Enfrentar la música
- ¿Y qué va a pasar con ellos, Lincoln? - Pregunto Linka, retorciéndose las manos.
Regresaron al día siguiente, apenas unos minutos antes de la hora de aparición del portal interuniversal. Iban bien disfrazados, pensando en que debían evadir cualquier movilización policiaca para buscar a Linka tras su desaparición. Pero no hubo tal.
Vanzilla estaba en el garaje, y no parecía que la policía estuviera buscando a Linka. Si la familia se movió para buscarla, lo hicieron a pie y sin dar parte a las autoridades.
- Claro -pensó Lincoln, molesto-. Si estos idiotas hubieran dado parte a la policía, y ellos encontraban a Linka golpeada y herida, podría haber tenido miles de problemas; por más que explicaran lo que explicaran. Al menos, los hubieran acusado de ser unos negligentes.
Así que Lincoln encaró a la niña con una sonrisa completamente desprovista de humor.
- Como dice mi abuelo Pop-Pop, Linka... Ahora tendrán que enfrentar la música. ¿Ya viste que todo ocurrió tal como te lo dije?
Muy a su pesar, la niña asintió: Lincoln tuvo razón en todo. Ahora le tocaba enfrentarse a lo desconocido; por más que no quisiera hacerlo.
Lincoln marcó rápidamente las teclas de su celular. Una voz profunda respondió su llamada.
- Ya verán -pensó, saboreando una venganza que nunca vería consumada-. Pagarán con creces todo lo que le hicieron a Linka. Así aprenderán que a las niñas se les respeta, aunque a veces no se porten bien.
- Buenos días –dijo con voz clara-. ¿Unidad Estatal de Violencia Doméstica? Quiero hacer una denuncia de maltrato infantil. Ajá. Hay vecinos y personas que pueden atestiguarlo. Sí, claro. Es el número 1216 de la Avenida Franklin, en Royal Woods...
***
Después de su conversación con el médico, Lincoln pudo convencer a Linka de tomar acciones contra su familia. Él le hizo ver que ellos no estaban dispuestos a cambiar por nada, hasta que la vieran muerta en el patio de la casa. Ni siquiera estaban dispuestos a escuchar sus argumentos.
La niña entendía todo eso, pero tenía demasiado miedo. ¿Qué iba a ser de ella si la policía se llevaba a su familia? ¿Cómo sería su vida con alguna de sus tías o en el orfanatorio?
- Linka -dijo suavemente el niño, mientras la tomaba de las manos-. Eso no puedo decírtelo yo. Pero estoy seguro de que no va a ser peor que la que te espera si te quedas en esa casa. ¡De ninguna manera! Tengo entendido que los orfanatorios de Michigan tienen muy buena reputación. Mi madre me comentó alguna vez sobre ellos, y hoy en día hay mucho interés por proteger a los niños y niñas en situaciones como la tuya.
La niña lo miraba fijamente, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. Su llanto suave y casi musical pronto cedió lugar a sollozos amargos.
- Lincoln... ¿Por qué pasó todo esto? ¡Te juro que pensé que ellos me querían! Nos llevábamos tan bien antes de que todo esto pasara... Antes de lo que yo hice...
Lincoln la interrumpió con firmeza. Tomó el rostro de la niña entre sus manos.
- Linka, ¡ni se te ocurra pensar que tú tienes la culpa! Igual que yo, quizá llevaste las cosas demasiado lejos; pero eso no justifica que se porten contigo como criminales. ¡Mira todo lo que te han hecho! ¡De ninguna manera puede ser posible que los justifiques!
Ella lloró durante un gran rato, refugiándose en los brazos del valiente muchachito. La niña lo escuchaba y, poco a poco las palabras de Lincoln fueron haciendo efecto en su mente.
- Si eres como yo, y eso es lo que creo, debes haber hecho muchísimas cosas por ellos durante todos estos años. ¡Y mira cómo te lo pagaron!
Así era. Linka recordó las muchas veces que había ayudado a Loni con sus diseños. A Lars con sus rimas; a Levi con sus estúpidos experimentos mortales, y a todos sus hermanos con innumerables actividades y situaciones. Y pronto se sorprendió al darse cuenta de que se estaba enojando.
Le llevó varias horas, pero llegó un momento en que se sintió dispuesta a avenirse a los planes del chico.
- Muy bien, Lincoln. Hagamos la denuncia... Y que pase lo que tenga que pasar.
- ¡Maravilloso! -dijo el chico y, en un arranque de entusiasmo, se atrevió a dar un beso en la mejilla de Linka. La muchachita se sobresaltó, y enseguida sintió que sus mejillas se ponían calientes. Pero Lincoln, entusiasmado, no se percató de ello.
-Solo necesito que me digas una cosa. ¿En este universo, tu hermano Levi tiene problemas con un tal doctor Curtis Bragg?
- ¡Claro que sí! -dijo Linka, en el tono de alguien que remarca algo sabido-. Se odian. No se pueden ni ver. Levi nos ha dicho alguna vez que ese hombre haría todo lo posible por destruirlo.
- ¡Perfecto! -dijo Lincoln, con una sonrisa taimada-. Voy a escribir un par de correos electrónicos. Los mandaré después de llamar a la policía, y nos desharemos de la posibilidad de que Levi pueda descubrirnos y ponerse en nuestra contra. Para siempre.
- Si Levi es como Linka me lo ha descrito, entonces es todavía más arrogante que mi hermana Lisa - pensó Lincoln-. Esa será su perdición.
***
Las denuncias hicieron efecto mucho antes de lo que Lincoln había previsto. No habían pasado ni diez minutos cuando varias patrullas de la Unidad Estatal de Violencia Doméstica rodearon la vivienda y fueron a interrogar a los vecinos. Para fortuna de Lincoln y Linka, la familia se vio tan sorprendida que no opusieron ninguna resistencia; y los policías entraron para registrar el interior de la casa y los patios. Eso le daría a Lincoln minutos invaluables para irse sin llamar la atención de nadie.
En el tiempo que transcurrió entre las denuncias y la aparición del portal, Lincoln y Linka se ocultaron, abrazados y sin hablar. De vez en cuando se miraban y se dirigían una tímida sonrisa. Ahora que por fin había ocurrido, Linka se sintió de pronto muy unida y agradecida con Lincoln. Por primera vez desde hacía semanas, su familia ya no parecía una amenaza. Pasara lo que pasara, ella tendría que estar mejor en el futuro.
Los minutos transcurrían rápidamente. No pudieron ver el final de todo aquello, porque el portal apareció a un lado suyo justo a la hora señalada.
La niña de cabello blanco lo miró con ansiedad. Sabía lo que eso significaba: su ángel guardián, el valiente muchachito que la había salvado de tantas semanas de sufrimiento estaba por regresar a su hogar. Y no existía ninguna posibilidad de que volviera a verlo.
Cuando Lincoln miró en dirección al portal, de la ansiedad pasó a la angustia. Lincoln tenía que irse. Después de todo, él no tenía nada en aquella realidad en donde ni siquiera existía. Pero, ¿acaso ella sí tenía algo allí? La familia que decía amarla la había maltratado, golpeado y lastimado peor que si hubiera sido una leprosa. Vendieron todas sus cosas; la obligaban a dormir fuera, y le hacían vestir aquel espantoso traje de ardilla que le producía alergia y estuvo a punto de producirle un golpe de calor. Alguno de sus hermanos se había atrevido a golpearla con un bate. Tenía cicatrices que aún le dolían, cardenales que no habían sanado, y su confianza en su familia y en el mundo estaban completamente destruidas.
Hasta que conoció a Lincoln. El muchachito casi igual a ella que apareció de la nada, contando la historia más inconcebible... Y que la rescató del dolor y la miseria.
Aquel portal era la confirmación de todas sus palabras, y la certeza de que jamás lo volvería a ver.
Ahora, pasaría muchos años en un orfanato; con gente amorosa quizá, pero extraña y condescendiente. Gente a la que jamás se sentiría tan unida como ahora lo estaba con Lincoln, aunque pasaran un millón de años.
Esa idea la hizo llorar, y le dio valor para hacerle una última súplica.
- Lincoln... Sé que debes irte, pero...
- Linka... - susurró el muchachito, sintiendo que sus ojos se nublaban. Con sus dedos, secó las lágrimas de aquel rostro tan parecido, y a la vez, tan diferente al suyo.
- ¡Llévame contigo, Lincoln! ¡Por favor!
Lincoln sonrió, acarició suavemente el rostro de la niña, y la tomó de la mano.
- Ven, Linka. Vamos a mi universo. Yo estaré contigo y nunca volverán a hacerte daño.
La jaló suavemente para hacerla caminar. Pero ella lo abrazó con fuerza y lo besó mientras lloraba.
- ¡Gracias, Lincoln! Yo... No sé cómo agradecerte...
- No lo hagas -respondió el chico, estrechándola para volver a tomarla de la mano-. ¡Ven! Debemos irnos.
Los niños atravesaron el portal, y Linka Loud se desvaneció de esa realidad como si jamás hubiera existido.
***
Los niños nunca supieron del alcance de su denuncia, y muy pronto dejó de interesarles cualquier cosa que tuviera que ver con el universo de Linka. Sin embargo, seguramente se hubieran sorprendido mucho si hubieran conocido la eficacia de su venganza, y las duras consecuencias que tuvo para todos los miembros de la familia Loud.
Todos fueron puestos en custodia, y dado que nunca fue posible encontrar a Linka, el fiscal promovió sus acusaciones como si se hubiera tratado de un homicidio en primer grado con agravantes. También pidió que todos los miembros mayores de trece años de la familia fueran juzgados como adultos.
El no haber encontrado el cadáver de Linka los salvó de la acusación de homicidio, pero no de las de negligencia criminal, y abuso infantil agravado. Todos los vecinos que comprendían por qué la niña estaba sola en el patio con aquél incómodo disfraz de ardilla, de pronto vieron todo muy claro. Muchos escuchaban de vez en cuando los gritos y el llanto, y ahora que sabían los motivos, se mostraron ansiosos por colaborar con la policía. La oficina del fiscal dio fácilmente con el médico que atendió las heridas de Linka, y su testimonio junto con la copia de la radiografía fue determinante para que el Gran Jurado sentenciara a los mayores de la familia a casi veinte años de prisión, sin derecho a libertad bajo palabra.
Los jóvenes fueron quienes más sufrieron. Especialmente Loni, que recibió varios tipos de abuso en la prisión. La reinserción en la sociedad fue muy penosa y difícil para todos; y siempre les sobró tiempo para arrepentirse de todo lo que le habían hecho a la pequeña Linka.
El resto de los hermanos fueron colocados en diferentes orfanatos, puesto que ni las tías Ruth, Shirley, ni la abuela Albertha fueron declaradas competentes para hacerse cargo de ellos.
Sin embargo, quien sufrió las mayores consecuencias fue Levi, el genio de la familia.
En cuanto el doctor Curtis Bragg y el Comité de Bioética del estado de Michigan recibieron las denuncias de Lincoln, se movieron inmediatamente y pronto pusieron al descubierto las irregularidades de sus investigaciones. Levi fue incapaz de demostrar que había obtenido legalmente todas las muestras biológicas, y se vio obligado a retirar sus publicaciones y retractarse de ellas. Por su parte, el doctor Bragg lo expuso y ridiculizó ampliamente por su absurda y anticientífica creencia en que alguien podía ser considerado un "amuleto de mala suerte".
Su prestigio científico se vio completamente destruido; y para agravar más su desgracia, la comisión del Premio Nobel había recibido denuncias por fraude de al menos dos investigadores receptores del premio en los meses anteriores. Estaban en el candelero público, y los premios habían perdido muchísima credibilidad. La única manera que encontraron de recuperar parte de su prestigio mancillado fue desposeer del premio a los dos investigadores, y a Levi Loud. Aquello fue el último clavo para el ataúd de su brillante y muy corta carrera científica. Su nombre no podía figurar en ninguna investigación aprobada por comités Internacionales durante al menos veinte años, y su nombre se incorporó a la lista negra de los index JCR, Scopus y Pubmed.
Aquello fue demasiado para el joven investigador. Cayó en una profunda depresión, y decidió terminar con su vida.
El resto de la familia Loud nunca dejó de ser mal vista mientras la gente fue capaz de identificar a alguno de sus integrantes. Y cuando los mayores salieron de la cárcel, sus nombres y sus logros ya habían sido completamente olvidados.
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