Días de combate (1)


Clyde estaba hecho un manojo de nervios. A momentos, pensó que no podría resistir la presión. Su sueño más preciado, y a la vez su temor más profundo estaban a punto de hacerse realidad.

Linka se había acercado al final del receso para decirle que quería hablar con él a la salida. En aquel momento, apenas pudo contenerse para evitar comportarse de nuevo como un robot sobrecargado. Pero ahora era peor: sentía que su nariz estaba a punto de sangrar. ¡Cómo le hubiera gustado que Leni y Lincoln lo hubieran preparado para ese momento! Pero era inútil desear lo imposible. Linka debía estar por llegar.

Todavía no se explicaba cómo es que ella había accedido a acercase para hablarle. El mérito era de Lincoln, por supuesto. Fue él quien explicó a Linka la situación, y por eso ella fue a buscarlo. Así se lo dijo Linka, cuando llegó a buscarlo:

- Hola, Clyde. Lincoln me comentó algo, y me dijo que querías verme ¿Te parece bien que hablemos a la salida?

- S-sí. C-laro -tartamudeó él, casi sin poder contener el impulso de echarse a correr.

- Bien. Entonces, te veré cerca del gimnasio. Al pie del árbol grande que está del lado izquierdo, ¿de acuerdo?

Así quedaron. Clyde se quedó paralizado mientras la contemplaba alejarse.

Y allí estaba ahora, recordando la manera en que el viento jugaba con los hermosos cabellos blancos de la niña. Solazándose con sus pensamientos. Ansioso y temeroso por verla llegar.

- No sangres, nariz. ¡Por favor, no sangres! -suplicó.

En clases, apenas pudo concentrarse. Se pasó todo el tiempo abstraído, imaginando todo lo que quería decirle a Linka. Pensando en lo que podría hacer para convencerla de salir con él.

Repasó mil veces lo que le diría. Lo que había planificado con tanto cuidado.

Suspiró. Él no era nada bueno para esas cosas. ¡Cómo echaba de menos la ayuda de su mejor amigo! El hombre del plan. El confidente con el que siempre podía contar... hasta hace muy poco.

Pensó en Lincoln, y se sintió un tanto preocupado. No solo lo extrañaba, sino que tenía la fuerte sensación de que él no estaba cómodo con la situación. Un rato antes, cuando le reclamó su falta de ayuda, se veía muy serio y molesto. En cierto modo era comprensible: Clyde estaba tan desesperado, que le habló en un tono que jamás había utilizado con él. Pero, ¡por dios, ya no podía hacer otra cosa! Estaba tan afectado, que sus padres ya sospechaban lo que le ocurría.

Al final, tuvo que confesarse con la Dra. López; y ella le aconsejó confrontar a Lincoln. Pedirle explicaciones de lo que estaba ocurriendo. Solo que también le dijo que se condujera con tacto y cuidado, y eso fue exactamente lo que no hizo.

Comenzó a sentirse mal. ¿Qué es lo que iba a ocurrir, por dios? ¿Qué estaba pasando con esa situación?

¿Por qué no podía tener una oportunidad con la chica que le gustaba, y la vez conservar a su mejor amigo?

Pensaba profundamente en ello; y poco a poco, una idea se fue abriendo camino por su mente. Estaba a punto darse cuenta, pero una voz dulce y clara lo sacó completamente de sus pensamientos.

- Hola, Clyde.

El chico tuvo que hacer el esfuerzo de su vida para no huir. Para que no le sangrara la nariz, y para no comportarse como un idiota. Sin embargo, no pudo evitar cubrirse de un rubor tan intenso, que era perfectamente visible sobre su piel oscura.

***

Linka caminaba tranquila y decidida. Por primera vez desde hacía muchas semanas sentía que era la persona que fue, antes del maldito asunto del traje de ardilla.

Sabía que la situación era delicada; pero aun así, experimentaba una agradable sensación de bienestar. Era bueno recuperar el control; la capacidad de manejar las situaciones. Después de todo, no era la primera vez que enfrentaba una situación de ese tipo.

A diferencia de Lincoln, ella ya se había visto en la situación de rechazar a alguien que la pretendía. Más de una vez, en realidad. Casi siempre eran chicos un poco mayores que ella, y hasta ese momento siempre fue capaz de manejarlos.

Gracias a su experiencia previa, no tuvo muchas dificultades para idear una manera de manejar la situación. Claro que aquí era diferente; se trataba de mantener un lazo, así que era necesario proceder con amabilidad y delicadeza. Tenía que cuidar cada palabra. Si todo salía bien, quizá Lincoln pudiera conservar esa amistad de tantos años.

Lo divisó desde lejos, y solo en ese momento sintió un poco de temor. Sin embargo, cuando estuvo a unos pasos de él, ya se había tranquilizado. No era momento de dudas ni vacilaciones.

- Hola, Clyde.

El chico volteó hacia ella, y se veía más rojo que un jitomate. Linka sonreía ligeramente. Su rostro mostraba una estudiada expresión de tranquilidad.

-H-hola... L-Linka -balbuceó el muchachito.

Linka se dio cuenta inmediatamente de cómo se sentía. Era necesario ayudarlo para que no colapsara. Tenía que darle confianza, y ayudarlo a tomar las riendas de la situación.

- Lincoln me dijo que querías hablar conmigo. ¿Quieres que hablemos aquí, o en otro lugar?

- Oh... Aquí está muy bien. Es solo que yo... No...

El chico comenzó a hiperventilar. Estaba a punto de extraer una bolsa de papel. Linka sonrió, se acercó a él y lo tomó con suavidad por un hombro.

- Tranquilo, Clyde. No hay nada de qué preocuparse. Relájate... respira. No pasa nada, ¿ves? Recuerda que somos amigos.

Clyde la miró a la cara. La sonrisa de la chica era fascinante, pero lo era todavía más su amabilidad. Ninguna chica lo había tratado así en su vida. Ni siquiera Haiku o Penélope.

El muchachito fue controlando su respiración, mientras Linka lo alentaba con sus palabras en todo momento. Poco a poco se fue tranquilizando, y no pasó mucho tiempo antes de que se sintiera relativamente cómodo.

- ¿Ya te sientes mejor? -preguntó ella, sin dejar de sonreír.

- Sí... Creo que ya va pasando, Linka. Muchas gracias.

Pasaron todavía unos segundos antes de que Clyde se sintiera bien como para hablar. El problema era que no se atrevía. Linka lo miraba a los ojos, y eso lo intimidaba por completo.

- Linka... Yo... Yo... -comenzó a decir, y se detuvo.

No podía. ¡Sentía tanto miedo!

¿Y si Linka se enojaba? ¿Y si se burlaba de él? ¿Y si iba, le decía todo a Lincoln, y él también se enojaba?

No sabía si podría soportar aquello. No le agradaba ninguna las posibilidades. ¡Pero diablos, tenía que arriesgarse! ¿Acaso la había hecho ir para nada?

Linka se percató inmediatamente de la situación, y decidió que era momento de ayudarlo. Le colocó ambas manos sobre los hombros, y le hablo en un tono de voz suave; perfectamente modulado.

- Clyde... Veo que tienes miedo, y no hay ningún motivo para eso. Puedes decirme lo que tú quieras. Te aseguro que yo no me molestaré. Solo... decídete y hazlo. No te preocupes por nada.

La chica lo soltó, se apartó un poco, y cruzó las manos detrás de su cuerpo. Una leve sonrisa adornaba su rostro. Clyde la miró, y se sintió más enamorado que nunca. Linka no solo era bella: era la chica más dulce y amable que había conocido.

Tenía que darse valor. Corresponder a la confianza que le estaba dando. Por una vez en su vida, tenía que ser hombre y arriesgarse.

- Linka... -comenzó, y se aclaró la garganta-. Le dije a Lincoln que quería verte porque... Tengo algo que decirte. Que pedirte, en realidad.

La chica lo miró sin cambiar de expresión. Por un momento, tuvo la intención de volver a acercarse a él y tocarlo para darle ánimos. Pero optó por quedarse donde estaba: no era necesario agravar la herida que Clyde estaba a punto de sufrir.

- Claro -dijo ella, sin perder su ligera sonrisa-. Adelante.

Clyde apretó los puños, respiró hondo y habló por fin.

- Linka... Es que... ¿Sabes? Tú me agradas mucho. Desde que te vi por primera vez... Y quisiera saber si...

Hasta allí le alcanzó el valor. Su garganta quedó cerrada. Tuvo que apartar la vista de la chica y sintió tanta presión en su nariz, que se imaginó que la sangre brotaría de un momento a otro.

La niña peliblanca supo que ese era el momento. Tenía que intervenir: era injusto dejarle toda la carga a Clyde. El pobre chico ya había hecho un esfuerzo muy grande, y estaba bien que ella le ayudara un poco a sobrellevar la situación.

- Quieres saber si yo puedo salir contigo, ¿verdad?

Clyde volteó para verla. Ella no había cambiado su expresión. En sus ojos solo se leía algo parecido a la comprensión.... O la lástima.

- Sí.

Linka tomo aire, y Clyde vio el momento en que abrió la boca para hablar. Esperaba que le dijera cualquier cosa. Lo que fuera... excepto lo que dijo finalmente.

- Clyde... ¿Tú sabes qué parentesco tengo con Lincoln?

El chico quedó muy sorprendido con la pregunta. ¡Parecía tan fuera de contexto! Pero así y todo logró responder.

- Son primos, ¿no?

Linka negó con la cabeza.

- No, Clyde. No somos primos. Ni hermanos. No estamos emparentados de ninguna manera.

Clyde sintió como si le hubieran golpeado en la cabeza. Por un momento, creyó que estaba imaginando todo. Las palabras de Linka no tenían ningún sentido.

No supo qué decir, y Linka se aprovechó de eso para continuar.

- Conoces bien a Lisa, ¿verdad? La genio. La hermanita de Lincoln.

El chico tardó un momento en encontrar su voz. Sin embargo, las últimas palabras de Linka comenzaron a encender una luz en su cerebro.

- Sí, claro. Pero ella, ¿Qué...

- Estoy aquí gracias a uno de sus experimentos más exitosos, Clyde. Yo quizá ni siquiera tendría que estar viva. Si lo estoy, es gracias a ella y a Lincoln.

***

A Linka le tomó casi media hora convencer a Clyde de lo que era, del porque estaba allí, y de cuál era la relación exacta que tenía con Lincoln.

Aunque Clyde creía conocer muy bien los alcances y capacidades de Lisa Loud, le fue muy difícil creer que pudiera convencer a Lincoln del estrambótico trato que lo llevó al universo de Linka. De igual manera, apenas pudo creer el salvajismo y la falta humanidad con la que fue tratada por su propia familia. La chica le enseñó sus cicatrices de los brazos y la cara para convencerlo.

- Por eso estoy aquí, Clyde -concluyó la muchacha con los ojos humedecidos-. Lincoln me rescató y me trajo hasta aquí. ¿Comprendes ahora lo que pasa entre nosotros? Supongo que ninguno de los dos nos imaginamos que esto podía pasar. Yo, simplemente... me enamoré de él. Y él de mí. Técnicamente no hacemos nada malo, porque no somos parientes. Nunca debimos conocernos, en realidad. Fue algo que se dio de la manera más rara. El encuentro, el amor... Es algo... Inconcebible, ¿verdad?

Clyde escuchaba sin mirar a la chica, intentando asimilar todo lo que ella decía. ¡Era tan difícil de creer! Pero las pruebas estaban ante él. Conocía a Lisa, sabía de lo que era capaz. Y también sabía lo que podía hacer su amigo cuando era necesario. ¡Era el hombre del plan! Clyde siempre estuvo orgulloso de poder considerar su amigo a alguien como LIncoln, y aunque fuera doloroso para él, también lo estaba ahora. No pudo evitar pensar en lo mal que la estaría pasando la familia de Linka gracias al elaborado plan que su amigo había concebido y ejecutado.

Hubo unos instantes de silencio. Linka revivió todo mientras hablaba, y no pudo evitar que una lágrima corriera por su mejilla. La secó con el dorso de su mano.

- Perdóname, Clyde. Creo que ahora entiendes por qué no puedo salir contigo, ¿verdad? Lincoln lo es todo para mí. Sé que él me quiere, y también te quiere mucho a ti. Nunca imaginó que las cosas pudieran resultar de esta manera. Estoy seguro que nunca pensó que todo esto podría dañarte.

Volvieron a quedarse callados. Con todo y su dolor, Clyde comprendió. ¡Cielos, cómo había luchado su amigo por conseguir el amor de Linka! Era de verdad admirable. Pero había una cosa que no lo dejaba satisfecho. Un último reproche que Clyde tenía para hacerle.

- Pero... ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué no me explicó? Eso sí que no lo entiendo... ¡Se supone que somos amigos, Linka!

La chica lo miró fijamente. Esbozó una media sonrisa.

- Yo te conté todo y te enseñé las pruebas, Clyde. Y aun así, me costó trabajo convencerte.

Clyde suspiró y bajó la cabeza.

- Bueno, yo... ¡Cielos! Creo que tienes razón.

- Lincoln pensó lo mismo. Todos acordamos decir que Lincoln y yo éramos primos. En realidad no te mintió. Solamente, siguió con unos acuerdos que hicimos entre todos, sin medir bien las posibles consecuencias.

El chico asintió y volvió a suspirar.

- Caray... No sé qué decirte, Linka. De verdad me gustas. Incluso, me hiciste olvidar a alguien que ocupó mi miente durante mucho tiempo...

Linka sonrió. Puso una mano sobre el hombro de Clyde.

- Clyde... Eres un chico maravilloso. Un gran amigo y un excelente confidente. Tal vez no esté bien que yo te lo diga, pero... Estoy seguro de que algún día, una buena chica se va a dar cuenta de todo eso. Las niñas de mi edad solemos ser bastante tontas. No sabemos ver, ni valorar. Nos fijamos demasiado en la apariencia, y por eso nos rompen el corazón tantas veces...

Hizo una pequeña pausa. Clyde la miraba con intensidad.

- Quizá tengas que esperar un tiempo. Pero ella llegará a ti, Clyde. Estoy completamente segura. Nunca dejes que estos golpes destrocen tu corazón.

El chico sintió que sus ojos se nublaban. Ninguna mujer había dicho antes cosas tan hermosas de su persona.

- Gracias, Linka -dijo simplemente.

La niña puso las manos sobre sus hombros y, un instante después, se unieron en un cálido abrazo.

***

Linka por fin caminaba al encuentro de su amado. La plática con Clyde había sido intensa y agotadora. Estaba ansiosa por encontrarse con Lincoln, y caminar con él a casa para comentarle todo y descansar un poco. Se lo merecían; el asunto con Clyde estaba arreglado por fin.

Nunca supo de donde salió aquella chica pelirroja. Todavía no localizaba a Lincoln, cuando aquella chica la abordó sin ningún tipo de ceremonia y se puso frente a ella para bloquearle el paso.

- Tú eres Linka, ¿verdad? - le dijo con voz helada.

- Sí -respondió la muchachita, un poco sorprendida por la actitud de aquella chica-. Y tú eres...

Ni siquiera se dignó contestar. Con movimientos lentos y deliberados, extrajo su celular y lo puso frente a los ojos de Linka.

- Mira esto.

Linka observó la imagen, y sintió que el corazón se le caía a los pies. Sus ojos se humedecieron cuando reconoció a Lincoln y a Ronnie Anne, bien abrazados; y compartiendo un apasionado beso.

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