65 • Todo cobra un nuevo sentido gracias a ti
Último capítulo.
Un año después...
—Pero...
—No quiero quejas.
—Pero, bonita...
Giro a verlo, su ceño fruncido en tristeza y su boca en su puchero tierno que, en esta ocasión, no me hace dudar de mi decisión.
—Sin quejas.
—¡Oh, vamos! —exclama, cruzando los brazos—. ¡Por favor!
—Venga ya, Dave, la mitad de tu closet no lo utilizas y la otra ya ni siquiera te sirve.
—Pero a ti sí, ¿Te he dicho lo mucho que me gusta verte usando algo mío? Porque en serio es una linda vista.
Arqueo una ceja y lo señalo con mi dedo, luego a la vieja sudadera negra que tengo en manos.
—No voy a utilizar esto, Dave, ni loca —hay otra expresión de lamento en su rostro—. Toda esta ropa que no utilizas irá a parar en buenas manos.
—¿Desde acá a cuando nosotros venimos donando ropa?
—Es algo que mamá planificaba todos los años para estas fechas —respondo, yendo a tomar otra de sus viejas prendas sobre la cama—. Recogíamos ropa que ya no utilizabamos o ya no nos servía, cosas de la escuela sin uso, libros, juguetes viejos... Lo llevábamos a un refugio donde mamá siempre fue voluntaria y ya un año de que se fue... no quiero perder esa costumbre.
—Ow, bonita, eso es muy dulce, pero ¡¿Por qué mi ropa?!
Resoplo rodando los ojos, cruzando también los brazos.
—Porque yo ya saqué toda la ropa que no me sirve o no uso, Miguel y mi padre también, incluso Sara y los hermanos Foster, todos ellos se unieron a la tradición —recordé—. ¡Incluida tu familia! —le lanzo la vieja sudadera que atrapa—. Deja de ser tan apegado a ropa que ya no te queda y súmate a una buena causa.
Dave despide un suspiro y mira con aire melancólico la prenda.
—Vale, está bien, pero ¿Es necesario que esta se vaya? ¡Es de los tiempos a los que iba a la preparatoria! Cuántas aventuras vivimos —acaricia la capucha como cuando le da mimos a nuestro cachorro.
—No, dámela.
—Está bien... —accede, volviendo a tirarme la sudadera y continuando con su labor de doblar ropa—. Al menos revisa que no tenga algo escondido por ahí, no vaya a ser que se lleven una sorpresa en el refugio.
Vuelvo a poner los ojos en blanco, que caso de apego tiene él con sus cosas.
Doblo los viejos vaqueros de Dave que tengo en un brazo y los acomodo en la caja de cartón casi vacía, lograr que él deje ese apego con su ropa nos a costado una discusión de casi media hora.
La necedad es algo que nunca podrá salir de su ser, en todo un año esa parte suya no a cambiado.
Y pues pero qué tremendo año llevamos ya.
Es cierto, a lo que llevamos de año, han habido bastantes cambios, en nosotros, en nuestra relación y a nuestro alrededor. Claro, hay cosas que nunca cambiarán, como hemos notado en Dave, pero otras que sí y aunque es un aire diferente, no es desagradable.
Iniciando en nosotros, físicamente Dave seguía siendo el mismo chico de pelo negro desordenado, ojos marrones claros y alto, la gran diferencia ahora es que usa con más frecuencia sus anteojos porque su vista iba decayendo poco a poco al punto de utilizarlos incluso en casa. El punto positivo en eso es que se ve incluso más guapo de lo que ya es y el muy desgraciado lo sabe.
¿Y yo? De alguna u otra forma, desde el año pasado ya no era la misma, me perdí en un vacío por la partida de mi mamá, incluso desde años antes, Mónica Reynolds no era la misma. Sin embargo, supe encontrar cada una de esas parte que en cada año se fueron cayendo y pude reconstruir una nueva yo; sarcástica, arisca, con repelús al contacto humano y ciertamente bastante egoísta, es la nueva Mónica de este año, con un corte de pelo diferente pero sigo siendo yo, y es una de las mejores versiones de mí misma.
Me perdí, pero pude encontrarme otra vez, mejorada, con esa vieja capacidad de socializar y de poder hacer amigos. Seguramente, mamá estaría orgullosa de mí.
No solo nosotros cambiamos, también nuestra relación había tenido ciertas transformaciones.
Desde un principio siempre hubo confianza y eso no se a perdido, confiamos tanto el uno con el otro que ya los malentendidos eran solo eso: malentendidos sin sentido que podíamos resolver dialogando. Dave a voluntad propia seguía siendo mi catador en nuevos postres, y, ¡Eh, que lo he dejado solo dos veces con malestares estomacales! Lo más sorprendente para ambos fue que, sin darnos cuenta, yo pasaba la mayor parte de mis días aquí, tonteando, estudiando, solo viendo una película juntos o... Bueno, pasando un rato diferente en su habitación. Que ya hasta sus vecinos me saludan con familiaridad y no como «la extraña que se vive metida en casa de Dave Wyle», es como si... fuera una inquilina más del edificio.
Fueron sorpresas los involuntarios cambios en nosotros, pero los de afuera fueron mucho más.
A ver, que Amapola y Cooper van perfecto en su relación. Ambos solo tienen ojos para el otro y desde leguas se nota lo ridículamente enamorados que están. En diciembre de hace un año fue la cena en la que se presentaron ambas familias de forma oficial. Según Amapola, fue un poco tenso pero lo que restó de la comida fue un gran alivio para la pareja ver qué sus familias pueden llevar la fiesta en paz.
Estoy empezando a conspirar que las cenas de presentación siempre tienen un inicio incómodo y un final agradable.
Miguel sigue en su gran soltería extrema, claro que él le da un nombre diferente «tiempo para mí y mis cosas» solo porque la chica que le tiene tomada la atención no puede estar con él. Mi hermano no lo admite en voz alta, pero está colgado por Juno, y es una desgracia que no puedan estar juntos.
La verdad, yo aún sigo esperando que ella termine con el idiota de Colin, estoy segura que mi hermano podría darle una relación mejor.
En casa también hubieron unas cosas interesantes: Sara se mudó con papá y su relación está mejor que nunca. Ese cambio en especial nos puso muy contento a todos sus hijos porque, ¡Vamos! Se notaba que querían hacerlo. El trato con los hijos de Sara a mejorado bastante, sigue siendo genial, fresco y divertido. Sienna, Marck y Kalani son gente demasiado guay. Siempre solemos reunirnos cada miércoles en las tardes por nuestras «tardes de hermanos», como las denominó Kalani.
Uno de los mejores cotilleos de todos es de la relación que tiene ahora Kalani con un chico de su edad que es de Hawaii, cada vez que está cerca, Kalani se pone rojita, algo que es muy tierno porque delata lo mucho que le gusta.
Los mellizos siguen igual que mi hermano, solterones que no deberían estar solteros. Marck alega que quiere concentrarse en sus estudios, Sienna que no es momento de una relación, aunque a nadie engaña porque desde aquella reunión con todos nuestros amigos todos hemos visto las miraditas raras que le da a Luke.
Esos dos se traen algo entre manos y mi lado chismoso lo descubrirá tarde o temprano.
Pues sí, tantas cosas cambiaron en un año. Mi familia, nuestros amigos, nosotros, incluso Asia, había tenido una mejoría increíble, con algunos altibajos que pudo superar en compañía de su familia. Y ese amigo suyo: Peyton, el castaño, está teniendo una gran recuperación de su leucemia, tanto que hace solo unas semanas atrás tuvo la cirugía que tanto había esperado para entrar en estado de recuperación. Y por más que no le "agrade" a Dave, su hermanita mantiene una linda relación con él.
Ellos son tan tiernos juntos.
Fueron aires nuevos que en su mayoría nos vinieron bien a todos. Son nuevos pasos que se tienen que dar en cada año y este, nosotros dimos muchos.
—Que linda forma de pasar el tiempo de calidad juntos —oigo decir a Dave, meneo riendo la cabeza—. Siendo obligado por mi novia a regalar mi ropa.
—Deja de quejarte, Wyle —le pido, aún riéndome. Reviso por dentro de la sudadera de Dave a ver si no hay sorpresitas de algún animalito. Las mangas y la capucha estaban limpias, la cosa cambia cuando metí la mano en los bolsillos y atrapé algo plástico.
Saqué mi mano ya con el entrecejo fruncido, en la palma tenía una pequeña cajita plástica. La sacudo cerca de mi oído pero nada suena.
—Oye, Dave, en tu sudadera hay una... —mis palabras se quedan atrapadas en mi garganta cuando, dándome la vuelta, abrí la cajita y dentro me encontré con un reluciente anillo color bronce y con una piedra central morada—. ¿Pero qué...? —alzo la mirada a mi novio, pero lo encuentro arrodillado frente a mí con una sonrisa nerviosa.
El aire en mis pulmones desaparece al instante, el calor sube a mi rostro al igual que mis manos que cubren mi boca.
Por... joder.
—¿Dave? —mi voz sale más aguda de lo normal.
—¿Sí, bonita?
—¿Qué. Está. Pasando? —inquiero, aún con las pulsaciones aceleradas, mi voz aguda, la cara caliente y mis manos congeladas con la cajita plástica.
Dave echa un suspiro y momentáneamente desvía la mirada, aún sonriendo de forma nerviosa.
—Pasa que... este soy yo haciendo caso a lo que dicta mi corazón —responde, alzando la mirada. Sus mejillas cobran ese extraño color rojo que pocas veces le veo—. Por una vez en mi vida, siento que escuchar a mi corazón antes que a mí conciencia está siendo lo correcto. Mónica, eres de las personas más importante en mi vida —una sonrisa se escurre por mis labios porque a mí también me pasa igual—. Te has vuelto parte escencial de mí, una parte que aprecio, respeto y admiro mucho.
Dave sigue de rodillas con su mirada brillando de emoción y nervios, sin dejar esa sonrisa ni que sus mejillas adopten su color natural. Bota el aire, pasando luego su mano por su cabello.
—Eres la mujer más increíble que he tenido el privilegio de conocer, y si eso es solo un privilegio, estar contigo es como estar en el maldito paraíso, bonita. Eres terca, sarcástica, arisca, odias que te abracen pero aún así me dejas a mí hacerlo y no sabes lo complacido que me siento cada vez que puedo abrazarte o tocarte, o cuando aún a regañadientes me das una porción de tu postre —ambos nos reímos—. Eres... todo lo que necesito para ser feliz. Soy estúpidamente feliz a tu lado, Mónica Reynolds.
»Amo estar contigo, verte reír, verte dormir incluso cuando babeas mis almohadas, verte concentrada pintando o cantando tu canción favorita, por eso, más que una aventura, más que un noviazgo juvenil, quiero... quiero una vida contigo, Mónica —mi corazón late más deprisa de lo que ya lo hace, mi estómago cosquillea nervioso—. Quiero que seas tú lo primero que vea al despertar y lo último antes de irme a dormir. Quiero ver todos los días tus ojos azules verdosos, jugar con tu mechón blanco, poder conectar cada una de esas pequeñas pecas que tienes, escuchar tu voz cuando cantas, probar tus nuevos trucos en la repostería aún así si termine enfermo del estómago...
Hay otras risas, en mis ojos se acumulan las lágrimas, Dave toma una profunda respiración y hace esa pregunta que nunca esperé oír y mucho menos que me causaría una gran felicidad:
—Mónica Ann Reynolds, ¿Quisieras darme a mí el honor de poder llamarte «esposa» y soportar mi doble sentido una vida si es posible?
Imposible no reírme, imposible que las lágrimas no corran por mis mejillas, imposible que no ame más a este chico, imposible decirle no.
Empecé a asentir aún dejando salir risas y lágrimas, la mueca de nervios que Dave tenía cambia a una llena de felicidad y entusiasmo, más que nunca, sus ojos brillan de felicidad.
—¿Esto sí podrías decirlo?
—Claro que sí, idiota Wyle, claro que acepto casarme contigo.
Se levanta de un salto del suelo, celebrando. Luego sus brazos me rodean la cintura y me alza del suelo, haciendo que su vieja sudadera caiga. Nos hace girar sobre su eje y antes de poner mis pies otras vez en el piso, me besa de la forma más única de todas, con cariño, con amor, con felicidad y emoción. Le correspondo con las mismas ganas porque me siento igual.
Dave vuelve a ponerme sobre mis pies, pide que le dé la cajita plástica dónde está el anillo y con una gran delicadeza, lo cuela en mi dedo anular de la mano derecha. Sin despegar su mirada de la mía, deja un beso en mis nudillos que ahora tienen un nuevo decorativo.
—Nunca en mi vida me cansaré de decirte cuánto te amo, bonita.
-
Seis meses después...
—Y... estamos listas —oigo los pasos de retroceso de mi mejor amiga y como suspira complacida—. Aún sigues siendo mi mejor trabajo, Moni.
Abro los ojos y la veo de pie frente a mí, su peso apoyado en una pierna, los brazos cruzados y sonrisa satisfecha. Amapola estaba preciosa hoy con ese vestido de falda puckered con una fina tela de seda brillante unos cuantos dedos más arriba de la rodilla, la parte superior no tiene mangas pero así le queda mucho mejor, iba también con unas sandalias altas plateadas que hacen juego con su vestido de dama de honor. Además de su lindo maquillaje decorando su rostro, una corona de pequeñas flores blancas, amarillas, azules y hojas silvestres iba sobre su cabello negro ahora rizado.
—Espera, aún falta algo —se da la vuelta y toma del tocador en esa habitación mi corona de flores, que es un poco más abundante que la de ella. La coloca sobre mi cabeza con cuidado de no arruinar mi peinado—. Ahora sí, estás preciosa, Mónica.
—Gracias a ti, si yo hubiera hecho esto, ahora estaría hecha un asco —admito, levantándome de la silla en la que mi trasero lleva postrado desde hace más de una hora.
Amapola se ríe, siguiéndome al espejo de cuerpo completo.
—Ya lo creo.
Ya de frente solo puedo observar mi reflejo y no creer nada de lo que me está esperando. Siento los nervios manifestandose con ese cosquilleo alrededor de mi estómago, mi corazón late agitado pero también entusiasmado. Es un gran paso en nuestras vidas que ambos estamos dispuestos a dar.
Amapola ladea la cabeza, observando también mi propio reflejo.
—Tenías razón, te va más este que el largo.
Supe que se refería al vestido que llevo puesto. No es voluminoso ni exagerado. La falda de estilo Tulle cae en distintas capaz de tela, desde las más finas hasta la exterior con su bordado de discretas flores blancas por toda la tela de seda. La parte superior es de tirantes atados sobre mis hombros y con la acumulación de las flores bordadas, dando una bonita impresión de cascada. Fue el vestido menos ostentoso y más bonito que había en la tienda y el que más se ajustó a mi estilo y a la temática que tendría nuestra boda.
No iba a ser una gran fiesta, Dave y yo habíamos decidido que sería una celebración con familia y amigos más cercanos. Aunque claro que por insistencia de mi prometido, tuve que elegir un vestido de bodas. Dave tiene una manía de «tener el privilegio de verme caminar hacia él de blanco»
Pensar en el próximo momento dónde esté yendo hacia él con la marcha nupcial de fondo sigue poniendome los pelos de punta de la emoción y nervioso como la primera vez que me hice la idea.
Calma los nervios, solo estás apunto de casarte con el hombre que amas, ¿Por qué habrías de estar nerviosa?
Sí, no tengo ningún motivo para estar nerviosa.
—¿Alguna vez te hiciste la idea de qué estarías viviendo este preciso momento? —pregunta Amapola, girando su cabeza de lado para verme.
—Si soy honesta, creí que moriría como la tía cool solterona y virgen.
Ella se echa a reír meneando la cabeza.
—Yo siempre tuve la confianza de que encontrarías a alguien para ti, Moni. Alguien que te ame y tú lo ames también —encoge los hombros, sonriendo de lado—. Mi instinto no me falló, nunca me falla.
—Vale, que ahora eres vidente.
—No vidente, solo una mejor amiga que supo que esa «falsa relación» terminaría en algo así. El primer día de clases luego de tu pelotazo —hago una mueca involuntaria, aún recordaba ese día—. Fui y hablé con Dave, dijo que todo estaría bien, que lo de ustedes era solo fingir y que no se casarían.
De mi boca sale un sonoro «¡Ja!» seguido de más risas.
—Tengo más motivos para molestarlo ahora.
—Tú no te hagas, que también tenías miedo de «ser el remplazo de Emily» —le doy una mala mirada—. Ustedes dos fueron idiotas, pero supieron arreglárselas y ahora estamos aquí. Estoy feliz por ti, Moni.
Ah, con eso ya no puedo seguir molesta. Amo a mi mejor amiga, es la mejor de todas.
—Gracias, Pola.
Amapola me rodea con sus brazos para darme un fuerte abrazo, uno que le acepté gustosa. Seguía sintiendo esa familiaridad de sus muestras de afecto, iguales a las de nuestra infancia.
—Siempre serás mi mejor amiga, lo sabes, ¿Verdad? —susurra a mi oído sin soltarme.
—Lo sé, Amapola. Tú también serás la mía siempre.
En cuanto nos separamos, sigo viendo la misma sonrisa de una Amapola de siete años.
—Vale, mejor me voy, ya está a punto de iniciar la ceremonia y Miguel lleva veinte minutos esperando entrar.
Amapola se arregla una última vez en el espejo y sale de la habitación, dejándome sola cinco minutos hasta que Miguel aparece, iba con una camisa de vestir manga larga blanca por fuera, un saco negro casual y su mejor sonrisa ladina.
—De seguro mamá estaría dando órdenes a diestra y siniestra allá —comentó lo que nos hace reír. Algo que es muy cierto—. Estoy feliz por ti, Nica. Además, estás hermosa.
—Gracias, Miguel.
—Pero recuerda, eh: que si algo malo pasa o te arrepientes antes de salir, podemos escaparnos y vivir en Las Vegas lo que quede de nuestras vidas.
Suelto una carcajada a la cual Miguel se une después. Ah, que bonitos recuerdos.
—Me gusta la idea —digo, siguiendo el juego—. Pero ¿Por qué Las Vegas?
—No lo sé, recuerda que de niños queríamos ir por sus montones de luces en los edificios.
—Y resultaron ser los casinos para los borrachos y apostadores. Que decepcionante.
—¿Estás nerviosa? —pregunta luego de segundos de silencio.
—Lo normal, ya sabes. Aún así, estoy feliz, emocionada también.
—Se te nota mucho.
—Nunca imaginé que... llegaría este momento de mi vida —admito, viéndolo a los ojos, los suyos del mismo color que los míos están llenos de ese amor fraternal que siempre me a demostrado.
—Sinceramente, yo tampoco lo creí —lo miro mal—. Pero, oye, estamos aquí, estás viviendo esa felicidad. Y eso es lo único que te debe de importar, hermanita: tu felicidad.
No sé si era la acumulación de emociones del momento lo que hizo mi vista acuosa por las lágrimas acumuladas en mis ojos. No debo llorar, Amapola me matará si arruino el maquillaje que tanto le costó hacerme.
—Te amo, Miguel. Eres el mejor hermano de todos, imbécil de vez en cuando, pero el mejor que puedo tener.
Él me sonríe, acercándose para darme un abrazo.
—Yo también te amo muchísimo, Mónica —deja un beso en mi frente—. Por muy egoísta que seas conmigo, no te cambiaría por nada del mundo.
—¿Ni por conocer y tener cada firma de los Red Sox de Boston?
—Uh, eso lo complica un poco —le doy un suave golpe en la costilla—. Es broma, incluso con ese ofrecimiento, no te cambiaría.
Mi hermano no se queda tanto tiempo conmigo por la misma razón que Amapola se fue: ya la ceremonia estaba a punto de empezar y debía de irse a su lugar. Me arreglo un poco la corona de flores y mi cabello mientras espero a papá, cuando terminaba de calzarme otra vez mis tacones bajos, papá entra a la habitación ya con una sonrisa. Especialmente hoy están muy sonrientes.
—Guao, estás... estás hermosa, cariño.
Le devuelvo el gesto, poniéndome de pie.
—Gracias, papá.
—¿Estás lista? Ya es la hora.
Inhalo y exhalo, haciendo mi mayor esfuerzo de mantener a raya mis nervios, funciona muy bien y solo puedo sentir en mi pecho la emoción.
Asentí en su dirección.
—Estoy lista, vamos allá.
-
Algo que siempre tuve claro desde que empezó la planificación de la boda es que quería que fuera al aire libre. Tanto la ceremonia, como el coctel y la fiesta. Iba bien con la tematica de cuento de hadas y medio hippie que habíamos elegido, además de la sencillez. Y, claro, el aire fresco de afuera me ayudaría a calmarme siempre.
Papá y yo vamos caminando por los pasillos del salón de fiestas que dan al atrio dónde decoramos para nuestra pequeña ceremonia de casamiento civil. Él me va hablando de distintas cosas para distraerme y es algo que le agradezco bastante. Antes de cruzar las puertas dobles, él nos detiene y pone sus brazos sobre mis hombros, regalandome una sonrisa cálida y acogedora.
—Mi pequeña —da una caricia a mi mejilla, esa misma me trajo tantos recuerdos de mi niñez—. Estás a punto de casarte con la persona que has elegido para pasar tu vida, estoy feliz de ver lo mucho que has crecido, mi niña —sus ojos verdes se llenan de lágrimas de felicidad—. Siempre tendrás un lugar seguro conmigo, Nica, por muy difícil que esté todo, siempre que necesites un abrazo de tu padre yo estaré gustoso de dártelo.
—¿Puede ser ahora?
El sonríe sorbiendo su nariz.
—Claro que sí, cielo.
Aquel abrazo me recordó a todos los momentos con papá en mi infancia, las tardes en el parque, las noches dónde me contaba un cuento con mamá, los domingos jugando en el patio, las noches tormentosas cuando me escabullía a su habitación por protección de mis padres.
Cada momento fue como una caricia cálida en mi mejilla, emanando aquellos aromas característicos de mi niñez.
—Tu madre no está aquí físicamente, pero en su jardín de paz ella está feliz por ti —dice cuando nos separamos. Limpio sus lágrimas con mis pulgares, evitando las mías parpadeando varias veces.
—Como dijo mamá, «la rueda debe seguir girando, la vida debe seguir su curso y...
—Las sonrisas deben de seguir viniendo» —finalizamos juntos—. ¿Qué tal si entramos allá y dejas descolocado a Dave?
—Me agrada la idea.
Me ofrece su brazo y da dos toques a la puerta cerrada, del otro lado empieza a sonar Married Life en piano, la melodía de Up: Una Aventura En Alturas que Dave luchó como un total terco por ponerla de fondo en mi entrada, las puertas se abren y todos los presentes se ponen de pie, viendo hacia mí.
Loredanna, la hermanita de Damiano que esperaba ansiosa del otro lado de la puerta, recorre el pasillo entre los asientos de los invitados llenandolo de pétalos blancos, llegando hacia el final hace un invisible arco de pétalos que luego caen al suelo, yéndose después con su hermano.
Las demás miradas encima mío no se comparan con la que me dedica él.
Dave estaba hacia el final con la más grande sonrisa de todas, su pelo hecho ese desastre que tanto me gusta y sus mejillas coloradas. No iba de esmoquin, su elección había sido ir de mangas largas blancas con tirantes marrones, sus padrinos de boda, que además de ser Cooper y Henry, tenía un par más que son de los amigos más cercanos de Dave de su facultad, iban con prendas similares, cada uno con un toque distintivo al novio. La caminata por el pasillo se me hace casi eterna, le sonrío a algunos de mis familiares que vinieron, le devuelvo el saludo discretamente a mi prima Diane, que está en la segunda fila de asientos, justo al lado del arreglo de flores jacintos que decoran los inicios de la fila, distingo a sus padres y a un chico que no conozco en lo absoluto.
Al llegar junto a él, papá deja un beso en mi frente.
—Cuídala con tu vida, Dave, es mi niña.
—No dude de eso, señor Reynolds —le responde Dave, sin apartar su mirada de mí.
Los invitados toman asiento y el juez empieza a hablar de los motivos por los que estábamos aquí. Vagamente escucho sus palabras al igual que el cambio de música que pasó a ser el suave sonido de una guitarra acústica. Solo puedo tener mi completa atención en el hombre frente a mí que no para de sonreírme. Hacen las preguntas correspondientes al protocolo del casamiento por civil a las que respondimos afirmando que, evidentemente, estamos dispuestos a casarnos.
Las preguntas eran parte de un protocolo que considero tonto, pero mi conciencia criticona no se centró en eso por los momentos.
Sé que se acerca el momento del intercambio de votos cuando el juez termina la lectura de derechos y obligaciones. Por el mismo camino que recorrí minutos antes se acerca Asia, quién había luchado a capa y espada que quería ser quien nos trajera los anillos, viene sonriente y con una canasta rellena con una almohadilla blanca moteada de flores donde reposan nuestros anillos. Ambos tomamos el par de sortijas de plata que al unirlas formaban un solo corazón.
—Ahora escucharemos el intercambio de votos de los novios —anuncia el juez a toda voz—. Puede iniciar, joven Wyle.
Dave deja ir una respiración entrecortada, sus manos aún sujetando las mías se sienten sudorosas y tiemblan de nervios.
—Creo que no hay otra cosa que te puedo decir más que recalcar que te amo demasiado, cada aspecto, momento y sentimiento que tengo y paso contigo. Eres mi bonita, y no, no quiero ser un imbécil posesivo, porque solo te perteneces a ti, eres mi bonita en un sentido más mío —ríe meneando la cabeza—. No tiene ningún sentido si lo digo en voz alta, pero lo entiendo. «bonita» por lo momentos que pasamos juntos, por las risas, las sonrisas, las bromas he incluso tus clásicos «idiota». No por tu físico, Mónica, o por considerarte mía, porque la verdad, yo soy más de ti que tú lo eres de mí. Va más allá de eso y es algo que mi lengua enredosa y nerviosa no puede explicarte ahora.
»Al final, todo se resume a cuando te miro, porque quiero y espero que siempre vivas en mí. Eres para mí la única y sé que todo pasó por una razón, una bastante extraña —hay risas de fondo con las nuestras, la luz amarillas de las bombillas decorativas sobre nosotros le iluminan el rostro—. Ahora se nos vienen grandes cambios, los cuales siempre estaré dispuesto a pasarlos a tu lado —desliza el anillo en mi dedo anular en la mano izquierda—. El día en que volviste a mi vida no imaginé que terminaríamos así, en que este momento es al que estábamos destinados.
»Esa noche de abril en que me dijiste que sí, te juro que me hiciste la persona más feliz de todo el jodido mundo. Fue una historia bastante extraña la nuestra, pero con dos corazones que latían fuerte el uno por el otro —acaricia mi mejilla y mis lágrimas están a nada de salir—. Bonita, la primera vez que te vi solo fuiste una amiga para mí, y ahora espero no te vayas de mi vida porque si ti, no tendría sentido.
»Todo cobra un nuevo sentido gracias a ti.
Trago saliva y me alzo sobre las puntas de mis pies para abrazarlo, nuestros invitados aplauden de fondo y es hasta ahí que puedo retener mis lágrimas. Las palabras de Dave llegaron profundo y siempre estarán instaladas en mi corazón.
Lo suelto de mi abrazo y limpio mis lágrimas, para mí sorpresa, mis dedos no salen color negro.
—Dudo que pueda decir algo tan lindo como eso —admito, haciéndolos reír a todos—. Te amo muchísimo también, Dave, te llamo «idiota» pero como lo dijiste una vez, se a vuelto mi forma de decirte algo lindo, aunque otros no lo entienden, es algo nuestro como ver película, comer dulces, escuchar música en el coche o solo tontear sin razón.
»Son cosas que forman parte de nosotros y de nuestra relación —tomo la otra sortija de plata, más gruesa que la mía y la deslizo en su dedo—. La vida es un misterio total con jugadas que nadie entiende y que nadie es capaz de predecir, algunas horribles y otras buenas, solo el cielo sabe lo agradecida que estoy de poder estar con alguien como tú, Dave Wyle. Nunca te lo he dicho, pero sí, estás de buen ver —Dave se ríe murmurando un «lo sabía»—. Esto nunca te lo dije, pero gracias por la invitación en ir a comer al Thinking Cup, por insistir en ir a la feria de fin de verano. Y sobretodo, gracias por enseñarme que soy capaz de poder amar a alguien más.
Dave desvía la mirada murmurando un «joder» riendo. El juez nos pasa una pluma con la que en el registro pongo mi firma y Dave la suya, luego nuestros testigos, que son nuestros padrinos y madrinas de boda y finalizamos los papeles manchando nuestros pulgares de tinta azul para dejar nuestras huellas.
Cuando Kalani ya a plasmado su huella, el juez nos sonríe a Dave y a mí y anuncia en voz alta.
—Por las leyes del estado de Massachusetts, ustedes, Mónica Ann Reynolds y Dave Robert Wyle, son oficialmente marido y mujer —hace un gesto a mí—. Puede besar a su esposa, señor Wyle.
Dave no duda ni un segundo y con los aplausos de fondo, nos damos nuestro primer beso oficialmente casados.
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