Especial • Porque eres mi soul sister, y sé que yo soy la tuya

Mónica

—¡Ah! ¡No, no, no! —las risas de su parte son bastante contagiosas—. ¡Ay, ay! ¡Basta, por favor!

Aunque está pidiendo que se detenga, no deja de reírse y retorcerse en su asiento, la niña a su lado lo mira con grandes ojos marrones claros llenos de curiosidad mientras toma de su jugo de manzana de su vasito morado para bebidas.

—¡Basta, basta! ¡Mamá, ayuda! —me mira suplicante con sus ojos azules verdosos y las mejillas rojas por las risas.

—Vale, vale —tomo a la bebé de siete meses que Drew me pasa y la vuelvo a sentar en su asiento designado en medio de sus hermanos.

Veo a mi hijo mayor, su rostro enrojecido y una sonrisa cansada y divertida surca sus labios, el pelo negro lo lleva más desastrosos gracias a los jaloneos de su hermanita y también algunos rasguños bastante débiles en la frente, también a causa de su pequeña hermana.

—Eres un peligro, niña —le dice Drew, señalandola y mirándola con el entrecejo fruncido y un puchero igual al de su padre.

La bebé solo se ríe y aplaude con sus manitas.

Drew imita su acción, aunque luego se acaricia la mejilla derecha.

—Me a agarrado fuerte la mejilla —se queja, sobando el área adolorida de su cara.

Las probabilidades de morir a manos de un bebé son bajas, pero nunca cero. Ten eso en cuenta.

Por favor, que exagerada.

Eh, yo solo digo.

—Pues ya sabes que no debes meterte con la bebé —ríe Dave, centrado en su tarea de conducir.

—¡Pero si solo quería mostrarle la calle! —recalca Drew—. ¡Mikeyla a sido la que empezó a jalonearme el pelo! Bebé malvada.

Otra vez, la bebé se rió.

Sí, a ella no le importa muchos las acusaciones de Drew, siempre se ríe y él más que ofenderse, solo se ríe también.

Lya en su asiento me extiende el vasito de jugo vacío, de entre sus hermanos, ella es más tranquila cuando vamos en auto. La cosa cambia cuando está en el suelo o jugando en el patio.

Debo admitir que hasta a mí me da un poco de miedo su gran emoción.

—¿A dónde nos llevan? —pregunta Drew, metiéndose en medio de nuestros asientos.

—Ya lo verás, casi llegamos —contesta Dave.

—Vale, vale —asiente varias veces, volviendo a recostarse del apoyo de los asientos traseros.

Lo miré unos momentos por el espejo retrovisor, inconscientemente Drew se pasaba la mano derecha por el brazo izquierdo sin parar, una clara señal de que estaba ansioso y necesitaba moverse.

Cuándo nos enteramos de todo, sí me sentí mal de que mi hijo tenga que vivir con ello. No es secreto para nadie que no es algo fácil vivir con algo así, y aunque él se muestre tranquilo, momentos como estos dónde está encerrado y tiene poco movimiento lo vuelve ansioso.

Dave se sintió bastante mal, creía ser el principal culpable de que Drew lo haya heredado cuando en realidad no es así, él no lo sabía y no teníamos forma de saberlo. Nuestro hijo muchas veces nos a calmado más a nosotros de lo que nosotros lo hemos calmado a él.

Sus palabras siempre están llenas de tranquilidad y seguridad en conjunto con su linda sonrisa seguido del mejor abrazo de todos. Sabemos que debería ser al revés, pero hay momentos dónde incluso los padres merecemos un poco de consuelo.

—¿Quieres hacer una parada, Drew? —le pregunto cuando noto que a las caricias de su brazo se a sumado el tic de su pierna.

Él me mira con el entrecejo fruncido, confundido.

—¿Eh?

—Una parada —repito—, ¿Quieres que nos detengamos un momentos? Así caminas y te relajas un poco.

—Oh, no, tranquila, mamá —me regala de mis sonrisas favoritas—. Ya vamos llegado, ¿No, papá?

—Falta poco —anuncia Dave.

—Lo soportaré, tranquila.

Yo no estaba tan segura, y eso debió de reflejarse en mi expresión porque Drew soltó una risita.

—Estaré bien, mamá —aseguró con un tono tranquilo. Miró a su hermanita menor, quién lo observa con sus ojos verdes avellanados—. ¿Qué dices, Miky? ¿Segundo round?

Ella chilla emocionada, extendiendo sus regorditos bracitos a su hermano. Él le sonrió.

—Solo no me jalonees.

Así volvió a sacarla de su asiento para bebé y le fue señalando las calles que pasábamos a través de la ventana. La bebé observa todo, aplaudiendo y riendo por lo que sus ojitos observaban.

Sonreí apoyando la cabeza del respaldo del asiento, mirando a mis tres hijos, mis pequeños. No importa el tiempo que pase, siempre serán mis niños.

La verdad, nunca creí que llegaría a tener tres hijos, lo máximo que me visualizaba era una mascota o una planta. Mucho menos llegué a creer que esos tres niños los tendría con mi amigo de la infancia con el que solía jugar a las atrapadas.

Ahora ese mismo chico es el maravilloso padre de Drew, Lya y Mikeyla Wyle y, sin dudas, el amor de mi vida.

Los niños en los asientos traseros van centrados en sus asuntos, ignorando el hecho de que los estaba mirando. Drew enseñándole las calles a Mikeyla, Mikeyla de seguro tentada de tomarle el pelo y Lya observando el cielo por la ventana.

Describir a mis hijos es algo que podría resultar complicado, para cada uno no hay una palabra en específico. Algo que todos comparten en diferentes términos es desastroso. Cosa que, he de admitir, heredaron de mí.

Bien podrían ser una mezcla mía y de Dave, tanto fisica como personalmente, y aunque Mikeyla tenga ciertos rasgos que no comparte con nosotros, (el color de ojos y también el de pelo) no significa que esa niña no tenga la misma manía de siempre estar sonriendo como su padre.

Estoy segura de que cuando sea mayor será idéntica a Dave en muchos aspectos.

Cambié la mirada a mi esposo a mi lado, Dave tenía una sonrisa ladina por escuchar las ocurrencias de Drew. Sin importar los años que pasen, él seguirá teniendo ese atractivo con el que siempre me está jugando bromas de doble sentido. Muchas cosas de él siguen iguales: su sentido del humor pervertido, su sonrisa y ese tierno puchero del que aún soy incapaz de resistirme.

Secretamente, estaba feliz que esas tres cosas suyas que son de mis favoritas sigan igual que antes. No importa que sea un adulto casado con tres hijos, Dave Wyle siempre tendrá esa personalidad infantil parecida a un cuento, y era una de las cosas de él que más amaba.

Me dió una mirada de soslayo sin perder la sonrisa, alzó una ceja rápidamente.

—Tienes esa mirada.

La famosa «mirada intensa», seguía sin perderla.

—¿Qué pasa por tu cabeza, bonita?

También seguía llamándome así, esperaba que eso tampoco lo dejara de hacer.

—Que estoy feliz de que esas tres pulgas de allá atrás sean mis hijos, y de qué tú seas su padre.

Dave chasquea la lengua y murmura un «aaww», acto seguido tomó mi mano y la llevó a sus labios para dejar un beso delicado.

—Me gusta ver tu lado dulce.

—No te acostumbres, mi lado dulce volverá pronto al lugar oscuro donde siempre está.

Despidió un suspiro y meneó la cabeza con diversión.

—No entiendo cómo te sigo amando.

—Porque soy increíble, tal vez.

Su pequeña sonrisa crece.

—Eres más que eso, eres mi bonita, debe de ser por eso.

Detrás de nosotros, escuchamos como se aclararon la garganta.

—Hum, ¿Papás? Estamos aquí atrás, no se olviden.

Volví a ver a mis hijos, Drew me daba una mirada de «¡Hola! Estoy aquí», Lya era más una carita de confusión y Mikeyla, bueno, ella estaba más interesada en chuparse los dedos.

—Sean románticos en otra parte, con tal de que no estemos ahí —agregó, haciéndonos reír.

Sí, puede que Drew sea apático como yo.

Deja que se enamore, como tú. Ahí ocurrirá ocurrirá cambio.

Todo estaba mejor cuando estabas callada.

Yo opino...

En los momentos adecuados, lo sé. Ahora, ¡shh!

—Por «ser románticos» fueron que llegaron ustedes tres al mundo, niño.

Drew le frunce el ceño, molesto, yo me reí por lo bajo.

—No soy un niño —refuta acomodándose a la bebé en el regazo.

—Tienes once, Drew, claro que eres un niño.

Lya en su asiento se rió, señalandolo en burla.

—¡Niño!

Entonces, empieza la guerrilla. Drew le saca la lengua a Lya, ella le devuelve el gesto. Drew se indigna y le da un manotazo ligero en la mano, ella se indigna también y le da uno más fuerte en el antebrazo, así sucesivamente hasta que terminan dándose manotazos en las manos. Mikeyla nada más se reía y aplaudía.

Dave y yo, por nuestro lado, soltamos suspiros de resignación. Él meneó la cabeza.

—Niños —no le hacen caso—. Hey —aún nada—. ¡Oigan, atención aquí!

Eso los distrae de su absurda pelea, aprovecho el momento para dejar a Mikeyla en su sitio, la veía peligrosamente cerca de las rodillas de Drew, mejor prevenir que lamentar.

—Drew, no le pegues a tu hermana.

—¡Pero ella...!

—Estoy hablando —le interrumpió Dave, abrí los ojos en sorpresa, interesante esto—, y Lya, por favor, tampoco le pegues a tu hermano.

—¡Pero él...!

—Sigo hablando —le interrumpió, Lya se cruza de bracitos y hace un puchero molesta—, comportense como lo que son. Drew, es tu hermana menor, no deberías pelear con ella —todos observamos a Dave, él tiene el ceño un poco fruncido y la vista fija en el camino—, y Lya, linda, mientras no le pegues a tus hermanos, todo bien.

Y así, damas y caballeros, es como Dave Wyle logra acabar con las absurdas peleas que se dan entre esos dos.

Los niños en los asientos traseros se quedaron en silencio, Drew y Lya viendo cruzados de brazos por la ventana y Mikeyla... veía de uno al otro, confundida por el silencio que se había formado, luego vuelve a ver al frente, encontrándose conmigo, se echa una de sus risas de bebé cuando le hago una cara graciosa.

Eso distrae a sus hermanos mayores de su absurdas molestia, logrando que se rían con ella, la paz entre Drew y Lya llega cuando empiezan a jugar con la bebé, llenando así una vez más el auto de sus risas que siempre serán mi sonido favorito.

Sin que se den cuenta, alcanzo mi móvil y les hago una foto, Drew queda capturado haciéndole cosquillas a Mikeyla, quién tiene sus ojitos cerrados y una enorme sonrisa, Lya queda digitalizada con los ojos cerrados y sosteniéndose la panza de la risa.

Ya tenía una nueva fotografía que poner en casa.

¿Otra más? La paredes están llenas de fotos de esos niños.

Oh, vamos, sabes que te gustan.

Vale, sí, son muy tiernos.

Son más que tiernos, son personitas totalmente preciosas que...

Bájale dos al modo de mamá, ¿Si?

Eso era algo inevitable, era una mamá orgullosa de sus tres retoñitos por muy insoportables que sean y por muchos dolores a la hora de parto que me hayan dado. Amaba a mis niños.

Que azucarada te has vuelto, Mónica Ann.

Llevo casada con Dave desde hace un buen tiempo, algo de él se nos tenía que pegar.

Dejo a mis niños divertirse por allá atrás y me vuelvo a acomodar en mi asiento, casi de forma automática Dave deja caer su mano sobre mi muslo. Lo miré, alzando una ceja en plan divertido, él no hace más que regalarme una rápida sonrisa ladina.

—Que osado tú, eh.

Se encoge de hombros, girando hacia la izquierda para ir hacia Arlington street, las calles tan familiares me trajeron bonitos recuerdos de hace muchos años.

—No me vas a hacer nada.

—¿Cómo estás tan seguro?

Esa sonrisa ladina se transforma en una más tierna que incluso hace que sus ojos se hagan más pequeños y las arrugas aparezcan, me da una rápida mirada de soslayo y en ese breve instante sentí que volvíamos a tener diecinueve y veintiun años, que éramos un par de chicos yendo a uno de sus lugares favoritos.

La única diferencia entre antes y ahora era que habíamos crecido, porque sin duda el mismo sentimiento amoroso que surgió en nuestra juventud seguía tan intacto ahora.

—Porque eres mi soul sister, y sé que yo soy la tuya.

Rodé los ojos, sonriendo, puse mi mano sobre la suya, entrelazando nuestros dedos.

¿Cómo es que siguen igual de enamorados que hace años?

Honestamente, no lo sé, pero no quería que eso cambiase.

-

Dave

Sigues tan, pero taaan chalado por ella.

¿Para qué mentir? Es el amor de mi vida.

Cursi.

Lo sé.

No era un cumplido.

También lo sé.

Oh, te odio.

Créeme que eso también lo sé.

Me río por lo bajo de los improperios de mi propia conciencia, ya había aprendido a vivir con ello. Detengo el coche frente al lugar que desde hace un tiempo no visitamos, seguía igual que siempre, haciéndome recordar muchas cosas que pasaron aquí.

La primera cita que lo iniciaría todo.

La fiesta de época donde fue que nos besamos realmente.

Las tardes simples con su compañía y una merienda.

Podría decir que con Mónica tengo muchos momentos especiales, y esos momentos son los que hacen a los lugares importantes. El Thinking Cup tenía buenos momentos, otros estaban en mi viejo apartamento, he de admitir que en el momento que tuvimos que mudarnos cuando Mónica estaba embarazada de Lya fue difícil despedirme de ese lugar. Fue mi casa muchos años, el epicentro de todos mis buenos recuerdos con Mónica, otros más calenturientos, ¡Pero eran recuerdos! Ahí fue donde Drew dijo sus primeras palabras, dió sus primeros pasos, dónde tuve el valor de pedirle matrimonio a mi bonita y donde fue el verdadero inicio de esta particular historia que tuvimos.

Extrañaba todo lo que había pasado ahí, pero en casa tenía nuevos recuerdos formados con mis tres niños.

Tres niños que se bajan del auto festejando que al fin llegamos, Drew despide un suspiro de alivio antes de mirar la cafetería, su ceño se frunce.

—¿El Thinking Cup? —nos mira, aún sin entender—, creí que iríamos a casa del abuelo.

El padre de Mónica, seguía viviendo en la misma casa en Beacon Hill con Sara, su mujer.

—Luego iremos a visitar a los abuelos —dijo Mónica, acomodándose a Mikeyla contra la cadera—, ahora vamos, pasemos.

Drew terminó encogiéndose de hombros y pasando al lugar perseguido por Lya, ella a venido varias veces cuando era mucho más pequeña, por lo que no a de recordar las visitas como su hermano.

Adentro la cafetería seguía casi igual, solo con algunos cambios de decoración y orden. Habían expandido un poco el menú de comidas, agregando cosas para niños más pequeños. Algo que nos venía bien a nosotros con dos niñas de cinco años y seis meses.

—¡Aquí hay espacio libre para mucha gente! —anuncia Lya, señalando una mesa cerca de la ventana.

La misma mesa en la que una vez Saly y yo nos sentamos a hablar con Emily.

A veces me venía la duda de qué fue de su vida, desde aquel día no supe más de ella, Cooper me comentó una vez que se enteró por una de sus amigas que se había mudado a Nueva York porque se le había presentado una gran oferta de trabajo como modista, cuando supe eso me sentí muy feliz por ella. Ya no estaba molesto, me alegraba mucho que estuviera cumpliendo sus sueños y haciendo lo que más le gusta en la vida.

De resto, no supe si se había casado o si había tenido hijos, recordando lo que conocí de ella, lo más probable es que no.

Con Brendan la cosa cambia, él sí se quedó en la ciudad y se graduó de la universidad, solía verlo de vez en cuando en las exposiciones de arte en la galería que trabaja Mónica, igual que mi bonita es uno de los artistas más recurrentes. No somos amigos, pero podíamos saludarnos en la calle y no formar una pelea. La última vez que lo ví, estaba en la compañía de una mujer y una niña de lo que parecía seis años, era una copia exacta de él. También me alegraba de que Brendan después de todo haya tenido un buen final. El tipo se lo merecía.

Con mi familia tomamos asiento, Drew frente a mí, Lya en medio de Mónica y yo y Mikeyla en el regazo de su mamá, tenía los bracitos regordetos extendidos sobre la mesa y soltaba eventuales balbuceos. Aún no decía nada concreto, esperaba que pronto pudiera decir un «mamá» o «papá»

Preferiblemente «papá», ¿No?

Es mi turno, las primeras palabras de Drew y Lya fueron «mamá» al menos con uno me tiene que tocar a mí ser el primero.

Inmaduro.

Esa es otra cosa que también sé.

Una camarera se acerca después a pedir nuestra orden, Drew es el primero en pedir con estusiasmo su comida, le gustaba lo que ofrecían aquí. Yo ayudé a Lya mientras que Mónica pedía por ambos. No me molestaba, esa mujer me conoce tan, pero tan ridículamente bien que sabe lo que voy a querer comer.

Y eso me seguía encantando.

—Esto, esto, esto —Lya señala con su pequeño dedito el platillo que ponía el menú infantil.

—Eso será —la mesera anota nuestras órdenes, luego se retira a la cocina.

Hay un resoplido frente a mí, mis ojos caen en mi hijo mayor que imita la posición de la bebé, vuelve a resoplar.

—Y... ¿Por qué vinimos?

—Tu papá y yo queríamos recordar buenos momentos —Mónica pasea sus ojos por la estancia con una sonrisa.

—Espera, ¿Esto era una cita?

Asentí.

—Sí, Drew.

Parpadeó, sus labios formaron una mueca que arrugaba también su nariz.

—Entonces... ¿Que los obligué a traernos a una cita?

No quería decir que sí, pero sí, fue así. Se supone que ellos se iban a quedar unas horas en casa de Amapola y Cooper mientras que Mónica y yo veníamos aquí un rato, pero en cuanto Drew escuchó la palabra «merienda» prácticamente se trajo a sus hermanas al coche, por lo que no tuvimos más opción que traerlos.

Quizá había heredado lo tragón de mí.

¿Quizá?

Esa mueca que tiene se transforma en una que dice un claro «Uy, lo siento»

—En mi defensa, ustedes a veces salen sin nosotros.

Nosotros solo meneanos la cabeza, riendo. Ah, Drew Wyle, ¿Se nota tanto que eres mi hijo?

Hasta por los poros.

Lya se para en su asiento, ella no es más que una tierna pulguita, así que no molesta ni interrumpe la vista de nadie.

—¡Papi! —y se trepa sobre mí, acostándose sobre mi espalda como si ella fuera un caparazón—. Hola —susurró, apoyando la cabeza en mi hombro derecho.

—Oh, hola, Lya. Cuánto tiempo sin verte.

Mi niña se rió, de esas risas tiernas he infantiles que ojalá duraran toda la vida, rodeó mi cuello con sus bracitos, abrazándome.

Abrazos como estos, como los de Drew cuando lo recojo de la escuela o los intentos de abrazo de Mikeyla son mi parte favorita de la paternidad. Ser padre sigue siendo de las mejores cosas que he hecho y sigo sin encontrar la respuesta de por qué hay hombres que se ausentan en la vida de sus hijos. Yo jamás podría anteponer otras cosas, situaciones o personas por encima de mis niños. Mucho menos abandonarlo, era incapaz de hacerme una idea. ¿Irme a quién sabe dónde y dejar sola a mi bonita con los tres niños a los que yo apoyé a crear? No, jamás, quiero estar ahí, ser parte de ese proceso de crecimiento, de crianza y no perderme ni un segundo de sus vidas.

No solo eres un esposo cursi, también lo eres de papá.

Y no me avergüenzo de nada.

Claro que no...

La mesera vuelve con nuestra comida, dejamos a Drew comer solo porque como buen niño grande de once años ya es capaz de hacerlo, Lya vuelve a su asiento, preparada para que le den su comida. Ella podría hacerlo sola, pero le gusta que una ración de su comida se la demos en plan avioncito.

Y yo encantado de cumplirle el capricho a mi niña, no me importa el resto o lo que los demás piensen.

—Ahí va el avión de puré de papa —hago un recorrido con la cucharilla antes de darle de comer, Lya festejó masticando y luego de un par de vuelos, se sentó a comer sola.

Miré a mi bonita, que también le daba puré a nuestra bebé. Estamos en la etapa de querer adaptarla un poco a la comida más sólida, empezando de a poco.

Me guardo esa imagen mental suya, por muchas veces que la haya visto, sigue siendo preciosa. Vaya, en serio que estoy enamorado de esa mujer.

Dudo mucho que apenas te des cuenta.

Nah', yo lo sé desde hace tiempo, solo me gusta recalcarlo.

Nosotros fuimos los últimos en comer, incluso Drew se nos adelantó pese a que ese niño come muy lento. Aún cuando esto era una cita para nosotros dos, no la pasamos mal con nuestros hijos, los frutos de una larga relación. De no ser porque Mónica no quería pasar un cuarto dolor de parto, nos habríamos puesto manos a la obra para un cuarto bebé Wyle.

¿Tú te quieres volver a mudar o qué?

Hay una habitación extra abajo...

¡Deja de pensar en bebés, Dave!

Hago de lado esa idea, estoy feliz con mis tres hijos, habría querido uno más, pero igual me agradan estas personas. Ya cuando terminamos de comer, estuvimos un rato en la cafetería, contándole a los chicos nuestras viejas experiencias aquí, (sin tantos detalles en algunas) si bien Drew es un reacio como su mamá, escuchó atento y con una sonrisa nuestro relato.

—Que lindo —fue todo lo que dijo al terminar.

No podía esperar más.

Cómo estábamos por la zona, pasamos a visitar al papá de Mónica y su mujer, los chicos estuvieron felices de ver a sus abuelos, les encanta visitarlos porque Sara siempre les da galletas.

Ya entrada la noche fue que volvimos a casa.

Mikeyla estaba dormida en los brazos de Mónica, Lya también había caído hace unos veinte minutos y Drew se durmió en el camino, esos dos últimos los llevo yo en brazos, sufriendo más por el peso de mi hijo mayor que la menor.

Arropé a Lya como pude y luego llevé a Drew a su habitación, igual arropandolo y dejando la luz de noche junto a su cama encendida, él le sigue teniendo miedo a la oscuridad.

—¿Dormidos? —me pregunta Mónica, cambiándose a su pijama.

—Dormidos —afirmo, echándome en la cama, desde aquí tengo una bonita vista de su espalda desnuda—. Que guapa es mi esposa, eh.

Ella se rió, mirándome sobre su hombro.

—¿Qué quieres, Dave?

—Oh, nada... —me arrastro hasta estar sentado como un Yogui detrás de ella, aún no se había puesto la camisa de la pijama, tuve un contacto directo con la piel caliente de su cintura—, solo que me gustas mucho —dejo un beso en su hombro desnudo, ella tuvo un espasmo—, bastante, a decir verdad.

—¿En serio? —afirmé con un sonido de mi garganta, pasando a besar la curva entre su cuello y hombro—. Pues porque me parece que tú también me gustas mucho.

—Oh, ¿En serio?

—Así... es —pasa saliva cuando empiezo a subir mis manos por su estómago.

Aún se pone nerviosa a mi tacto.

—Bueno... ¿Qué hacemos con eso? —inquerí en su oído, sentía mi propio corazón latir acelerado y emocionado.

—Yo digo que —Mónica se da la vuelta, subiendo la piernas a la cama y acercando tanto su rostro al mío que terminé con la espalda pegada al colchón, una sonrisa traviesa aparece en sus labios. Oh, yo conozco ese gesto, y me encanta—, hagamos buen uso de lo que sentimos procurando mantener el silencio.

Volví a afianzar mis manos a su cintura.

—Me gusta ese plan.

Ella me besó, y yo por supuesto le seguí el beso más que complacido.

——————————

Nota de la autora:

¡Hola, hola después de mucho tiempo!

Vaya, que lindo estar aquí, no sabía que extrañaba mucho la narración de mis niños hasta que retomé este especial.

Sí, sé que dije en el extra pasado que ese sería el último, pero tenía esto guardado desde hace un tiempo y es tan lindo que me parece ofensivo que ustedes no lo conozcan.

Nuestros protagonistas con sus tiernos retoños, me encanta.

Se supone que había vuelto aquí porque quería hacer un especial del día de las madres, y escribí algo, pero recordé luego que tenía este guardado, y me pareció más adecuado.

Dato curioso: este se supone que era el extra cinco, pero fue mejor idea escribir el nacimiento de Mikeyla y no lanzar de un golpe repentino cuando ya tiene siete meses.

Así que, aquí está. Ustedes tenían que leer esto.

Pero ahora sí, es un adiós definitivo para estos chicos, claro que los veremos en otras historias como personajes secundarios, no se preocupen.

Ahora, es un adiós para la familia Wyle.

Besos y abrazos especiales

MJ.

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