50 • «You're the soul who understands»
Después de aceptar su invitación, Dave siguió el camino hacia el comedor, en el corto trayecto intenté sacarle información de a dónde me llevaría, pero él solo me respondía con «confía en mí, bonita»
Lo hacía, pero mi curiosidad ganaba.
Solo que tantas insistencias no sirvieron de mucho ya que no logré sacarle nada.
Resoplé rendida, sabiendo que no conseguiría nada de información hasta más tarde.
Estando en el comedor, buscamos a nuestros amigos por toda la estancia, hasta que Dave los encontró sentados en una mesa de afuera. Al acercarnos, pude darme cuenta de que ninguno de ellos interactúan entre sí. Amapola y Cooper hablan entre ellos con risitas y sonrisas bobas en mayor parte de mi mejor amiga mientras que Cooper solo le dedica miradas y sonrisas bastante sinceras. Sal en cambio a los otros dos, le estaba sonriendo a la pantalla de su celular.
Oh, eso es interesante. Esa sonrisa no se la había visto, ¿Con quién hablará?
—Hey, chicos —saludo a mis amigos llegando a la mesa.
Vaya, nunca pensé que podría estar diciéndole «amigos» a otras personas que no fueran más que Amapola o los amigos de Miguel. Es... algo muy lindo.
—¡Mónica, Dave! —saluda Sal con emoción, también con su característico acento alemán.
—¿Qué hay, chicos? —pregunta Cooper, Amapola solo nos sonríe en saludo.
Dave le da una respuesta corta mientras tomamos asiento del lado de Sal, quién vuelve a sumirse en su celular.
—¿Con quién hablas, Saly? —pregunta Dave, frunciendo el entrecejo.
A Sal le costó lo suyo dejar de mirar la pantalla de su celular para responderle con voz infantil a su amigo:
—Con alguien...
—Espera, ¿Acaso lo has dicho en tono agudo? —inquiere Cooper.
Sal vió de Dave a Cooper y de Cooper a Dave.
Ni me resisto sonreír, esto es interesante y bastante divertido, además de entretenido.
—¿Estás hablando con un chico? —pregunta Dave, casi cauteloso.
Silencio por parte de Sal. Silencio que inquieta a los chicos. Silencio que me parece bastante dramático pero que no hace a la situación perder lo entretenido.
Me encanta esto.
—Sí, es un chico —responde Sal con lentitud un largo rato después.
Ese fue el paso directo al montón de preguntas que vinieron por parte de los chicos. Yo no evité reírme, Amapola tampoco y ellos tres parecían bastante centrados en lo que estaban haciendo.
Me compadezco de ella, ser bombardeada así de preguntas no es agradable.
Pero, se nota bastante el como Cooper y Dave quieren y cuidan de Sal. Vale, puede que estén siendo demasiado exagerados, pero a de ser su manera de protegerla. Aún recuerdo bien esa charla que tuvimos el primer día de clases Sal y yo: ella había tenido demasiadas decepciones amorosas y sus amigos habían estado en cada una de ellas apoyándola.
—Chicos... —intenta decir Sal, solo que ellos siguen haciendo preguntas—. Freunde! —tuvo que gritar para que ellos se callaran.
—¡¿Qué?! —preguntaron al unísono.
No sé tú, pero esto parece bastante a una caricatura.
—¡Cálmense! ¿Vale? —pide—. Apenas lo estoy conociendo. No se preocupen, por ahora solo somos amigos.
Cooper suspira viendo a Sal, un suspiro claro de «Amiga, por favor»
—Venga ya, Saly. Yo sé que tú sabes que yo sé que tú no lo quieres como amigo —señala Cooper, haciendo que Sal se sonroje—. ¿Lo ves? Ahí está la prueba.
—¿Por qué no nos lo habías dicho? —preguntó Dave, pareciendo ofendido.
Estos chicos están tornando esto en un melodrama.
Ellos hablan como si Amapola y yo no estuviéramos presenciando su... ¿Discusión? Ya ni siquiera sabía lo que era esto.
—Se los dije: apenas lo estoy conociendo. ¡Y no digas chorradas, Cooper Parker!
—¿Chorradas? ¡Chorradas son las que me estás echando, Salustina Spears! —acusa—. Es evidente que te gusta.
—¿Evidente? —ríe Sal incrédula—. Täuschen, ¡Ni siquiera lo conozco completamente! ¡Y tú ni lo conoces!
—No necesito conocerlo para saber que te gusta porque te conozco a tí.
—Ich hasse es, dass du das weißt —murmura Sal en alemán.
—Dejaremos el tema si lo traes esta noche al partido —negocia Dave.
Sal los miró una vez más antes de suspirar.
—Vale, le escribiré para ver si quiere venir. Y su nombre es Damiano. Damiano Leoni.
Dave frunce el entrecejo.
—Espera, ¿No es ese chico de la fiesta del Thinking Cup?
Ella asintió.
—Sí, es él. No tengo idea de cómo terminó con mi número, pero lo tiene, ahora hablamos casi todos los días.
—¿Se han visto? —pregunté, tratando de curiosear.
—Solo dos veces, he estado ocupada con los exámenes y esas cosas, ¿Ya terminó el cuestionario, chicos? —pregunta con ironía.
Ambos asintieron.
—Gracias —murmuró Sal, rodando los ojos y volviendo a centrarse en la pantalla de su móvil.
Ya me hacía ideas de lo que pasaría más tarde si su amigo acepta venir a ver el juego.
-
—Fueron unos exagerados con Sal —le digo a Dave, mirándolo.
—Es nuestra mejor amiga —responde, deteniéndose en un semáforo—. Hemos visto como idiotas juegan con los sentimientos de Sal, preferimos evitarle eso otra vez.
—Tierno, pero sobreprotector también.
Encoge los hombros riéndose.
—Si puedo hacer que los idiotas en la vida de Sal dejen de llegar, créeme que no dudaría en hacerlo —me da una última mirada antes de volver a su tarea de conducir.
Yo no lo dudaba, en lo absoluto. Conociendo a Dave y sabiendo el gran amor y cariño que le tiene a Sal, sé muy bien que es capaz de eso.
—¿A dónde me llevas? —pregunté por enésima vez, notando que Dave no detenía el coche.
El desgraciado lo único que hace es reírse, ¡Reírse!
—Calma, bonita, falta poco camino. Si quieres, escucha música.
Por segunda vez en el día, resoplo rendida y hago caso a su petición. Total, sí quería escuchar música.
Como el móvil de Dave estaba conectado al estéreo, decidí poner algo de su música. Descubrir su contraseña no fue cosa fácil, y no lo hubiera logrado de no ser porque él me la dijo en el último intento:
—Es mi canción favorita.
—¿Es en serio? —le pregunto incrédula.
—Es una buena contraseña.
Meneando la cabeza, escribí «Believer» la canción favorita de Dave de Imagine Dragons.
Solo que no lo desbloqueó, por lo que tendría que esperar treinta segundos para volver a intentarlo.
—No lo desbloqueó —digo confundida, viendo la cuenta bajar.
—¿En serio? —asentí—. Y pues, ¿Qué pusiste?
—Believer de Imagine Dragons, es tu canción favorita, ¿No?
La respuesta que recibo es su risa.
—No, bonita. Esa no es la contraseña.
—Pero...
—Esa canción pasó a ser mi segunda canción favorita, inténtalo de nuevo pero con «Hey, Soul Sister»
Escribí las doce letras y en esta ocasión, el móvil sí se desbloqueó.
—¿Por qué...?
—Tengo motivos —me interrumpe él.
Por unos segundos estoy bastante confundida de que ahora esa sea su nueva canción favorita cuando antes tenía entendido que era Believer. ¿Por qué razón la cambiaría a...?
Ayer, la salida a comer con Asia. Lo que...
Lo que Dave estaba tareando era esa canción. Estaba muy segura, ¡Era esa canción! De lo que no estaba tan segura es de si ayer, en el momento en que la había tarareado con su mano sobre mi pierna, habría sido para mí.
Dios, usa un poco el razonamiento, Mónica. ¿Para quién más si no tú?
Bueno...
¡¡ERA PARA TI, IDIOTA!! Luego dices que no tienes el cerebro lleno de puré de papa.
Genial, ofendida por mi propia conciencia.
Es que eres imbécil, amiga.
—¿Por qué has puesto esa canción? —pregunté luego de salir de mi sorpresa.
Antes de responderme, tomó mi mano y la entrelazó con la suya para dejarla, una vez más, sobre mi muslo.
—Te lo dije, tengo mis motivos.
Eso no respondía ninguna de mis dudas.
Decido mejor no preguntar, hoy no recibiría muchas respuesta de su parte, al parecer, así que solo decido buscar alguna canción para escuchar de su playlist. En toda mi búsqueda no puedo dejar de sonreír porque su reproductor de música está en mayor parte repleto de canciones de películas de Disney, desde algunos clásicos hasta las más recientes. También ví mi canción: Breathe, aún no sabía la razón del por qué Dave la había descargado, pero decido solo ignorarlo y creer que fue solo porque le había gustado la canción.
Aunque ví mi canción en su playlist no la coloqué, me decidí por otra más que me recordó a nuestra primera salida antes de todo el teatro que montamos juntos y que ahora resulta no serlo tanto.
Bueno, no lo es en lo absoluto.
Pulso la canción y a nuestro al rededor, a un volumen justo, empezó a sonar Carried Me With You de la película Onward, esa que vimos en el cine ya hace un tiempo.
Miro a Dave y él contenía su sonrisa.
—Buena elección.
Y lo que restó del camino escuchamos esa canción. Dave cantó en murmuros casi toda la canción cuando yo solo pude cantar el coro ya que es lo único que pude aprenderme. Algo que me sorprendió fue el oír cantar a Dave en una nota más alta de lo que lo hizo después. Y solo fue en el inicio de la canción:
—You're the soul who understands. The scars that made me who I am. Through the drifting sands of time. I got your back and you got mine —cantó él sin verme ni un segundo pero sin soltarme la mano. De hecho, reforzó el agarre de ellas.
Una vez dije que Dave cantando no es la gran cosa, no tiene una voz precisamente bonita pero... escucharlo cantar ese inicio fue... Ni siquiera tenía una palabra exacta. Por la sonrisa ladina que tiene, supe que lo había hecho a propósito, que no fue intencional o solo por cantar una buena canción. Lo hizo a propósito.
Sí, por estas razones te gusta.
Cuando la canción terminó, Dave se estaciona frente a un local que conocía muy bien y el que hace un tiempo no visitaba. Irónicamente, la última vez que había venido, había sido con el pelinegro que no me suelta de la mano.
—Solo esperemos que en esta ocasión no tenga que esconderme en el baño —recuerda él riendo de aquella vez.
En esta ocasión esperé el segundo que en aquella cena en su casa no lo había hecho, por lo que Dave terminó abriendo la puerta para mí como había querido hacer aquella noche.
—Te dije que para la próxima, Wyle —le digo, guiñándole un ojo.
Ya dentro de la heladería, fui directamente a la gran máquina de helados dónde podías crear uno propio, en esta ocasión, Dave sí me acompañó y entre ambos preparamos una versión mejorada de lo que él bautizó una vez como «Frankenjunior» agregando nuevos toppings que ahora ofrecían.
Mientras él pagaba, yo tomé asiento en una de las mesas y observé con adoración al helado. Nunca me cansaré del helado de vainilla y chocolate.
—Que irónico —comenta Dave, tomando asiento frente a mí.
—¿El qué? —pregunté sin apartar la mirada de mi helado, tomando la cucharilla plastica para darle un bocado.
Aún tenía el toque de saber combinar buenos sabores.
—Es la misma mesa donde nos sentamos la última vez que vinimos.
—¿Ji? —cuestioné con la boca llena.
Dave ríe asintiendo y también llevando una cucharada de helado a su boca, solo que en cambio a mí, él esperó a tragar para decirme:
—El mismo lugar, la misma mesa, el mismo helado, solo esperemos que no la misma sorpresa.
—Por favor.
Cambiamos de tema al juego que tenía el equipo esta noche, en que la mayoría de los chicos estaban nerviosos y emocionados, también hablamos de este nuevo «amigo» de Sal, también las amenazas innecesarias de Dave hacia el pobre chico que ni siquiera a conocido.
Pasamos un par de horas agradables entre los dos, solo comiendo helado y hablando tonterías, como siempre solíamos hacer. Aunque esto fue una «salida casual» fue una bastante linda, estuvo sencillo, solo nosotros dos y un par de helados y eso me gustó.
¿Cómo podía ser que ayer dudaba de poder intentar algo con este idiota que tengo frente a mí? Estoy segura que nadie más que no sea Dave pueda entender la forma en que soy yo, en como digo y actúo frente a las cosas. Internamente, estaba feliz de haber decidido que sí quería y podía intentar algo con Dave, porque ahora podía apreciar estos pequeños momentos dónde se me hace muy lindo verlo sonreír emocionado y escucharlo contarme las anécdotas que tiene con los niños del hospital.
Es algo cursi, sentía que me daría diabetes en cualquier momento, pero debo de decir y apreciar estos momentos. En estas cosas de relaciones siempre fui bastante reservada, miedosa sería la palabra correcta, sentía que no estaba lista hasta que una vez lo intenté y salió mal.
Ahora lo intentaría otra vez y espero que no sea todo un desastre. Esperaba que valiera la pena, porque cuando abres tu corazón a alguien es todo un riesgo, eso es solo cosas de valientes.
Para mí esto es un riesgo, pero es uno que vale completamente la pena.
—¿Por qué me miras así? —me pregunta Dave, frunciendo el entrecejo divertido y confundido.
—¿Disculpa?
—Me estabas viendo raro.
—Oh, eh... —por esa sonrisita divertida supe que Dave estaba haciendo todo esto intencionalmente—. Déjame tranquila.
—Tranquila, Mónica, te entiendo. Es decir, estoy buenísimo, ¿Cómo no quedarse viéndome?
Le lancé una galleta a medio comer de mi helado que esquivó por poco.
—No me maltrates con comida, mujer.
—No seas tan arrogante prepotente, Wyle.
—Arrogante y todo, así te gusto —y me hace ojitos que hacen que estrelle las palmas de mi mano contra mi cara.
No por lo idiota que se vio, sino porque él tiene razón. Arrogante y todo, me gustaba.
La idiota debería ser yo, no él.
¿Y quién dijo que no lo eres?
Graciosa.
—Hey, bonita —lo miré entre las rendijas de mis dedos—. Antipática, arisca y todo, aún así me gustas.
Menos para quitarme las manos de la cara.
Últimamente eres más fácil de sonrojar, Mónica. ¿Qué te a pasado?
Ya quisiera saber yo.
—Oye, cambiando de tema, necesito un gran favor tuyo —eso llamó mi atención, por lo que quité mis manos de mi rostro—. Me gustaría que este jueves puedas ir al hospital.
—¿Al hospital? —di una probada a mi helado.
Dave asintió.
—¿Recuerdas del par de niños que te he hablado? —asentí recordando—. Bueno, Jorge últimamente a estado un poco mal y me preocupa un poco.
—Vaalee...
—A Jorge le gusta mucho dibujar y pintar —sonríe de nada—. Hace unos días me regaló un dibujo bastante bonito —Dave busca entre los bolsillos de su chaqueta su celular y segundos después me muestra una foto de lo que parece ser un superhéroe con ciertos rasgos parecidos a él—. Según Jorge, soy yo. Dice que soy un "superhéroe" porque lo ayudo a él y a Ethan a sanar.
—Eso es tierno.
—Sí... —sonríe viendo la foto en la pantalla de su móvil antes de guardarlo—. El punto es que, últimamente se a sentido un poco mal, más de lo normal y eso me preocupa. Entonces, me gustaría que, no sé, fueras a verlo.
—¿Yo? ¿Por qué?
—Jorge quiere conocer a un artista alguna vez, y bueno, tú eres artista.
—Soy estudiante de artes, que es diferente.
—Bonita, pintas increíble, he visto tus pinturas en tu Instagram, también dibujas genial y tomas grandes fotografías. ¿No es eso ser un artista?
—Pues...
—Vamos, ¿Por favor? Hazle realidad ese sueño a Jorge, si los malestares siguen y empeoran...
—Eso no va a pasar, él estará bien —aseguro—. Trataré de ir, pero no aseguro nada.
—Con eso me siento un poco seguro.
—Es muy lindo que hagas eso por él, Dave.
Encoge los hombros jugueteando con la cuchara plastica en el casi vacío frasco de helado.
—Me importa ese crío, tanto él como Ethan me importan bastante. No quisiera que si empeorase, se fuera sin haber conocido a alguien que hace lo que él ama.
Me sigue sorprendiendo este tipo. Buena elección, Mónica.
Extendí mi mano sobre la mesa para tomar la suya.
—Haré todo, pero todo lo posible por ir.
Dave me sonríe de lado, dando una rápida caricia con su pulgar.
—Lo espero, bonita, lo espero.
-
Una hora más tarde, Dave me llevó a recoger a Argonauta que lo cuidaba Amapola ya que mi mejor amiga insistió en que «debía ser una salida solo nosotros dos» y me había robado a mi perro la mayor parte de la tarde.
Luego de despedirnos de Amapola, que claramente no pudo evitar darme miraditas que entendí bastante bien, desgraciadamente, Dave me llevó a mi casa ya ahora con Argonauta otra vez, quién tenía la cabeza fuera del coche jadeando con el viento.
—Me pregunto si no se comerá algún insecto cuando está así —cuestiona Dave, dándole miradas rápidas al cachorro que no nos presta nada de su atención.
Comer viento le parece más interesante.
Mi respuesta a su duda fue solo encoger los hombros.
Cuando ya estamos en mi casa, Dave atrasó más de lo debido la despedida. No estaba mal, pero él tenía que ir a entrenar, por lo que en un momento donde le llegó un mensaje de Cooper aproveché para dejar un rápido beso en su mejilla y bajar del auto con Argonauta en brazos.
—¡Nos vemos más tarde! —alcé la voz para que me oyera.
Su mirada indignada era bastante épica.
Le hice un gesto de despedida y entré a mi casa.
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