Extra IV • Lindos aportes, bonita
Dave
—Hola, hola —susurro apoyando mis brazos de la orilla de la cama. Mónica se ríe poniendo sus manos sobre su pecho—. ¿Hay alguien despierto en casa?
—Dios, eres tan inmaduro —dijo, aún sonriendo, por lo que no me lo tomé en serio.
Doblo las rodillas y termino sentado en el frío suelo de madera de nuestra habitación, con una mano delineo las marcas en la piel de su panza. Mónica insiste en que son feas, yo refuto en que me gustan tanto como sus pecas, sus reflejos blancos, sus ojos y toda su escencia personal.
A fin de cuentas, son marcas generadas por quienes nos han hecho muy feliz, así que no tengo quejas de eso.
—No sé si me estés escuchando —continúo con mis susurros, Mónica empieza a acariciar mi cabello—. Pero me alegra saber que hay alguien más allí adentro, serás muy bien recibido, o recibida.
»Ojalá seas niña, para llevarte a clases de ballet y mirar a la maestra —recibo un golpe en mi nuca que sí duele. Me echo a reír—. Lo esperaba.
—Quieres morir, ¿No? —Mónica me da una mirada que incluye una ceja arqueada.
—No me apetece, gracias —vuelvo a mi charla—: Eh, pequeño o pequeña, que es una broma lo del ballet, nunca podría quitarle la mirada a tu mamá, es única y hermosa, además, a soportado varios años de matrimonio conmigo, y eso no lo hace cualquiera.
—Mucho menos tener dos niños contigo.
—Esa fue la mejor parte —sonrío pensando en Drew y Lya, mis dos pequeños. Luego sonrío aún más porque justo ahora me encontraba hablando con el próximo integrante de la familia Wyle Reynolds.
No es secreto para nadie que he ansiado mucho tener otro bebé, mucho menos lo bastante que le he insistido a mi bonita ponernos manos a la obra con un nuevo hermanito o hermanita para los niños. Costó mucho lograr convencerla, pero cuando sabes sus puntos débiles y, además, tiene mi persistencia, las cosas no se hacen tan complejas.
Bueno... puede que un poco sí si ella es renuente, pero ¡Eh, que lo he conseguido!
Mónica apenas tiene unas pocas semanas de embarazo, por lo que no sabemos que viene en este nuevo paquete, pero lo que sí, es que será tan bien recibido o recibida como sus otros dos hermanos.
—¿Qué crees que sea? —le pregunto a mi bella esposa, apoyando mi cabeza de mi mano que a dejado de delinear sus marcas.
—No lo sé, la verdad, en estas cosas trato de no tener un bando fijo, es bastante impredecible.
—Tienes un punto, pero yo sí elijo, me gustaría que fuera niña —Mónica arquea una ceja—. Y no, no por lo de ballet, bonita, solo... —encojo los hombros—. Una niña no estaría mal.
—Quieres volver a la tienda donde viste las cosas que no pudiste comprarle a Lya, ¿Verdad?
Pero qué predecible me he vuelto.
No, es ella que te conoce estúpidamente bien.
Y como me encanta.
—Vale, puede ser que sí —ella ríe rodando los ojos—. ¡Oye! No te rías, que habían cosas increíbles en esa tienda.
—La verdad es que sí, lastima que ya teníamos muchas cosas para Lya.
—Por eso quiero que sea niña —agrego a su vientre plano—: Papá te puede comprar cosas muy lindas, pequeña.
—Mejor levántate del suelo y entra a la cama, Dave, se hace tarde.
—Vale, señora mandona.
No es que me esté obligando, la verdad, pero prefiero hacerle caso por dos buenas razones: sí se hace tarde y mañana hay que despertar temprano. Tengo un sueño horrible por el día pesado de trabajo.
Voy a mi lado de la cama soltando un bostezo, me quito los lentes y los dejo en su estuche que reposa en la mesita de noche de mi lado de la cama. Cuando puedo echarme, las sábanas y el colchón son una suave caricia que me relaja. Es eso o estoy muy cansado.
Puede que la segunda.
Como sea, solo quiero dormir.
—Estoy agotado —admito con los ojos cerrados.
Mónica se mueve en nuestra cama hasta estar acurrucada a mi lado, lo que me hace sonreír, sigo sin cansarme de que haga esto. Me gusta tenerla a mi lado, poder respirar su aroma, sentirla conmigo. Son cosas que años después, siguen fascinandome.
Y dudo que alguna vez me canse, por muchas maestras de ballet bonitas que tenga Lya.
—Agotado y todo, no le dijiste que no a la fiesta de té de Lya con Drew.
—Bonita, el que esté cansado hasta la médula no significa que le diré que no —se me escapa un bostezo—. Estoy cansado, pero nunca para mis hijos, son mi vida, no me gusta negarme a mi vida.
—Sigues siendo un cursi horrible, Wyle —aquello me hace sonreír, recordando las tantas veces que me lo ha dicho.
—A que amas a este cursi horrible.
Mónica se estira para dejar ese tan clásico y único beso en mi mejilla.
—Como no tienes idea.
Una sonrisa adormilada se forma en mis labios a la vez que siento a Mónica cruzar su brazo sobre mi pecho. Esta posición, esta misma posición me traen tantos recuerdos que hace que no deje de sonreír.
Han pasado años y tenía el mismo amor hacia esa chica de ojos azules verdosos, peculiar mechón blanco, de baja estatura y con una personalidad única. Podía mirarla a los ojos y decirle con total sinceridad «te amo» porque de verdad lo hago y es muy poco probable que lo deje de hacer.
Amaba, amo y amaré todo el tiempo que pueda a Mónica.
—¿Dave? —murmura ella.
—¿Ehm?
—Como los niños están dormidos, ¿Qué te parece si...?
Esa propuesta sonaba bastante interesante y muy tentadora, mi cansancio iba desapareciendo al imaginar de lo que trataba, pero Mónica no pudo completar su pregunta porque la puerta de nuestra habitación se abre, mostrando a un par de niños en pijamas.
Pues muy dormido no están.
—¿Chicos? —Mónica se sienta en la cama, viendo con el entrecejo fruncido a nuestros hijos—. ¿Qué pasa?
Veo como ambos comparten un par de miradas, Drew tiene tomado de la mano a Lya, la pequeña tiene su pelo castaño claro revuelto al igual que su hermano mayor.
Esos niños son dos copias casi exactas de nosotros dos. Tanto parecido incluso asusta un poco, no imagino como será el nuevo bebé.
—No podemos dormir —declara Drew, acercándose con su hermanita—. Hemos tenido otra pesadilla.
—¿Hemos? —repito, viéndolos a ambos—. ¿Plural?
Ambos asienten al mismo tiempo.
No es la primera vez que algo así pasa, ese par de niños en varias ocasiones han tenido pesadillas al mismo tiempo y ambos se han venidos a nuestra habitación para dormir acurrucados con nosotros. Es un poco loco el cómo tienen esa conexión de sueños, o también puede ser que se las planean muy bien para venirse a nuestro cuarto porque Drew le tiene miedo a la oscuridad y Lya odia estar sola.
Capaz y sea eso.
Mónica y yo compartimos una mirada que más que decir «¿Qué quieres hacer?» es más de una de «¿Con quién te quedas tú?». No podemos negarnos a que duerman con nosotros, nos gusta aunque interrumpan ciertos planes. Nos recuerda a cuando Drew era más bebé, y Lya cuando dormía en nuestra habitación.
Drew tiene diez. Lya tiene cuatro. Ambos crecen rápido y, de alguna forma, nos aterra no aprovechar esa infancia que lentamente se va con el tiempo.
—Venga, chicos —digo y ellos no dudan ni un segundo en acercarse.
Tomo a Lya por debajo de los brazos para subirla, cómo es más pequeña le cuesta subir sin ayuda. Drew ya es bastante experto en ello de las tantas veces que vino corriendo hacia nosotros cuando la luz se iba.
Cuando se lo propone, ese niño puede ser incluso más rápido que Flash.
Drew y Lya se acurrucan y abrigan en medio de nosotros, por lo que Mónica termina del otro extremo de la cama con una Lya muy pegada a su costado. Drew en cambio es más solitario, se queda a mi lado, torciendo los labios de un lado a otro, esperando por algo.
Y como ve que no digo nada, su mínima paciencia se va al caño, termina alzando sus ojos azules verdosos hacia mí.
—¿Qué pasa, amigo? —le pregunto, Mónica se ríe.
—¿Cuento para dormir?
Arqueo una ceja a él, recordando lo que me dijo dos noches atrás.
—¿No que «estás muy grande para que te lean cuentos y dormir con un osito de felpa»?
Me trago mi risa cuando Drew pone expresión arrepentida. Sabía que eso pasaría, tarde o temprano.
—Bueno... —juega con sus manos sobre la frazada—. ¿Porfa? —hace esa sonrisa de dientes completos, mostrando la falta de los últimos dos dientes de leche que le faltaban por perder.
Termino suspirando y desordenando su cabellera negra. ¿Cómo resistirme a mi hijo? Imposible.
—Vale, un cuento para dormir —emocionado, se acomoda en su lugar junto a mí, abrigandose y poniéndose más cómodo de lo que seguro ya estaba—. ¿Qué tal un romance?
—Asco —eso nos hace reír a nosotros—. Pero vale.
—Muy bien —con la mano que no utilizo de apoyo para mi cabeza, empiezo a dar caricias a su cabello. Había heredado mi misma debilidad con eso—. Hace mucho tiempo, era un día soleado, con un hermoso cielo azul, un chico iba de misión a buscar un preciado tesoro que era importante para su organización.
»Cuando llegó a su destino, vió una gran tentación, por lo que no resistió y terminó con un el jugo más irresistible de su reino: jugo de fresas —Drew ahoga una risa—. Hey, es el mejor jugo, amigo.
—No lo niego, ¿Qué hizo el héroe?
—Bueno, ese héroe entró al gran palacio en busca de su tesoro importante, iba tan centrado en su maravilla que no notó que venía alguien más, los dos tuvieron un choque que terminó con la delicia del héroe sobre, nada más y nada menos que, la princesa.
Mónica ríe rodando sus ojos, procurando no moverse demasiado para no despertar a la recién dormida Lya. Drew hace una mueca.
—Pero que héroe tan tonto.
—Así es, cielo.
—¿Qué hizo la princesa? ¿Lo mandó a las mazmorras?
—No, la princesa fue piadosa, pero pedía algo a cambio: el mismo tesoro que el héroe iba en su búsqueda, pero para ella, ya que él lo había arruinado con su bebida magica.
—También su atuendo, su humor y su día en general —agrega Mónica.
—Lindos aportes, bonita —ella se ríe nada más—. En fin, que el héroe consiguió lo que la princesa quería y, también, su elemento de organización. Creyó que la aventura sería más fácil, que inocente fue.
»La princesa y el héroe iban de salida del gran palacio cuando se les apareció una... una de las secuaces de la bruja —Mónica cubre su rostro con su mano, meneando también la cabeza—. Una bruja que quería hacerle algo al héroe.
—¿Y qué hicieron el héroe y la princesa? —Drew me mira curioso, ya interesado en la historia.
—Huyeron como un par de cobardes —él sonríe.
—Bueno, fue el héroe que arrastró a la princesa, ella no entendía qué rayos —opina Mónica, acariciando el cabello castaño claro de Lya.
—Repito: lindos aportes, bonita —se me escapa un bostezo—. El caso es que, después de la huída, el héroe invitó a la princesa a una comida especial, solo por haberse reencontrado con una vieja amiga.
—Espera, ¿El héroe ya conocía a la princesa? —pregunta, frunciendo el ceño.
—Desde mucho tiempo atrás, solo que, por cosas de la vida, no volvieron a tratar.
Drew se ríe.
—Eso rimó. ¿Y qué pasó después con la princesa y el héroe?
—Vivieron muchas aventuras juntos, en una de esas incluso se cruzaron a la bruja —Drew abre los ojos sorprendido—, sí, fue un momento crítico dónde el héroe tuvo que esconderse en los mingitorios de... de...
—La caverna del dulce frío —completa Mónica.
—Sí, sí, ahí.
—Pobre héroe.
—Sí, amigo, fue una situación bastante...
—Extraña —vuelve a completar mi bonita, que ahora tiene el ceño fruncido, capaz recordando aquella salida que tuvimos.
—En fin, que el héroe y la princesa vivieron muchas cosas juntos, tantas que, después de un tiempo, el héroe empezó a sentir cosas por la princesa.
—¿Se enamoró de la princesa?
Lo pensé un momento, de primera estancia fue que Mónica me gustó, ya fue con el avanzar del tiempo que pasaba a su lado que realmente me enamoré de ella, pero desde un inicio supe que ese simple gustar pasaría a algo más.
—Después de un tiempo, lo hizo, ¿Cómo no podría enamorarse de la princesa? No solo era preciosa, era una gran persona que convivía con la extraña personalidad del héroe, aceptaba sus gustos poco maduros y siempre le apoyó en todo —Mónica sonríe en mi dirección, sus mejillas con un suave color rosa—. El héroe estaba chalado por la princesa, amigo.
—¿Y ella? ¿Qué sentía ella por el héroe, papá?
—La princesa sentía de todo por el héroe, cielo —responde Mónica, viendo a nuestro hijo—. Ella convivía con su locura y él con su personalidad mucho más rara.
—Antipática sería la palabra correcta.
—Lindos aportes, Wyle —me río por lo bajo—. Para la princesa, el héroe era todo lo que sentía correcto en una relación, algo que no había conocido antes, por lo que para ella, él se convirtió en alguien especial.
—Eso es muy lindo —sonríe Drew—. Sí tuvieron un final feliz, ¿Verdad?
—Claro que sí —respondo—, fueron felices y comieron perdices, hasta que...
—¿Qué?
—Llegó un príncipe que les puso el mundo patas arriba.
Drew se ríe de una forma que me pareció bastante malvada.
—Ese príncipe me cae bien, es como yo. Espera... —él pasa sus ojos azules verdosos de su mamá a mí con la boca tan abierta de la sorpresa. Mónica y yo nos reímos—. ¡Ustedes son el héroe y la princesa! —exclama por lo bajo, procurando no despertar a su hermana—. ¡Y yo soy el príncipe!
Le desordeno más el pelo y a Drew parece no importarle tanto, aún sigue bastante en shock.
—Acertaste. Bienvenido al final feliz dónde todos comemos perdices.
—Guao... —masculla aún incrédulo—. Mamá, ¿Papá sí te llenó de jugo de fresas?
Mónica asintió.
—Así es, y fue más asqueroso de lo que se cuenta.
—¡Papá! —me reclama mi pequeño.
—¡Fue un accidente! No la había visto venir, y ya qué, eso pasó hace mucho tiempo.
—Eres un héroe muy tonto, papá.
—Oh, vaya, gracias, hijo.
Aún cuando escuchó la ironía en mi tono, Drew se ríe para luego arrastrarse a mi lado y darme un rápido abrazo.
—Me gustó la historia —comenta volviendo a su sitio en medio de todos nosotros—. Pero ahora quiero dormir, buenas noches.
Y así, sin más, nuestro hijo se acomoda entre las sábanas de nuestra cama y cierra los ojos para, poco rato después, tener la respiración profunda por haber entrado en su mundo de sueños.
Mónica y yo compartimos una mirada.
—Pues ya sabemos de quién sacó el caer como tronco.
—Oh, cállate, Wyle.
Ella se acomoda con cuidado de no despertar a Lya, quién ya a de estar en el quinto sueño. Antes de que mi bella esposa caiga en el sueño profundo al igual que nuestros hijos, le llamo.
—¿Qué, Dave? —me mira acurrucada junto a Lya.
—Dormilona y antipática, así te amo —y agrego un guiño de ojo al final.
—Idiota Wyle —masculla con una pequeñísima sonrisa—. Yo también te amo, cursi tonto. Ahora duérmete, que hay que despertar temprano mañana.
—Vale, señora mandona.
Me estiro hasta apagar la luz de la lámpara de mi lado de la cama, dejando poca iluminación en la habitación. Con Drew, Lya, Mónica y el futuro bebé, con mi familia, nos vamos a dormir.
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Nota de la autora:
¡Sorpresa, sorpresa, sorpresa!
¡Feliz sábado nueve de septiembre, gente bonita! También feliz 9/9 a los cazadores y presas.
Aquí una actualización sorpresa de estos chicos que tantos me encantan, tenía este extra bien guardado por ahí y me dije «¿Por qué no publicarlo el sábado? Así para volver a la vieja tradición de las actualizaciones aquí», y pues, aquí está.
¿A qué extrañabamos las narraciones de Dave? No me lo nieguen. También este extra por las 15k en vistas y los 2k en votos, ¡muchísimas gracias! Oh, y claro no hay que olvidar: una bienvenida a los nuevos lectores que tienen Mónica y Dave, como siempre digo, espero y lo disfruten, fue hecho con mucho cariño.
Ahora, hablemos del extra. Es muy lindo ver a estos chicos en su mood paternal. Dave... oh, Dave, tú eres el mejor en tu trabajo de ser padre, te amamos, cielo <3.
Ya vimos aquí cómo fue que nombraron a su hija, Lya, ¿Lo habíamos leído por ahí antes? Si te lo cuestionas, pues sí. Se menciona en uno de los últimos capítulos, para que se ubiquen bien, así le llama Mariano a Lilly en una escena del hospital. Creo que a Dave le gustaba mucho ese apodo y quiso ponérselo a su hija.
Yo tengo todo bien fríamente calculado, gente bonita. Nunca me cuestionen nada, siempre desconfíen de mí.
Vale, no, eso no suena bien.
Vemos también que Mónica y Dave esperan su tercer hijo, ¿En serio creyeron que solo tendrían dos? Conocen a Dave, dioses, saben lo malditamente persistente que es ese hombre y lo mucho que ama a los niños.
¿Qué será este nuevo bebé Wyle Reynolds? Se dará a conocer después.
Nos leeremos en mis otras historias, gente bonita <3
Besos y abrazos con relatos, impacto de Drew y embarazo de Mónica
MJ.
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