48 • «Ay, no» de «Demonios, otra vez esto no»
—Mira, es ese de allá —Asia señala el muy conocido para mí restaurant bar con mesas afuera.
En cuanto Dave aparcó su coche, los tres con Asia tomando la cadena de Argonauta, bajamos para ir al restaurante guiados por la menor de los Wyle.
Desde la última vez que había venido, Lansdowne Pub no había tenido tantos cambios en su local. Seguía en ese estilo elegante pero sencillo, las mesas de afuera, dónde habían algunas personas comiendo, las separaba una barandilla de la acera. Adentro seguía teniendo es ambiente oscuro y privado iluminado con lámparas de luz amarilla.
Asia y yo nos sentamos en una mesa de afuera.
—Iré a ordenar —anuncia Dave antes de irse adentro.
—La comida de aquí es buenísima —Asia espía el interior por las ventanas de vidrio a nuestro lado.
—¿Por qué la mamá de tu amiga no las llevó a otro lugar? Más adelante está Friendly Toast, ese es también un buen lugar.
—¿En serio? —asentí—. No lo sabía. Igual no pasamos por ahí, veníamos por Lansdowne street. Además de que veníamos cansadas y hambrientas. Nunca imaginé que hacer las compras para un recital sería tan agotador.
—¿Y qué instrumentos tocas?
Asia resopla, espantando un mechón de su cabello que le caía sobre la cara.
—La pregunta correcta sería: ¿Qué instrumento no toco?
Arqueé sorprendida ambas cejas. Sabía que Asia tenía cierto talento, pero no me creía que a tantos niveles.
—Vaya, ¿con catorce años tocas tantos instrumentos?
—Sí, es algo loco. Desde pequeña me a gustado aprender. Mi familia me cuenta que siempre fui más avanzada que mis hermanos en ciertas cosas —piensa un momento—. Papá dice que Dave aprendió a leer entre los seis y siete, yo aprendí a los cuatro.
—Venga ya, ¿En serio?
Asintió riendo.
—Así es, Dave dice que soy una «niña prodigio».
—¿Y lo eres?
—Una «prodigio» exactamente no, hace años mis papás me llevaron con un psicólogo, no soy prodigio, solo soy dotada artisticamente.
—Es decir... ¿Que te gustan las artes?
—Que soy más creativa y curiosa de lo común —me corrige—. Me gusta todo tipo de artes, la musica más específicamente, por eso siempre me he empeñado en aprender a tocar muchos instrumentos. Hay otras cosas que me llaman la atención también.
—Vale, eso explica mucho por qué siempre eres la que más sobresalía en la clase de artes.
Asia ríe.
—Explica muchas cosas de mi infancia en general. Siempre fui buena en muchas cosas, aunque últimamente no he podido hacer mucho.
—¿Y eso por qué?
Encoge los hombros.
—Solo no me siento muy bien, quizá solo sea el estrés de tantas cosas que hago. Mamá insiste en que tome un descanso, le tomaré la palabras.
—Deberías, eres joven, Asia, no te presiones. Relájate.
—Les tomaré la palabra, merezco un descanso —sonríe ella—. Además, he tenido algunos problemas... lo habitual del estrés, dolores de cabeza, falta de hambre, visión borrosa.
—¿Visión borrosa? —repito, Asia asiente—. Eso no es un síntoma normal del estrés. Créeme, lo sé porque sé lo que es estar estresada.
—No es algo tan grave, solo me mareo y se me nubla la vista. Lo relaciono con la falta de apetito.
—En definitiva, necesitas ese descanso con urgencia.
—Mamá cancelará las clases extra que tengo por dos semanas, así que solo me queda la escuela. Podré soportarlo hasta que den vacaciones.
Justo después de decir eso, Dave apareció en la mesa, tomando asiento a mi lado.
—¿De qué hablan mis chicas favoritas? —se recuesta de su asiento, pasando su brazo encima del descanso de donde estaba sentada.
—Cosas de chicas.
Asia y yo reímos viendo su mueca.
—Si es el mismo «cosas de chicas» que hablaron en la salida que tuvimos al parque, ignorenme totalmente.
Mi respuesta es darle un pequeño y suave golpe en el costado.
—¿Por qué tardaste tanto? —le pregunté.
—Hay mucha gente adentro, logré de suerte que tomaran mi orden.
—¿Y cuánto tendremos que esperar? Muero de hambre —Asia toma su estómago entre sus manos.
—Paciencia, Asietta, dentro de veinte o veinticinco minutos estarás desayunando.
Su hermana asintió con una mueca. El tiempo que debe de esperar seguro no es de su agrado. La siguiente conversación se basó en lo que había ordenado Dave para desayunar, comentando también que logró pedir algo para el cachorro mestizo que está sentado sobre sus cuartos traseros en el asiento junto a Asia.
Dave le pide a su hermana que le pase al cachorro y ella lo hace. Argonauta parece emocionado de recibir las caricias de Dave y él encantado de dárselas. Tal parece que la compañía del cachorro le agrada bastante.
—No entiendo por qué no lo querían adoptar solo por ser un perro de doble raza —comenta él luego de que les contara la razón de mi improvisada adopción a Argonauta hoy en la mañana—. Es genial que adopten, pero no es justo para los animales mestizos como él.
—Sí, tienes razón, Agente D. No es justo.
Argonauta se mueve meneando la colita sobre el regazo de Dave, lo que lo hace reír a él. Suelta algunos ladridos de emoción antes de apoyarse de sus patas delanteras de los hombros de Dave. Argonauta no tenía un gran tamaño, apenas es un cachorro niño que con el tiempo iría tomando tamaño por ser de doble raza.
Le acaricié la cabecita con una sonrisa. Parecía tan emocionado y feliz, todo lo contrario a como estaba hace unas horas.
—Tampoco el que los pongan a dormir. No es bonito.
—Es algo muy injusto —dijo Asia.
Cómo Dave lo había dicho, nuestro desayuno lo trajo una camarera veinticinco minutos después. Estuve a punto de decirle un «gracias» acompañado de una cordial sonrisa, solo que nunca pude porque esas acciones fueron reemplazados por un entrecejo fruncido de mi parte al verla sonreírle de forma coqueta al chico a mi lado y hacerle ojitos.
Esto es raro. Raro y extraño, ¿Y ésta igualada qué?
Vale, era quizá un poco cruel llamarla «igualada» pero en serio, ¿Qué le pasa? Es poco ético y profesional querer ligarte a los clientes.
¿Celosa?
Ofendida es como me siento. Los celos nunca han sido lo mío, los considero absurdos y una clara señal de inseguridad. Ni siquiera con mi ex, que es la relación dónde más inseguridades tuve, me sentí celosa.
Igual no es que hayas tenido muchos novios en tu vida. Solo necesito dos dedos para contar y el segundo es el que llevas teniendo desde hace solo unas horas.
Sí, gracias por recordarme mi vacía vida amorosa.
Con mi ex digamos que fui un poco más... ¿Idiota? ¿Boba enamorada? El punto es que, ni siquiera cuando me enteré por esa chica que mi novio me había sido infiel con ella misma, sentí los celos. Solo una tristeza profunda y decepción grande. Por suerte, la chica no era de esas arrogantes, se había mostrado genuinamente arrepentida y avergonzada.
Y como dije, lo mío no es ser celosa. Lo que siento ahora es un poco de ofensa y a la vez un poco del sentimiento de incredulidad por lo atrevida que está resultando ser esta camarera.
—Cualquier cosa que necesites, no dudes en llamarme, guapo.
Y agregó un guiño, ¡Un guiño! ¿Pero qué demonios le pasa?
—Si llegamos a necesitarte, que lo dudo bastante, llamaremos a otra chica, puedes retirarte —juro por lo más preciado que tengo que no traté de sonar tan ruda.
La camarera me sonríe de una forma bastante forzada, murmura un «estamos a la orden» y se adentró nuevamente en el local.
—Pero que poca ética —oigo decir a Asia, que se encontraba viendo el camino que había recorrido la chica.
—¿A qué sí? Que poca formalidad —pinché con un poco de fuerza un trozo de la ensalada.
—Hasta yo noté la mirada rara que te tenía, Agente D. ¿Agente D?
Ambas miramos a Dave, quién tenía su mirada incrédula puesta en mí.
—¿Qué?
El suspiro de una risa incrédula brotó de su garganta.
—Joder, creo que me enamoré.
Casi me ahogo al escucharlo.
¿Qué demonios?
—¿Qué? —mi pregunta casi salió sin aire. No sabía si me había sonrojado o había palidecido.
Eso... en definitiva no... no lo ví venir.
¿Y te crees que yo sí?
—Respira —me indica Dave, algo que hice automáticamente. Ni siquiera me había dado cuenta de que dejé de hacerlo—. Solo... lo que dijiste...
—Creo que yo voy al baño rápidamente —anuncia Asia levantándose.
Dave se echa a reír meneando la cabeza.
—No sabía que tenías un lado celoso, bonita.
—Es que no lo tengo —me defiendo—. Eso fue poco ético y no me agradó.
—Claro.
—¡Es en serio!
—Pues, he dicho «claro»
—Un «claro» con un tono que dice «sí, ajá» con sarcasmo. ¡Usaste sarcasmo!
—En lo absoluto.
Esto es absurdo, nada de lo que diga lo va a convencer. Así que, ¿Por qué mejor no sorprenderlo más?
Me acerco lo suficiente a su rostro para hacerlo retroceder instintivamente y que dejara su sonrisa.
—Y si me puse celosa... ¿qué? —cambié mi tono a la defensiva de hace segundos por uno más bajo, más suave y lento, acompañándolo con una pequeña sonrisa ladina.
Noto que Dave traga saliva y toma una profunda respiración.
—Eh... esto... —balbucea él, tragando saliva nuevamente.
Me apoyo en el posa brazo de mi asiento para acercar mi rostro un poco más al suyo, que solo se queda estático a unos centímetros cerca de mí. Esta actitud mía era poco común, pero me sorprende lo congelado que puede dejar a Dave.
Quizá se vuelva una de mis favoritas si lo seguía poniendo así.
—Dime, ¿Qué pasa?
En el momento exacto en el que sus labios se movían para formular una respuesta, escuchamos pasos acercarse, que delataron la vuelta de Asia. Volví a mi asiento con una sonrisa satisfecha y dándole miradas de soslayo al chico a mi lado, que parecía aún bastante afectado.
Dave: 0. Mónica: 1.
En cuanto Asia volvió, empezamos a comer. Casi todo transcurrió en silencio, solamente escuchando los ruidos externos. Dave había dejando en el suelo a Argonauta para que comiera de lo que había ordenado para él. Hubieron charlas cortas entre cada bocado, pero la gran mayoría fue cuando terminamos el desayuno he íbamos de vuelta al coche de Dave.
La tensión que había generado en Dave con mi pequeño montaje pasó hace un rato y él solo me dirige miraditas, algunas las logro interpretar y devolver, ya que dos podían jugar este juego extraño.
De vuelta al edificio dónde vive Dave, pasamos por frente del lugar que hace meses no suelo visitar:
El Museo de Bellas Artes de Boston.
Suelto un suspiro bajo viendo el edificio de arquitectura neoclásica completamente de blanco y con cuatro columnas griegas erigidas una al lado de la otra sobre la entrada. Habían algunas personas en la entrada, otras sentadas en los peldaños de la escalera y unos pocos recostados de la barandilla. Hace meses no visitaba el museo solo porque no me sentía preparada para ir sin mi mamá.
Con ella siempre solíamos venir los días en los que papá y Miguel tenían su «fin de semana Padre he Hijo» Recuerdo bien que su obra favorita era The Fog Warning de Winslow Homer, también Bocca Baciata de Dante Gabriel Rossetti, uno de sus pintores ingleses favoritos. Cada vez que me pongo a recordar esos momentos con mamá, termino con una sonrisa porque ella siempre solía hacer comentarios con falsa arrogancia al estilo de «Si yo hubiera sido Dante Gabriel Rossetti, le hubiera hecho un mejor degradado en los bordes» o también «Winslow Homer debió de usar un color más llamativo. Sin duda yo lo hubiera hecho mejor» que en esos momentos me hacían reír y que ahora, aunque dolía su ausencia, me agradaba recordar por los buenos momentos.
Esperaba que pronto pudiera pisar una vez ese museo y visitar las pinturas favoritas de mi mamá y poder sentirla a mi lado, escuchar su risa, sentir su brazo rodeando el mío como dos grandes amigas en un día de compras. Esperaba que todo eso pasara pronto y poder sentir que al fin, esas cosas que solía hacer con ella, se sentirán bien en su ausencia porque ahora las haría por ella.
—Hey, ¿Todo bien? —me pregunta Dave.
—Sí, todo bien —respondo sin apartar la vista de la ventanilla hasta que avanzamos lo suficiente para no poder ver más el museo.
Cuando llegamos al apartamento de Dave, éste sugirió ver una película, opción la cual Asia y yo aceptamos. Iba a dar un par de opciones cuando Dave dijo:
—Yo elijo y nadie se queja.
Y con eso, se fue por el pasillo, quizá a su habitación.
—Ay, no —murmura Asia.
—«Ay, no» ¿Qué? —la miré.
—«Ay, no» de «Demonios, otra vez esto no»
Esa explicación no aclaró mucho exactamente. Dave volvió del pasillo con lo que diferencié unos viejos cd's de películas en manos, que nos mostró con una sonrisa infantil.
—¿Es en serio?
Asintió cuál niño pequeño.
—He dicho que yo elijo y nadie se queja.
—Pero Agente D...
—¡Nadie se queja! —exclama yendo a colocar uno de los cd's en el reproductor. Se vuelve hacia nosotras y me sonríe a mí—. Además, no puedo desaprovechar la oportunidad para que veas las aventuras de Carmen y Juny Cortez.
—¿Algún día te cansarás de esas películas, hermano? —le pregunta casi irritada Asia.
—Nunca, hermanita, nunca —Dave se deja caer a mi lado derecho del sofá, de modo que quedo en medio de ambos hermanos Wyle. Uno alegre de ver sus películas favoritas, otra casi obstinada de esas mismas.
—Bueno, no pueden ser tan malas.
—Te prometo que te van a gustar —asegura antes de darle play a la película.
-
Más tarde ese día, luego de una maratón de las cuatro películas de Mini Espías tuvimos que llevar a Asia a la casa de los padres de Dave ya que mañana temprano tendría que ir a clases.
En cuanto estuvimos frente a la casa de los Wyle, sentí una ligera punzada de nervios en el estómago. La última vez que había entrado a esa casa había sido en la cena de aquella vez, dónde los padres de Dave creían que yo sí era su verdadera novia cuando en realidad solo fingíamos por una tontería.
Y ahora, volvía aquí como su verdadera novia.
Que cosas.
Asia abre la puerta de entrada con su llave y por un momento, dudo en entrar. Era tonto sentirme insegura, pero solo no podía evitarlo.
Dave parece que nota mi inseguridad y pone su mano en mi espalda baja para animarme a continuar, regalandome una sonrisa y guiñándome el ojo.
Ya dentro de la casa de los Wyle, un aroma a chocolate de galletas horneadas llega a mi nariz y por la sonrisa de emoción que tenía Dave, imaginé que ese aroma traía consigo algo bueno.
—¡Estoy en casa! —gritó Asia, dejando su mochila en uno de los sofás de la sala—. ¡Y traje adultos! ¡Y a un perro también!
—¡¿Cómo que trajiste...?! Oh, Mónica, hijo —nos sonríe la señora Lilly.
—Hola, señora Wyle.
Argonauta ladra a mis pies, tal parece que saludando.
—Mónica, no tengo ningún problema con que me llames Lilly, en serio
Usted no, pero yo sí. Es raro.
La señora Lilly se fija en el cachorro mestizo a mis pies.
—Ese es un nuevo integrante al paquete —Argonauta ladra otra vez, meneando la colita. Ahora ve a su hijo mayor—. ¿Tú no piensas saludar a tu madre?
Dave a mi lado ríe y va hacia donde está su madre para regalarle un abrazo.
—Hola, mamá —le da un beso a su mejilla—. Huelo galletas, quiero galletas.
Su madre ríe.
—Sí, estoy haciendo galletas de chocolate.
—¡Galletas de chocolate! —exclama Asia.
—Vengan, están saliendo del horno.
Seguimos a la señora Wyle hasta su cocina, lugar donde el aroma a galletas de chocolate era más intenso. En la mesa, apoyando su cabeza de su puño nos encontramos a Henry, con una expresión entre adolorido y cansado. Argonauta olía todo a su alrededor sin parar.
—¿Y él que tiene? —pregunta Asia a su madre, la cual, suspira.
La señora Lilly tarda en responder la pregunta de su hija ya que se dispuso a buscar en su nevera algo que no identifiqué hasta que lo apoyó del lado de la cara de Henry que, no se apoyaba, si no que cubría con su mano y ahora con la compresa de hielo.
Sus hermanos lo vieron aún más confundido.
Henry suspira y quita la compresa para mostrarnos el feo moretón que tenía en el pómulo izquierdo más el ojo hinchado amoratado y el corte en la ceja. Instantáneamente hice una mueca de dolor y asco al verle la herida.
—¿Pero qué demonios te pasó? —le pregunta Dave, acercándose para ver más de cerca.
No sabía cómo podía hacer eso, yo ni de lejos puedo verla.
Otra vez, Henry suspira dejando que su hermano lo examine.
—Cuando veníamos de la pizzería ayer con mis amigos, notamos que unos idiotas se estaban metiendo con un par de chicas. En un inicio no les prestamos tanta atención porque pensamos que solo podrían ser amigos de las chicas molestadolas en broma.
»Hasta que escuchamos un grito de una de ellas pidiendo que las dejaran en paz. Con los chicos reaccionamos, nos devolvimos a ayudar a las chicas que ya estaban en una situación preocupante con esos desconocidos.
»Nosotros... Ay, mierda, Dave —se queja Henry.
—Henry, sin malas palabras en la cocina.
—Perdón, mamá —Henry hace un amago de golpear a Dave porque ahora le había tocado el moretón a propósito—. Si solo me vas a causar dolor, déjame en paz. Esta mier... —recibe una mala mirada de su madre—. Cosa duele.
Dave se ríe.
—Termina de contar he iré por una crema.
Henry se coloca nuevamente la compresa en el moretón.
—Nosotros fuimos a dónde estaban, noté que se veían bastante asustadas y que esos chicos se estaban aprovechando de ello. Grandísimos imbéciles. Malcolm idiotamente preguntó qué era lo que pasaba, claro es, que le dieron una respuesta tosca. Entonces Tareq fue el que exigió que las dejaran en paz y que se largaran a joder a otra persona.
»Buena respuesta, pero lo que pasó después no fue tan bueno —Henry suspira, echándose hacia atrás en su asiento—. Se molestaron y lanzaron el primer golpe, las chicas aprovecharon para irse. Uno de los tipos golpeó a Malcolm, él, como el impulsivo que es, devolvió el golpe. Tareq se metió a ayudarle y yo, como el pacifista de la situación, traté de sacar a mis amigos de allí antes que llegara la policía.
»Me llevé el peor golpe solo por querer que esa pelea terminara. Malcolm y Tareq golpearon al chico porque me golpeó y así pasó —suspira cansado—. Llegó la policía, nos llevaron a la comisaría y ahí estuvimos hasta casi media noche.
Se pasó el silencio en la cocina, solo opacado por los jadeos de Argonauta sentado sobre sus cuartos traseros en el suelo. Asia, Dave y yo miramos impactados a Henry. Él siempre tiene una actitud bastante tranquila y relajada y aunque solo trató de evitar que el problema se volviera mayor, cosa que no logró, aún es impactante toda esta situación.
—Joder —exclama Dave.
Su hermano ríe.
—Sí, estuvo feo. Papá tuvo que ir por nosotros a la comisaría.
—Uh, que feo castigo se te viene —Asia ve a su hermano con una mueca.
—Gracias por recordarmelo, Asia.
La señora Lilly deja en medio de la mesa un plato lleno de galletas de chocolate recién horneadas que olían tremendamente deliciosas. Luego, le arroja media galleta a Argonauta que la come gustoso.
—Te metiste en una pelea, razón comprensible para castigarte, pero lo hiciste por una buena acción —pone su mano sobre el hombro de Henry.
—Aún me van a castigar.
—Sí, pero, vele el lado positivo, galletas de chocolate por tu buena acción.
—Gracias, mamá. Eso me sube un poco el ánimo.
Acto seguido, se lleva una galleta a la boca pero hace una mueca casi al instate. Imagino que debe dolerle bastante el moretón.
La señora Lilly me invita a probar sus galletas, cosa que hago sin tanta inhibición, olían y se veían muy buenas, quería probarlas. Dave toma una y sale de la cocina, supongo que a buscar un ungüento para su hermano. Hay un tema de conversación que son preguntas de Henry relacionadas con Argonauta, pero que terminan cuando vuelve Dave. El tema que le siguió se trató del próximo cumpleaños de Asia, cosa que emocionó mucho a la futura cumpleañera.
—¿Cuándo es tu cumpleaños, Asia? —le pregunté, tomando otra galleta. Podía volverme una adicta a ellas.
Argonauta esperaba echado en el suelo a qué le diera otra, pero no lo haría. No por no querer compartir con él, solo quería evitarle una intoxicación por el chocolate de la galleta. Ya con media estaba bien para él.
—En dos... semanas —responde con la boca llena de galletas.
—Vaya, Asia, vas a cumplir quince años —recuerda Dave, echando crema en el moretón de Henry.
—Guao, ya van a ser quince años soportandote, Asietta.
Ella le tira migajas de galleta a su hermano que solo ríe.
—Idiota, Hanko.
—¿Y qué planeas hacer? —le pregunté.
Asia encogió los hombros.
—No lo sé, no quiero gran cosa. Puede que una reunión con mis amigos y familia. Lo que sí quiero es que la temática sea hawaiana.
—Asia ama la cultura hawaiana —me dice Henry.
—Es cool, me gustaría aprender hawaiano algún día.
—Sí, sí, venga, sigue echándonos en cara que eres una cerebrito, Asietta.
—Henry, tu presencia empieza a colmarme la paciencia.
Dave, su madre y yo solo nos reímos de la pequeña discusión de ellos dos.
Lo que restó de la tarde, nos la pasamos hablando del cumpleaños de Asia entre pequeñas discusiones de ella y Henry, bromas de Dave y regaños de la señora Wyle y, claramente, sus deliciosas galletas. En este pequeño ambiente, me sentí increíblemente cómoda con estas personas que se habían ganado mi cariño.
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