en la mesa, luego le dijo que quería estar ahí viéndolo trasnochar haciendo los deberes, dejó a un lado la broma, sugiriéndole que cuidara de su salud.
—Bueno, mamá, con el tiempo se verá. Creo que puedo hacerlo, pero un poco de apoyo moral no viene mal. En la mayoría de los locales, quedaron de llamarme. Otros empleados solo me recibieron el currículum.
Él se llevó una mano a la boca tan pronto como se tragó la comida, defendiéndose de otra llamada de atención. Kacey suspiró con exasperación. Dash se encogió de hombros, le dio un largo sorbo a su refresco y reanudó la conversación.
—Creo que tendré que hablar con los vecinos, tal vez pueda cobrar un par de dólares por hacer el trabajo pesado u hacerles los mandados aquí cerca ¿Qué hay sobre ti? ¿Cuándo los irás a dejar? —Le señaló con el tenedor los papeles que había en la mesa mientras terminaba de chuparse los restos de fruta que le habían quedado del refresco en los labios.
—Aún no estoy segura, pero debe ser pronto. Debo conseguir un empleo, ojalá sea antes que el proceso de divorcio se termine; necesito un seguro médico propio que nos cubra a los tres. Tu papá me dijo que el salario no le da abasto para continuar pagando el tratamiento de Phoenix a como se esperaría. Con tantas deudas casi no le alcanza para nada, mejor dicho.
Al verlo tan angustiado, Kacey quiso suavizar la información diciéndole que todo seguía bajo control. Le dio otro par de cucharadas de pasta a su hermana y le limpió con el babero la salsa que le manchaba el mentón. Le hizo, muecas bastante graciosas al tiempo que le preguntaba si estaba rico. Phoenix solo se reía y agitaba sus manos regordetas.
—Si estás preocupado por la custodia, al final la compartiremos entre tu papá y yo. Después de ahí, con los bienes que me correspondan, voy a ver cómo sobrevivimos hasta que consigamos otra manera de generar ingresos. Estaremos bien, ya verás.
Su mamá le acarició la espalda y reanudó su búsqueda de empleo. Lo animó a concentrarse en terminar de comerse lo que tenía en el plato, pero él se levantó del asiento para guardar lo que había sobrado. Con lo que había escuchado, era suficiente para que se le quitara el hambre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top