Capítulo III: Quien se pica, ajos come (III parte)

Luego de la premiación, los competidores se habían desplazado hasta las respectivas salas de descanso de sus equipos, a esperar que los entrenadores les llamaran para retirar sus resultados. 

—¿Lograste entrar en el equipo de esgrima o al de taekwondo? —Dash le preguntó a Daiki. Estaba realmente impaciente por conocer sus resultados.

Daiki arrastró un puff, de esos sillones-almohada en forma de frijol de colores, y se sentó a saborear otro bocado de su wrap de espinaca con pollo, puré de papá y mostaza dulce.

—Me han puesto a escoger los horarios; se me cruzaban y por desgracia solo he podido elegir uno —se lamentó, cabizbajo—. Pero, la buena noticia es que mi papá me ha dado la oportunidad de practicar taekwondo en una academia, pero como pasatiempo. ¿Qué hay sobre ti? Me tuviste sufriendo en la gradería.

Dash soltó un gran suspiro y se llevó las manos a la cara. Ni siquiera se había podido comer en paz el emparedado.

—No me han llamado todavía. Pensé que terminaría por ganar la última prueba, pero ni siquiera al establecer un récord, me ayudó lo suficiente como para alcanzar los puntos que necesitaba. Supongo que tendré que probar con otras actividades después de clases.

Se le escuchó al entrenador Richard hablar por el intercomunicador con una voz monótona:

—Dashiell Dane Hastings, se le solicita en la sala de reuniones para retirar su resultado.

—¿Me cuidas esto? —Dash le dio el emparedado.

—No creo que resista entero en mis manos cuando salgas de la reunión, pero supongo que lo que importa es la intención —le dijo Daiki—. ¡Después me cuentas cómo te fue!

—¡Sí, seguro!

Damon salió de la sala de reuniones con el teléfono en el oído. Estaba rebuscando las llaves de su auto en el suéter.

—Soy Damon Reed. ¿Estás desocupado?

—¿Cómo te fue? ¿Lograste entrar en el equipo? —Dash lo interceptó mientras iba de camino a la sala.

Damon apretó la pantalla de su celular contra su pecho. Parecía bastante agitado.

—Estoy ocupado. Te veré luego —le dijo a Dash, y reanudó la conversación—: Sí, sigo aquí; alguien me había interrumpido. Ok. De todas formas, tengo que bañarme y comer algo. Te llamaré luego.

Dash no pudo escuchar el resto de la conversación, pues Damon ya había doblado la esquina que lo llevaba a las duchas. Le pareció muy descortés su actitud, pero a los segundos supuso que quizá estaba exagerando, así que lo dejó pasar.

La puerta de cristal se abrió de manera automática al percibir la proximidad de su cuerpo. Retrocedió al darse cuenta de que se había abierto sola.

Los decanos se levantaron de su asiento para darle un cálido apretón de manos. Ya habían colocado el folio de apuntes en la mesa de vidrio rectangular.

—Queremos aplaudir tu esfuerzo como estudiante porque se requiere de mucha disciplina tener notas por arriba de ochenta y practicar un deporte —inició Richard, después de dar el espacio para que Dash se presentara ante el jurado.

El entrenador Hamilton fue el que tomó el mando de la conversación:

—Lo que estoy a punto de decir no va a ser de tu agrado... No pudiste entrar en el equipo. Lo sé, es duro escuchar eso de golpe. Pero es que, según la acumulación de tu puntaje, llegaste apenas al rendimiento mínimo de lo que se esperaba de cada atleta. Aun con el récord que estableciste, no fue suficiente. Sin embargo, esperamos verte muy pronto compitiendo con el grupo; tal vez ya estés listo para este verano —lo animó. 

Le explicó cómo funcionaba el sistema del puntaje. Dash lo escuchó con la mejilla apoyada contra el brazo; deseaba que todo eso terminara lo más pronto posible. En algún momento las palabras del entrenador Hamilton dejaron de escucharse en sus oídos, la forma en que articulaba las palabras era lenta y muy monótona. Dash estaba tan desconectado que cualquier cosa lo distraía con facilidad; podía ver los rastros de saliva al observar la lengua del entrenador subir y bajar con rapidez. De verdad se estaba esforzando por no desanimarse y que las palabras del hombre no le afectaran.

Después de las observaciones de Dave y Richard, pasaron otros largos veinte minutos para que los miembros del jurado terminaran con sus distintas observaciones. Sus críticas constructivas de cierta forma le hicieron sentir un poco mejor, al saber que su desempeño no había estado tan mal, después de todo.

El jurado ya se había retirado. Dave y Richard comenzaron a guardar sus pertenencias dispuestos a irse; habían sido los únicos que se habían quedado hasta tarde entregando sus resultados. Dash había terminado más desanimado de lo que había llegado.

—Gracias por su tiempo —les dijo—No creo que quiera volver a postularme para competir en algún equipo deportivo, no le veo sentido a tener que esforzarme tanto para terminar siendo excluido por otro semestre.

Los entrenadores no parecían entender a qué se refería.

—¿Podrías decirnos de qué estás hablando? —Richard y Dave intercambiaron una mirada entre sí, visiblemente confundidos.

—¡Ustedes saben! —Dash alzó la voz. Luego se retractó e intentó a calmarse—. Uno de los competidores me contó que, aunque tuviera la posibilidad de entrar en el equipo, si no cumplía con las condiciones físicas desde un inicio me pondrían a entrenar aparte.

—Bueno, quién sabe qué tipo de competidor te lo habrá dicho. Lo que sí es cierto, es que nos piden hacer un programa de ejercicio personalizado, como si fuésemos tus instructores de gimnasio —le aclaró Richard—. Trabajamos por un determinado periodo junto al nutricionista durante las primeras semanas de entrenamiento; evaluamos si tienes que bajar de peso durante la temporada de juego, cosas así. Pero, jamás se les excluye. Lamento que eso te haya desanimado. 

Dave asintió a lo que dijo su compañero. Richard enarcó una ceja como si tuviese una leve sospecha, algo estaba pensando. Podía deducir que los tres tenían la misma persona en la cabeza.

—A pesar de que el jurado tuvo una gran influencia en cómo se llegaba a calificar las pruebas, el puntaje solo fue una forma efectiva de descartar a todos aquellos que no llegaran al mínimo, para acelerar el proceso de llenar las vacantes. A un participante se le dio la oportunidad de competir con la única excepción de que el jurado demandó verlo en la competencia por ser uno de sus favoritos, pero sus notas no lo estaban favoreciendo.

—¿Eso significa que todavía tengo esperanzas de poder entrar?

—No, no de la forma en la que piensas. Es un proceso complicado. Todavía tenemos que reunirnos para decidir cuál obtuvo el mejor puntaje, luego le hacemos una entrevista a solas al estudiante que elijamos. Nosotros te estaremos llamando, puede que este mismo fin de semana.

—Gracias, son muy amables. Estaré pendiente del teléfono. —Dash estrechó la mano de cada uno con una sonrisa genuina, que no se le podía quitar del rostro.

Después de contarle a Daiki cómo le había ido, la familia Takahashi lo había ido a buscar y se habían ido a casa. La gente apenas estaba saliendo del estadio. Dash se fue caminando con la esperanza de encontrar a Damon; de ninguna manera iba a dejar que se saliera con la suya. Se sentía molesto por haber desaprovechado la oportunidad de dar un mejor rendimiento ante los jueces por haberse creído las mentiras de alguien con más experiencia.

Cargó su mochila en el hombro mientras le daba una mordida al refrigerio que Daiki le había cuidado. El bullicio de la gente se fue disipando conforme Dash se alejaba; muchos estaban esperando a sus hijos. Sonrió al encontrar a Damon caminando hacia la parada de autobuses. 

Abrió el zipper de la mochila, desenredó la cuerda de saltar que había utilizado para entrenar esa mañana y la estrujó entre sus puños; era un mecate grueso sin ningún tipo de agarradera. Formó un nudo bastante ancho y dejó su mochila en el suelo. Damon seguía hablando por teléfono mientras le daba un mordisco a su emparedado. Dash calculó la distancia exacta para atársela al cuello; estaba a menos de seis metros. Cuando Damon se dio la vuelta al cortar la llamada, tiró la cuerda para enroscársela en la garganta. Arrastró a Damon hacia su cuerpo hasta que las manos le quedaron ardiendo. Damon pataleaba sofocado, tirando hacia arriba para intentar escapar. 

En algún momento Damon intentó ponerse en cuclillas tirando en la dirección contraria para zafarse de la cuerda. Dash le puso la suela de su tenis en el pecho. La cara de Damon estaba roja y tosía con mucha frecuencia. 

—¿Qué quieres de mí? ¡Déjame en paz! ¡Ayuda! —Damon gritó mientras hiperventilaba y extendía las manos para golpearle la cara.

—¡¿Tienes idea de cuánto me preparé para está competencia?! Necesitaba esa beca deportiva —le gritó, con la respiración pesada.

—¿Qué podías esperar de un rival? —Damon lo agarró de la garganta. Dash soltó la cuerda por inercia, permitiéndole respirar. Había quedado mareado por los golpes que le había dado —. Este no es un pasatiempo para mí, o para poder ir a la universidad, ser un atleta es lo único que me da un propósito.

Aprovechando que Dash aún estaba mareado, Damon le dio un puñetazo en el ojo. Se revolcó en el suelo acostado panza arriba como un perro revolcándose en el polvo, a causa del golpe. Su labio inferior estaba morado e hinchado. Lo jaló de la camisa, poniéndolo de pie como si fuera un muñeco de trapo pálido y agitado. 

Aquello solo empeoró su ira; lo empujó e insultó de regreso. Le puso el brazo alrededor del cuello obligándolo a arrodillarse y le volvió a apretar la cuerda para ahorcarlo. Forcejeó con él hasta que vio cómo su rostro agarraba un tono morado. Le rechinaban los dientes y su respiración estaba agitada; sus palabras salían de golpe y no pensaba con claridad. Dash lo miró como si estuviera loco. 

—¿A quién vas a engañar? —Tosió—. ¡No te tengo miedo! ¡Eres patético! —masculló, y escupió sangre al suelo.

Dash escuchaba las voces de ciertos padres de familia que le gritaban que se detuviera, pero estaba dolido y fuera de sí. Ver a Damon provocándolo, con las gotas de sangre escurriéndose por su boca, no lo hacía recapacitar.

Damon no se rendía y seguía provocando a Dash. No le importaban las consecuencias porque hacerlo ver como un loco asesino era exactamente lo que estaba buscando.

—¡Ven, pégame! ¿Quieres pelear? ¡Adelante! —Puso las manos en el suelo antes de recobrar la compostura; se sentía como un borracho.

Extendió sus brazos y observó a los espectadores que tenía detrás de su espalda. Podía notar que Dash se estaba conteniendo para no hacerle más daño, aunque su respiración seguía agitada; quería pelear, pero no se lo pondría tan fácil. Damon también quería desquitarse devolviéndole unos cuantos golpes; después de todo, confiaba en que Dash no sería tan idiota para matarlo si tenía cientos de testigos animando la pelea y las cintas de las cámaras de seguridad capturaban la secuencia de la pelea.

Cuando sentía que se ahogaba, le propinaba un buen golpe en el mentón cerca de la manzana de Adán que lo descolocaba por unos segundos, pero no se le quitaba de encima, a pesar del dolor que sentía. Dash vociferaba y enseñaba los dientes al hacerle resistencia al tiempo que respiraba encima de su cara para dejarle muy en claro que no se estaba metiendo con cualquiera. Sus ojos color azul cielo lo despreciaban con una mirada histérica. 

Sintió un jalón en sus mechones castaño claro; y cuando menos se lo esperó, su visión dio vueltas como una cámara que caía desde gran altura. Dash no solo quería estrangularlo, le estaba estrellando la cabeza contra el piso.

Su cráneo se sacudía contra el cemento con un sonido muy particular, se oía como el azote de un látigo. Al verse atacado por un golpe tras otro, sin siquiera poder controlar sus movimientos o el ritmo de su respiración, cayó boca abajo contra el pavimento, desgarrándose la cara. Todo estaba sucediendo muy rápido para asimilarlo.

Abrió los ojos como su cuerpo se lo fue permitiendo. El brillo de los postes de luz centelleaba como cientos de luciérnagas, irritándole la vista. Ya era incapaz de distinguir forma alguna, solo veía siluetas. Se tocó los bolsillos del pantalón, intentando buscar las llaves para desbloquear su auto. Se había raspado los antebrazos cuando había intentado escapar, y las heridas comenzaron a arderle. Después de unos intentos, logró desbloquear su Jeep. Se llevó las manos hasta la cabeza para sostenerla y así, según él, poder estabilizarse. 

Estaba viviendo la peor pesadilla de su vida.

Gritó entre sollozos al notar cómo se le tambaleaban las piernas, hasta que se quedó sin fuerzas. 

No tenía idea de cómo escapar. Sentía como si el suelo donde estaba tendido se hubiese desligado de la faz de la tierra y hubiese empezado a dar vueltas en círculo navegando por el espacio, amenazando con volcarlo al vacío al sentir que se caía del asfalto.  

Con la velocidad que sentía su cabeza, el eco de sus latidos y la mezcla de luces que lo dejaban nauseabundo, la lucidez lo estaba abandonando.   

Trató de levantarse del suelo con todas sus fuerzas, pero su cuerpo ya no respondía a sus órdenes.

Se sentía indefenso, pues nadie lo podía ayudar a escapar de su propia agonía.

De repente, escuchó un par de voces familiares. Parpadeó con lentitud; un hilo de sangre le salía por la boca. Escuchó a Dash diciéndole lo mucho que lamentaba haberse dejado llevar por la cólera. Le suplicaba al oído que se recuperara, que lo llevaría a la enfermería.

Damon dejó de escuchar lo que sucedía; su cuerpo ya no pudo resistir más. Solo logró responder tres palabras que resumieron todo lo que necesitaba.

Selah, papá, hospital. 

Y entonces perdió la conciencia.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top