52 • Yo siento muchísimo por él

Ocho largos meses sin un abrazo, sin una sonrisa, sin algún regaño, sin un beso en la mejilla de despedida.

Ocho meses sin nada de eso y, mierda, duele, duele horriblemente.

Tomo una respiración dificultosa tratando lo más posible de que las lágrimas no salieran a cantaros de mis ojos. Elliot, el mejor amigo de Miguel, nota mi estado sensible por lo que pasa su brazo sobre mis hombros y me atrae hacia sí en un medio abrazo que solo por hoy no me resistiré en recibir.

—Aquí estamos para ti, hermanita —susurra para que solo yo lo escuche y oírlo decir el tierno apodo que me tiene desde hace años me hace sonreír en medio de toda esa situación.

Elliot siempre me llamó «hermanita» por todos los años en que nos llevamos conociendo, el apodo me parece tierno viniendo de él porque para mí, él también es como otro hermano mayor.

En mi mano izquierda siento un tacto un poco más rústico y miro de reojo que se trata de mi hermano tomándome de la mano y regalandome una sonrisa de lado. Al igual que yo, Miguel tiene los ojos empañados y que, a cambio de mí, es Luke quien le está dando un medio abrazo, aunque todos sabíamos que no solo ellos nos apoyaban a nosotros, si no que entre todos nos dábamos fuerzas para estar frente a la lápida de la mujer más increíble que muchos tuvieron la dicha de conocer y que mi hermano y yo tuvimos la suerte de que haya sido nuestra madre.

Con los distintos tipos de flores favoritas de mi mamá, estábamos todos los más allegados a ella: su familia, la mamá de Amapola que era su mejor amiga, también los hijos Bergan, que fueron los sobrinos adoptados por la amistad de mi mamá, además de que también nos acompañan Luke y Elliot, el par de monos que mi mamá siempre les tuvo un gran amor a pesar de sus constantes estupideces.

Aunque estemos visitando la lápida de mamá, nadie aquí llevaba una preda negra, en cambio, todos teníamos algo en azul cielo, el color favorito de mi mamá. Ella no quería que a la hora de visitarla sea entre colores lúgubres y oscuros, quería colores llamativos y bonitos, mamá solía decir que era porque el negro ya es un color bastante común, yo creo que es para representar lo personalidad única, alegre y llamativa que una vez ella tuvo.

Y prefiero dejarlo así.

—Hola, hermanita —oigo decir a la tía Anna, que deja un ramo de flores jacintos moradas sobre la lápida recién limpiada de las viejas flores—. Estamos aquí, todos.

La tía Anna vuelve a su altura normal, dejando ver lo que ponía la inscripción de la lápida:

"Aquí descansa...

Carmen Clement de Reynolds Bennett.

«Nunca dejes que tus miedos te impidan vivir una hermosa vida»"

Mi tía se aclara la garganta para que todos le prestemos atención.

—Gracias a todos por estar aquí hoy, día en el que recordamos entre risas, sonrisas y una buena comida, la favorita de mi Cami —ella sonríe, quizá recordando buenos momentos—. A mi querida hermana menor, que hoy, hace ocho meses nos dejó para estar en un lugar mejor, pero siempre, sin importar el tiempo, estará con nosotros, con su amor acompañándonos todo el tiempo.

»Quisiera decirles que Carmen era... —observa con una sonrisa el lugar donde descansa mi mamá—. La persona más bondadosa que pude llegar a conocer, puede que esto lo digan todas las hermanas mayores, pero así era mi Cami. Fue una increíble hermana menor, una increíble hija, la mejor esposa, madre y tía y también la mejor amiga de todas —hubieron algunos sollozos de fondo—. Carmen siempre supo ver la bondad en el mundo, la luz en medio de la oscuridad y siempre, hasta sus últimos días, pudo ver el lado positivo de las cosas. Y hay una persona que bien puede confirmar mis palabras, ¿Francia?

La mamá de Amapola se acerca a dónde está mi tía y antes de decir sus palabras, deja un ramo de brillantes girasoles junto a los jacintos, murmurando unas palabras que no llegué a escuchar.

Dejando escapar un suspiro, se volvió hacia nosotros y nos sonrió con los ojos verdes empañados. Antes de hablar, la mamá de Amapola deja ir una risa entre un suspiro y pone sus manos sobre su cintura, observando el cielo. Le costaba hablar, lo sabía y la entendía, recordar momentos que no volverán a ser con tu mejor amiga a de ser muy duro para la señora Bergan.

—Anna tiene totalmente la razón, Carmen era la mejor persona que todos tuvimos el placer de conocer —dice, bajando su mirada del cielo azul—. El único momento dónde no era mi mejor amiga era cuando no me ayudaba en los exámenes de cálculo de la preparatoria —deja ir una risa—. Fue mi mejor amiga y aún lo es, mi hermana de otra sangre, a la que le podía contar mis secretos más profundos y sabía que no iría a decírselo a todo el mundo.

»Fue la persona que me apoyó en todo momento, era mi soporte cuando me derrumbaba y yo era el suyo cuando le tocaba a ella. Cami era... —suspira sonriendo por los recuerdos—. La persona con una personalidad tan extraña pero tan increíble a la vez, podía ser tranquila, ¡Pero no querías verla borracha! —hay algunas risas—. Puede que ya no esté con nosotros, pero aquí, en este momento y todos los días, hay personas que la recuerdan con cariño, que recuerdan sus locuras y sus buenos momentos.

Tras terminar de decir eso, volvió con su familia que se encontraba soltando alguna que otra lágrima. Los cuatrillizos estaban más sentimentales de lo que se muestran normalmente ya que mamá había sido su madrina de bautizo y mi mejor amiga porque mi madre la quería tanto como a los amigos de Miguel.

Papá no dudó en acercarse ni un momento a dejar sobre la lápida un ramo de rosas, una de las flores que representa la relación que tuvieron mis padres. Mamá solía contarnos a Miguel y a mí que papá le enviaba todos los días una rosa con una carta y en una ocasión, en vez de llegarle la flor y el papel, solo le llegó la carta con una indicación: que siguiera el camino rojo en el parque, había sido un sendero con pétalos de rosas que llevaba a un lugar poco concurrido del parque y fue ahí, en ese lugar, dónde papá le pidió que fuera su esposa.

—Sigue tu camino rojo a la paz, amor —dijo papá, dando un beso a su mano para dejarlo sobre la lápida antes de levantarse-. Algo que nunca querías ver era a Carmen estando en sus días —Miguel y yo dejamos ir unas risas por lo cierto que es eso—. En serio, hubo una vez en dónde casi me lanza un vaso solo por preguntarle qué íbamos a cenar.

Papá deja ir un suspiro, metiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta.

—Fue... fue la mejor esposa del mundo, también la mejor amiga, alguien a la que podía contar mis problemas y me aseguraba que «lo resolvernos juntos sin importar qué»

»La que con verla sonreír mi día se arreglaba por completo, y no solo fue la mejor esposa, también la mejor madre —sonríe en nuestra dirección—. Me dió a las cucarachas que llamo hijos, dos de las personas que más amo en esta vida. Me dió su amor, el cual estuve todos los días agradecido, me dió su confianza y, sobretodo, me dió su presencia en el mejor momento de mi vida. Siempre estaré agradecido porque haya decido quedarse conmigo a pesar de todo.

A este punto, ya varias lágrimas corrían por mis mejillas, podía escuchar los sorbetes de nariz que daba mi hermano y Luke y como Elliot me atraía más hacia sí, dándome a entender que esto es difícil también para ellos.

Hubieron otras palabras, mías y de Miguel, de los cuatrillizos a punto de llorar, de Luke y de Elliot, contamos anécdotas que nos hicieron reír y no llorar por los recuerdos.

Porque después de todo, esto es lo que quería mamá: que la recordaran con risas y no con lágrimas, entre vivos colores y no fúnebres, y nosotros nos estamos encargando de cumplir esa promesa.

Un largo rato después pude quedarme parcialmente sola con mi madre ya que los demás se alejaron un poco a mi petición. Necesitaba hablar con mamá, tenía tantísimo que contarle.

Estuve al menos cinco minutos en silencio, solo observando el panorama, sintiendo la brisa fresca y el aroma de las flores nuevas que descansan en su lápida.

—Hola, mamá —saludo al fin—. Perdón por no visitarte mucho últimamente, la universidad a estado muy pesada en este nuevo semestre, ¿Por qué no me dijiste que estudiar bellas artes era tan difícil? Si lo hubiera sabido habría decidido estudiar, no lo sé, repostería.

Me río imaginando la cara de mamá diciéndome: «No seas holgazana, Mónica Ann Reynolds»

—Es broma, mamá. Sabes que me gusta mucho, podrá ser agotadora pero es muy entretenida —acomodo uno de los jacintos que están a punto de caerse—. ¿Sabes? Este fin de semana iremos con mi clase al museo metropolitano de arte en Nueva York. ¿Te lo puedes creer? Después de tantas tardes que te decía que quería visitar ese lugar y ahora voy a ir este fin de semana.

»Prometo que pasaré por el departamento de arte del oriente próximo antiguo, aún no olvido que ese era el departamento que querías visitar si un día lo visitabas.

Suspiré poniendo detrás de mi oreja mechones de mi cabello que el viento desordena.

—Tengo... tengo tanto que contarte, mamá —mi vista se vuelve borrosa a causa de las lágrimas acumuladas—. Ojalá estuvieras aquí, quiero abrazarte, contarte todo mientras comemos galletas, pero... entiendo que... que ya no estás, lo entiendo ahora, mamá pero entenderlo no es lo mismo que vivir con ello.

Limpio rápidamente la lágrima que escapa de mi ojo.

—Fueron meses duros después que te fuiste, pero pudimos superarlo, juntos y ahora podemos decir que somos fuertes guerreros, mamá, como tú nos llamaste una vez.

»En mi vida cambiaron muchas cosas desde la última vez; adopté un perro, se llama Argonauta, te habría encantado conocerlo. Trabajé como maestra y no maté a mis alumnos, un milagro. También... —una sonrisa involuntaria se forma en mis labios. Ya estaba en tal punto que de solo pensarlo me hacía sonreír—. Empecé a salir con alguien de la manera más... extraña de todas, fueron eventos todo extraños que nos llevaron a fingir salir y ahora realmente salimos.

»Él es... no lo sé, mamá, es una gran persona, idiota, egocéntrico, imbécil de vez en cuando, pero una gran persona a fin de cuentas. Yo... yo siento muchísimo por él —murmuro entre nosotras—. Y me aterra pensar que algo pueda salir mal o que yo salga perdiendo ahí. Sin embargo... —suspiro—. No lo sé, es todo muy confuso. Él es...

—Lamento interrumpir la charla, pero ¿Puedo sumarme también? —preguntó detrás de mí.

Miré sobre mi hombro para verlo sonreírme.

—Claro, ven, siéntate.

Dave se sienta a mi lado en el césped y deja como puede un beso sobre mi mejilla, una acción común entre nosotros pero que en este momento me resulta más bonita.

—Perdón por llegar tan tarde —se disculpa en un un murmuro ronco, tomando mi mano entre la suya.

—Estate tranquilo —aseguré—. Oye, mamá, ¿Recuerdas a Dave Wyle? ¿El chico al que le diste la galleta escondida de sus padres? ¿Mariano y Lilly?

Dave ríe a mi lado.

—Seguramente no me recuerda.

—Sí debe de hacerlo, mi mamá no olvidaría una cara tan bonita.

Fueron solo cinco segundos en los que me di cuenta de lo que había dicho, por lo que mis mejillas cobraron color más rápido de lo que explota una palomita.

—Así que... dices que soy bonito, eh.

—Como si ya no lo supieras.

—Hum, de hecho no, no lo sé.

Le di una mirada de ojos entrecerrados que le causó diversión.

—Eres un idiota.

—Un idiota que solo le gusta que su novia lo llame de tal manera.

—Eso es masoquismo.

—Entonces, si estar contigo es masoquismo, me declaro un masoquista bastante encantado.

Supongo que no hay mucha necesidad de decir que eso... me hizo sonreír como una estúpida.

—¿Cómo estás? —pregunta luego de dejar un mechón de mi cabello que el viento desordenó, otra vez.

Encogí los hombros, pasando mi mirada de él hacia el gran campo verde con lápidas. Al igual que nosotros, habían otras personas hablando con sus familiares fallecidos.

—Supongo que bien, es lindo visitar a mi mamá, aunque seguramente ahora estaría dándome un sermón del estilo de «Pudiste venir un fin de semana, no era necesario que te perdieras un día de clases» —pensé un segundo—. Hablando de clases, ¿Tú no deberías estar en la universidad?

Dave asintió tranquilo.

—Sí, debería.

—¿Y por qué... ya sabes, no estás allá?

—Porque quería estar aquí para tí.

Lo único que hizo fue darme un apretón cariñoso en la mano y regalarme esa sonrisa dulce que tiene y que me gusta tanto para lograr que las mariposas que ya hace un tiempo no aparecían por mi estómago, vuelvan otra vez.

—Gracias, Dave.

Lleva mi mano a sus labios para dejar un beso en mis nudillos.

—Lo que sea por tí, bonita.

Miré sobre mi hombro dónde estaban los demás hablando, notando que habían nuevas personas: la familia de Dave.

—¿Han venido todos?

—Así es, tu tía nos invitó y no quisimos fallarte a ti hoy —ve a su familia antes de volver a verme a mí—. Mis hermanos también vinieron, querían estar aquí contigo después de todo el apoyo que les has dado a ellos.

—Son grandes chicos, no sé por qué rayos les caigo tan bien.

Dave suelta una rápida risa incrédula.

—¿No sabes? ¿Es en serio? Joder, Mónica, estuviste con nosotros cuando pasó lo de Asia, le quitaste culpas a Henry, has estado con nosotros en el momento justo y necesario. Ahora nos toca a nosotros apoyarte a ti.

—Gracias, en serio. Gracias por estar aquí —me acerco a él y dejo en su mejilla un suave beso.

Rasca nervioso la parte trasera de su cabeza a la vez que ríe muy agudo.

—Espero no se moleste, señora Reynolds —me da gracia que se le diferencie ese tono agudo en su voz—. Tu mamá no se molestará conmigo, ¿verdad?

Meneé la cabeza, negando.

—Yo creo que tú le agradas mucho, supongo que siempre fue así.

—Me agrada saber que le caigo tan bien a mí suegra y que no me haya olvidado por tener una cara tan bonita.

Fue inevitable propinarle un golpe en el brazo.

En esta ocasión, en vez de decir su clásico «no me maltrates, mujer» solo suelta mi mano y pasa ese brazo sobre mis hombros para atraerme más hacia él, luego, empieza una charla con mi mamá, como si ella realmente estuviera frente a nosotros.

En gran mayoría, la charla son solo tontas acusaciones de su parte y la otra de cosas muy bonitas que me hacen apretar los labios para no sonreír.

Observo como Dave sigue charlando cosas de mí con mi mamá, el cómo sonríe involuntariamente y como de vez en cuando sus mejillas cobraban un ligero color rosa. Con esos pequeños detalles, acepté que sí, sentía muchísimo hacia él.

-

La sala de mi casa estaba llena de las personas que habían asistido hoy con nosotros a la ceremonia de mamá, en el ambiente se olía combinaciones de aromas que te habrían el apetito al instante por los platillos que estaban repartidos en la sala.

Llevo mi vaso de refresco a mis labios para dar un sorbo, observando todo el panorama de la sala desde la entrada a la cocina. Aunque no era una fiesta, sí se sentía ese aire alegre por las risas que había. Estoy segura que mamá debe de estar viéndonos orgullosa de dónde sea que esté.

—Hey —Luke se acerca a mi con un muffin de arándanos en manos que me extiende.

—Hola —devolví el saludo, sonriendole por el muffin.

—¿Por qué tan sola? —se recuesta del marco contrario de la entrada, quedando de frente a mí.

Me acomodo en mi lugar dando un mordisco al muffin. Luke espera paciente mi respuesta, solo observandome con sus ojos violetas azulados.

A veces me pregunto cómo habría sido si Luke también se hubiera fijado en mí, ¿Habría salido bien? ¿Mal? No podía hacerme una idea exacta de cómo habría sido eso.

—Sin motivo alguno —le respondo al fin—. ¿Qué tal estás?

—Esa pregunta debería hacertela yo, Mona.

—Pues ves que me adelanté, ahora, responde.

Suspira bajando momentaneamente la cabeza, haciendo que algunos de sus rizos azabaches se fueran hacia adelante.

—No tan mal —alza la mirada para verme, sus labios tenían una mueca arrugando la nariz—. Ustedes deben de estar peor ya que era tu mamá, pero aún así... la extraño bastante.

—Luke, que haya sido nuestra madre no significa que la vamos a extrañar más que los demás. Sí, nos duele y sí, la extrañamos, pero todos lo hacemos en un mismo nivel.

—Bueno, ya que dices eso, la extraño muchísimo.

—Lo sé, Luke. Yo también lo hago.

Hay un momento donde solo es silencio entre nosotros, dejo el muffin y el refresco a un lado ya sigo sin tanto apetito para comer. Me fijo en que Luke tiene puesta su mirada en mí con la cabeza un poco ladeada, esa mirada es bastante rara ya que nunca me la había dirigido.

—¿Qué?

No hace más que negar con la cabeza.

—Nada.

—Luke, dime.

Suspira y sus labios forma una débil sonrisa.

—Eras muy obvia.

—¿Eh?

—Cuando tenías catorce, eras muy obvia. Siempre supe que te gusté.

Me lo quedo viendo con mi mejor cara de «No me jodas, amigo». Esto no podía ser cierto, ¡Él nunca debía de enterarse de eso!

—¿Q-qué...? —balbuceé nerviosa.

—Pues sí, Mónica, eras demasiado obvia —afirma una tercera vez—. Me daba cuenta cuando te me quedabas mirando, cuando sonreías cerca mío, siempre pensé que era una tontería mía, pero supe que era verdad cuando una vez te dejaste abrazar por mí cuando ni siquiera se lo permitiste a Miguel.

Estúpida Mónica de catorce años. Estúpida, estúpida, estúpida.

—Ahí supe que te gustaba, tú odias los abrazos y a mí me lo permitiste, algo demasiado obvio —yo lo sigo observando con mi peor cara de incredulidad, la cual lo hace reír—. Tranquila, Mónica, no te voy a jugar bromas con eso, solo... quería decírtelo.

—¿Decirme que sabías que me gustabas? Ay ajá, ¿Qué me ibas a decir realmente?

—Amapola tiene razón, con un cerebro así, deberías estudiar leyes.

—La terminología jurídica me marea, así que habla.

—Vale, mandona —deja salir aire por su boca—. Quería decirte que yo...

Luke estaba a punto de soltar la siguiente palabra cuando escuchamos a nuestro lado a alguien decir:

—Hey, bonita.

Él y yo nos volvemos al mismo tiempo para ver llegar con nosotros a Dave, que llevaba en manos también un muffin de arándanos. Claro que él no desaprovecharía la oportunidad de volver a comerlos.

Cuando llega con nosotros, Dave nota que Luke está también presente, sonriendo de labios cerrados y si no me equivoco, parecía también... algo incómodo.

—Eh... ¿Interrumpo algo? —pregunta dando un mordisco al muffin.

Yo estaba apunto de decirle que sí, ya que sí lo había hecho, solo que Luke se me adelantó:

—Nah', claro que no. Solo hablábamos, ¿A qué sí, Mona?

Dave emite una risa ronca y yo le doy una mala mirada a Luke, que sonríe divertido.

Ese grandísimo idiota.

—De hecho, tú me estabas diciendo algo.

—Oh, eso no es nada.

—Luke...

—Calma, Mona, en serio no es nada. Son solo tonterías mías —se despega del marco de la pared y se acerca a Dave a chocarle los cinco por alguna razón—. No me malinterpretes, Dave. Me caes bien y todo ese rollo, pero si le haces daño te juro que te vas de este mundo de la forma menos agradable posible. Así que piénsalo dos veces antes de cagarla.

—Eh... claro...

Luke sonríe como si no lo hubiera recién amenazado.

—Luego hablamos, Mona.

Me despido confundida de él, viéndolo irse a hablar con Miguel, Elliot y Antonio.

—Eh, ¿Qué fue eso? —pregunta Dave con la boca medio llena.

—No tengo idea.

En el bolsillo de mi pantalón, mi móvil vibra indicando la llegada de alguna llamada. Al tenerlo en mano me doy cuenta que no es una llamada normal, si no una videollamada de una persona que no veo desde la navidad del año pasado.

—¡Hola, prima! —saluda con su ánimo característico cuando contesto.

—Hola, Didi —le devuelvo el saludo, no con su misma emoción pero sí con su sonrisa.

—¡Que lindo verte otra vez! Extrañaba mucho hablar contigo.

—Y, sin embargo, no me escribes —Dave se ahoga por la risa.

—¡Oye! Tú me dejas en visto, por eso hablo más con Miguel.

—Chorradas, Diane Reynolds, chorradas.

Mi prima no hace más que reír meneando la cabeza.

Como dije una vez, Diane es la única prima Reynolds que vive en Massachusetts, en Cambridge, a solo diez minutos en auto. Es una chica dos años menor que yo, con el cabello castaño oscuro, ojos verde garrafa, mejillas rellenas y con las mismas casi imperceptibles pecas que tenemos mi hermano y yo.

—En fin, quería saber cómo estabas, Mónica —su tono se vuelve más suave. Otra de las cosas características de Diane, es que suele ser bastante empática—. Hoy hablé con Miguel y quería hablar contigo también.

—Siempre tan dulce, Didi —suspiro—. Estoy bien, prima, gracias por preocuparte, es muy lindo de tu parte.

—Me habría gustado ir para estar con ustedes, pero mi madre... —sus labios esbozan una mueca involuntaria. Para nadie es secreto que la tía Dalia, mamá de Diane, es un poco... mejor me quedo con mis palabras—. En fin, el punto es que no pude ir.

—Está bien, Didi, entiendo. Le das mis saludos a tus padres —ella asintió.

—Espero estén bien, prima. Si tú antipatía lo permite, dale un abrazo a Miguel y al tío Diego de mi parte, ¿Vale?

—Claro, si mi antipatía lo permite.

Diane ríe.

—Hablamos luego, Mónica, cuídate.

—Cuidate tú también, Didi. Adiós.

Con un gesto de despedida de su mano, mi prima cortó la videollamada.

—Creo que tu padre y Miguel nunca recibirán ese abrazo —comenta Dave.

—Lo más probable es que sí.

—Vaya, que sorpresa. Mónica anti-abrazos Reynolds está dispuesta a dar un abrazo, ¿Cada cuánto pasa esto?

—Cada que esté con el mínimo ánimo.

—Creo que aprovecharé eso.

Cómo lo ví venir, Dave me atrae hacia él y rodea con sus brazos, obligandome a rodear su torso con los míos y a inhalar más de cerca su aroma común.

Siento como deja un beso sobre mi cabello.

Y ahí, en ese momento, sin importarme que estén invadiendo mi espacio personal, ni que quizá nos estén viendo algunas personas en mi casa, ni las mariposas en mi estómago, supe que este grandísimo idiota que puede llegar a ser un pervertido, un infantil y egocéntrico prepotente, es el chico que me resulta estúpidamente ideal.

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Nota de la autora:

¡Primera actualización de estos chicos del 2023!

Creo que ya lo he dicho, pero, ¿Qué más que una última vez? ¡Feliz año nuevo! Aún es un poco loco ya estar en el 2023, un año que en 2019 se veía lejano.

La primera actualización de esta novela con este capítulo, un poco triste, un poco feliz...

¿Hablamos del capítulo?

Empecemos con Elliot, ¡Dios! Amo a ese chico, quizá no profundice tanto su relación con Mónica, pero es lindo dar esos atisbos de la bonita amistad que tienen.

Dave, oh, Dave, ¿Puedo llegar a amarte más? Creo que sí. En la anterior versión esto no era así, al menos, no completamente. Me gusta verlos juntos en este momento difícil de Mónica.

¿Qué sería eso que querría decirle Luke a Monica? Me a dejado intrigada...

¡Y conocimos a Diane! Se hizo su mención una vez, nada relevante, aquí ya tiene unos diálogos más largos. Quizá solo sea un personaje secundario, pero le tomé cariño.

Y bueno, creo que todos amamos a Dave, eso es más que claro, ¿A qué sí?

Nos leemos en el siguiente capítulo porque ya me he extendido demasiado.

Besos y abrazos con muffins de arándanos, llamadas de Diane y revelaciones.

MJ.


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