60 • Tu bonita mirada
Cuando Dave y yo nos distanciamos de nuestro medio abrazo, él me sonreía de labios cerrados antes de dejar un casto beso sobre mis labios.
—¿Te he dicho que eres la mejor novia del mundo entero?
—No, pero es bueno saber que soy buena en algo en lo que no soy nada experta.
—Eres experta a tu manera, y esa manera me encanta mucho. Casi tanto como me encantas tú.
Meneo la cabeza y le doy un empujón a su hombro con el mío.
—Es que tú no pierdes tu lado empalagoso.
—Me gusta decirte lo mucho que me encantas, Mónica —acaricia mi mejilla—. Solo no lo puedo evitar.
Y por un momento casi fugaz, no estaba todo el peso del estado de Asia, no había preocupaciones ni miedos, tampoco tristeza, solo una pareja sentada bajo las luces del atardecer observandose como si no hubiera nada más en este mundo, y quizá sí era así, por la forma en que su mirada se volvía cálida y acogedora, llena de cariño y de un sentimiento incluso más fuerte. Supe de algún modo que yo también lo miraba de esa forma.
Es que estando con él, puedes descubrir muchas cosas de ti mismo, y es que Dave Wyle es ese tipo de personas que te hace descubrir que eres capaz de dar más amor del que creíste, el que te hace saber que está bien correr riesgos si es por la persona correcta porque de algún modo, sabes que él la es.
—Ojalá... ojalá pudieras leer mi mente, así sabes todo lo bonito que no sé decirte, Dave.
—Bonita —vuelve a tomar mi mano entre las suyas para acariciar los nudillos con el pulgar—. No es necesario ser un telépata para saber lo que tú no sabes decirme, ¿Recuerdas el viernes a la noche?
Asentí recordando esa noche con las mejillas un poco sonrojadas.
—Te dije que yo me entiendo y que entiendo señales.
—Sí, también dijiste algo sobre oxitocina.
—Esas son mis señales —responde—. Sé solo con verte a los ojos lo que pasa por tu cabeza cuando me miras. No es necesario para mí leerte el pensamiento, porque con tu bonita mirada ya lo sé todo.
—Estas son las cosas que tengo que pasar porque mi novio es estudiante de medicina.
Dave sonríe de pronto, su mirada adoptando un destello diferente.
—Me gusta como suena.
—¿Eh? —cuestiono arqueando una ceja.
—«mi novio» —repite, volviendo sus ojos a mí—. Me gusta ser tu novio.
Meneo la cabeza sonriendo, tendrá toda esta situación encima, pero Dave no dejará de ser un idiota cursi que me encanta demasiado.
Esto es muy irónico, porque si en un inicio me hubiera dicho «Oye, Mónica, ¿Sabes que después de un tiempo terminarás enamorada del chico con el que finges una relación?» me hubiera reído a carcajadas durante horas, quizá hasta por días. Pero ahora, que vivo y siento todo esto, solo puedo sentir un gran amor por este chico que, aún sabiendo lo egoísta, antipática y arisca que soy, llegó a sentir algo por mí y tuvo el gran valor de pedirme ser su novia de la forma más bonita de todas.
Lo «nuestro» empezó de una forma nada convencional, se formalizó porque este idiota escuchó una conversación ajena y espero que no termine pronto, porque esto, esto definitivamente podría ponerlo entre los mejores momentos que puedo llegar a vivir.
—No somos nada convencionales —digo, apoyando mi espalda del apoyo de la banca.
Dave imita mi acción, pasando su brazo sobre mis hombros.
—En lo absoluto, bonita —y deja un beso sobre mi sien.
Observo el patio del hospital con algunas personas, unas son enfermeras en su descanso, otros pacientes que parecen tomar aire fresco, otros doctores con tazas de lo que supongo es café en sus manos y unos pocos adultos mayores jugando en las mesas de concreto al ajedrez. Henry cruza el umbral con las manos dentro de los bolsillos de su sudadera y la mirada gacha, se veía triste he igual de impotente como hace rato. Parece no vernos porque con la misma actitud camina hasta una banca alejada de las demás.
Cómo Dave tenía razón de que solo les queda esperar las resultados de las pruebas que le harán a Asia, Henry también la tiene en querer hacer algo más por su hermana, aunque no sepa cómo. Todo esto es una completa basura para los Wyle, pero como dijo Dave: solo nos queda esperar, y como Henry lo dijo también: un milagro.
Miro de reojo a Dave y él tiene la mirada puesta en el lugar donde está sentado su hermano menor, tuerce los labios de un lado a otro y sé por esa simple y pequeña acción que está pensando en lo rudo que fue con Henry hace rato.
No lo voy a negar, Dave no fue precisamente empático con Henry. Incluso yo, que no suelo entender a las personas, pude entender su impotencia.
—Creo que... deberían hablar —sugiero, a lo que Dave suspira y desvía la mirada a otro sitio—. Fuiste rudo con él, Dave, lo sabes y tienes que hablar con Henry de ello.
—Lo sé, Mónica, sé que fui un poco... —arqueo una ceja—. Vale, fui muy rudo con Henry, pero es que... Ah, entender a Henry es complejo. Lo quiero mucho, es mi hermano menor, mi compañero de bromas a Asia pero incluso con eso, me frustra siempre que Henry se culpe por todo lo que pasa.
—Pero él... él hace rato no se estaba culpando, Dave, quería ayudar más.
Dave menea la cabeza quitando su brazo de mis hombros, yo me acomodo para poder verlo de frente.
—Lo conozco, Mónica, mejor que nadie. Habrá dicho «quiero hacer algo más» pero detrás de eso hay un claro «esto es mi culpa» —de seguro fue mi gran cara de confusión lo que hizo a Dave explicarse mejor—. Henry tiene cierta... ansiedad, cree que las cosas malas que pasan a su alrededor son su culpa todo el tiempo.
»Sí, es increíble pero cierto —agrega cuando dije «¿Qué?» eso en definitiva no lo ví venir—. Empezó con eso a los quince, cuando... bueno, no se juntó con la gente adecuada y algo malo pasó. Repetía todo el tiempo que las cosas pudieron ser diferentes si él hubiera hablado —Dave suspira—. Estuvo yendo a terapia todo un año, fue un evento que no le trae buenos recuerdos. Por eso cada cosa mala que pasa se considera el culpable.
—Pero Henry es tan...
—¿Relajado, tranquilo y con una vibra hippie? —asentí—. Eso es Henry por fuera, por dentro es un chico resentido consigo mismo por no haber ayudado a alguien más.
Por primera vez, mi lado metiche no quiso escudriñar en esa mala experiencia, por respeto y porque ya me hacía una idea demasiado clara.
—¿Sigue yendo a terapia?
—Dejó de ir en enero, cree que está superando lo que pasó, pero vemos que no es así.
Vuelvo a ver a Henry, quién sigue en la banca alejada, como si quisiera estar alejado de todo y todos, pero principalmente: de la voz en su cabeza. Entiendo por lo que puede estar pasando, la impotencia y sentirte juzgado todo el tiempo, lo ví en Miguel después de la muerte de mamá, lo viví en mi adolescencia y lo ví en un montón de niños y adolescentes en la terapia familiar a la que fuimos con papá y Miguel.
Los adultos creen que los adolescentes solo son unos llorones que hacen cosas estúpidas por la desaprobación, lo que ellos no entienden es que no se elige estar triste, no se elige tener una cruel voz en tu cabeza que te juzga por cada cosa que hagas, son cosas que se dan por diferentes situaciones difíciles y que deben tratarse con los que ellos llaman «loquero». No es que se esté loco, es que su salud mental está colgando de un hilo que poco a poco, con mucho más peso, se va rompiendo y es cuando caes al vacío que vienen las cosas más difíciles, intentos de suicidio, lastimarse a sí mismo, buscar formas de ignorar todo.
Son tantas cosas que los mayores no entienden, que la salud mental también debe de cuidarse como la física.
—Debes hablar con él —le digo a Dave sin dejar de ver a Henry—. Entiendo a Henry y no es bonito lo que él pasa, Dave.
—Créeme que lo sé, hablaré con él, lo prometo, bonita.
Asentí dándole una última mirada a Henry, no creí que ese chico relajado y de sonrisa contagiosa luchara todos los días con su propia conciencia.
—Será mejor volver adentro —sugiere Dave levantándose. Tomé su mano ofrecida y volvimos dentro del hospital al área de cuidados intensivos.
Cuando entramos otra vez al pasillo había llegado una nueva persona: Damiano, el chico italiano con el que Sal está saliendo. En cuanto nos acercamos, pude notar que ambos se estaban abrazando, Damiano parece susurrarle algunas palabras a Sal mientras que ella solo se mantiene entre sus brazos con los ojos cerrados.
—Me agrada, aunque esta sea la segunda vez que lo veo —susurra Dave para mí—. Es digno de Saly.
Eso me hace sonreír.
Cuando volvemos a integrarnos al grupo, Sal y Damiano se separan de su abrazo, aunque él la tiene pegada a su lado y ella no parece tener queja de ello. Damiano nos sonríe.
—Ciao, chicos
—Hey —saludamos Dave y yo.
Por un momento, el chico de Sal parece un poco incómodo, se rasca la cabeza, comparte una mirada con ella, quién asiente y hace la pregunta a mi novio:
—¿Cómo está tu hermana, Dave?
El pelinegro a mi lado suspira y yo le doy un apretón de seguridad a su mano que aún toma la mía, Damiano espera paciente una respuesta de Dave, observandolo con unos intensos ojos azul cielo. Aún me sigue sorprendiendo el tono azul de sus irises, es increíble.
—A estado mejor —fue toda la respuesta de Dave, encogiendo los hombros.
—Lo siento mucho —dice, haciendo una mueca—. Sé lo que duele estar en esta situación. Yo... también pasé por algo así. ¿Y sabes? Lo mejor que pueden hacer es estar ahí, con ella. No abandonarla, no perder las esperanzas. Apoyense como familia, eso siempre ayuda.
—Awww... —masculla Amapola, sentada al lado de Cooper en las sillas metálicas. Mi mejor amiga se da cuenta que todos la vemos—. Ah... perdón. Yo...
Hay un suave coro de risas. Sal deja un beso en la mejilla de Damiano, quién hace una mueca arrugando la nariz y apretando los labios para evitar la sonrisa, sus mejillas se sonrojaron.
—Danke sehr, chico italiano.
Damiano sonrió ante el apodo.
—Cuentas conmigo para cualquier cosa, parlanchina.
Con Damiano aquí, un tema de conversación surgió, pudimos conocerlo un poco más y él a nosotros. Recibió "discretas" amenazas de Dave y Cooper y ellos miradas y amenazas directas de Sal de revelar secretos de la infancia. Henry aparece un rato después y yo le hago gestos a Dave para que hable con él, Henry ni siquiera había ocupado el asiento libre junto Amapola y Cooper cuando Dave dijo:
—Hey, hermano, ven un momento —y le hizo un gesto que señala el pasillo por el que él recién había venido.
Henry mira confundido a su hermano y luego a los demás, más no pregunta y solo sigue a su hermano. Es ridículo lo que hacen todos solo para hacer el intento de escuchar lo que hablan los chicos, están lo suficientemente lejos para que ni sus murmullos se oigan.
Lo único que pueden hacer es ver los gestos que hacen, que en gran mayoría son bastante relajados, aunque hay un momento donde Henry se pasa la mano bajo el ojo y no quiero creer que esté llorando, pero por como lo hace varias veces más, mis sospechas dejan de serlo. Antes de volver con nosotros, ambos hermanos Wyle se dan un fuerte abrazo que se ve bastante necesario.
Justo cuando los hijos se acercan de la entrada al pasillo, los padres vienen del lado contrario. Mariano y Lilly vienen hablando de cosas que no entiendo pero que tienen un solo centro: Asia. Dave y Henry se apresuran y el primero en preguntar fue el último:
—¿Qué pasó? ¿Podemos pasar a ver a Asia?
Sus padres comparten un par de miradas acompañadas de suspiros.
—No me gustan esos suspiros —admite Dave.
—Sí, cielo, podemos pasar a ver a Asia —responde su madre—. Solo... —menea la cabeza—. Va a doler mucho.
—Ya esto está siendo horrible, no puede doler más. Quiero ver a mi mejor amiga —expresa Henry.
—Hen, en unos minutos, ¿Vale? —pide su padre y a él no le queda más que asentir—. El estado de salud de Asia es delicado, como ya lo sabrán, pero no todo puede ser malas noticias.
—¿Hay algo bueno? —pregunta Cooper, a lo que el señor Wyle asiente.
—Carlos mueve rápido a su gente, por lo que ya tiene una fecha pautada para hacer la biopsia a Asia.
—¿En serio? —pregunto, incrédula.
—Así es, Mónica, la llevarán a cabo en dos días, ya están preparando todo.
—¿En... dos días? —cuestiona Henry, su padre asiente—. En dos días... es el cumpleaños de Asia.
Se instala un silencio tanto incómodo como triste.
—Sí, Henry, lo... lo sabemos —comenta su madre—. Pero al menos podremos saber y tomar acciones en la enfermedad de tu hermana. No es como queríamos pasar su cumpleaños quince, pero... es como nos a tocado.
—Lo siento, señores Wyle —murmura Amapola.
Los padres de Dave no hacen más que compartir un par de miradas de tristeza.
—Creo que deberían irse a casa —sugiere el señor Wyle. Hay un «¡Ni locos!» colectivo—. Chicos, han pasado aquí todo el día, necesitan descansar —se giró a ver a su esposa—. Lya, cariño, tú también, por favor.
—Mariano no, no me voy a ir a casa y dejar aquí a Asia. No pagaría el ojo en toda la noche.
El corazón se me ablandó con toda la siguiente escena. El padre de Dave le toma de las manos a su esposa y puedo ver cómo da caricias con su pulgar a los nudillos, a simple vista, se ve que esas dos personas se aman mucho. No sé nada de su historia ni cuánto llevan juntos, pero es claro el amor que ambos se tienen.
—Asy va a estar bien —asegura—. Te lo prometo, ¿Vale? No la dejaré sola.
Aww, esto es demasiado tierno. Desvía la mirada, por favor, o si no nos dará algo.
Tuve que hacer caso a mi conciencia porque sí, me daría algo, pero no algo malo, sería algo más de que me llenaría de ternura y querré abrazar a Dave por mucho rato.
—Los señores Wyle tiene razón —digo, viendo a los demás—. Hay que ir a descansar, por más que ustedes dos no se quieran ir —miro a Henry y Dave—. Su padre estará aquí con Asia, he igual podrán volver mañana.
Ellos comparten unas miradas de esas de hermanos, con una de ellas sabes bien lo que piensa el otro.
—Vale, está bien —termina accediendo Dave—. Pero papá, cualquier emergencia, noticia o lo que sea, avísanos, por favor, no importa la hora.
—Claro que sí, Dave.
Antes de irnos, Dave y Henry pueden pasar al fin a ver a su hermana menor, el resto de nosotros no quisimos entrar solo para no... supongo que no estar más tristes, por lo que se fueron con sus respectivas parejas. Amapola promete hablarme más tarde al igual que Sal y así, ambas se van con sus... ¿Novios? Sé que Sal y Damiano lo llevan con calma, pero no sé cómo van Amapola y Cooper.
Diez minutos después de que los chicos se fueron, aparece la familia Wyle entera, Dave con la mirada cristalizada, Henry y su madre con los ojos rojos y ella dejando salir libremente las lágrimas, el señor Wyle con la misma mirada que su hijo mayor.
Me levanto de mi asiento al verlos venir, no sé qué decirles, no tengo palabras, solo puedo permanecer ahí, transmitiendo mi apoyo.
—Ahora sí me quiero ir —admite Henry con la voz apagada, tiene pinta de un niño de cinco años llorando por sus padres y quizá, por dentro se sentía así.
Dave sorbe su nariz.
—Yo también.
La salida al estacionamiento y el viaje a la casa de los Wyle fue en un silencio sepulcral que nada más era interrumpido por las eventuales sorbidas de nariz y un sollozo bajo que se escapaba de tanto en tanto. Frente a la casa, la señora Lilly se despidió de nosotros con una forzada sonrisa y bajó del coche, seguida por Henry, que antes de salir, su hermano le dice:
—Oye —se gira a verlo—. No olvides lo que hablamos —Henry solo asiente y sigue a su madre al interior de la casa.
En el camino a mi casa quise preguntarle a Dave qué tan mal se veía Asia, sin embargo, no lo hice porque como lo afectaba a él, me afectaría a mí también, así que solo me quedé viendo la calle a través de la ventana de acompañante, por eso pude notar que Dave no había tomado rumbo a mi casa, estas no son las calles de Beacon Hill, esto ya es Charlestown.
—Eh, Dave, ¿Por qué...?
—Te puedes quedar esta noche, ¿Por favor? —pide sin dejar de conducir—. Te necesito, Mónica y no... no lo malinterpretes, necesito... quiero que estés conmigo.
No me miró directamente, no me dió de esas miradas suyas, no dijo nada de doble sentido, pero aún así mis mejillas se colorearon solo por sus palabras dulces. Me quería a su lado brindándole apoyo y no accedí por pena o lastima, lo hice porque de verdad yo quería estar a su lado en todo momento.
—Me quedaré contigo, Dave —pongo mi mano sobre la suya en la palanca de velocidades—. No dudes de ello.
-
La faceta de Dave triste no me gusta, para nada.
Tengo muchas razones para tener un disgusto hacia ella, pero la principal es que es algo extraño verlo triste. Sé que todas las personas pasamos por un momentos dónde nuestro estado de ánimo está por los suelos, pero cuando se trata de una persona que se la vive bromeando, riendo y jugando es más extraño porque no estás acostumbrado a ello y quieres hacer todo lo posible por hacerlo sonreír, pero es más difícil de lo que crees.
Segunda razón, es bastante silencioso. Dave en su mayor parte del tiempo es un perico parlanchín, y ahora solo puede responder con monosílabos porque no tiene ni los ánimos para hablar.
Tercera razón, está distraído, metido en su cabeza. En general, Dave puede ser algo despistado, lo normal en una persona, pero cuando veníamos de subida casi choca de frente con una de las columnas de concreto del estacionamiento, ese es un déficit de atención mayor al que suele tener.
Cuando está introduciendo la llave en la cerradura de la puerta, escucha los ladridos de cierto cachorro mestizo que se quedó solo toda la tarde en su apartamento.
—¿Lo dejaste aquí? —me pregunta, frunciendo el seño.
—No creí conveniente llevarlo al hospital —admito con una mueca—. Pero, hey, tranquilo, que llevo semanas entrenandolo para que haga sus necesidades en un solo sitio, esperemos que haya aprendido.
—Oh, no...
Termina de abrir la puerta y sentado en el sofá grande, moviendo emocionado su colita, estaba Argonauta, baja del sofá de un salto y viene a recibirnos entre ladridos y giros, también con más sacudidas de su peluda colita.
—Oye, amigo, me caes bien, pero espero no encontrar regalitos por ahí.
Argonauta se sienta sobre sus cuartos traseros y sigue sacudiendo la cola, yo también espero no encontrar regalitos por ahí.
Aprovecho el momento donde Dave le da sus mimos al cachorro para dejar mi mochila sobre uno de los sofás y buscar de forma "discreta" los regalitos que pudo dejar Argonauta. En la cocina, nada, el piso sigue tan blanco como siempre. En la sala no había ni olía a nada, así que ahí no hay. El pasillo... tan solo puse un pie pude ver el charco amarillo a un lado de la puerta de la habitación de invitados, de resto, no había nada. Dejé ir un suspiro de alivio, sacarlo antes de venir aquí sí había servido.
Limpio el área ensuciada por los líquidos del cachorro y vuelvo a la sala, dónde ya Dave no le daba mimos, si no que hablaba por celular con alguien, a lo poco que logré escuchar, estaba pidiendo algo para comer.
—Vale, muchas gracias —finaliza, colgando la llamada.
—¿Pediste de cenar? —asintió dejando de lado su móvil.
—Pedí pizza, si no te molesta —encogí los hombros—. ¿Habían sorpresitas por ahí?
—Nah', solo un número uno, tranquilo, que ya lo limpié —Argonauta sube al regazo de Dave, pidiendo más caricias, solo que él está muy distraído para poder dárselas—. ¿Por qué no te das una ducha? Así te despejas un rato, yo estaré atenta a recibir la pizza.
Me regala una pequeña sonrisa ladina.
—Gracias, bonita.
Quita a Argonauta de su regazo y se va por el pasillo ya quitándose la chaqueta. Así quedamos solo el cachorro y yo. En mi mochila resuena la notificación de un mensaje llegando a mi móvil, cuando lo leo se trata de mi hermano, preguntando dónde demonios estoy.
Yo: estate tranquilo, estoy con Dave, pasaré la noche aquí.
Miguel no tarda nada en responderme:
Ah, vale. Te daré un consejo, hermana: si vas a follar, cuídate.
Ah.
Yo: idiota imbécil.
Mono hermano: ¡Oye! Es un buen consejo, no quieres tener un crío a los diecinueve. No eres lo suficientemente responsable para cuidar de una vida.
Yo: pues mira quién lo dice, el que perdió una tortuga de tierra por dejar la puerta abierta.
Mono hermano: ¡Dijiste que no hablaríamos más del incidente de la tortuga y la puerta!
Yo: pues no digas estupideces y yo no hablo de tu estupidez.
Mono hermano: vale, vale, tú cierra el pico y yo cierro el mío.
Mi hermano me pregunta qué fue de toda la situación con Dave y le conté todo lo que está pasando en la familia Wyle, Miguel y yo mejor que nadie podemos entenderlos, también esperamos que no les pase lo mismo que a nosotros. Me comenta también que escuchó a papá hablar por llamada con Sara (lo chismoso viene de familia) sobre una reunión importante que quieren hacer, reunión que nos involucra a mi hermano y a mí.
Hacemos algunas teorías, algunas estúpidas, otras no tanto, dejamos de hablar cuando el timbre suena anunciando la llegada de la cena. Le pago lo debido a la chica pecosa del delivery y cierro la puerta. Dave aparece por el pasillo con el pelo húmedo y con el pijama puesto.
—¿Pizza?
Asiente siguiéndome a la cocina.
Reitero la segunda razón de mi disgusto al estado triste de Dave, el silencio al menos para mí es incómodo, quisiera... poder hablar de algo entretenido como siempre, pero sé que él no me va a dar las respuestas clásicas, solo se quedará callado o me dará una respuesta corta.
Además, agrego una cuarta razón: no come. Venga ya, Dave adora comer y sobretodo ama comer pizza, ¿Ahora? Solo se a comido la mitad de una rebanada y medio vaso de agua y alega que ya no quiere más.
Esto es horrible, no me gusta ver a mi novio así.
—¿Seguro? —insisto—. Es pizza, Dave, tú amas la pizza.
Suspira y apoya su cabeza de su puño.
—No puedo comer más, Mónica, perdón.
—Está bien —cierro la caja con una pizza casi entera y un trozo a medio comer—. No te importará que me dé un baño, ¿Verdad?
—Estás en tu casa —y agrega una pequeñísima sonrisa de labios cerrados.
Le doy un última mirada antes de irme por el pasillo, supongo que venir tantas veces a este lugar me a hecho entrar en confianza, por lo que ya no es tan incómodo para mí rebuscar entre sus cosas algo que sé que dejé el sábado en la mañana.
Encuentro la pijama que había olvidado con esa camiseta suya que había tomado la mañana siguiente. Tomo una ducha rápida sin mojar mi pelo, a los diez minutos volvía a la sala dónde Dave veía distraído el televisor. En cuanto me nota, una verdadera sonrisa surca sus labios y abre los brazos para que vaya con él.
Entre Dave, mi ex mejor amigo y mi ex novio, él es el que a recibido más abrazos de mi parte. De hecho, más que cualquier otra persona.
—¿Te he dicho lo mucho que me gusta que uses algo mío? —cuestiona poniendo sus manos en mi cintura, atrayendome hacia él—. Porque en serio me gusta.
Río poniendo una de mis manos en su hombro y la otra pasándola por la melena sedosa de cabello negro. Cómo sé que él tiene cierto fetiche con mi mechón blanco, yo puedo tener cierta manía en pasar los dedos por su cabello, aunque siempre puedo resistirme, hay momentos como estos en dónde es inevitable.
—¿Te puedo decir algo? —asentí, viéndolo. Dave toma aire y mantiene un largo rato dónde solo me intriga más saber eso que me quiere decir—. Yo... eh...
De forma inconsciente, mientras espero respuestas suyas, mis pulgares dieron suaves caricias a cada lado de su mandíbula, dónde aún se encontraba creciendo y notandose cada vez más esa incipiente barba que en serio espero se deje crecer. Dave traga saliva y tiene un escalofrío que me hace reír, es divertido encontrarle los puntos débiles que le hacen sentir cosquillas.
—Mónica no... —otro escalofrío—. ¡Oye! No me dejas concentrarme —doy otra risa y una caricia que, esta vez, lo hacen reír—. Basta, por favor, en serio tengo algo importante que decirte.
—Vale —cruzo mis manos detrás de mi espalda dónde él aún mantiene la suyas—. ¿Qué me tienes que decir?
Otro momento de silencio por su parte. Sinceramente, no podía hacerme una idea clara de lo que quiere decirme Dave, pensé que mantendría el silencio toda la noche.
—Vamos, Wyle, sabes que puedes decirme cualqui...
Pero no creí que me diría eso, ¡En lo absoluto!
—Yo... te amo, bonita, muchísimo.
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