51 • Luke desenreda cabellos 3000
Ya a eso de las seis de la tarde, empecé a prepararme para salir en la noche.
Si no hubiera sido por los mensajes insistentes de mi mejor amiga diciéndome que «me preparara y no olvidara lo de hoy en la noche» sí me habría olvidado por completo del juego de Dave.
También pongamos de insistente a mi querido hermano mayor que a cada tanto gritaba desde su habitación «¡Nica! ¡No te olvides, mocosa!»
Sí, me llamó mocosa.
Cuando Miguel gritó y al mismo tiempo recibí un mensaje de Amapola, supe que ya debía de irme alistando, por lo que, al fin, me levanté con bastante pereza de mi cama.
Ducharme con agua fría fue una tortura necesaria ya que estaba medio dormida, también una que funcionó bastante bien. En cuanto terminé de bañarme, estaba más despierta y sin pereza alguna como la que había traído al entrar.
—¡Nica en veinte minutos vamos sali...! —mi hermano interrumpe su grito al verme en medio del pasillo, envuelta en una toalla temblando de frío—. Oh, pobre.
Le regalé una sonrisa falsa, fracasando totalmente en que mis dientes no suenen del frío que tenía.
—Eres muy amargada, hermana —le doy una mirada de ojos entrecerrados—. En fin, ve a vestirte, en veinte minutos estamos saliendo.
—¿V-veinte?
—Quizá media hora, tenemos que esperar a los chicos.
Asentí siguiendo el camino a mi habitación. Con esa segunda opción, sabía que saldríamos de casa ya a solo diez minutos antes de las siete de la noche. Luke y Elliot son un par de monos bastante impuntuales.
Ya en mi habitación, busqué algo que ponerme, de preferencia que sea abrigado. Recorrí mi mirada entre las prendas de ropa en ganchos hasta que di con un jean azul, un top blanco de tirantes y que arriba llevaría la sudadera de motas de colores que me había regalado Amapola una vez. Cómo opción más rápida y fácil, opté por mis viejas zapatillas converse.
Hice el gran intento de desenredar mi cabello, cosa que resultó bastante desastrosa porque solo terminó como la melena de Simba cuando termina de bañarse.
Resoplé espantando el mechón blanco de mi vista.
—Genial —mascullo para mí, molesta—. Además de Pinocho, eres Simba, Mónica. ¿Dónde estarán metidos mi Timón y Pumba?
Y como si hubiera hecho alguna clase de invocación, escucho el peculiar toque en mi puerta que sé perfectamente a quien pertenece.
Largo otro suspiro, preparándome para las bromas.
—Adelante.
Mi puerta se abrió dejando ver a un sonriente Luke, seguido de un Elliot con las manos metidas en su sudadera y un Miguel riendo de algo.
Y al verme, los tres borran sus sonrisas que cambian a caras de horror.
—¿Pero qué...
—... demonios...
—... te pasó en el pelo? —finaliza mi hermano.
En la mirada de Luke veo ese típico brillo de diversión y la comisura izquierda de su labio empieza a levantarse lentamente.
—Dices algo y terminas como el papá de los tres cerditos.
—¿Eh?
—Colgado muerto en la pared.
—Oh —murmuró, entendiendo—. Oh...
Vuelvo a tomar mi cepillo y lo paso por mi cabello lleno de nudos y un friz inexplicable. ¿Todo este enredo por haber pasado la tarde con un chongo? ¿Es en serio?
—Odio mi cabello —admito, dejando caer mis brazos cansados a mis costados, con el cepillo colgando enredado en mi cabello.
—Vamos, sabes que no es cierto —consuela Luke, acercándose hasta quedar detrás de mí y poner sus manos en mis hombros—. Deja y te ayudo.
Lo miré sobre mi hombro con el entrecejo fruncido.
—¿Tú? ¿Ayudarme con este desastre?
—Al menos disimula la sorpresa, Mona.
Ignoré el impulso de golpearlo.
—¿Cómo me ayudarás con esto? ¡Ve dónde terminó mi cepillo!
—Confía en él, Nica —me dice Elliot, sentándose a la orilla de mi cama.
—Sí, hermana, no por nada lo llaman Luke desenreda cabellos 3000.
—Nadie lo llama así.
—Pero lo harán —asegura el dueño del supuesto apodo—. Solo quédate quieta y déjame trabajar —de un tirón, que admito, me dolió bastante, logró sacar mi cepillo del enredo de mi cabello—. Venganza por la broma de hace un año.
—¡Pero fue hace un año!
—Y yo estuve una semana con el pelo pintado de azul, así que estamos a mano —y me da unas palmaditas en la cabeza como si fuera una especie de perro obediente.
Idiota hijo de su grandísima madre. Sin ofenderla, señora Drayton.
Cómo no tenía más opciones, ya casi sería hora de irnos y tenía a un supuesto experto, suspiré resignada y tomé la decisión que nunca creí tomaría en mi vida.
—Vale, Luke, peiname.
Fue bastante estúpido y gracioso como chilló emocionado.
—Yei, Sadie estaría orgullosa de mí.
Mi habitación quedó en silencio.
—¿Acaso has dicho «yei»? —cuestiona Elliot.
—Sí, lo dije, no sean unos malditos jugando bromas ahora. Tengo trabajo que hacer.
Y con eso, empezó con lo que creí que nunca pasaría en mi vida.
-
—Hala... —murmuré sin poder creerme lo que veía en mi espejo.
Veo como Luke gira mi cepillo entre sus dedos y luego lo sopla.
—Soy genial, no me lo digas. Lo veo en tu mirada.
No es exactamente eso lo que dice mi mirada, pero sí que estoy bastante sorprendida y agradecida con lo que ha hecho Luke.
Tomó al menos quince minutos, pero lo logró, logró desenredar completamente mi cabello, quizá sí dejándolo un poco esponjado pero eso ya es cosa normal. Incluso había hecho un par de torpes trenzas que quedaron flojas pero se veían con un poco de estilo.
—Vaya, Luke... —murmuré, dándome la vuelta para verlo—. Gracias, mono de ojos violetas.
Me regala una de sus grandes sonrisas que incluían los hoyuelos que tiene en la barbilla.
—No hay de qué, Mona —estira los brazos a sus lados—. ¿Abrazo a forma de paga?
Lo esquivo en el momento justo en el que estuvo a punto de darme el gran abrazo de oso que a querido darme desde hace un año.
—No, no, no —camino de retroceso hacia la puerta de mi habitación—. Te agradezco que me hayas desenredado el pelo, pero nada de abrazos.
Hace un puchero de decepción y mi hermano y Elliot nos veían divertidos desde mi cama.
Quisiera decir que ese puchero suyo me hizo dudar, pero no lo hizo. La única persona que podía hacer esa acción y hacerme dudar de alguna decisión es Dave, y él seguramente ahora me está esperando en la universidad.
—Pero Mona...
—Creo que es mejor irnos, si no llegaremos muy tarde.
Escuchando la risas de Miguel y Elliot y la exclamación de Luke diciendo que soy cruel y malvada, salí de mi habitación. Lo querré mucho y estaré bastante agradecida de que me haya ayudado, pero no quiero abrazos.
Al menos, no de él.
Que débil te has vuelto, amiga.
Cierra la boca.
Estoy en tu cabeza, Mónica. Nunca podré «cerrar la boca»
Desgraciadamente.
Desgraciada, Reynolds.
En la sala esperé a que los chicos bajaran, cosa que hicieron segundos después de mí, aún seguían riendo y Luke tenía los brazos cruzados como niño de cinco años que le negaron un juguete.
Pasando por mi lado, murmuró:
—Malvada.
Yo solo rodé los ojos y los seguí. Luke pasaba demasiado tiempo con sus hermanitos.
En el coche de mi hermano, me tocó ir atrás con Elliot, la mayor parte del camino yo me la pasé viendo por la ventana mientras que mis amigos hablaban sobre cosas de sus clases. Los chicos estudian leyes en la misma rama de derecho civil, solo que Luke se especializa más en la protección de los derechos infantiles. No suelo preguntarle mucho de la carrera porque tantos términos jurídicos me marean.
Hay alguna que otra pregunta hacia mí, también bromas relacionadas con Dave que son respondidas con amagos de golpes a los chicos. Me había parecido bastante raro que no me molestaran con eso.
Claro que no duraría mucho.
—Igual que lindo por ti, Mónica —me dice Elliot, dándome ese clásico golpecito en el hombro que siempre a hecho conmigo desde que me conoce—. Es agradable verte sonreír más, ya no estás tan amargada.
—Gracioso, Henning.
—Te molestaremos de vez en cuando, Nica.
—¿De vez en cuando? —miro a mi hermano con una ceja arqueada.
—La mayor parte del tiempo, pero sabes que te queremos, y estamos contentos porque te ves así de feliz, aunque sigas bastante apática. ¿A qué sí, chicos?
—Claro que sí —me sonríe Elliot—. ¿Verdad, bebé Luke?
—Eh... sí, sí —responde distraído él.
Aunque nos pareció raro a todos, ya que es Luke el que suele molestarme más, solo lo dejamos pasar. Cuando llegamos por fin a la universidad, Miguel aparcó su coche bastante alejado porque el estacionamiento estaba más lleno de lo normal. Al bajarnos, ellos empezaron a hablar emocionados del juego y garantizar que nuestra universidad ganaría el partido.
Ese trío de monos son muy aficionados de los deportes y de no ser porque la vez que hicieron las pruebas para integrar a nuevas personas al equipo uno de ellos estaba enfermo, otro anestesiado porque le sacaron las muelas del juicio y uno con un brazo enyesado, (no fue una historia muy bonita el cómo terminaron así los tres) sería parte del equipo.
Aún me sigo preguntando como esos tres terminaron peleando bajo la lluvia con unos desconocidos...
En cuanto llegamos al campo, el mismo al que aún le tenía un poco de inmaduro odio, busqué a mis amigos. Miguel se fue con los chicos, los tres diciéndome cosas como «Cuídate» y «Cualquier cosa que pase, nos llamas»
Es tierno que me cuiden así, pero, ¡Soy solo un año menor que ellos! ¡No cinco!
Igual sigue siendo tierno.
Accediendo a todas sus condiciones, me despedí de ellos. No tardé tanto en encontrar a mis amigos ya que Amapola me había encontrado primero a mí y me estaba haciendo señas para que me acercara a dónde estaban todos ellos, que era en dos de las filas del centro de las gradas.
Ahí estaba mi mejor amiga con el cabello negro en trenzas africanas, vaqueros y una camisa de mangas largas bajo una más holgada de color fucsia. A su lado derecho pude a ver a cuatro chicos de trece años, tres de ellos chicos y la última una chica.
Los reconocí al instante: los cuatrillizos hermanos de Amapola.
Los cuatrillizos Bergan son una combinación de sus padres y hermana mayor; el mismo cabello negro de su padre y hermana, los mismos ojos de su padre y madre y los pequeños detalles que los hacen parecer a su hermana mayor. Están en el orden de Andrew, el mayor solo por tres tontos minutos pero que le encanta restregarle a sus otros tres hermanos: Dylan, Dyn y Ruby.
Andrew y Ruby son los únicos del cuarteto que tienen el mismo color de ojos que Amapola, algo que los tres heredaron de su madre. Dylan y Dyn, en cambio, los tienen de un color caramelo, color heredado de su padre. Pero todos los hijos Bergan tienen el pelo negro, algo característico de ellos; pero Amapola, Ruby y Dylan no tienen esos rizos que tienen Andrew y Dyn.
En medio de Ruby y Dyn, que estaban casi al final de la fila, estaba un niño que aparentaba tener diez años hablando con ellos. No tenía idea de quién era, pero su rostro se me hacía vagamente familiar.
En la siguiente fila estaban Henry y Asia, los hermanos Dave, cada uno concentrado en las pantallas de sus móviles, esperando a que iniciara el juego. Del lado de Henry estaba Sal hablando con un chico de pelo castaño oscuro con rizos, y si no veo mal, tiene una tonalidad morena en la piel. Junto a ese chico estaba sentada una niña más pequeña, ¿De ocho, quizá? Igual que los hermanos Wyle, estaba entretenida con la pantalla de un móvil.
—Hey, chicos —saludo llegando con Amapola.
Mi mejor amiga me da un abrazo que sí recibo, casi todas las personas que conocía sentadas en esa fila parecieron no notarme, a excepción de uno de los cuatrillizos que al parecer está "locamente enamorado de mí". Estoy muy segura que solo lo hace para molestarme.
—¡Mónica, amor de mi vida! —exclama Dyn, dejando de lado la conversación que tenía con el pequeño niño rubio y su hermana.
Amapola rueda los ojos alejándose de mí.
—No empieces, Dyn —le advierte Amapola.
Dyn pasó de ella categóricamente, sonriendome de dientes completos, mostrando también que aún lleva los brackets de un nuevo color. Morado, irónicamente siendo ese mi color favorito.
¿Segura que solo finge?
—¿Cómo está la futura madre de mis cuatro hijos?
Sí, así siempre es la clásica pregunta del «¿Cómo estás?» hecha por Dyn Bergan.
—Estoy bien, Dyn, pero no tienes porque preguntar.
—Me gusta saber cómo se encuentra el amor de mi vida.
Los primeros días de esto me resultaba bastante tierno porque Dyn solo tenía nueve años y con esas mejillas regordetas y sonrosadas que tenía me parecía algo muy tierno, pero ahora es algo raro ya que son cuatro años después y él, evidentemente, a crecido y sigue diciéndome «amor de mi vida»
Por eso te lo cuestiono, ¿Segura que es broma?
Amapola se aclara la garganta, llamando la atención de su hermano.
—Hey, Dyn, ¿Te dije que Moni tiene novio?
Dyn le dió una mirada de «¿Disculpa?» y luego me miró en busca de desmentir esa afirmación. Cuando no la tuvo, exclamó:
—¡¿Qué?! ¿Quién se a atrevido a meterse con el amor de mi vida?
—Ese de allá a sido el gran temerario —Amapola señala a Dave hablando con Cooper—. El pelinegro.
Dyn se volvió con expresión seria a ver quién señala Amapola.
—A su puta madre...
—¡Dyn! —regaña su hermana.
—¡Perdón! ¡Pero eso no es una persona! —señala a Dave, viéndonos—. ¡No es una estatura normal!
—De hecho sí, incluso hay gente más alta —comento.
—Que tú estés enano, hermano, es muy diferente.
Dyn me miró, llevando su mano a su pecho de forma dramática.
—¿Cómo pudiste hacerme esto, Mónica?
Río meneando la cabeza, yendo con Dyn para desordenarle los rizos negros.
—Andando, vamos a sentarnos.
No puso queja, solo suspiró resignado y me siguió. Pasando entre los asientos nos deslizamos hasta el final, dónde Dyn tomó su anterior lugar y yo estuve a punto de seguir a la siguiente fila, donde Asia me estaba reservando un puesto, pero me detuve al ver que el niño rubio sube sus piernas al asiento y las abraza, mirando con cierto terror al cachorro mestizo que iba conmigo.
—Hey, ¿Todo bien? —le pregunto Ruby, mirándolo confundida.
El pequeño rubio me miró a mí asustado.
—Disculpa, ¿Podrías... mmmm, pasar a tu perrito por otro lado, por favor? —pidió con voz infantil aguda.
—Eh... —balbuceo confundida.
—Soy alérgico al pelo de perro —agregó—. Y tú perro... —miró a Argonauta, que lo veía con la cabeza ladeada, parecía también confundido—. Pues, tiene mucho pelo.
—Moni, dámelo, yo lo cuido —dice Amapola, quitándome el extremo del paseador de Argonauta, llevandoselo al inicio de la hilera de asientos dónde estaba sentada ella.
—Gracias —suspiró aliviado el rubio.
—Hey, chico, ¿Y tú eres? —pregunto, tratando de no ser descortés.
—Oh, yo soy Eneas.
¿Qué? ¿Escuché bien?
—¿Eneas?
—Así es.
—¿Y...?
—Es el hermanito de Cooper —me dice Amapola
Con que el hermanito de Cooper.
Con razón su cara se me hacía vagamente familiar, es como ver una copia casi exacta de Cooper: el mismo cabello rubio-castaño, solo que el del pequeño es mucho más rizado que el de su hermano, la gran parte de las facciones de su cara son idénticas a las de su hermano mayor, solo que él es más de mejilla rellenas. La única gran diferencia que tienen es que sus colores de ojos son de distintos tonos de azul, mientras que los de Cooper son de un azul un poco oscuros, los de su hermano son de uno más suave y claro.
—Oh... —murmuré—. Espera, ¿En serio te llamas Eneas?
Claro que tú lado chismoso no podía faltar.
Él asintió tranquilo, como si estuviera acostumbrado a escuchar esa pregunta.
—Sí, ese es mi nombre.
—Es un tantito...
—¿Peculiar? ¿Raro? ¿Extraño? Sí, eso es —sugiere Andrew a su lado.
Eneas deja ir una risa infantil. No parecía ofendido, como muchos lo estarían si les dijeran que su nombre es raro.
—Mi nombre es raro porque es griego.
—¿Los Parker son de Grecia?
Él menea la cabeza, desordenando sus rizos rubios.
—Mi mamá me puso así porque Eneas fue un héroe de la guerra de Troya, un semidiós hijo de Afrodita y Anquises, un mortal, además de que fue el fundador del Imperio Romano —encoge los hombros—. Él siempre abogó por la paz y su lema era que la unión y la familia eran la fuerza inquebrantable.
Todos ahí nos quedamos viendo sorprendidos al hermano de Cooper. ¿Pero qué acabo de escuchar?
—Che cosa? —escuché la pregunta de una voz masculina en un idioma que no entendía.
Entre nuestro silencio, oímos a Sal reír, volviéndose en su asiento para vernos.
—Los Parker son aficionados de las historias griegas y romanas.
—Así es —confirma Eneas—. A mamá le gustan mucho, ella eligió mi nombre. Porque como el de ella, viene de la mitología.
—Se llama Talia —aclaró Sal—. Y sí, fue ella la que eligió el nombre de Eneas y el señor Parker el de Cooper.
Eso... eso no lo ví venir.
Por favor, le puso «Argonauta» a Argonauta, alguna explicación detrás de esa fascinación habría de haber.
—Eso no me lo esperaba —admito en voz alta.
Otra vez, Sal se ríe.
—Si vas a salir con Coop, Amy, vas a escuchar muy seguido de esas historias.
—¿Vas a salir con mi hermano? —pregunta emocionado Eneas.
—Espera, ¿Estás saliendo con su hermano? —cuestiona Dylan, contrariado.
—¿Con quién estás saliendo tú, Amapola Valentina?
Así es como mi mejor amiga se ve envuelta en preguntas hechas por sus hermanos y ¿Pequeño cuñado? Sal le da una mirada de «lo siento» a Pola y los demás presentes solo se ríen de la situación en la que ella está metida.
Aproveché ese momento en que nadie estaba dándome atención para salir de las gradas he ir al campo, donde Dave y Cooper seguían hablando de alguna táctica para el partido, si no escuché mal.
—Vale, iré a plantearles la idea a los demás —fue lo último que escuché de Cooper antes de que se alejara corriendo hacia el resto del equipo.
—Hey —saludo a Dave, llegando a su lado.
Baja su mirada y me regala una sonrisa de emoción.
—Hola.
—¿Estás listo?
—Un poco nervioso, pero me siento preparado.
—Jugarán bien, lo sé.
Estaba a punto de agregar algo más solo que alguien gritó:
—¡¡Wyle, déjate de manitas con tu noviecita y ven a prepararte!!
Dave rueda los ojos y resopla echando la cabeza hacia atrás, acción que me dio algo de risa. Le hizo un gesto al entrenador y volvió a verme a mí.
—Como escuchaste, debo de irme.
—Ve, antes de que vuelva a gritar. Ese hombre debe de dejar de creer que siempre andamos de manitas.
—A mí me gusta la idea.
Le di mirada de «No seas idiota ahora» que lo hizo levantar los brazos en son de paz.
—Vale, nada de bromas con doble sentido.
—Espero ganen.
—Yo lo espero también.
Extiendo la mano y tomo la suya, que estaba cubierta por el guante de guardameta, Dave da un rápido apretón a mi mano
—Te irá bien, Dave, a todos.
—Bueno... un poco de suerte me iría bastante bien, la verdad.
Ruedo los ojos apretando los labios para que no se me escape una risa boba. Aún así, me puse de puntillas para dejar un casto beso sobre sus labios que él quiso alargar pero que yo corté ya que no quería demasiada atención.
Claro que ahora quizá muchos ojos nos estén viendo...
Al poner distancia, Dave se encontraba sonriendo.
—Me gusta esto, podría acostumbrarme.
Le di un empujón por el hombro.
—Vete, Dave.
Se despide de mi con un gesto de su mano y se va corriendo a donde estaba el resto del equipo, decido volver a la fila de asientos dónde estaban mis amigos. Siento sobre mí algunas miradas que ignoro totalmente. Sí, soy su novia y le puedo dar los besos que yo quiera, no me juzguen.
Me senté en el asiento vacío junto a Asia, ya al final de la fila, de modo que quedo al lado de las escaleras de salida. Mantuve una corta y entretenida charla con los hermanos Wyle, que se vio interrumpida por el inicio del juego.
-
La mayor parte del juego no entendí un demonio, solo el final cuando me di cuenta que nuestra universidad había ganado.
El tiempo se me pasó rápido, hubo unos cuantos fallos, Cooper resulto herido y eso ocasionó que la loca Amapola saliera a la superficie pero de resto todo estuvo bien, Cooper volvió al campo como nuevo.
Y en unos minutos había hecho el gol ganador.
Asia y Henry, los hermanos Bergan, Eneas, Sal, Damiano y su hermanita que se llama Loredanna también demuestran emoción con las demás personas a nuestro alrededor. Damiano no estudia en nuestra universidad pero tal parece que también está celebrando este logro.
Después del juego, todo nuestro gran grupo bajó hacia el campo dónde empezaban a acercarse las personas para felicitar a los chicos del equipo por haber ganado.
Había recuperado el paseador de Argonauta, cachorro que a cada tanto se detiene, se remueve boca arriba en el césped y sigue su camino como si nada.
A veces no entiendo a ese perro.
—¡Abran paso para el capitán que llevó a su equipo a la victoria! —exclama Cooper, acercándose con Dave.
Hay un coro de risas por su comentario.
—¡Felicidades, chicos! —dijo Sal, sonriendole a sus amigos.
—¿Qué tal tu nariz? —pregunta Henry a Cooper.
Se le veía un poco rojiza y algo hinchada pero Cooper tenía una gran sonrisa de satisfacción en los labios.
—Oh, está muy bien, mini bro. Valió la pena el golpe, hubieran visto sus caras de cerca al ver cuándo anoté el gol —hizo un amago con su pierna, como si estuviera pateando una pelota—. Tenía cara de «¿Qué carajo?»
Amapola sonríe.
—Felicidades, Parker, jugaste muy bien.
Y lo que hizo fue algo que nadie, en serio nadie se vio venir. Creo que ni siquiera Cooper se lo esperó.
Amapola se acercó lo suficiente a él como para dejar un corto pico sobre sus labios y eso en definitiva nos sorprendió a todos.
—Ah... ah... Ah... —balbuceaba Cooper en cuanto Amapola se aleja.
Ella deja ir una risa, tal parece no importarle que tiene público.
—No seas idiota, Parker.
Y cuando se puso a su lado, entrelazó sus manos, dejando a Cooper sonrojado como tomate.
Pero- ¡¿Qué a pasado?!
No tengo idea.
Pese a la sorpresa que aún todos sentíamos por la inesperada acción de Amapola, la siguiente conversación surgió con naturalidad. Claro que Cooper aún se veía bastante nervioso.
—Así que... tú eres el famoso Damiano, ¿Eh? —investiga Cooper, con la voz en una nota más alta de lo normal.
—Sí, soy yo —afirma el moreno, delatando el acento italiano en su voz—. Y tú eres el famoso Cooper, Sal me a hablado mucho de ti; y también de ti —agrega viendo a Dave.
—¿Y... cuánto te pagó Sal para que vinieras?
Sal golpea a Cooper en el brazo que no iba de la mano con mi mejor amiga.
—¡Cooper!
Damiano observa divertido la escena.
—No me pagó nada, vine por cuenta propia.
—¿Seguro? —esta vez pregunta Dave—. Parpadea dos veces para negar que te obligó a venir.
Sal mira indignada a su mejor amigo, de seguro está pensando formas tortuosas de matarlos a ambos por avergonzarla de esa forma.
—¡Dave!
Damiano esta vez se ríe, más que incómodo, el chico parecía bastante entretenido por toda esta situación.
—No me pagó y tampoco me obligó a venir. En serio, vine por cuenta propia.
—¡¿Ven?! —Sal les frunce molesta el ceño—. Ya dejen de molestarme, idioten, sino, acepten las consecuencias.
Nos mira a Amapola y a mí con una sonrisa maliciosa, sonrisa que hace un tiempo no veía.
—Mónica, Amapola, ¿Saben cuáles eran las costumbres de Cooper y Dave a los ocho años?
—¡Ya, está bien, está bien! ¡Entendimos! ¡No hay necesidad de revelar nada! —exclamó Cooper, pareciendo asustado.
Sospechoso...
—Oh, no. Yo quiero saber —insiste Pola.
—Yo también quiero saber.
—¡Saly! —exclaman Dave y Cooper a modo de reclamo
Sal ríe sin disimular su malicia.
—Si no se callan. Sus novias sabrán la verdad. Así que si siguen así, muy pronto les revelaré sus más y oscuros secretos, chicos —amenaza una vez más.
—Vale, comprendimos —dice Dave.
Tras una última mirada de advertencia hacia Cooper y Dave, la conversación sigue con alguna que otra pregunta inocente hacia Damiano. Los hermanos Wyle y los cuatrillizos Bergan hablan entre ellos, Loredanna sigue jugando con Argonauta y Eneas se mantiene entre el grupo de adolescentes y la niña jugando con el perro.
De la nada, siento una palma más grande y caliente tomar mi mano. Miré a Dave, quién me hace un gesto con su cabeza para alejarnos con lentitud del grupo. Nos alejamos hasta el punto de que la conversación de nuestros amigos se volvió casi un susurro.
—¿Qué tal el juego?
—Diría que estuvo bien.
—¿Dirías?
—Sabes que no soy tanto de deportes, así que...
—No entendiste nada.
—Eh, sé que ganaron, eso es bueno, ¿no?
Dave entrelaza sus manos en mi espalda baja, atrayendome hacia sí.
—Eso es más que bueno, bonita, eso es genial —como siempre, juega con el mechón blanco de mi cabello que Luke había dejado de forma intencional fuera del par de trenzas que me había hecho—. Gracias por haber venido, no sabes lo mucho que significó para mí.
Mis manos se posicionan sobre su pecho sin poder alcanzar entrelazarse detrás de su cabeza, puedo sentir el cómo los latidos de su corazón son levemente más acelerados de lo común.
—Aunque no entendí nada, me gustó verte jugar.
—Y a mí me gustó que estuvieras aquí.
De forma rápida, Dave termina con la distancia que nos separaba para dar y alargar ese beso que desde la tarde no le había permitido. Sus latidos se aceleran al igual que los míos y un cosquilleo de emoción se hace presente en mi estómago. Si había personas viendo ahora, no me importaba, solo quería concentrarme en esto ahora porque, la verdad, me gusta más de lo que me atrevería a admitir en voz alta.
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