Amigos y rivales


A la mañana siguiente, tras desayunar, Lincoln y Linka se pusieron en camino a la escuela. El chico pensó que era una buena oportunidad para que ella conociera detalladamente las diferencias entre su realidad, y el nuevo universo en el que comenzaba a vivir. Quizá ella tuvo mayor cuidado al conocer a sus vecinos, e iría notando los pequeños cambios mucho mejor de lo que Lincoln lo hizo cuando estuvo en su universo.

Linka estuvo completamente de acuerdo con hacer la caminata. Así que se despidieron y, como tenían tiempo suficiente, dieron un lento recorrido mientras Lincoln le señalaba personas y lugares. Linka no percibió que hubiera diferencias en las construcciones, las calles e incluso los árboles. Pero le sorprendió encontrar a un buena cantidad de gente que, en esa realidad, era del sexo opuesto.

- ¡Quién hubiera pensado que la Sra. Grouse fuera un señor aquí!

- ¿Y se quejaba del ruido a cada rato?

- Peor aún. ¡A veces llamaba a la policía!

- Uff. Seguro que el Sr. Grouse ha tenido ganas de hacer eso más de una vez.

Iban conversando, muy animados y despreocupados. En algún momento, sin darse cuenta, se tomaron de las manos. Casi parecía que estaban de paseo.

Lincoln nunca pensó que pudieran encontrarse a Clyde en el camino. Estaban tan abstraídos, que solo se dieron cuenta de Clyde estaba ahí cuando escucharon un grito a sus espaldas.

- ¡Hey, Lincoln! No he sabido de ti en varios días, amigo. ¿Dónde has...

Cuando vio a Linka, las palabras se le atoraron en la boca. Allí, junto a su amigo, estaba un calco casi idéntico de él. Los diferenciaba la vestimenta, la suavidad de las facciones de la chica, y su cabello largo. Pero por lo demás, no pudo notar mayores diferencias.

Por un momento creyó sentirse mal. Supuso que estaba teniendo un problema visual, o algo por el estilo. Reaccionó hasta que Lincoln puso una mano sobre su hombro, y lo miró con preocupación.

- ¿Qué pasa, Clyde? ¿Te sientes bien?

- Lincoln... -dijo el muchacho, respirando pesadamente -. No sé si estoy bien, pero tú me dirás. ¿Acaso hay alguien junto a ti? ¿Una chica que se te parece mucho, mucho?

- ¡Oh! -exclamó Lincoln, comprendiendo al punto lo que sucedía-. Clyde, te presento a Linka. Mi prima.

- Encantada -dijo la niña, saludando con un movimiento de cabeza.

- Tu... ¿Prima? - repitió Clyde, desconcertado -. ¡Jamás me hablaste de ella, amigo!

Aunque sabía que era de mala educación, Clyde no pudo evitar mirarla detalladamente. Era una versión femenina de Lincoln, pero entre más la veía, más notaba sus diferencias. Esos pequeños detalles que hacen diferentes a los chicos y las chicas.

La niña lo miró con curiosidad, y él tuvo que bajar la mirada. Se sentía apenado. Solamente Lori lo había hecho sentirse así.

Linka se sorprendió bastante, porque miraba a Clyde con toda naturalidad. Quizá le ayudaba el hecho de que Lincoln la preparara tanto para adaptarse a las diferencias de sexo de la gente. No se sintió muy incómoda por el hecho de que su amiga Claire hubiera desaparecido. De alguna manera, Clyde era un desconocido al que veía por primera vez.

- Linka va a vivir en nuestra casa, y va a ir a la escuela con nosotros -dijo Lincoln-. Le presentaremos a todos nuestros amigos.

- ¡Qué bien! -dijo Clyde, mirando a la niña de reojo.

Estaba bastante confundido. Linka se parecía muchísimo a Lincoln. Lo suficiente como para ser su gemela. Pero a la vez, era bien diferente. Su cuerpo, sus expresiones, su piel... Sus labios y sus ojos eran encantadores. Su cabello brillaba, y sin duda era muy suave.

- Ella es bonita -pensó-. Muy bonita...

Súbitamente, se regañó a sí mismo. Era muy raro que le gustara alguien que se parecía tanto a su mejor amigo.

Pero no podía evitar sus emociones. Aquello era tan incómodo...

- Clyde... ¿estás bien? -preguntó Lincoln, pasándole la mano frente a los ojos.

- Sí... Perfectamente, amigo. No te preocupes.

- Pues no te ves bien. ¿verdad Linka?

La niña se encogió de hombros y asintió, sonriendo ligeramente.

- De verdad, Clyde. ¿No necesitas tu inhalador, o tomar alguna medicina? Luces mareado. Como si no estuvieras aquí.

- ¡Qué va, no pasa nada! -dijo el chico moreno, haciendo un gran esfuerzo por ocultar su sonrojo-. No dormí muy bien. Seguro que es eso.

- Hoy debes tratar de descansar mejor, amigo.

- Así lo haré. ¿Y tú, donde estuviste estos dos días amigo?

- ¿Sabes una cosa? ¡Nunca lo creerías!

Lo que Clyde no podía creer, era cómo se sentía. Y no tenía la menor idea de hasta que grado la linda chica peliblanca se metería en su cabeza, y amenazaría una amistad que había cultivado por años.

***

Paige tenía esperanza de ver a Lincoln justo antes de que empezaran las clases.

No tenía muy claro lo que tenía que hacer para llamar su atención: tal vez una mirada casual, una sonrisa; y a la hora del almuerzo, lo invitaría a sentarse con ella. Y le pediría que fuera su pareja para el baile de Sadie Hawkins.

Desde un par de semanas antes, el chico peliblanco le ocupaba cada vez más el pensamiento. Nunca se había fijado demasiado en él, hasta que un buen día, en el los videojuegos, lo vio llegar al último nivel en el juego de baile.

Lo retó a bailar, y para sorpresa suya, Lincoln le ganó. Jugaron varias partidas, y Lincoln le ganó la mayor parte de las veces.

Sin duda que eso atrajo su atención. Y todavía más, por qué tuvieron la oportunidad de platicar un rato u descubrir muchas afinidades, antes de que ella tuviera que regresar a su casa.

Su padre le había dicho alguna vez que el verdadero amor surge de la admiración. Y aunque esa vez no le hizo mucho caso, ahora tenía que darle la razón. Nunca se había fijado en Lincoln antes. Le caía bien, y se lo encontraba con frecuencia en el arcade. Pero nunca sintió una atracción genuina por él. Pero desde que le ganó, era como si de pronto hubiera descubierto todos sus atractivos.

El problema era que otras niñas también lo hicieron, empezando por Stella. La chica nueva en la la escuela.

En los últimos días, Lincoln pasaba bastante tiempo con ella. No era de extrañar, porque era una chica muy bonita. Se les veía contentos, y todo parecía indicar que aquello terminaría en noviazgo.

Pero la última semana, ya no se les vio juntos; y Lincoln andaba un poco triste y solitario. Por lo que Paige sabía, ambos tuvieron alguna clase de malentendido. Y Stella tuvo que faltar a clase por un ataque de escarlatina.

Así que tenía una oportunidad, y se puso muy contenta cuando supo lo que había pasado. Después de todo, no estaba haciendo nada malo. Lincoln era libre de encontrar a otra persona, sobre todo si él no había iniciado la pelea.

Todo el fin de semana estuvo pensando cómo lo abordaría. El lunes estaba lista para hablarle de una vez. Pero Lincoln no acudió a clase.

Aquello era muy raro. Pero se tranquilizó pensando en que, probablemente, Lincoln estaba enfermo. Cuando escuchó el rumor que confirmaba sus sospechas, sintió que había ganado algo de tiempo para pensar bien lo que quería decirle.

Lo malo fue que, conforme transcurría el día, se iba poniendo más y más nerviosa. Y lo estuvo más cuando se dió cuenta de que Lincoln tampoco fue a la escuela el día siguiente.

- Seguramente, Stella lo contagió de la escarlatina -se dijo frustrada.

Pero no. Antes de salir de clases, le llegó el rumor de que Lincoln ya estaba mejor, y que se presentaría el día siguiente. Había llegado el momento de la verdad. Aquel día llegó muy temprano, y se puso a esperarlo cerca del área de casilleros. Por lo menos, quería dirigirle un saludo; y preparar las cosas para que se vieran más tarde en el comedor. Pero sintió que la quijada se le caía hasta el piso cuando vio llegar a Lincoln con Clyde, y una niña peliblanca a la que jamás había visto.

Aquello ya era extrañísimo. ¿Quién era ella? ¿Una gemela pérdida, o algo así?

Se sintió tentada a pensar eso. Pero había algo que no encajaba. Ella se pegaba mucho a Lincoln. Demasiado. No guardaba la distancia que guardaría una prima o una hermana.

¿Acaso...

- No Paige. Contrólate. Debe ser alguna especie de malentendido. Simplemente, se lleva muy bien con ella. Es una pariente próxima y muy querida. Eso es todo.

Pero entonces, ¿Por qué presentía que allí había algo más?

Sin decírselo abiertamente a sí misma, decidió vigilar a aquellos dos muy de cerca.

***

La doctora Lofn Olafsson acomodó levemente su cabello antes de salir del Uber. Pagó la tarifa y una propina para el conductor. No se le escapó la mirada lasciva que este le dirigió, pero no se molestó por ello. Estaba bien acostumbrada.

Desde que se volvió una adulta con responsabilidades, tomó la costumbre de vestir con pantalones holgados y traje sastre. Pero no existía ropa que pudiera ocultar las impresionantes formas de su cuerpo, la belleza de su rostro, y su bien cuidado cabello blanco, casi platino. Al menos, sus lentes disimulaban el detalle más desconcertante y llamativo de su belleza: sus ojos con heterocromía total, que la habían llevado a ser confundida más de una vez con una famosa modelo internacional.

Por fortuna, llegó antes que la inmensa mayoría de los estudiantes, y se dirigió enseguida a la oficina del director Huggins. Perturbó a pocos estudiantes, pero su presencia en el despacho del director fue devastadora. Al buen anciano le costó trabajo atender a la mujer con una actitud reservada y profesional, pero lo logró a fuerza de carácter, y la costumbre de trabajar con tanta gente a lo largo de los años. Ella, por supuesto, se percató de la reacción del hombre; pero permaneció muy comedida y profesional. Lo último que necesitaba era dificultarles las cosas al anciano y a ella misma.

- No, doctora Olafsson. No tenemos ningún caso con las características que me menciona.

- ¿De verdad, director Huggins? No pretendo ofenderlo, señor; pero le suplico que verifique nuevamente sus registros. La Junta Escolar Estatal de Michigan tiene un interés especial en detectar esos casos, y dar todo el apoyo posible para que los estudiantes ingresados a mitad del ciclo se incorporen de manera adecuada y productiva a sus nuevos colegios.

- Lo siento, doctora. Pero...

De pronto, el anciano recordó; y llamó a su secretaria. Le pidió a su invitada que esperara un momento.

- Sí, director Huggins -dijo la secretaria-. Tenemos a la señorita Linka Loud. Los señores Loud solicitaron su incorporación a primeras horas de la tarde de ayer.

- ¡Cierto, qué tonto fui! -dijo el director, pasándose la mano por la cara-. Mil disculpas, doctora. De no ser por su insistencia, yo nunca lo hubiera recordado.

- No se preocupe, director Huggins -dijo ella, con una sonrisilla-. ¿Me permite examinar el caso?

- Por desgracia, ni siquiera hemos visto a la niña -dijo el director, apenado-. Por lo que sabemos, apenas hoy se incorporará a clases.

Lofn examinó el memorándum preparado para oficializar la admisión de Linka, y asintió. Con eso bastaría por ahora.

- Bueno, creo que eso sería todo, director Huggins. Me voy a mantener muy al pendiente de ese caso, y de cualquier otro que se le presente en el futuro. Y espero regresar a hacer observaciones de campo en una semana.

El director suspiró. Si la presencia de la señorita Dimartino había tenido los efectos que tuvo en los estudiantes y profesores, ¿qué sería con esta mujer tan excepcionalmente hermosa?

Se estrecharon la mano. Ella se alejó, y el director no pudo evitar observar el adorable vaivén de sus caderas.

***

Lofn salió en el momento justo. Volteando a su derecha, vio llegar a la pareja más curiosa que había visto en un buen tiempo: Lincoln y Linka Loud.

Los niños conversaban animadamente con un chico de raza negra. Aún a la distancia, era evidente que el niño de color se sentía profundamente atraído por la niña.

Lofn la miró atentamente, apreciando cada detalle del rostro y la figura de la pequeña peliblanca. Luego escrutó al muchachito, y sonrió satisfecha.

La niña le gustó. Se parecía mucho a la primera novia que tuvo, hacía muchos años ya.

Ella tenía que ser Linka Loud. Imposible equivocarse. Los otros niños la miraban sorprendidos y curiosos, justamente como si fuera la primera vez que la veían.

Aparentemente, los niños de cabello blanco eran parientes cercanos. Mellizos, quizá. Sus caras eran muy parecidas. Pero tenían actitudes que no eran nada comunes entre parientes cercanos

Caminaban un poco separados, pero era evidente la intención de ella de acercarse lo más posible. Ponía su mano muy cerca de la de él; y en un momento dado, pareció estar a punto de tomarla. Si no lo hacía, era porque de seguro quería prevenir cualquier tipo de burla.

Pero no solo ella lo hacía. El niño también cerraba el espacio que lo separaba de la chica.

- Cielos. Esos dos son una bomba a punto de estallar -pensó.

Para quien supiera observar, los sentimientos de los niños eran obvios. Ella no se le acercaba porque estuviera asustada o intimidada. Se veía muy tranquila y sonriente. Deseaba el contacto con el chico, porque de verdad quería sentirse lo más cerca posible de él.

Solo era cuestión de un poco de tiempo. De que estuvieran tranquilos, y tuvieran un momento a solas. Y toda esa atracción, todos los sentimientos que existían entre ellos, se convertirían en besos y caricias.

No eran primos en ningún grado. Se parecían demasiado. Allí había algo sumamente raro.

El brazo de la chica tenía moretones. En su cara había vestigios de raspones y pequeñas cicatrices que estaban siendo tratadas con algún tipo de pomada; de esas que regeneran la piel y suavizan las cicatrices. Había sufrido alguna lesión en la pierna derecha, porque claudicaba un poco.

- Maldita sea... Esto apesta a abuso infantil. La niña fue rescatada de algún lugar donde la maltrataban, porque su gemelito no tiene esas raspaduras y cicatrices. Las pocas que él tiene son mucho más viejas...

No eran primos. Difícilmente podrían ser hermanos, porque no sufrían el mismo grado de maltrato. Por fortuna, la niña no iba callada ni parecía demasiado traumada. Estaba superando sus heridas psicológicas, y el niño sin duda tenía mucho que ver en eso

- Pequeño, ¿qué pensarías si supieras exactamente lo que representas para esa niña? Quizá lo sabes. Pero aunque no lo sepas, lo averiguarás muy pronto. ¿Tendrás la entereza para lidiar con la responsabilidad? Pareces fuerte y valiente, pero eres poco más que un niño...

Miró a Lincoln, concentrándose en él por un instante. El niño tenía un aura extraordinaria. Le gustó mucho lo que le hizo sentir con su actitud y su mirada. Era la confirmación de todas sus sospechas.

- De todos modos, necesitarán ayuda en algún momento. Están en una sociedad que no va a entender plenamente su relación.

Los chicos entraron a un salón de clases, y Lofn los perdió de vista. Sonrió ligeramente y tomó su propio camino.

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