Capítulo 2

Estaba tan nerviosa de llegar a la oficina, tanto que ni siquiera estaba prestando atención a la clase. Podía incluso haber suspendido el examen del que estaba tan segura antes de que mi jefe, me hubiera invitado a salir. Y no conseguía acordarme de si el trabajo que habían marcado en clase de historia era para la próxima semana o para la siguiente.

Eso, era lo que Steven Feehily hacia a las mujeres. Hacia que se comportaran como estúpidas. Y yo que me había asegurado a mi misma que no me haría eso a mí. Pero supongo que era inevitable.

Mientras tanto, en Feehily Corp... Un apuesto castaño, se encontraba sentado muy pensativo en la soledad de su lujosa oficina. Seguía sin poder creer que aquella jovencita lo hubiera rechazado, se sentía como un perfecto idiota, dejándose llevar por sus impulsos, llamo a su asistente y gran amiga Rebeca Thompson, necesitaba de su ayuda.

—Rebeca, consígueme la dirección de la señorita Smith y ven a mi oficina de inmediato—dijo el castaño en el intercomunicador.

—Buenos días Steven—respondió la pelinegra de manera sarcástica—. Al parecer alguien no amaneció de muy buen humor.

—Haz lo que te pido por favor y ven a mi oficina...necesito de tu ayuda... es de vida o muerte—dijo, soltando un gran suspiro.

—Por el tono de tu voz, debe de ser muy importante. Solo dame unos minutos y te conseguiré lo que me pides.

—Te lo agradezco—respondió el castaño, colgando el teléfono y llevándose ambas manos a la cara.

Cinco minutos después... Rebeca con una gran sonrisa, ingresaba a la oficina de Steven.

—Aquí tienes lo que me pediste—dijo, estirando la mano y entregándole un papel.

—Te lo agradezco mucho, pero ahora toma asiento... estoy en graves problemas.

—No me asustes, ¿Qué sucede?

—Amberly... eso es lo que me pasa—dijo con frustración.

—¿Es porque te rechazo anoche? No pretenderás despedirla, ¿Verdad?

—¡Por supuesto que no! No soy tan imbécil, como para hacer semejante bajeza.

—Siendo sincera, no te entiendo, ¿Qué tiene que ver Amberly?

—Me gusta, y no es un capricho, por haberme rechazado. Me gusta desde hace tres meses, por eso te pedí que la pusieras como mi asistente personal.

—No sé que decir. Pero... será difícil llegar a ella y más por tu fama de mujeriego empedernido que tienes.

—Soy consciente de ello y es por eso que necesito de tu ayuda.

—Tú dirás.

—Quiero que llames a la mejor florería y que escojas el mejor arreglo de rosas, no me importa el precio, quiero que el arreglo este en el escritorio de ella, antes de que llegue.

—Wow... un momento guapo. No pretenderás enamorarla con unas simples rosas, ¿Verdad?

—Tampoco puedo llegar otra vez e invitarla a salir.

—Pues ahora que ya sabes en donde vive, te sugiero que te plantes afuera de su casa y la invites a salir, te aseguro que ahora si no te va a rechazar.

—¿Quieres que me denuncien por acosador? —cuestionó con tono dramático.

—No seas tonto, tampoco te estoy diciendo que la acoses, solo que te presentes inesperadamente en su casa y que la invites a cenar. Pero por favor, se amable y no te comportes como un perfecto idiota otra vez.

—Es irónico. En mi vida me había enamorado verdaderamente, me siento como un colegial.

—Siempre hay una primera vez y Amberly lo vale todo. Pero por favor, es más te lo suplico, no seas un patán con ella. Ella es diferente a esas zorras que te acechan.

—Nunca imagine que te cargaras fino vocabulario.

— ¡Estoy hablando enserio Steven!

—En cuanto llegue el arreglo de rosas, coloca esta tarjeta en el por favor—dijo el castaño, entregándole el papel—. Ahora si me disculpas, unos clientes me esperan. Y Rebeca, por favor ni una palabra de esto a nadie, y si Amberly  te llegara a preguntar por mí, lo cual dudo, tú no me has visto en todo el día.

—De acuerdo jefe—respondió la pelinegra en tono de burla.

Steven, se aliso su saco, tomo su portafolios y salió con dirección al restaurante Royal, pues ahí se vería con unos clientes italianos muy importantes. Él calculaba, que si el negocio salía tal cual lo había planeado, estaría libre a las seis de la tarde, tiempo suficiente para llegar a la casa de aquella bella rubia y esperarla como un vil idiota enamorado.  Abordo el mercedes negro que ya se encontraba estacionado en la entrada de aquel imponente edificio y tras acariciar aquel papel con la dirección, empezó a conducir a su destino.

—>> Juro que no me daré por vencido y hare hasta lo imposible, para que me des una oportunidad<<

Algunas horas más tarde...

Conforme me acercaba a Feehily Corp, mis manos sudaban, mi corazón latía a mil. Estaba convencida de que llegaría a mi mesa y descubriría que me habían despedido. Pues nadie le dice que no a Steven Feehily. El hecho de que yo lo hubiera hecho, no podía ser bueno. Pero cuando llegue hasta el último piso y gire a la izquierda para llegar a mi puesto, todo estaba exactamente como lo había dejado el día anterior. Salvo por una excepción, había un enorme arreglo de rosas en mi escritorio. Incrédula me acerqué, para ver si ahí, no se encontraba mi finiquito colgando en alguna rosa, pero en lugar de eso, me encontré con una tarjeta con la frase. ''Pensando en ti'' y al reverso las iniciales. ''S. F.'' Estaba escrita con una perfecta caligrafía. No sabía que pensar de aquello. ¿Por qué iba Steven Feehily enviarme rosas? Hasta anoche, nunca se había molestado en siquiera mirarme. Y ahora. ¿Me enviaba rosas?

No conseguía encontrarle sentido. Quería preguntarle a él, pero para mi desgracia, ni siquiera se había aparecido por la empresa, pues Rebeca me informo que el jefe se encontraba reunido con unos clientes muy importantes. No quise hacerme falsas ilusiones, pensando cosas imposibles, así que desganada, ocupe mi puesto y me puse a trabajar, no pasaron ni cinco minutos, cuando el teléfono empezó a sonar, una de las amantes despreciadas de mi jefe llamo, suplicando la comunicara con él. 

Dos minutos después llamo otra, tras otra, hasta que volví a tener la desdicha de atender la llamada de la misma rubia de ayer, la señorita ''Cecilia Holmes'' Ella era realmente insoportable, siempre que llamaba, exigía la comunicara con mi jefe, era tan persistente, yo tenia que contener mis suspiros y poner los ojos en blanco para soportarla. Mi día fue todo un caos, debido a las insistentes llamadas de aquellas mujeres, dando exactamente a las seis de la tarde, apague el computador, guarde mis cosas y con suma delicadeza tome aquel enorme arreglo de rosas. Llevar un gran arreglo en el autobús, fue todo un reto, pero afortunadamente conseguí salir victoriosa, al menos por ahora, con dificultad apenas y podía subir los escalones, para llegar a mi departamento. Estaba por subir el ultimo escalón, cuando de repente tropecé derramándome el agua sobre la blusa cuando me caí hacia adelante. Si no hubiera sido por unas manos fuertes y hábiles que me agarraron de la cintura.

—Gracias—murmure—. Asumiendo, que mi héroe se trataba de alguno de mis vecinos.

—No hay problema—respondió una voz familiar, a decir verdad, una voz muy familiar.

—¿Señor Feehily? —pregunte incrédula.

Él, tomo el arreglo de rosas de mis manos y me sonrió por encima de los pétalos aromáticos.

—Quería hablar con usted, señorita—dijo sonriendo seductoramente.

—¿De qué quería hablar conmigo?

—Como he estado todo el día en aburridas reuniones, pensé que podía venir hasta tu edificio e invitarte a cenar, ¿Qué dices Amberly?

Abrí atónitamente los ojos, era la primera vez en tres meses que mi jefe me tuteaba y me llamaba por mi nombre.

—En verdad, quiero conocerte Amberly, y quiero que me conozcas realmente. No soy el patán que todos dicen.

No voy a mentir, un pequeño temblor de emoción me recorrió toda la columna con aquellas palabras. Pero entonces mi lado racional volvió y me recordó todas las llamadas de sus amantes. ¿Valía la pena convertirse en una de ellas por una noche de diversión? No, eso es demasiado, lo que menos quería era el de salir lastimada, pues al final así sería. Una vez que él obtuviera lo que quisiera de mí, me desecharía, como a las demás. Me apresure a esquivar su mirada y dirigirme a la puerta de mi departamento, mientras intentaba meter la llave en el pomo.

—Lo lamento señor Feehily, pero esta noche estaré ocupada—dije girando la cabeza por encima de mi hombro—. Tengo que hacer un trabajo para la clase de historia.

—La universidad te absorbe demasiado, ¿Verdad? —dijo, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo junto al mío. O quizás, era muy consciente de su presencia. Tengo que admitir, el olor de su colonia era realmente exquisito, era como virutas de madera especiadas.

—Espero graduarme dentro de muy poco. Así que sí, me absorbe demasiado—dije, tratando de sonar tranquila, aunque la realidad era muy diferente.

—Podemos quedarnos en casa—dijo—con un gesto sugerente en los labios—. Podría encargar pizza o comida china.

La idea de tener a Steven Feehily comiendo pizza en mi diminuto departamento, era casi más de lo que podía soportar. Sentí como las rodillas se me aflojaron y mi estomago daba un extraño vuelco. Tenia que mirar a otro lado y gracias a Dios, abrir una puerta requiere de concentración o de lo contrario habría podido ver a través de mí. Lo último que quería era ser una especie de broma de un mujeriego rico, que probablemente no lo pensaría ni dos veces en aplastar con su zapato a alguien como yo. De alguna forma y a pesar de mis dedos temblorosos, me las arregle para abrir la puerta.

Entre y me gire inmediatamente, bloqueando cualquier intento que pudiera hacer de entrar a mi departamento. Y esa había sido claramente su intención, pues su pie, en su perfecto mocasín italiano, estaba atrapado entre los míos.

— De verdad tengo que ponerme a estudiar—dije suavemente.

Él, observo mi rostro durante un largo segundo, con una infinidad de emociones y pensamientos pasando por sus expresivos ojos. Creo que nunca había visto una expresión de confusión tan obvia en la cara de un hombre. Tome el enorme arreglo de sus manos, lo coloque en un aparador cercano y justo cuando estaba por cerrar la puerta. Él la bloqueo con su cuerpo, inclinándose lo suficientemente cerca, como para besarnos.

—Me gustaría mucho, salir contigo alguna vez Amberly.

—¿Por qué?

Levanto las cejas—. ¿Cómo que por qué?

Me encogí de hombros, incluso cuando comenzaba a colocarme la ropa con las manos—. No soy su tipo—dije en un susurro.

—No sabía que tuviera un tipo—dijo incrédulo.

—Alta, rubia, curvas muy bien proporcionadas. Básicamente, todas me parecen iguales.

—¿Quiénes?

—Las mujeres que vienen a verlo a la empresa. Las que llaman todos los días.

—Ellas... no significan nada. Y créeme, eso ya termino—inclino la cabeza y con suma delicadeza, poso un dedo en mi barbilla, levantando mi cara para verme mejor—. ¿Puedo preguntarte algo? —cuestionó, mirándome fijamente a los ojos.

—Parecía tan sincero, que no pude hacer otra cosa que aceptar, responder a su pregunta.

—¿Por qué me rechazaste en realidad?

Me mordí el labio y mi mente volvió a la noche anterior, la forma tan increíble, en la que me había invitado a salir, la aparente sorpresa en cada una de sus expresiones, en todos sus movimientos. La misma sensación de estupefacción que se había apoderado de mi con un solo toque de menos intensidad.

—Pensé... que estaba bromeando—respondí finalmente—bajando la mirada.

—Debes pensar que soy un completo imbécil. Pero voy a demostrarte que no lo soy.

Y entonces se marchó. Simplemente se fue sin haber intentado discutir o flirtear. No tenia idea de que pensar sobre aquello.

Mientras tanto, Steven, abordando nuevamente su lujoso mercedes, soltó un gran suspiro y miro nuevamente hacía el edificio de aquella hermosa rubia. Definitivamente, debía hacer algo al respecto con aquellas mujeres, pues no estaba dispuesto a seguir comportándose como un idiota vividor. Aquella etapa de fiestero y mujeriego, tenia que acabar de una vez por todas, para luchar por la mujer que había logrado cautivar su corazón con su sencillez. Y así pasaran tres o diez años, él seguiría insistiendo para tener una oportunidad con ella, pues era consciente de que las cosas que realmente valían la pena, se conseguían muy difícilmente, pero al final sería recompensado.

 Por primera vez se planteo la idea de sentar cabeza, adquirir una gran propiedad, en donde viviría con ella, una vez que la hiciera su esposa, en ese lugar les darían la bienvenida a sus hijos, no estaba seguro de cuantos quería tener, pero algo si era seguro, quería que esos pequeños fueran de ella, que fueran fruto de su amor y no de una noche de copas. Se la imagino embarazada, si de por sí, aquella rubia era hermosa y sensual, embarazada, luciría como la mismísima diosa Afrodita. Con una sonrisa de tonto, encendió el vehículo y condujo en dirección a su departamento, pues al día siguiente iniciaría con su plan de enamorar a su rubio tormento y no descansaría hasta tenerla junto a él.

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