Un error no remedia otro error
Rita no esperaba ver a su hijo tan temprano.
Después de que dejó a Lincoln en su habitación, fue al cuarto de Lori y Leni; y les dijo claramente que Linka no podía abandonar la habitación mas que para ir al baño, y para desayunar al día siguiente. Y en ese caso, tenía que estar vigilada por alguna de ellas. También le pidió a Leni que le preparara algo de comer a Lincoln y a Linka; pero aunque ambos le recibieron la bandeja con alimentos, rechazaron probar bocado en toda la noche.
También ordenó a sus otras hijas que cenaran y se fueran inmediatamente a sus habitaciones. Tenían prohibido preguntar cualquier cosa sobre lo que escucharon. Todas obedecieron sin chistar, pues nunca habían visto a Rita tan enojada.
Fue a ver a Lisa para pedirle que revisara las heridas en la mejilla de Luan, pero la comediante rechazó cualquier tipo de atención. Se quedó llorando en su habitación, mientras Luna intentaba consolarla.
Lisa intentó razonar con Rita. Quiso hacerle ver que existían opciones para que no hubiese problemas en caso de que Lincoln y Linka tuvieran intercurso sexual; pero Rita perdió los estribos. La mujer apenas pudo contenerse. Estuvo a punto de gritarle que fue gracias a sus experimentos que se encontraban en esa condenada situación. En lugar de ello, prefirió hacerla callar, y la hizo encerrarse en su habitación. La deportista también trató de razonar con su madre, y fue tratada de la misma manera.
No le gustaba dejar a sus hijas en la incertidumbre; pero estaba muy tensa, y no sabía muy bien cómo manejar esa situación. Sin embargo, la plática con su marido y las pocas horas que pudo dormir le aclararon por completo la mente.
Simplemente, no podía permitir que su hijo cometiera el mismo error que ella. No dejaría que su único hijo arruinara su vida, o viviera con los remordimientos que ella no había logrado enterrar en los 30 años anteriores.
Ya tenía decidido lo que iba a hacer, y empezaría aquella misma mañana.
Sería duro. Muy doloroso. Quizá su hijo la odiaría de por vida, pero era por su bien. Seguramente iba a pasar mucho tiempo, pero tal vez llegaría un día en que su hijo comprendería por qué hizo lo que iba a hacer, y se lo agradecería.
Y en cuanto a Linka... Bueno, la cosa ya no estaba en sus manos. Quizá podían intervenir para asegurarse de que quedara en las manos de una buena familia. Pero no estaba segura de que pudieran hacer nada más ella.
Lo sentía. Lo sentía de verdad. Pero antes que todo, estaba el bienestar de sus hijos.
Solo necesitaba que Lincoln y Linka no se hablaran a solas. Conocía a su hijo, y sabía de sobra su capacidad para hacer audaces planes y conseguir sus propósitos. Pero esta vez no le valdría de nada: ella se iba a encargar de vigilarlo durante todo el día.
Así que aquella mañana, mientras preparaba el desayuno, se sentía ya relativamente tranquila. La llegada de Lincoln la sorprendió mucho, pero no la perturbó. Había tomado sus decisiones, y nada la haría cambiar de opinión.
***
Lincoln se apareció mucho antes de que acabara de cocinar. El chico aprovechó que sus hermanas estaban ocupadas en su arreglo personal, y se asomó a la cocina. Gracias a dios, Rita estaba sola.
- Madre -dijo con voz firme.
Rita casi dejó caer la sartén. Al principio desconoció la voz de su hijo, pues nunca le había escuchado hablar con ese tono de voz tan grave. Tampoco solía llamarla así.
Volteó cundo se hubo recuperado un poco de la sorpresa. Sabía de sobra lo que Lincoln quería hablar con ella, y ya estaba lista para enfrentarlo. Hacía un rato que tenía definida su estrategia y estaba decidida a no ceder, pasara lo que pasara.
Se volvió Lentamente. Lincoln esperaba verla todavía enojada, pero se descolocó cuando se dio cuenta de que la mirada de su madre reflejaba tristeza.
- Hijo... Mi amor... Perdóname, mi vida- dijo Rita, con suavidad.
Esto desconcertó a Lincoln casi por completo. Llegó pensando que se encontraría a su madre convertida en un energúmeno, furiosa todavía por lo que había ocurrido ayer. Estaba listo para discutir a grito pelado. Para amenazar, luchar o huir si era preciso. Pero en lugar de eso, la nueva actitud de su madre lo puso a la defensiva.
Para terminar de dificultarle las cosas, Rita dejó lo que estaba haciendo y se acercó lentamente a él. Llevaba las manos delante de su cuerpo, perfectamente visibles. No había nada amenazante en sus gestos y su voz. Adelantó lentamente su mano y acarició con suavidad la mejilla de su hijo.
- Corazón... Espero que me perdones. Nunca debí ponerte la mano encima. Yo... Comprendo que te hayas enojado tanto. Yo misma estaba enojada. Pero ya no lo estoy, mi vida. De verdad que no.
Rita se veía tan sincera en sus palabras y sus gestos que, por un momento, Lincoln tuvo un atisbo de esperanza. ¿Acaso eso significaba que su madre aprobaba su relación con Linka?
- Mamá... Yo... Perdóname tú también, mamá -dijo el chico, sujetando la mano que lo acariciaba. No debí gritarte. Es solo que yo pensaba... No lo sé.
Rita sonrió. Tomo el rostro de su hijo con las manos y le dio un beso en la frente. Después lo abrazó y lo estrechó con fuerza.
- Hijo... Quiero que no te preocupes y que comprendas. Yo solo quiero lo mejor para ti, mi vida. Siempre, siempre querré lo mejor para ti. Por eso, necesito que me perdones y que podamos comenzar de nuevo. ¿Está bien? Yo... Necesito ser una verdadera madre para ti, mi amor. Igual que para tus hermanas. Debo comportarme como una verdadera madre, y tomar las decisiones correctas para que ustedes estén bien.
Lincoln no supo por qué, pero el tono de voz y las palabras de su madre comenzaron a ponerlo muy nervioso. Ella jamás se había comportado así. Y lo que más lo perturbaba, era que jamás le había hablado así.
Rita se separó de su hijo y lo tomó por el hombro mientras le acariciaba los cabellos. Lincoln la miraba como a una extraña, a la que veía por primera vez.
- Por eso, debemos tomar las decisiones correctas para ustedes. ¿Entiendes? También para LInka. Tenemos que asegurarnos de que ella quede protegida y segura. Con personas que la amen y la cuiden...
Lincoln sintió como si una losa hubiera caído sobre su cabeza. La pareció que su madre seguía moviendo sus labios, pero ya no podía escuchar lo que decía. Su cerebro se negaba a creer, o siquiera a entender lo que le estaban diciendo. Cuando recuperó el control de sí mismo, solamente atinó a preguntar:
- Mamá... ¿qué estás diciendo? Parece como sí... Como si quisieras... deshacerte de Linka...
La mujer puso una expresión todavía más triste.
- No quisiera, mi amor. Sé que Linka es una buena niña, pero no puede quedarse con nosotros. No sería algo sano. Ni para ella, ni para ti.
Lincoln gimió, y sintió que las lágrimas e agolpaban en sus ojos. La angustia cerró su garganta, y casi fue incapaz de hablar.
- Pero... pero... Mamá... -alcanzó a balbucir.
Rita se acercó de nuevo a su hijo y lo abrazó. El niño estaba tan afectado que ni siquiera pudo corresponder.
- Hijo, perdóname. No podemos tener a Linka con nosotros. Sé que te parecerá raro, pero a mí también me duele. Mucho más de lo que puedes creer.
Esto hizo que Lincoln recuperara sus bríos. Se apartó de su madre decidido a dar la palea. Pero se quedó petrificado de nuevo cuando vio que una lágrima resbalaba por su mejilla.
- ¿Crees que no lo entiendo, mi amor? ¿Crees que no sé cuánto te duele? -dijo, mientras secaba sus lágrimas con el dorso de su mano - ¡Hijo, yo también he cometido muchos errores en mi vida! ¡Y no solo con ustedes, sino cuando era muy joven! Nunca le había dicho esto a nadie... Ni a Lori siquiera pero... Ustedes deberían tener otro hermano. Mucho mayor que cualquiera de ustedes.
Aquél fue el segundo golpe que recibió Lincoln, mucho más fuerte que el anterior. Todo su ser se negaba a creerlo. ¿Su madre había tenido un hijo antes que ellos? ¿Se había embarazado en su adolescencia?
La miró como si fuera la primera vez. ¿De verdad aquella mujer era su madre? No podía ser cierto, ¡de ninguna manera! Su madre era una mujer cariñosa, algo negligente y muy despreocupada. Si hubieran tenido otro hermano, seguramente lo sabrían. Ella nunca se los hubiera ocultado... ¿O sí?
- Me imagino lo que piensas, amor. Ahora no es momento para contarte todo, pero... Lo que te quiero decir es que yo se mucho sobre los grandes errores que podemos cometer en la adolescencia. Lo sé porque los viví. ¡Los cometí! Y no quiero que a ustedes les pase lo mismo.
Rita intentaba mantener su voz firme, pero su rostro estaba bañado en lágrimas. Lincoln se sorprendió mucho cuando se dio cuenta de que él también estaba llorando.
- Es por eso, mi amor. Perdóname... No puedo... No voy a permitir que esto te pase a ti, o a tus hermanas.
Lincoln estaba completamente desarmado. Había llegado dispuesto para una pelea épica, terrible. Pero en cambio, se sentía sin fuerzas. Su mente era un remolino de pensamientos y sensaciones contradictorias a las que no podía poner orden ni sentido. Casi sin convicción, ensayó su última resistencia.
- Mamá... Si te pasaron todas esas cosas, deberías entender. ¡Yo amo a Linka! ¡La amo, así como tú amas a papá! ¡Como tú nos amas a nosotros! Y ella ya no tiene a nadie. ¡A nadie! ¿Te parece justo que le demos la espalda? ¿Que la dejemos sola, y en manos de quién sabe quiénes? ¿Recuerdas lo que me pasó cuando tuve puesto... aquel traje?
Rita cerró los ojos y absorbió el golpe lo mejor que pudo. No es que no lo esperara. Conocía a su hijo, y sabía muy bien de lo que era capaz. Sabía que él la atacaría con lo que tuviera a su alcance. Así que apretó los puños y los dientes mientras el continuaba, alzando la voz a cada momento.
- ¡Me sentí indefenso, abandonado por mi propia familia! Nunca entendí bien cómo llegamos a esa situación. ¿Fue tan malo que quisiera un poco de tiempo para mí solo? ¡Y luego esa maldita superstición! ¡Estuve durmiendo en el patio! ¡Vendieron mis cosas! Me sentí como... ¡Como una basura! ¡Un trapo viejo del que se querían deshacer a como diera lugar! A Linka le pasó lo mismo, ¡y mucho peor! ¿Le van hacer lo mismo a ella? ¿Me vas a hacer lo mismo... otra vez?
Por un solo momento, Rita estuvo a punto de ceder. Todo lo que su hijo le decía era cierto, y ella o sabía perfectamente. ¡Cielos, había sido una madre horrible y descuidada! ¡Había dañado tanto a Lincoln con aquella estupidez! Y aun así... Aun así...
Se agacho para quedar justo al nivel del rostro de su hijo. Le tomó las manos y las apretó entre las suyas.
- MI amor, ¡yo sé todo eso! ¡Hemos sido unos padres horribles y descuidados! ¡No hay un solo día en el que no me arrepienta de lo que te hice, pero... debes saber una cosa, mi vida.
Rita hizo una pausa y acarició la mejilla de su hijo.
- Un error no remedia otro error, corazón. He cometido muchos errores terribles, pero no los voy a remediar permitiendo que cohabites cuando no tienes la edad para hacerlo. Sé lo que puede pasar cuando cohabitas si tener la edad y el criterio para eso, créeme. Sería otro error por mi parte permitir que Linka y tú continúen en esta situación. Perdóname hijito, pero no lo voy a hacer.
Por primera vez en mucho tiempo, Lincoln se sintió completamente indefenso. Se había quedado sin recursos; sin ideas. No sabía qué otra cosa podía decir. Así que cerró los ojos, y dio rienda suelta a su llanto.
Rita lo abrazó muy fuerte. Permaneció unos instantes sujetándolo, y luego le dijo con suavidad.
- Corazón. Sé que esto es muy duro para ti... Para todos. Acompáñame hoy a mi trabajo, cariño. Dejemos a Linka en la escuela, y tú y yo vamos a hablar. Y si se te ocurre alguna otra idea, yo estaré muy feliz por escucharla.
Lincoln no pudo decir nada, y Rita continuó abrazándolo hasta que se calmó lo suficiente para continuar con su rutina diaria. Nunca se percataron de que tres personitas ansiosas y anonadadas habían visto y escuchado casi todo lo que dijeron.
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