54 • Niveles altos de oxitocina
Mónica
Con Dave siempre tuve momentos favoritos.
Algunos eran tan simples como solo ver una película en su casa, comer helado o preparar algún postre sin importarme estar regañandolo a cada tanto para que no se comiera la mezcla.
También están los momentos cuando vamos escuchando música en su auto. Diría que estos son los que se llevan el puesto número uno entre todos. La simplicidad que tienen me encanta porque solo somos nosotros dos con música a nuestro alrededor.
Como es de costumbre, yo terminé escogiendo alguna estación de radio donde sonaba Believer de Imagine Dragons, Dave sonríe emocionado y empieza a cantar sin equivocarse toda la canción, de fondo tiene el apoyo de algunos ladridos de Argonauta.
Fue tan divertido verlo cantar tan emocionado una de sus canciones favoritas que no dudé en grabarlo con mi celular. Tenía tantos vídeos y fotos de momentos así que siempre que las veía me hacían sonreír de felicidad.
Para mí sorpresa cuando su canción termina, Breathe de Mackenzie Ziegler suena de seguida y me es literalmente imposible no cantarla.
La música es algo increíble, todo lo que te hace sentir es único, quizá por eso los momentos así se llevan el puesto número uno: escuchando música en su auto, somos nosotros divirtiéndonos con algo tan simple pero que es tan nuestro.
—Yo sigo insistiendo en que cantas igual de bonito que Mackenzie Ziegler —recalca Dave en cuanto termina la canción y el locutor del programa nocturno empieza a hablar.
—Me encantaría decirte que cantas igual que Dan Reynolds, pero eso sería mentirte.
—Oye, eso dolió.
—Dave, hay que ser sinceros en esta relación, y la verdad es que tú no tienes un voz precisamente bonita.
—Me hieres, bonita, me hieres.
Encogí los hombros haciendo una mueca.
—Perdón, Wyle, pero es la verdad.
Escapa un resoplido de su boca y gira el volante para entrar al estacionamiento subterráneo de su edificio.
—Bueno, prefiero sinceridad antes que una mentira de algo que ya sé.
Estaciona su auto y ambos acompañados de Argonauta bajamos para ir al ascensor que nos llevaría a su piso. Cuando estamos en su apartamento, no me sorprende lo ordenado que está. Es evidente que Dave es alguien que le gusta el orden y que el caos y él no son precisamente amigos.
—Creo que deberías ducharte —sugiere Dave, cerrando la puerta detrás de él—. Sin ofender, bonita, te queda muy lindo el cabello así pero parece que te ha vomitado un arcoíris.
—Sí, lo sé, y de hecho, te iba a pedir lo mismo.
—¿Necesitas que te preste...?
—No, está bien. Vine preparada en esta ocasión.
—¿Segura? Porque una prenda mía te quedaría muy linda.
Ruedo los ojos.
—Sí, Dave, estoy segura. Ahora, ¿Una toalla?
Él sonríe notando mi cambio de tema.
—Vale, lo capto —alza las manos en son de paz—. Y yo también estoy preparado. Hay una en la repisa sobre el váter, puedes usarla.
—Gracias.
Suelto el paseador de Argonauta de su collar y lo dejo sobre la mesita de centro de la sala.
Estuve bañándome unos largos quince minutos en dónde lo que más hice fue restregar con mucho shampoo mi cabello, tratando de quitar la pintura que había adquirido por mi distracción mientras pintaba hoy en casa.
Es cierto eso que dicen todos, cuando pinto me vuelvo un desastre.
Antes de salir del baño me cambié por la ropa que había tomado en apuros rápidos cuando estaba en casa, que resultó ser la pijama que guardé ayer: un short negro con motas blancas y una camisa suave manga larga blanca.
Bueno, al menos estaría cómoda.
También hice el mayor intento de desenredar mi cabello con mis dedos, algo que dolió bastante a mi cuero cabelludo, creo que será mejor pedirle un cepillo a Dave. Devuelta en la sala dejé mi mochila con la otra muda de ropa en el suelo junto al sofá dónde Argonauta aún sigue acostado sobre sus patitas delanteras. En ese momento, al verlo ahí, no supe la razón del por qué el pobre habría huido a otra zona del apartamento.
En la cocina Dave parecía estar calentando lo que olía como a lasaña.
—Volví —anuncio haciendo que se vuelva a verme. Extiendo los brazos a mis flancos—. Ya no soy el vómito andante de un arcoíris.
Él ríe sacando con cuidado un par de trozos de lasaña recalentada, los deja sobre los platos poniendo dos tenedores y luego sirviendo en dos vasos de vidrio Coca-Cola.
—Lastima que no capturé en foto cuando lo eras.
—Sí, que lastima —digo, irónica, tomando asiento en una de las banquetas de la barra.
Frente a mí deja uno de los platos acompañado de la bebida. La verdad es que se veía riquísimo, además de que olía muy bueno.
—Me habría gustado cocinar, ya sabes, algo en plan romántico, pero, sinceramente, tengo una pereza horrible —admite sentándose a mi lado.
—Está bien, Wyle. Igual esto no está tan mal —doy un bocado a la lasaña, no solo se veía muy buena, también lo sabía—. Está increíble.
—Lasaña de Lilly Wyle, una de las mejores.
Y no lo voy a negar, sabía muy bien incluso estando recalentada. Aunque siempre pensé que la comida recalentada sabía mejor que la recién echa. Tachenme de rara, no importa, es algo que sé y lo he comprobado.
La cena no hablamos tanto ya que estamos más concentrados comiendo de la lasaña de la señora Lilly, hay solo unos pocos temas de conversación con respuestas cortas. Me pregunta sobre la pintura que estaba haciendo hoy y también sobre el viaje a Nueva York mañana.
—Ya quiero que sea mañana —digo, dejando por un momento de comer—. Es que... visitar ese museo será algo increíble, siempre quise hacerlo y al fin tener la oportunidad, es algo... —resoplo inflando mis mejillas—, sorprendente.
—Me alegro por ti, bonita —me sonríe Dave—. Te extrañaré el fin de semana, pero sé que vas a ir a visitar este gran lugar que te has muerto por hacerlo.
Lo señalo riendo con el tenedor.
—Quien te viera, ¿Eh? Eres un cursi horrible, me das diabetes.
—Estamos perfectamente equilibrados —es él ahora que me señala con el tenedor—. Apática, sarcástica, arisca y egoísta.
—¡Oye!
Se señala a sí mismo.
—Todo lo contrario a eso y sé que te encanta, aunque no lo digas en voz alta.
Lo miro un largo rato solo arqueando una ceja, por fuera mi cara podría ser un «Que gilipolla» pero por dentro estaba sonriendo. Dave tiene razón, nunca lo diré en voz alta, pero me gusta que sea así de cariñoso y tierno.
Ah, que patética y azucarada me he vuelto.
—Quiero decirte idiota pero ya no te debe ser un insulto.
—No lo es —confirma con la boca llena—. Más que ofenderme, me gusta. Siento que me estás diciendo algo bonito —agrega luego de masticar.
¿Le decimos?
No, no, que se crea eso.
Ya después de haber terminado de cenar, limpiar los platos y de yo haber rebuscado en toda la cocina de Dave algún bocadillo, nos sentamos al fin en el sofá de su sala dónde Dave encendió el televisor y, no es para nada sorprendente, estaba el canal en Disney Channel.
—Amigo, tienes un problema —le doy una mirada que solo lo hace encogerse de hombros.
—A ti no te gusta Creep y, sin embargo, no te juzgo.
—Yo no te juzgo por el gusto a Disney —digo, ofendida de que crea eso. Quizá en un principio sí me parecía un poco raro pero ahora solo le hago comentarios para molestarlo, ¡No por juzgarlo!—. Y Creep no me gusta porque se volvió común.
—En los noventa, Mónica. Tú ni siquiera habías nacido.
—Claro, como tú ya pisabas la tierra —Dave se ríe—. Incluso ahora es repudiada, así que no me critiques.
Hay una risa con un suspiro de su parte, lo oigo murmurar algo parecido a «Infantil» que le hizo ganarse una mala mirada de mi parte.
—En fin, ¿Qué película quieres ver? —me pregunta, buscando entre los canales de películas algo decente para ver.
—No lo sé... —respondo, acomodandome en mi asiento—. Cualquiera que sea interesante.
—¿Qué llamas tú «interesante»? Porque sé que no tenemos el mismo significado.
—Solo algo que sea entretenido —digo, un poco molesta con él porque me haya llamado «selectiva». No es la gran cosa, pero me ofende un poco.
Estuvo buscando hasta que encontró, según él, la película perfecta. No fue para nada sorprendente cuando el inicio de Bolt: Un Perro Fuera De Serie apareció en la pantalla de su televisión. Alguien que por favor me diga cómo es que siempre terminamos viendo una película de Disney.
De todas formas, no me quejé. La intención es pasar un rato juntos haciendo algo que se nos ha hecho costumbre. Además, me iría todo el fin de semana, así que debía de aprovechar bien el rato sin tantas quejas.
Y solo una hora después no sabía lo bien que lo aprovecharía ni que no tendría queja alguna.
La mayor parte de la película me la pasé sin entender ni medio. De niña había visto esta película un montón de veces, ahora ni siquiera recuerdo bien de cómo va la trama.
Miro al chico a mi lado que está más que entretenido con la cinta. De perfil Dave se ve incluso más lindo por como se la marcan las líneas bajo los ojos cuando sonríe, por como le cae el pelo negro en ese habitual y lindo desastre de siempre, también se le empezaba a notar la sombra de una incipiente barba creciendole en la mandíbula.
Eso sería interesante de ver, ¿Dave con barba? Me agradaría ver eso.
—Oye, bonita, sé que estoy bueno, pero la película está interesante.
Te atrapó viéndolo como tonta, ¡Ja, ja!
Conciencia hija de tu...
—Tu mirada es intensa cuando te lo propones —comenta Dave.
—¿Eh?
—Sí, no lo sé, es algo raro —lleva una galleta a su boca y da un mordisco—. El azul en tus ojos se vuelve más notorio, casi haciendo que el verde desaparezca —ladea la cabeza y luego sonríe—. Y tienes la pupila dilatada, por lo que estás liberando niveles altos de oxitocina y eso me gusta.
¿Qué cosa?
—¿Eh? —volví a decir, haciendo una mueca.
No solo la terminología jurídica me marea, también la médica.
¿Por qué me rodeo de gente que su lenguaje resulta bastante complicado de entender?
Dave menea la cabeza y come el resto de su galleta, mirando otra vez la película.
—Nada, yo me entiendo y entiendo señales.
Vale, ahora estoy más confundida que nunca ahora.
—¿O-okey?
Aún sin entender qué acaba de pasar, volví a ver la película, mirando de soslayo como Dave sonreía.
-
«La carne es débil». Más de un montón de veces mi madre me dijo aquellas cuatro palabras en cada charla sobre protección sexual cuando tenía quince años. ¿El colmo de eso? Que lo hacía no solo conmigo ahí, también con Amapola, Miguel, Luke y Elliot.
Cinco pubertos en pleno desarrollo hormonal escuchando la advertencia más dicha por los padres de todo el mundo.
Y me encantaría decir que esos cinco pubertos no cayeron ante la tentación del deseo sexual.
Pues no, sí cayeron. Al menos, cuatro de cinco de ellos.
A ver, una de esas experiencias me las contó mi mejor amiga ya que siempre nos contamos todo, estuve un poco traumada y durante un tiempo repudié más que nunca los abrazos de Amapola, pero luego todo estuvo bien. Las otras tres... sí, esas fueron las que menos quería enterarme.
Me habría gustado vivir plácida en la inocencia, pero mi hermano y su ex novia tenían planes diferentes aquella noche.
¿Quién en su sano juicio deja a su hija de quince años con su hermano y novia de dieciséis solos la mayor parte de la noche? Sí, adivinaste, mis padres.
Y las otras dos... aprendí la lección de no ir a una «pequeña» reunión organizada por Luke y Elliot en la casa del segundo. Tampoco a beber tantos refrescos. No había pasado ni un mes de lo de mi hermano y aquellos dos ya me habían traumado.
El caso es que de esos cinco pubertos, solo yo llegué a la mayoría de edad tal cual me habían mandado al mundo, es decir: tan virgen como el aceite extra virgen.
Claro que, como habría dicho mamá: la carne es débil.
La hora y media de la película pasó con normalidad: seguimos comiendo de los bocadillos, yo no entendí gran parte hasta que Dave me explicó, algunas malas miradas de mi parte porque el idiota me pellizcaba el muslo, otras miradas no tan de inocentes de su parte...
No sé cómo fue que molestos pellizcos en mi pierna terminaron conmigo sentada sobre el regazo de Dave besándolo con las mismas ansias con las que él me besa a mí.
La intima posición me recordó a aquel día que estábamos aquí en su casa, igual comiéndonos los morros. Aquella vez había sido algo más intenso, ahora estaban esas ansias pero también esa delicadeza de su parte, tanto en como me besa a como su mano se cuela bajo mi camisa con lentitud, dando caricias suaves con su pulgar a la piel de mi espalda baja.
Mi cerebro no podía procesar bien las cosas, ni siquiera podía pensar claramente. Solo estaba conciente de cada beso suyo y también de como su mano bajo mi camisa lucha torpemente contra el broche del sujetador.
Dave en ese momento rompió el beso para repartir más pequeños por mi clavícula y cuello, un débil gemido escapó de mi voz cuando sus labios volvieron a los míos con más intensidad que antes.
Fue casi un alivio cuando sus manos al fin soltaron el broche del sujetador y fue más por decisión propia y con un poco de su ayuda, sacar mi camiseta y luego el sujetador que por poco no se me enreda en el pelo. Así fue como terminé con el torso totalmente desnudo frente a él. Estaba nerviosa, un poco asustada pero también bastante excitada con todo esto.
El único pensamiento sensato que pude tener en ese momento fue: ¿Por qué él no se quita la camiseta? No me estaba pareciendo una situación justa de toqueteos. Aunque no podía tener el mismo tacto de manos-piel como él lo estaba teniendo, igual sí podía sentir algo más por allá abajo.
Hubieron más besos, más toqueteos de su parte que en más de una ocasión hicieron salir su nombre de mis labios y él pareció bastante complacido cuando en un momento fui yo quien dejó besos bastante torpes en torno a su mandíbula y clavícula. Dave quizá no notaba lo principiante que era en todo esto por estar bastante entretenido con una de sus manos sobre mi pecho y con la otra sobre mi pierna.
Tantas sensaciones intensas harán que me dé algo ahora.
La cosa no solo se quedó en el sofá, hubo un momento donde Dave se levantó con sorprendente agilidad y me tomó en brazos, obligandome a enredar mis piernas alrededor de su cadera. Se mantuvo de pie solo unos diez segundos con su frente pegada a la mía y con la respiración agitada. Aproveché ese corto plazo de tiempo para recuperar mi respiración y asimilar al fin todo. En serio, ¿Cómo podía ser que de estar viendo una película infantil hayamos pasado a esto?
La respuesta que recibí fue la suavidad de la cama bajo mi espalda y el aroma característico de Dave más intenso que nunca. Se saca la camiseta y al fin siento que esto es algo más justo. Hay un breve instante en dónde los dos solo somos respiraciones agitadas, rostros enrojecidos y sonrisas cansadas. Mi mirada no se aparta de él y la suya mucho menos de mí.
Una extrañeza física que tiene Dave es que es delgado, algo raro ya que si tomamos en cuenta de que cómo es jugador de fútbol debe de entrenar y por ello debe de tener algo más de masa muscular, quizá por ser así sea tan alto.
Se acomoda de tal manera que una de sus piernas queda en medio de las mías y suspendido sobre mí con el apoyo de sus brazos, en vez de recuperar la intensidad del beso anterior, solo me da uno más corto y suave que me hizo sonreír.
—¿Soy el único en el mundo que le encanta tu sonrisa? —murmura con voz ronca mirándome a los ojos. Tiene la pupila tan dilatada que sus ojos más que parecer marrones claros se ven como negros.
No quería imaginarme a mí.
—Eres el único en el mundo que me lo dice.
La dulce sonrisa que tanto me gusta se forma en sus labios hinchados y color cereza, que de igual manera no le impiden volver a besarme con la misma suavidad que el beso anterior, con sorprendente agilidad para mantener su peso equilibrado y no lograr aplastarme, su mano derecha fue viajando por mi torso desnudo hasta llegar a la cinturilla de mi short.
Ahí fue el momento dónde mi corazón realmente se aceleró.
—¿Estás segura? —preguntó—. No voy a obligarte a nada, bonita. Si dices no, paro ahora.
Sus palabras aclararon un poco mi cerebro para hacerlo dejar un poco el estado lujurioso y ponerlo a pensar.
¿Estaba segura? ¿Realmente segura? Tenía miedo, mucho, solo que también está esa parte no-racional de mí que es capaz de arriesgarse sin pensar bien la situación.
No es algo de lo que no esté tan insegura, es más por el hecho de lo que pueda pasar después, ¿Y si cambia algo entre nosotros? ¿Algo para mal? Me abruma pensar tanta tontería en este momento.
—¿Todo estará bien? —pregunté casi en un susurro.
—Bonita, todo estará perfecto —asegura—. Tendré cuidado, me detendré cuando tú lo digas. Prometo que no te haré daño, en ningún sentido.
Con esa promesa segura de su parte, mi respuesta a su anterior pregunta fue un asentimiento afirmativo.
Y Dave con la dulzura con la que siempre me trató, cumplió su promesa.
————————
Nota de la autora:
Je, je, bueno, bueno, bueno...
Cositas, ¿No?
Vale, no. Fue un capítulo... Uf, empezó relax y terminó... Bueno, como que con calorcito, ¿Eh?
Dave, ow, Dave yo te amo con mi vida. Eres literalmente el mejor personaje que he creado, ¿Por qué no puedo ser capaz de sacarte del libro?
Esta semana es solo actualización de dos capítulos pero dos capítulos muy bonitos que me gustaron. Claro, este con algo de spicy pero el otro los va hacer amar a Dave más que nunca.
Sí, spoiler, está narrado por él.
Nos leemos en el siguiente capítulo.
Besos y abrazos con vomitos de arcoiris, películas de Disney y cachondeo.
MJ.
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