》 III 《
" Destino "
Los colores de los días de Kiyoko shimizu tomaron tonos claros y tornasolados con la que pronto fue habitual presencia de Shiori en su vida. A partir de aquella tarde, el sol parecía brillar intensamente sobre sus cabezas, la que antes había sido una casual propuesta de escape, se había convertido prontamente en una promesa del día al día, en la cual al final de su segundo horario de clases y el consiguiente inicio de su tiempo de almuerzo, sus miradas se encontraban casi al instante, y sin mucho que decir más que un saludo, ambos se marchaban hacía su único momento juntos del día.
Sus almuerzos eran una parte del día ansiada constantemente por ambos, hasta la actual fecha ya se cumplirían poco más de dos semanas en las que habían tenido tiempo de conocerse un poco más cada día, en la serenidad del exterior. Junto con los bocados de comida que iban y venían de sus labios, palabras eran intercambiadas entre ambos en una agradable conversación que siempre tomaba un rumbo distinto e impredecible.
Aunque Shiori era el autor del 85% de la extrañamente fluida conversación, Kiyoko disfrutaba ampliamente de poder oírlo hablar de esa manera tan fresca y rebosante de alegría que lo caracterizaba, su personalidad tan extrovertida y de natural simpatía le resultaba muy dulce y agradable, al punto que sin importar cuanto hablara, ella podría jurar que no se cansaba de oírlo y verlo sonreír dulcemente junto a ella.
Para Shiori Tenoh, Kiyoko se estaba convirtiendo rápidamente en la mejor amiga que siempre había anhelado tener.
A pesar de su personalidad un tanto apática, que raramente la hacía decir más de dos oraciones seguidas, el era plenamente consciente de que ella era su oyente incondicional y que disfrutaba del tiempo a su lado tanto como el lo hacía.
Poco a poco, comenzó a observarla de la misma manera que ella lo observaba a él, analizándola detenidamente, escrutando su expresión de reojo y con cautela pero firmemente y sin pausa. Muchos dirían que Kiyoko no era muy expresiva, y no se equivocaban del todo, pero al observarla, él podía jurar que había memorizado cada curva que se formaba en su rostro según lo que el le decía, tanto miradas de absoluta severidad; como las que ponía cuando lo regañaba por querer mantener sus pendientes en su rostro a pesar de la normativa escolar. Como esa minúscula pero existente expresión que ponía cuando disfrutaba de algo; ese momento en el que sus ojos grisáceos brillaban un poco más fuerte, iluminandose con una única y maravillosa luz cruzando su pupila, al tiempo que sus labios se curvavan en una gentil sonrisa casi imperceptible al ojo superficial, pero que para el, eran un acto único de la naturaleza que pasaba con la misma frecuencia que un meteorito y que en consecuente; apreciaba debidamente, como algo irrepetible y maravilloso.
Sin duda aquella relación única que había florecido entre ellos junto con los rosados cerezos que se desarmaban con el finalizar de abril, cayendo de sus delgadas ramas y siendo arrastrados por las tenues y efímeras lluvias de la mañana primaveral.
Y en sus corazones; ambos esperaban que aquel lazo que se fortalecía cada vez más con el pasar de la semanas, perdurara para ver la próxima primavera.
Bajo el repiqueteo de las gotas de la lluvia mañanera. Kiyoko caminó bajo su paraguas, protegiéndose de las cristalinas gotas que resbalaban por el hasta dar con el suelo.
— Y entonces Asahi golpeó la pelota tan fuerte que casi le vuela la cabeza a Ennoshita, ¡Fue increíble! ¡Tendrías que haberlo visto!
A su lado y también protegido con un paraguas, Koushi parloteaba animadamente, aún sabiendo que la muchacha no le estaba prestando mucha atención, tenía sus propias cosas en las que pensar, y aunque el peligris estaba habituado a su silencio, puso mala cara al ser ignorado olímpicamente por ella. Dispuesto a capturar su interés, aventuró.
— ¿Que tal tus almuerzos con rebelde—chan?
Despertando del sueño, está lo observó de reojo sin detener su paso.
— Si te refieres a Tenoh—san, él está bien, ¿por qué preguntas?
— ¡Bueno!, pues por qué parece que el y tú se han hecho muy buenos amigos — Exclamó encogiéndose de hombros, restándole importancia— y como tú mejor amigo me preocupa saber en qué tipo de cosas andas.
Siendo consciente del doble sentido en las palabras aparentemente inocentes de su amigo, esta arqueó una ceja en una mueca que demostraba clara desconfianza.
— No veo por qué te preocuparía.
— Hmm..dejame pensar — cruzándose delante de ella, este puso una falsa expresión de intriga para luego señalar— quizás sea por qué ese tonto está absorbiendo toda la atención de mi mejor amiga y esta ya no tiene tiempo para mi.
Soltando un suspiro de agotamiento, esta dio un paso al costado dispuesta a seguir con su camino, ignorando a Koushi.
— Exageras, Suga—san — sentenció, pero este pronto la alcanzó nuevamente, corriendo para llegar a su lado.
— ¿Ah sí? — Insistió— Dime una sola ocasión en estas tres semanas en la que hayas estado más de cinco minutos conmigo — Sus labios se entreabieron para hablar, pero fue interrumpida— Y el retorno a casa no cuenta.
— Claro que cuenta — defendió, frunciendo ligeramente el ceño.
— ¡No cuenta!, ¡vamos por el mismo camino de todas formas! — sus mejillas hicieron un mohín y se cruzó de brazos, ofendido — Y además, aunque contara, no has dicho más de dos palabras en cada conversación, y parecen las respuestas automáticas de un bot.
Sin mucho más que argumentar en su defensa, esta se mantuvo en silencio, reservándose de la discusión. Luego de varios minutos sin respuesta, este soltó un suspiro antes de continuar.
— ¿Que tiene ese chico que te parece tan interesante, Kiyoko—chan? — Cuestionó más tranquilo. Ella levantó la vista, la pregunta la había tomado por sorpresa, y concretamente, no sabía que contestar, jamás había sido buena para expresarse sobre los demás.
— Es agradable..— explicó vagamente.
— ¿Y? — inquirió el otro, y esta se contrajo sintiendose avergonzada por no poder ser clara con ella misma.
— Me siento cómoda estando con él, es todo. — Sentenció sin más intenciones de proseguir con aquella conversación. Pero claro, Koushi no se rendiría tan fácilmente.
— Ya veo..— murmuró observándola frunciendo el entrecejo — Pues si quieres mi opinión—
— No quiero tu opinión, Suga—san.
— No me cae nada bien — prosiguió, ignorandola olímpicamente — no se, hay algo raro en él que no me gusta para nada, y además, se está robando a mi mejor amiga, eso lo vuelve un enemigo para mi.
— Aveces eres muy infantil — opinó, ya notoriamente harta de la conversación.
— ¿Y el no te parece un tanto extraño? — cuestionó, llevándose una mirada de disgusto de su compañera, quien se rehusó a contestar a tanto prejuicio injustificado.
— Deberías aprender a dejar de juzgar a la gente por su exterior, y ya déjame en paz — zanjó por fin la desagradable conversación. Aquella invisible pero segura advertencia fue captada con éxito por el peligris, quien se mantuvo mudo por un largo rato. Había conseguido fastidiar a la mujer más paciente de la tierra, y no quería empeorarlo más de lo que ya lo había hecho.
Sumidos en un silencio algo incómodo al cruzar la entrada del edificio de Karasuno, ambos entraron al recibidor para cambiarse los zapatos y dejar el paraguas mojado en un costado.
— Pronto cerrarán las inscripciones a los clubes..— murmuró una vez los dos se hallaron caminando hacia el salón, sin recibir siquiera una mirada de su mejor amiga que se encontraba notoriamente incómoda con el, aún sin llevar una pizca de expresión en su rostro — es solo un consejo; pero yo te diría que te apures a apuntarte en algún lugar si no quieres que los profesores te inscriban por su cuenta en algún club aleatorio.
Con su tranquilo paso asomando por la puerta del salón, esta contestó sin siquiera mirarlo.
— Lo tendré en cuenta.
Y sin más, cada uno tomó asiento en su respectivo lugar a la espera de que el profesor titular de matemáticas se dignara a llegar. Koushi conocía perfectamente los límites de Kiyoko, pero esta vez y contra todo pronóstico los había cruzado, fastidiándola por completo y consiguiendo como consecuencia; que esta ni siquiera levantara la vista para mirarlo.
Hastiado por la discusión, este soltó un pesado suspiro mientras la observaba con el ceño fruncido.
》 ¿Qué será lo que vió en ese chico tan extraño que le agrada tanto?..ella no es así..《 pensó, revolviéndose los sesos en busca de una respuesta que obviamente, no consiguió. El jamás había sido de los que juzga por juzgar, Sugawara Koushi era un extrovertido generalmente amigable con el que cualquiera podría charlar tranquilamente y formar una amistad rápidamente, pues su forma de ser divertida y generalmente amable rara vez rechazaba a alguien sin un motivo de por medio.
Pero claro, siempre hay que esperar lo inesperado, y en este caso, aún para la persona que parece más dulce y sociable; siempre puede haber una excepción. Y en este caso, la excepción tenía nombre y apellido, y acababa de entrar por la puerta del salón.
Una vez el profesor se hizo presente, la clase transcurrió con normalidad, llena de murmullos de gente desinteresada en la materia por falta de entendimiento de la misma. La tenue lluvia acompasaba el sonido del golpeteo de los lápices apresurados tomando apuntes desesperados de un atesorado microsegundo de entendimiento entre tanta incertidumbre matemática.
Con el sonar del timbre que indicaba el cambio de hora; la lluvia ya comenzaba a cesar, dando paso a la suave luz del sol que comenzaba a asomar entre las nubes grisáceas que impedían su paso.
La clase de ciencias no fue mejor recibida que la de Matemáticas, el gran número de estudiantes completamente desconcertados ante la información frente a sus narices no hacía más que aumentar, sin duda muchos aún no se habían puesto al corriente en este primer mes de escuela.
Para cuando el almuerzo alcanzó su hora cúspide, una exhalación general inundó el aula. Aún a pesar de que la salida al patio era inútil con la lluvia humedeciendo el césped, los alumnos no tardaron más que unos pocos segundos en deshabilitar el salón, seguramente producto de la pequeña esperanza que les generaba alejarse del lugar fuente de su cansancio y frustración.
Kiyoko observó por la ventana con tristeza, aún a pesar de haber cesado, la lluvia había dejado inutilizable el lugar que tanto Shiori como ella utilizaban para almorzar. Su cabeza reculó aquellos bonitos momentos donde aún se podía apreciar la floración del cerezo en toda su gloria, haciéndola soltar un suspiro de pensar en que pronto tendría que despedirse de aquella belleza rosada que se iría con el final de la primavera.
No podía evitar sentirse frustrada por la actitud tan reacia e injustificadamente prejuiciosa de quien se supone era su mejor amigo, como un milagro hecho únicamente para ella; había conseguido a alguien a quien apreciaba y con quien podía compartir momentos agradables, alguien con quién esa incomodidad e inseguridad que tanto la abrumaba parecía desaparecer casi por completo, dándole lugar a sentimientos muy reconfortantes y emociones nuevas que jamás había sentido.
Lo normal cuando le pasa algo así a una persona que aprecias, es alegrarte por ella, sonreír por verla sonreír y sentir esa contagiosa felicidad que emana cuando todo es un poco menos oscuro.
Entonces ¿por qué?, ¿por qué el no se alegraba por ella?, ¿por qué había sido tan desagradable y tan prejuicioso sin base alguna en la cual apoyarse?
Kiyoko apreciaba a Sugawara mucho más de lo que se apreciaba a si misma, y aunque no lo dijera o lo demostrara, la actitud tan grosera y desagradable que había tenido Koushi para con Shiori, la hería profundamente.
》 Suga..¿qué rayos te pasa este último tiempo? 《 se preguntó en el eco de sus pensamientos que no dejaban de atosigarla, desconectándola completamente de su presente realidad y encerrándola en un interminable bucle de aislamiento creado por sus propias preocupaciones.
— Supongo que hoy no podremos almorzar fuera.
Su cuerpo casi da un salto con la sorpresiva voz que se había colocado a su lado con la cautela de un ninja. Llevándose una mano al pecho, está exhaló pesadamente contemplando a nada menos que su compañero de almuerzos; de cuclillas junto a su asiento, observando en la misma dirección que ella.
— No me asustes así, por favor — pidió en tono suave, recuperando la compostura y retornando a su posición de origen, contemplando la humedad en las ventanas de cristal.
— Pensé que me escucharías — replicó en tono risueño, dedicándole una sonrisa — bueno, en vista de que nuestro lugar de almuerzo no está disponible, deberíamos buscar algo cubierto donde sentarnos, ¿no crees?
— Supongo..— respondió sin mucho interés— ¿alguna sugerencia?
Llevándose una mano al mentón, este puso gesto pensativo por unos cuantos segundos antes de contestar.
— ¿Que te parece la escalera que da a la azotea? — propuso animadamente, al tiempo que se ponía de pie — casi nadie va allí, podría ser una buena opción, al menos hasta que el sol seque el exterior.
Vacilando un momento, esta despegó lentamente la vista del nuboso cielo, desconectando el cable de sus revueltos pensamientos de allí , para luego tomar algo de su mochila y levantarse de su asiento, en señal de partida.
Algo consternado por la actitud tan distante de su amiga, este la observó comenzar a caminar por unos segundos, intentando averiguar qué le sucedía y fracasando en el intento. Incorporándose para seguirle el paso, este la observó caminar con expresión de duda, aún con el natural silencio de su compañera, no fue difícil deducir que algo no andaba bien en ella en esos momentos, pero incapaz de decir algo sin pensar en equivocarse, este se reservó en el silencio.
Una vez ambos cruzaron la puerta que daba a la escalera de la azotea, estos subieron unos cuantos escalones antes de llegar a un pequeño semi—piso anterior a la continuación de la escaleras , donde los finos rayos de luz se filtraban finamente por el cristal de la ventana en la pared, iluminando el lugar donde ambos pronto se posaron.
Con la espalda contra la pared, él acomodó su caja de almuerzo sobre su regazo mientras observaba a la muchacha pelinegra sentarse en uno de los escalones; de espaldas a él. Su profundo silencio era acompañado por la desconocida dirección en su mirada que apuntaba a algún lugar desconocido para él, sin duda algo estaba mal, y para peor, tenía la ligera sospecha de que estaba involucrado aunque sea indirectamente con ello, haciendo que se sienta aún más incómodo en ese lugar.
Fingiendo ignorar el claro malestar de su amiga, este esbozó una media sonrisa al tiempo que desarmaba su almuerzo y se disponía a hablar.
— Sin duda, el exterior es mucho mejor que el interior, el olor de los cerezos y la naturaleza es algo inigualable, y se nota mucho más la diferencia cuando se está dentro de un edificio.
Su mirada se posó nuevamente sobre ella, en esperanza de algún tipo de indicio de simpatía, más ella no mostró un solo ápice de emoción alguna , solo mantenía el bocadillo sin abrir entre sus dedos, tan recta como una estatua y con la mirada perdida, al igual que sus pensamientos, que tomaban un ritmo desconocido para Shiori.
La nube de pensamientos que la abrumaba no le daba tregua alguna, nublando su propio cielo interior e impidiéndole la vista del exterior, aún cuando cerca de ella aguardaba una presencia que la añoraba y se preguntaba por ella, por el origen de aquella frustrada expresión que pintaba su pálido rostro de tonos ocres y deprimentes.
Derrepente y sin darle tiempo a reaccionar, sus amplias manos tomaron su rostro cuidadosamente, levantando su vista forzosamente; encontrándose con nada menos que el cercano rostro de Shiori frente a sus narices.
— El día está bastante nublado como para que te contagies de su melancólico gris..— murmuró, con su aliento rozando la pequeña nariz de Shimizu, quien se mantuvo estática frente al sorpresivo tacto que la abrumaba y acorralaba, el mismo había sido lo único que había podido disipar un poco su nube de pensamientos negativos.
— T—tenoh—san.. — murmuró sintiendo como la sangre se acumulaba en sus mejillas, tiñiendolas de tonos rojizos casi bordó. Su mundo alternativo había sido invadido y disipado por aquella luz presente en el iris de sus ojos verdes oliva, los mismos que no dejaban de observarla con detenimiento, escrutando cada curva presente en la más mínima facción de su rostro.
Su corazón latió con fuerza dentro de su tórax golpeando su pecho con la ferocidad de un clásico tambor japonés, esa mirada tan profunda y de expresión preocupada parecía querer leer lo que sea que pudiera decirle su rostro, a la par que intimidaba y descolocaba a la muchacha que no tenía el suficiente valor para romper la intensa cercanía en la que estaban metidos por el suave tacto de sus delgadas manos en sus mejillas.
Pero para su suerte, fue él mismo quien se alejó suavemente de ella, bajando sus manos y colocandolas sobre sus rodillas con cierta expresión de fracaso acompañada por un pesado suspiro de sus labios.
— ¿Puedes contarme qué es lo que te tiene tan preocupada, Shimizu—chan? — inquirió, recostando su rostro en una de sus manos.
Recuperando el hilo de su presente, esta bajó la mirada, como si el romper de ese ligero momento de ilusión le hiciera caer toda su pesadumbre encima.
— No es nada..solo tuve un pleito con Suga—san — explicó muy por encima y este arqueó una ceja.
— ¿Un pleito? — Su expresión se tornó rápidamente sorprendida— No me digas que se pelearon..
— ¡No,no!, ¡no nos peleamos como crees! — aclaró nerviosamente y este suspiró aliviado — Solo..tuvimos unas diferencias sin resolver en nuestro intercambio de ideas.
Un tanto confundido, este sonrió.
— Es una bonita forma de decir que se pelearon..— opinó, tomando su almuerzo desde un costado y sentándose nuevamente junto a ella— y, ¿se puede saber por qué?
》 Por ti..《 Expresó en sus pensamientos, aunque claro, eso estaba muy lejos de lo que verdaderamente podría decirle.
— Supongo que por qué se preocupa por mí — Concluyó al fin — pero exagera.
— Pocas veces se exagera cuando se está preocupado por alguien más..— opinó, llevándose un bocado a los labios — ¿Y exactamente por qué?
》 Por qué no le gusta que esté contigo..《 contestó nuevamente en los rincones de su cerebro, ladeando la cabeza para quitar ese pensamiento. Si era honesta, eso era lo que debería contestar, y normalmente no tendría problema con ello. Usualmente su subconsciente encargado de generar respuestas automáticas se ocupaba de la totalidad de su socialización, sin contemplar el nivel de frialdad en sus palabras, ni algún significado alternativo como por ejemplo; una indirecta.
Su apático ser solía ser suficiente para ella, y le hacía caso sin dudarlo ni por un segundo, pero por alguna razón y casi radicalmente; su sexto sentido le advertía que no debía hacerle caso en esta ocasión
Por lo que, a falta de una respuesta, otra mucho más autómata le dió una solución a su embrollo momentáneo.
— Por qué no me he unido a un club todavía, y pronto cerrarán las inscripciones.
Era lo primero y más razonable que se le había venido a la mente en ese corto lapso de 2,5 segundos. El la observó con cierto aire de sorpresa, seguramente por que se imaginaba algo mucho más profundo y preocupante que una simple inscripción.
— Oh, bueno..— respondió en un fracasado intento de darle más importancia de la que tenía en verdad — supongo que por que teme que te metan a un lugar donde no quieres estar.
Siendo consciente de su propia mentira, soltó un suspiro.
— Supongo..de todas maneras, da igual, ya no tengo un lugar donde sienta que pertenezco en realidad.
Sus manos acariciaron sus piernas cubiertas con tristeza y su expresión se desarmó, sin duda ese sentimiento de vacío que aún persistía en su corazón producto de algo que amaba y ya no podría hacer, era completamente verdadero.
— Todo ciclo que se cierra, da paso a uno nuevo y mejor..— exclamó con una convincente sonrisa, llamando su atención— solo es una creencia mía, pero confío plenamente en que todo sucede por una razón, por eso dejo que la vida me lleve donde quiera, sin quejarme, solo recibiendo lo que el destino tiene para mi.
Sorprendida ante tal profundidad en sus palabras, esta lo observó boquiabierta, la honestidad en su forma de hablar sin una pizca de falsedad, le generó una gran revelación que quizás, estaba preparada para ella, tal y como el decía, siendo empujada por el destino para oírlas en el momento justo.
Quizás y solo quizás, el tenía razón, y el destino había preparado cada paso que daba para llegar a aquel momento justo, para oír las palabras adecuadas que comenzaran a trazar un nuevo camino en su vida, uno en el que solo podría avanzar, si confiaba honestamente en la suerte bajo sus pies, tal y como el le decía.
Ante aquella posibilidad tan maravillosa, ella sonrió, olvidando por un rato la tormenta que cubría sus pensamientos, entrando en una atmósfera de paz que daba paso a un nuevo cielo más azul.
— Si, tienes razón..— murmuró, para luego observarlo con una dulce sonrisa en sus labios— Gracias, Tenoh—san.
Devolviéndole la sonrisa, este continuó comiendo su almuerzo, mucho más relajado con el retornar del brillo al rostro alegre de su amiga. Imitando su acción, ella desenvolvió su propio bocadillo para comenzar a engullirlo sin más miramientos.
— ¿Sabes?, hablando del tema, yo también tendría que inscribirme a uno pronto, si no quiero terminar de rodillas en la aburrida ceremonia del club de Té — comentó entre risas, jugando con el palillo entre sus dedos.
— ¿Y te interesa alguno? — Preguntó ella, sin dejar de engullir su bocadillo— Podrías ser bueno en deportes.
— Nah, no me interesan mucho los deportes, jamás he sido bueno en ello — aclaró, levantando la vista al cielo — pero si tengo el ojo puesto en el club de música.
Sorprendida, está alejó el bocadillo de sus labios, ahora el tenía toda su atención.
— No sabía que supieras tocar instrumentos.
— No me considero un experto en ello, pero me defiendo — dijo con una sonrisa divertida— a mis padres siempre les apasionó la música, así que era de esperarse que me contagiaran de esa gripe musical.
— ¿Gripe musical? — Cuestionó.
— Así es como yo le digo a su loca y desmedida pasión en lo que respecta al ámbito musical — explicó divertido — en fin, aprendí a tocar guitarra y bajo en un instituto cerca de mi casa, de hecho tengo ambos en mi casa junto a su amplificador y practico de vez en cuando, aunque jamás lo llevé más allá del hobbie.
Impresionada por lo dicho, esta se mantuvo en silencio varios segundos antes de contestar.
— Es impresionante, deberías unirte a ese club.
— No es tan fácil como parece, hay que audicionar para entrar.
— ¿No se supone que la entrada a los clubes es abierta a todo el mundo? — cuestionó con expresión severa.
— Se supone..— repitió haciendo énfasis en ello con cierta decepción— bueno , todo el mundo puede audicionar, de ahí a que quedes dentro es un tema aparte.
— ¿Audicionaras de todas formas? — preguntó luego de un rato de pensar su respuesta.
— Nunca sabré si puedo lograrlo hasta que lo intente.
— Pero podrías no quedar y destrozar tu autoestima — opinó sin un ápice de expresión en su rostro y el se encogió de hombros, como si aquello no le preocupara ni un poco.
— O no — replicó con una sonrisa desafiante.
— ¿Como puedes ser tan confianzudo? — Cuestionó sin pensar, pero tampoco disposición a ceder. Sin dejarse intimidar, este se levantó de su lugar, colocándose de cuclillas justo frente a ella, dedicándole una sonrisa llena de confianza, más sus ojos grisáceos no mostraron un ápice de miedo frente a él.
— ¿Y tú cómo puedes ser tan miedosa? — interrogó entonces— Si te dejas llevar por el miedo toda tu vida, jamás saldrás del lugar en el que estás, y vivirás una vida aburrida sin emociones o retos, quitándole el sentido al propio existir.
Sus labios se entreabrieron para contestar, pero ninguna palabra salió de allí, sepultandolos junto al presente silencio que los rodeaba entonces.
Ella sabía bien que estaba siendo injusta, pero ¿qué podía hacer?, cada palabra que salía de su boca, era otro intento y consecuente fallo por escudar aquel miedo al fracaso que infectaba su corazón.
El temor al fracaso, al vacío que abruma tu interior cuando fallas en eso que intentas con todo tu corazón, poniendo tu Alma y tu pellejo incluso en lo que amas y por lo que te esfuerzas. El miedo a aquella falta de esperanzas que ahueca tu camino, haciendo que tus pies tropiecen con los baches de la decepción, nublando el rumbo y haciendo imposible el continuar, sin importar cuanto lo intentes.
Ese miedo tan único y profundo, tan helado, era una debilidad que no le dejaba intentar otra vez, sin pensar en el dolor que podría azotar su corazón nuevamente.
Un pequeño golpecito en su frente rompió su agobiante esfera de pensamientos, como un pergamino que disipa toda la oscuridad del lugar, dando paso a la luz.
— Temer es normal, Shimizu—chan, no siempre es fácil aceptar cuando algo termina, casi siempre es doloroso ver partir algo que amas, pero créeme, que siempre viene algo mejor luego de la tristeza.
Con una sonrisa en sus labios rosados, este puso una mano sobre su cabeza, revolviendo su cabello con ternura.
— ¿Recuerdas lo que hablamos sobre los ciclos? — Preguntó y ella asintió— recuerda siempre que todo sucede por algo, cada fallo, así como tus aciertos, contribuyen a la experiencia de tu vida, la misma que te guiará en el futuro. No puedes aprender sin errar, sin sentir alguna vez el dolor así como la felicidad, la pérdida así como la renovación, ¿entiendes?
Ensimismada en un mundo nuevo que abría sus alas frente a ella, las palabras de su mejor amigo rebotaron en su cabeza cruzando su mente como un Rayo.
》 ¿Como sabes que es mala idea si no lo intentas?《
Una claridad renovante y fresca acarició cada rincón de su mente, brindándole una paz indescriptible, que la hizo sonreír.
— Ten en mente siempre esto, Kiyoko, la vida es un camino muy largo e impredecible, en el que no puedes caminar sin alguna vez haber tropezado.
Incorporándose y estirando los brazos hacia arriba, este sonrió, tenuemente iluminado por los finos rayos de sol que asomaban entre las nubes justo para ese momento, como algo único que dura solo instante, pero ese instante, puede cambiarte la vida.
— Imagino que eso que amabas hacer, lo era todo para ti, pero quizás, eso solo era un principio en tu vida, un conector que le da paso da paso a algo nuevo que te hará inmensamente feliz, si le das una oportunidad — sentenció, esbozando una sonrisa alegre que coloreó el grisáceo ambiente— Aunque claro, eso solo reside en ti.
Sus palabras rebotaron en su cabeza, volviéndose un recordatorio que quizás necesitaría más adelante. Llevándose una mano al pecho, su labio inferior tembló.
》 ¿Tendré suficiente valor para intentar otra vez..? 《 pensó, sintiendo como su cuerpo temblaba de miedo nuevamente.
— Te propongo una apuesta — Dijo derrepente y esta lo observó con sorpresa, aún con su pulso tiritando.
— ¿Una..apuesta?
— Así es — Confirmó con una sonrisa convincente, alzando su mano frente a él, en señal de juramento — Las audiciones son dentro de dos días, ven a verme tocar para entonces, si logro entrar al club, tu le darás una oportunidad a eso que tanto le temes y admitirás que tengo razón.
Impresionada por la propuesta, esta aventuró.
— ¿Y si fallas?
— Entonces admitiré que tienes razón, y ya no te molestaré con el tema — Explicó, extendiendo su mano hacia ella para que se pusiera de pie — ¿Es un trato?
Ella levantó la vista hacia él, con sus pensamientos tomando muchas direcciones distintas, un viento fresco sopló tras de ella, aún a pesar de que las ventanas estaban cerradas, y ella soltó un suspiro, al tiempo que tomaba su mano y se incorporaba frente a él.
— Es un trato — sentenció, con una pequeña pero existente sonrisa en sus finos labios rojizos. El le dedicó una sonrisa, antes de que el timbre que indicaba el final del receso sonara en sus oídos, haciendo que ambos inicien la silenciosa caminata de retorno a su salón.
Levantando la vista al cielo azul que brillaba tras los cristales del ventanal, ella pensó.
》¿Será que el destino..es real? 《
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