64 • Soy una Wyle, nada puede conmigo

Mónica

Dos meses después...

Varias palabras pueden definir esos dos meses de nuestras vidas.

Vómitos.

Caídas.

Exámenes médicos.

Dietas.

Ejercicios.

Un par de muletas y silla de ruedas.

Eventuales dolores de cabeza.

Una noticia que dolió.

Luego de aquel día que Asia despertó de su coma inducido, las cosas cambiaron bastante. Sí, ya no había un tumor en su cerebro amenazando su vida, pero lo que ella una vez llamó «cosas cotidianas» tuvo que volver a aprenderlas.

Asia tuvo que ir a fisioterapia para recuperar su movilidad, tuvo que aprender a volver a comer y a respirar por sí sola. Como dije, fueron cosas que le dolieron a su familia y, secretamente, a ella también.

Y no solo se queda ahí.

El mayor temor de los Wyle llegó una mañana en el que Asia se alteró porque no podía oír nada por el oído derecho, llamaron al otorrinolaringólogo, quién confirmó las dudas en el aire.

La cirugía había afectado su nervio acústico, lo que le afectó audición del oído derecho.

Todos tratamos de mostrarnos tranquilos para que ella no se asustara, pero resultaba difícil no ponerse a llorar con ella. Claro, podía oír del lado izquierdo pero no quiere decir que no la va a afectar emocionalmente.

Emocionalmente... también la cosas se complicaron un poco.

Durante inicios del segundo mes, entre las terapias, Asia fue llevada a un psicólogo para hacer otras pruebas de su sistema cognitivo. Para alivio de su familia, la menor de los Wyle no presentó tantas dificultades, el gran cambio fue que se volvió un poco más distraída de lo normal y que algunas cosas las olvidaba en pocos minutos de no leerlas otra vez.

En esa parte, les alivió que el lado «nerd» de Asia no se haya perdido.

Fue a mediados de este mes que la audióloga, una señora que pinta entre los cuarenta y tantos de cabello rubio canoso entró una tarde a la habitación de Asia, que nos tenía de compañía, contándole anécdotas para mantenerla animada. Fue un ambiente algo bipolar si hago memoria, fue triste y emocionante ver qué al fin, luego de pruebas y un gasto excesivo de dinero, Asia podía tener un aparato auditivo para su oído derecho.

Triste por recordar que por una cirugía que le salvó la vida perdió la audición. Feliz porque al menos, podría recuperarla parcialmente.

-No muevas la cabeza, Asia -indica con amabilidad la doctora y ella le hace caso. Con un cuidado sorprendente, coloca tras la oreja de Asia aquel pequeño aparato, colocando cada parte en su lugar debido-. Muy bien, déjame ver... ¿Me escuchas?

Cinco segundos de un extraño silencio de intriga.

-Sí, la escucho -afirma Asia y es casi gracioso que todos saltamos en nuestros lugares de pie o donde estaban sentados.

-Muy bien, Asia -le sonríe la doctora-. Si tienes alguna incomodidad, no dudes en llamarme y te ayudaré hasta que puedas aprender -ella asiente-. Recuerda tener cuidado y...

-Guardarlo en su estuche cuando sea necesario -completa-. Lo tengo, doc, muchas gracias.

-No lo olvides, llámame a cualquier inconveniente.

Se despide de Asia y del resto que estábamos con ella. Lo que quedó de ese día fue de Cooper molestando a Asia solo para hacerla reír, bromas de Henry diciendo que «es rosita» el estuche plástico que se sujeta a la parte trasera de la oreja de su hermana. Eran bromas inocentes con el único propósito de hacerla reír y sentirse cómoda con el nuevo aparato con el que le tocaría vivir.

Luego de ese día, un poco de tranquilidad llegó.

No había que hacer pruebas médicas tan seguidas, en la fisioterapia la menor de los Wyle se esforzaba al cien, seguía su dieta y la radioterapia ya no le causaba tantos vomitos como en un inicio.

Ella aún sigue recluida en el hospital para hacer un seguimiento hasta que le den el alta, en un inicio se veía un poco disgustada pero ahora en mis visitas de cada tarde luego de la universidad, noto a Asia un poco más como la antigua chica de hace unos meses.

Fueron situaciones difíciles las que pasó, pero que aprendió de ellas para tener una nueva versión de sí misma.

-Estoy orgullosa de ti, Asy -le dije una tarde en que le hacía compañía.

Ella me sonríe comiendo de su pudín de chocolate.

-Soy una Wyle, nada puede conmigo.

Aquel comentario nos había hecho reír, solo que, en el fondo, es algo tan cierto.

Hablamos de mucho aquella tarde, pero más de ese chico que también está recluido en el hospital que Asia conoció en el área de recreación. Me lleva comentando desde hace varios días del chico, sin embargo, esta conversación fue más profunda porque después de un tiempo, aquel desconocido logró dirigirle más de una sola palabra.

Por lo que me comentó, el chico se llama Peyton y que está internado por leucemia desde hace casi un año, que las mejorías que tiene son muy pocas y que casi siempre está en estado débil. Entre tantas insistencias por parte de Asia, había logrado poder sacarle palabras al chico y, así, hacerlo su amigo.

Me alegra saber que ese lado insistente de Asia no se había perdido tampoco.

Toda la situación de ellos es linda a su manera. Aún en un lugar donde hay despedidas tristes, otras pacíficas y unas dónde no todo se dijo, el hospital es un sitio donde se van personas y también al que llega una nueva. Dónde unas sanan y también el lugar donde puede nacer un nueva amistad.

Eso lo confirmo una tarde en la que acompañé a Asia al patio ya que quería tomar aire fresco y caminar un poco. En una de las bancas bajo uno de los grandes árboles del jardín, su boca cubierta con un tapabocas y abrigado, estaba aquel chico que tanto me había hablado.

Peyton tiene pinta de tener dieciséis años, aunque a lo que el tapabocas dejaba ver, tiene un rostro ligeramente infantil, sus ojos son de un bonito color marrón chocolate y su cabello castaño de la misma tonalidad está cubierto por un gorro de lana negro. Veo de soslayo como Asia sonríe y va andando torpemente en las muletas hacia el chico castaño.

-¡Peyton! -saluda con su ánimo característico.

Él pasa de ver a los ancianos jugando ajedrez a unos metros de distancia a la chica a mi lado. Bajo sus ojos veo arrugas formarse, delatando quizá que había sonreído.

-Hey, Coco.

No entendí el motivo del extraño apodo, pero sé que no fue eso lo que dejó pasmada varios segundos a Asia.

-¿Asia? -la llamo, confundida.

-Me has... devuelto el saludo -masculla, mirando a Peyton-, y estás sonriendo.

-Oye, no me tildes de amargado.

-Lo eres -frunce el ceño-. Nunca me devuelves el saludo, mayormente solo gruñes en respuesta.

Peyton se aclara la garganta con fuerza.

-Vale, gracias, Coco, que linda primera impresión -lo veo rodar los ojos.

-Oh -ella parece notar su metida de pata-. ¿Perdón, gruñón?

-Lo sigues arruinado.

Ella ríe nerviosa y me ve a mí, que solo encojo los hombros.

-A ella no le importa, por lo que... Monik, él es Peyton, el chico del que te hablé -sí, Asia no tiene pena de decir esas cosas, los ojos de Peyton se vuelven curiosos a ella-. Gruñón, ella es Mónica, la novia de mi hermano.

-Es un gusto, te tomaría de la mano si pudiera hacerlo.

-Está bien, tranquilo, también es un gusto, Peyton, Asia me ha dicho cosas lindas de ti.

-¿Si? -cuestiona impactado.

-¿Por qué tanta sorpresa? -frunce el ceño Asia-. Eres amargado, pero me caes bien, tonto.

-Eh, ahm, vaya -es todo lo que dice él.

-Creo que los dejaré hablar un rato -anuncio y no sé si son ideas mías o Asia perdió un poco el color de su rostro.

-¿Segura?

-Sí, segura -afirmo y sé que me he ganado su instantáneo odio-. Estaré por allá.

Me senté en una de las bancas alejada unos cuantos metros de ellos, los suficientes para no poder escuchar su conversación. Podía ver cómo Asia hablaba y hablaba y Peyton solo asentía o aportaba poco a la conversación, aunque parece ser un chico callado o, como a dicho Asia, «amargado» se nota que se llevan bien, que hay una bonita amistad entre un par de chicos que están pasando una delicada situación de salud.

Tiempo después una enfermera se acerca a ellos, interrumpiendo la charla del par de adolescentes, informa algo a lo que Peyton y Asia asienten, hay gestos de despedida y luego el chico castaño se va con la ayuda de la enfermera.

Asia viene a dónde estoy sentada.

-¿Todo bien?

-Sí, tranquila, es solo que ya a Peyton se le terminó su hora de estar afuera y debía de tomar su medicamento de la tarde. Se tiene que andar con cuidado con la medicina que toma.

-Pobre chico.

-Sí... -ella suspira-. Todos los días deben de administrarle algún medicamento. Aunque no me lo dice directamente, sé que es fuerte para él y que lo deja muy cansado y casi dormido al instante. Es todo muy difícil para él y su familia.

-¿Tiene hermanos?

-Sí, es el mayor de los tres. Tiene uno de doce que se llama Nathaniel y una de seis, su nombre es Posey -tuerce los labios-. Una vez me dijo que... le cuesta ser fuerte cuando no siente esa fortaleza, estaba medio drogado por la medicina, porque sobrio jamás me diría algo así.

»Es amargado, como lo notaste -asentí-. No sé mucho de él, pero me cae bien, siempre le digo que va a estar bien, que va a mejorar.

-Eso es muy lindo de tu parte, Asia.

Ella sonríe débilmente, viendo un punto no fijo del suelo.

-Es un chico fuerte, lo sé. Solo que él pierde a veces su propia fe.

Observamos en silencio a las demás personas en aquel patio, algunas caminando, otras tomando aire fresco, unas observar las flores, a los enfermeros guiando a los familiares a un recluido, a los ancianos jugar una partida de ajedrez en las mesas de concreto...

Es un ambiente pacífico el que se ve por aquí, y esa es otra cosa que se ve en un hospital: la tranquilidad. Aunque estés en un momento difícil, siempre habrá un pequeño espacio para la tranquilidad.

-Una vez mi mamá me contó que cuando una persona pierde su propia esperanza, siempre estará alguien más a su lado para ayudarlo a reencontrarla. Y si no es así, estará ahí para darle un poco de la propia.

Sonríe ligeramente de lado.

-Eso es muy lindo.

-No dejes que Peyton pierda su esperanza, Asia. Ayúdalo a reencontrarla, y si no pueden, dale un poco de la tuya.

Medita mis palabras en silencio, con la brisa fresca de la tarde desordenando su corto cabello. Las hojas en los árboles se sacuden y crean un sonido natural que te genera tranquilidad con la compañía de un cielo azul con grandes nubes blancas.

-Gracias, Monik -responde un rato después, viéndome.

Le sonrío de lado.

-No hay de qué, Asia.

-

Fueron meses... bipolares. Buenas noticias, malas noticias, así un ciclo que iba una y otra vez.

La vida fuera del hospital también había tenido pequeños cambios. Cooper y Amapola habían formalizado su relación y ahora más que nunca se les ve felices y sin duda, muy enamorados. Sal y Damiano por otra parte se ven bastante sospechosos, solo eso me trae los recuerdos de los inicios de Coop y Pola.

No me digan que ellos también «llevarán las cosas con calma» porque es algo absurdo. Se gustan muchísimo, todos lo ven y ellos lo saben.

Cosas de parejas que tienen inicios normales, no como tu novio y tú.

Oh, y hablando de mi querido novio, ¿He dicho que tengo una vista favorita de Dave? Porque en serio la tengo.

Capaz y tengo la «mirada intensa» justo ahora al verlo con el pelo negro revuelto, los lentes de pasta sobre el puente de la nariz, solo con un pantalón de pijama puesto y una barba más notoria en su mandíbula.

Creo que tengo algo con el vello facial de este chico.

¿Crees?

-Oye, deja de comerme con la mirada -pide a lo que solo me río-. ¿Qué tienes con verme tanto, mujer? -cuestiona, señalandome con la espátula plástica con la que saltea los panqueques de cena.

Encogí los hombros aún sin dejar de verlo.

-¿No has dicho tú tantas veces que estás bueno? ¿Por qué te lo cuestionas?

-Porque tu mirada no es de «Oh, vaya, mi novio está cañón» es más de «Oh, ¡Vaya! Mi novio está cañón, creo que lo azotaré esta noche»

Aquello me saca una risa que hace desaparecer el aire de mis pulmones por la fuerte carcajada, Argonauta ladea la cabeza desde el suelo y Dave suelta algunas risas sin dejar de cocinar.

-Bueno, admito que la idea me gusta -digo, limpiando una lágrima de mi ojo-. ¿Te dejarías azotar, Wyle?

-¡Eso no se pregunta, Mónica! -exclama, ofendido, aunque luego sonríe-. Yo dejaría que tú me hagas cualquier cosa.

-Interesante -murmuro, cambiando mi mirada a una analítica-. No deberías decir eso, porque me pongo creativa.

-Uh, que miedo, una depredadora anda suelta -echa sobre su plato el último panqueque. Los deja frente a mí riéndose-. No me das miedo, bonita, en todo caso, el que tú te pongas «creativa» en ámbitos sexuales es bastante interesante y exitante.

-¿Y quién a dicho que yo estoy hablando de creatividad en el ámbito sexual? Soy creativa, Dave, a una mente creativa nunca debes desafiarla -atraigo mi plato con mi cena hacia mí.

Dave parpadea atónito un par de segundos hasta que se echa a reír.

-¿Es normal que eso incluso me ponga más cachondo?

No, no lo es, pervertido.

-Hace tanto que no veía tu lado pervertido.

-¿Lo extrañabas?

-Ni un poquito -admito dando un mordisco a un panqueque.

-Dices que no pero yo sé que sí, bonita.

Vale, admito que puede ser que lo echaba de menos, solo que es algo que jamás diré en voz alta.

Luego de cenar y lavar los platos, volvimos a una de nuestras tradiciones favoritas: ver películas Disney con algún bocadillo. Desde que empezó lo de Asia, no habíamos tenido el tiempo para esto, para tener nuestro momento.

-Extrañaba esto -manifiesta en voz alta Dave-. Tú, yo, un bocadillo y una buena película Disney en la pantalla.

Así es como pasamos nuestra noche: viendo películas, comiendo dulces, bromeando el uno con el otro y solo siendo nosotros.

Mónica y Dave, el par de deschavetados que montaron una relación falsa que, al final, terminó siendo demasiado real.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top