》 II 《

"Agradable"


¿Alguna duda?

Aún con la clara ausencia de entendimiento, el coro de voces agotadas cantó un profundo "No". El timbre que daba inicio al relajante receso acarició sus oídos a la misma velocidad que todos se levantaban para alejarse en distintas direcciones.

Entre los rezagados que no partían con prisa hacia afuera, la muchacha pelinegra guardaba sus cosas con calma, digna de su imperturbable personalidad.

Kiyoko—chan~ — canturreó su amigo peligris tomándola por los hombros amistosamente — Esta vez no te me escapas.

Su expresión no cambió mucho con la sorpresa, estaba acostumbrada a los arrebatos de su mejor amigo, así que se limitó a suspirar y seguir con lo que hacía al tiempo que respondía.

No me escapo, Suga — sentenció — ¿Que necesitas?

Desterrado, este pareció desinflarse al tiempo que la soltaba.

Aveces se me olvida cuán desmotivante puede ser tu frialdad..— masculló algo molesto, para luego recomponerse casi al instante — ¡Escucha! , ¿has considerado lo que te propuse?

Si, pero no estoy segura de que sea una buena idea — replicó sin mirarlo— una mánager debe alentar al equipo, y tener la capacidad para mantenerlo de pie aún cuando está hecho pedazos, debe ser alguien en quien los demás puedan confiar abiertamente.

Sus ojos grisáceos lo observaron de reojo esperando un entendimiento de lo que acababa de decir. Pero este se limitó a arquear una ceja en señal de obviedad.

Tu puedes hacerlo.

Ni siquiera los conozco, es mala idea, Suga.

Negada de rotundo a la idea, se levantó de su sitio observando a los lados; localizando con la mirada a alguien entre la gente.

¿Como sabes que es mala idea si ni siquiera lo has intentado? — insistió, colocándose en medio de su camino con expresión decidida— Hoy comenzaron a anotar a los participantes de cada club, el club de voleyball quizás no sea como el atletismo, pero es una opción para ti y tanto sawamura como azumane y yo estaremos ahí, al menos verás caras conocidas.

Su razonamiento era justificado, y Kiyoko lo sabía, por eso bajó la cabeza ante la razón que llevaba su mejor amigo en cada palabra. Sus manos acariciaron sus piernas heridas y su corazón se contrajo de pensar en lo que ya no podría hacer producto de sus heridas. El dolor de abandonar forzosamente lo que amaba; era una piedra dura de tragar.

Vaya cara me llevas, Shimizu, ¿te encuentras bien?

La intrusiva voz tomó por sorpresa a ambos dándoles un escalofrío desde la lumbar hasta la nuca. Ambos giraron en dirección al dueño de la voz, quien los observaba con una expresión un tanto preocupada.

Tenoh—san.. — balbuceó casi ininteligiblemente, para luego recomponerse— Si, estoy bien.

Me alegro entonces, por la cara que llevabas, pensé que había ocurrido algo malo..— Expresó sinceramente dedicándole una sonrisa amable, para luego girarse en dirección al más alto — Oh, yo te recuerdo, tu fuiste a buscar a Shimizu, ¿No?, debes ser su mejor amigo.

Pero a diferencia de Shiori, el más alto no se mostraba tan agradable y abierto.

Si, lo soy, y también te recuerdo, eres ese chico de pintas rebeldes y callejeras que en verdad no rompe un plato, ¿Correcto? — Replicó escuetamente, alertando a Kiyoko, quien lo pellizcó disimuladamente, sacándole un quejido.

Pues..supongo que si — replicó sin inmutarse ni un pelo por la agresión. Extendiendo su mano hacia el, sonrió nuevamente— Me llamo Shiori Tenoh, es un placer conocerte.

Sin intenciones de tomar su mano ataviada en pulseras y con las uñas cuidadosamente pintadas de negro, este frunció el ceño, llevándose una mirada muy severa de su compañera.

Sugawara Koushi, mejor amigo, segunda madre y novio postizo de Kiyoko, encantado — Escupió al fin con una sonrisa socarrona, llevándose otro pellizco de su compañera, quien ya estaba hartándose de la agresión injustificada del que se suponía era su mejor amigo.

Claro..bueno — Respondió sin mucho entusiasmo. Devolviendo su mano rechazada, este guió su vista hacia Kiyoko— ¿nos vamos ya?, el receso pasa rápido.

Impactada por la propuesta, esta recordó el compromiso aceptado ayer rápidamente, cayéndole un gran peso encima.

Honestamente; lo había olvidado o mejor dicho descartado casi al minuto, pensando en que el chico lo había dicho por puro impulso, y no llegaría como tal a lo pactado, teniendo en cuenta que su compañía no era muy reconfortante y charlatana.

Pero por el contrario de lo que esperaba, el muchacho estaba allí, tal y como había prometido.

¿Lo dices enserio? — Preguntó sin pensarlo y este soltó una risita al tiempo que le mostraba una bolsa plástica donde traía varios bocadillos empaquetados.

Pues claro que si, lo acordamos ayer, ¿No lo recuerdas? — inquirió un tanto extrañado, llamando la atención del más alto que los observaba con una notoria molestia — ¿O acaso te comprometiste con Sugawara—San?

Pero antes de que este se aprovechara de la situación para llevarse a la muchacha, ella extendió su brazo frente a él, en señal de que se quedara quieto.

Claro, permíteme un momento, Tenoh—san — Sentenció para luego tomar su billetera de la mochila y meterla en el bolsillo de su gakuran— Ya podemos irnos.

¡Perfecto! — Exclamó alegremente para luego girarse en dirección al peligris — No te preocupes, luego te la devuelvo.

La vena hinchada en la cien de Sugawara daba a entender la cantidad de improperios que quería sacar por la boca para con él, pero antes de que este pudiera sacar todo lo que tenía atorado para decirle, Shiori se retiró de allí tomando de la muñeca a Kiyoko y partiendo a toda prisa en dirección al pasillo, con ella a cuestas.

¡E—espera, Tenoh—san! ¡Aún no he comprado mi almuerzo!

¡Tranquila, tengo de todo aquí! — Respondió sin detener su caminata. Aún con el paso mucho más lento de la chica detrás de él.

El maratón de escape no se detuvo hasta salir del edificio, allí ambos se detuvieron para recuperar el aliento y emprender una caminata más relajada hasta su lugar de almuerzo.

Lamento hacerte correr tanto otra vez, Shimizu—chan, pero parecería que siempre hay alguien de quien huir en este instituto.

No vi al grupo de chicas cerca — dijo como si analizara la situación y el otro rió.

En esta ocasión, más bien escapé de Sugawara—san — aclaró — no es nada personal, pero creo que no le agrado en absoluto, así que decidí escapar antes de que me crucifique o algo más doloroso.

La expresión un tanto agotada que llevaba pintada en su rostro, convenció a Kiyoko de que hablaba con genuina honestidad. Por lo que soltó un suspiro al tiempo que levantaba la vista al cielo.

Disculpalo, es bastante incoherente aveces. Pero es un buen chico.

Si tu lo dices, te creo. Aunque por seguridad; quizás sea mejor que lo evite para que no se moleste conmigo por respirar el mismo oxígeno que él.

Entre risas, ambos llegaron al lugar de almuerzo que habían tomado el día anterior en una tranquila caminata, reconfortante luego de la corrida.

Sobre la banca, este colocó tanto los alimentos comprados en el instituto, como su propia caja de almuerzo. Extrañada, está le dedicó una mirada de confusión.

¿Por qué compraste tantas cosas si ibas a traer tu propio almuerzo de todas formas? — aventuró.

Para ti, por supuesto — Explicó. Ella arqueó una ceja en busca de más información — Al preparar mi propio almuerzo antes de venir, suelo ahorrar el dinero que mis padres me dejan para comprar algo en la escuela, así que es la primera vez que compro algo allí y como no sabía exactamente que te gustaba; compré un poco de todo.

Sin entender completamente, ella tomó un pan de yakisoba del montón, examinandolo y descubriendo que efectivamente, todo aquello era lo que vendían típicamente en la escuela.

Entiendo, pero no tenías por qué comprar todo esto, es demasiado — Sentenció, quitándole el envoltorio al alimento que había tomado — No te he preguntado antes, pero ¿por qué traes tu propio almuerzo?, creo que necesitas un permiso especial para eso.

Mientras separaba los palillos y los colocaba sobre la caja de madera, este soltó un suspiro al tiempo que le dedicaba una sonrisa amable.

Debes pensar que soy un mañoso con la higiene o algo así...— ella vaciló, dando a entender que si lo sospechaba— bueno, supongo que no te equivocas del todo. Pero no es eso por lo que traigo mi propio almuerzo.

Sin agregar nada y con su sospecha descartada, esta lo observó esperando una explicación.

El hecho es; que soy celíaco, nada más que por eso.

Asombrada, está alejó el bocado que estaba a punto de comer de sus labios lentamente, hasta dejarlo sobre su regazo. El le explicó que hace varios años producto de una internación por la incapacidad de su estómago, le diagnosticaron celiaquía, por lo que el ingerir alimentos comprados era un peligro si estos carecían de los ingredientes aptos para personas con su enfermedad, y una equivocación en lo que comía, podía terminar en otra internación.

Ella lo escuchó con mucha atención, por lo que también descubrió que el si tenía un permiso firmado con antelación para traer su propia caja de almuerzo apto. Usualmente; los lugares de educación Japonesa no permiten que se traiga su propio almuerzo, ya sea por cuestiones higiénicas o por conveniencia de la venta interna escolar, por lo que Shiori había tenido que pasar un proceso largo de papelería entre transferencia de instituto y documentación reglamentada sobre su alimentación.

Fue un completo dolor de cabeza, razón principal por la que entré unos días después del inicio a Karasuno — Sentenció; bebiendo un trago de su botella. Ella hizo un bollito el plástico que antes contenía el dichoso pan de Yakisoba y lo guardó en su bolsillo para luego tirarlo correspondientemente a la basura.

Sin saber bien que decir, ella soltó un suspiro.

Debe ser muy duro llevar una dieta tan específica, te admiro.

No creo que sea admirable, puesto que es consecuencia de una condición, pero si es muy molesto.

Tomando un pequeño paquete del bolsillo de su mochila, este se dispuso a abrir lo que parecía una golosina, llamando la atención de Kiyoko.

Espera, ¿cómo sabes que eso no te hará daño? — interrumpió con una mirada severa, deteniendo los movimientos del más alto, quien le dedicó una sonrisa un tanto traviesa.

¿Estoy desvariando, o de verdad estás preocupándote por mi? — Aventuró, alertando a la chica, a quien un rubor rosado le pintó las mejillas al tiempo que se alejaba rápidamente.

Yo..ehm..— divagó, inconclusa. El rió cubriéndose los labios.

Santo cielo..— murmuró entre risas al tiempo que levantaba la vista hacia ella, concediéndole una sonrisa dulce — eres muy tierna cuando te sonrojas, Shimizu—chan.

Sus labios se entreabrieron al tiempo que su cavidad torácica latía con la fuerza de un tambor. Bajando la vista; avergonzada, está jugó con sus dedos nerviosamente, sin palabra que pudiera salir de sus labios.

Dedicándose a mirarla con sus ojos verdes brillando de ilusión, este sonrió tiernamente, pensando en la dulce sensación de confort que sentía en compañía de aquella serena muchacha que tanto le intrigaba.

Sabiendo que esta no diría nada, este habló nuevamente.

No te preocupes por esto, no me hará daño, aunque quizás se pegue en mis caderas — Bromeó, llamando su atención, aunque su mirada se mantenía observándolo de reojo, por su rubor persistente en sus mejillas — Puedes saber cuando algo es apto o no, observando que tenga este pequeño sello en algún lugar de su empaque. ¿Ves?

Levantando lo que Lucía como un chocolate, este señaló un pequeño símbolo en el borde de la golosina, con el dibujo del trigo, indicando la ausencia de gluten.

Observando cuidadosamente, está se ajustó los lentes levantando por fin la mirada hacia lo que el más alto le enseñaba. Después de la explicación, este partió en dos mitades el chocolate, ofreciéndole una de las mitades. Dudosa, ella negó.

¿No eres fan de lo dulce? — cuestionó, curioso.

No es eso, pero tú no puedes comer otras cosas, sería cruel de mi parte tomarlo.

No te preocupes por ello, me hace muy feliz tener alguien con quien compartir — Sentenció con una dulce sonrisa presente en sus labios rosados. Encantada por el inigualable fulgor de su sonrisa y honestidad, tomó el trozo de chocolate.

Ambos comieron en silencio, observando el cielo azulado imbuidos en sus propios pensamientos. Con el sonar del timbre, ambos se levantaron de allí a regañadientes, pues el retorno a las clases nunca eran bien recibido.

Parece que se acabó la hora de La paz..— murmuró estirando sus brazos hacia arriba— ¡diablos!, el tiempo vuela cuando la estás pasando bien, ¿no crees?

Pero no recibió respuesta alguna, lo que lo hizo mirar al vacío rostro de su amiga, que parecía darle vueltas a algo en su cabeza hace un rato. Incapaz de contener su curiosidad, este aventuró.

Haz estado muy silenciosa..¿en que piensas?

Sorprendida, está se sobresaltó, para ir deteniendo su paso. Percatándose de ello, el se giró sobre sus talones para mirarla.

Siendo sincera..no pensé que vinieras hoy — soltó sin miramientos, confundiendo al muchacho.

¿A qué te refieres?

Ayer solo me propusiste ir contigo para escapar del grupo de chicas que te rodeaba. Por eso creí.. — su silencio cortó sus palabras y ella se mordió el labio nerviosamente.

..que hoy te dejaría plantada? — completó derrepente, acercándose donde ella — Bueno, no puedo culparte por pensar en eso, siendo honesto , al principio solo quería huir de ahí y al ver una cara conocida entre tanta gente que me es indiferente, solo pude pensar en ti para escapar.

Su mirada cayó al suelo, como la de alguien que muy a su pesar, descubre razón en las dolorosas palabras y suposiciones dichas por su propia boca. Pero esta, pronto fue alzada por el dulce tacto de una mano en su mentón, que deseaba admirarla a los ojos tan detenidamente como le fuera posible. Esbozando una honesta y serena sonrisa, continuó.

Pero si elijo tu compañía aún después de ello, es por qué realmente disfruto de estar contigo, Kiyoko. Te equivocas pensando en lo contrario.

El brillo de sus ojos verdes oliva bajo el intenso iluminar del sol sobre sus cabezas , encandiló sus orbes grisáceos, tornando tembloroso el pulso de sus manos cayendo a los costados de su cuerpo. Sus mejillas ardieron pintandose de un color más bien rojizo mientras sus labios se movían torpemente, intentando formular una palabra y fracasando en el intento.

Conmovido por aquella expresión de sorpresa rotunda, este soltó suavemente su rostro al tiempo que una suave risita escapaba de sus labios.

No se que es lo que piensas sobre ti misma para suponer algo así tan fácilmente, pero créeme cuando te digo, que tu presencia es encantadora, al menos en lo que a mí concierne.

Sus manos cubrieron su rostro avergonzado al tiempo que sus labios balbuceaban respuestas ininteligibles para los demás. Dedicándose a observándola sintiendo una profunda ternura por ella, este comenzó a caminar nuevamente con una dulce sonrisa pintada en los labios.

Con el rostro ardiendo y el corazón revuelto en distintas emociones que lo sacudían a ritmo de montaña rusa, esta caminó detrás suya, llevando su distancia en un intento por relajar sus ahora impulsivas emociones. Nunca nadie le había dicho algo semejante, y eso impactaba en su Alma como una nueva sensación que desconocía.

Su personalidad tan gélida como el hielo, tan indiferente y apática como la de una planta que reside junto al cauce del río sin importar si este sudesta o merma, siempre había sido abucheada, recibiendo comentarios como "desagradable" y "aterradora" , invitándola a una hasta entonces, acostumbrada Soledad.

Pero ahora, aquello era diferente, algo era distinto. Aún cuando los que eran sus mejores amigos habían llegado a su vida, alegando sus tardes y haciéndolas un poco menos silenciosas, jamás había experimentado aquel sentimiento que te hace desear soltarte y gritar, ese sentimiento de pertenencia que te hace confiar en que sin importar lo que hagas, siempre serás bienvenida, y tu naturaleza no debe ser temida para bien o para mal.

Una honestidad semejante, había residido en nada menos que Shiori Tenoh, quien le sonreía amablemente y abría su corazón a ella sin temer algún tipo de represalia o vergüenza, diciéndole algo tan simple pero tan especial, algo que aún siendo plenamente consciente de su propia personalidad introvertida y casi apática, siempre anheló escuchar con esa sinceridad y esa simpatía única en el chico que había llegado a su vida en el momento más duro pero quizás, más oportuno de su existencia.

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