46 • Los gatos y yo no nos llevamos bien

Seguramente no soy la única que se asusta cuando su mejor amiga le manda un mensaje en mayúsculas diciendo: «¡Tienes que venir rápido al parque!»

Debo admitir que me imaginé mil cosas, como que un árbol había caído y que la víctima había sido mi mejor amiga o que Amapola se haya terminado dando un chapuzón al lago.

¿Cómo habría mandado el mensaje si hubiera estado en alguna de las dos situaciones?

No tengo idea, esa chica se las soluciona para cualquier cosa.

El caso es, que cuando llegué al parque, no me encontré con ningún escenario tragico dignamente salido de mi pésima conciencia. Lo que encontré fue a un montón de persona yendo y viniendo de allá para acá viendo y señalando cosas en jaulas situadas en casi toda la estancia. No entendía qué demonios con toda esa gente hasta que ví un cartel que ponía «Adoptapalusa» en letras blancas de bordes gruesos negros y con un fondo azul oscuro.

—¿Adoptapalusa? —repito, caminando entre las personas que me rodean.

Cuando me acerqué, descubrí lo que veían: animales. Vale, no animales exóticos como un león albino, un oso polar o un ligre. Eran animales domésticos, perros y gatos de distintas razas. Vi a varios golden retrievers, a lobos siberianos, dálmatas, pastores alemanes y unos cuantos chihuahuas que me dieron un poco de miedo por sus ojos saltones. De entre los gatos solo reconocí a los siameses, los persas y los americanos de pelo corto. Habían muchas razas pero además de esas tres, no supe cuál era cuál.

Digamos que los gatos y yo no nos llevamos bien.

A lo lejos pude ver a Amapola, llevaba vaqueros rasgados y viejos, sus zapatillas converse favoritas, una camiseta fucsia que ponía también «adoptapalusa», llevaba el pelo negro con una coleta de caballo y algunos mechones desordenados sueltos y una diadema con orejitas de perro.

Fui acercándome a ella.

—¡Adopten y denle un hogar a un perrito! ¡Recuerden que ellos también son seres vivos que aman mucho! —gritaba para llamar la atención de las personas—. ¡Moni! —exclama con alegría al verme llegar junto a ella.

—Hey, ¿Qué es todo esto? —señalo con mis manos todo el lugar.

—¿Recuerdas de lo que les comentamos Cooper y yo a ti y a Dave ayer? —asentí, recordándolo—. Pues... ¡Bienvenida al adoptapalusa de este mes!

—Vaya, cuánta emoción.

Amapola ríe, parecía feliz y emocionada. Me recordó a aquella vez en dónde se había atiborrado de azúcar y pasó medio día dando brincos como una niña de cuatro años.

—Es increíble, no solo porque recaudamos fondos para el refugio, también porque todos los animales que viven allí podrán conseguir un nuevo hogar.

Ah, que tierno.

—Vale, es muy lindo todo eso, pero ¿Por qué querías que viniera?

—¿No quieres adoptar a un perrito? —me propone con una sonrisa—. ¡Recuerdo lo mucho que te gustan!

Amo a los perros, siempre tendré debilidad por un canino y más si es uno juguetón. Amaba todo tipo de perros, no importaba su raza.

Bueno...

Ah, claro, los chihuahuas. Son lindos y pequeños, pero siempre los consideré pequeña ratas evolucionadas. Los gatos sí que los odio. Simplemente son malvados, conspiradores y creídos. Podía soportarlos porque de cierta manera, si algún amigo tuyo tiene un gato y ese gato se acostumbra a ti y no te ganas su odio inmediato, se convierte un poco en tu gato, pero de resto, los gatos y yo seguiremos siendo enemigos.

Es cierto eso que dicen que vives con los traumas de la infancia.

—No lo sé, Amapola.

—¡Venga, Moni! Él es el único al que no he podido conseguir que adopten.

—¿Esfuérzate más?

Amapola me da una mala mirada.

—Solo sígueme.

Empezó a caminar entre las personas que veían a los perros, gatos y otros animales pequeños como conejos y hámsters en jaulas. Amapola me guió hasta detenernos frente a una jaula de un tamaño considerable, era la única entre todas las que estaban ahí que las personas por alguna razón no se interesaban en ver.

—Es él —dice mi mejor amiga, señalando la jaula frente a mí.

Me agaché para ver acostado sobre sus patas delanteras a un perrito que aparentaba ser de meses, ni tan cachorro y ni tan mayor. Un niño. No reconocí de qué raza es pero sí que es muy bonito. Su pelaje es entre el marrón claro y el blanco, estando este último rodeando su cuello y sus patas, dando la ilusión como si el cachorro llevara botitas y una bufanda. Sus ojos son de un color aceituna y sus orejitas son dobladitas, en la derecha tenía tres puntos blancos de pelo.

El cachorro al verme se sentó sobre sus cuartos traseros y empezó a mover emocionado la colita. En su cuello diferencié un collar azul marino con una placa tintineando, sin embargo, no pude leer el nombre porque el perrito se movían emocionado a causa de mi presencia.

Pasé mis dedos entre las rendijas de la jaula y el cachorro se acercó sin dudar para dejar que le acariciara la cabeza. Una sonrisa se formó en mis labios, es muy tierno ver lo emocionado que está.

No sé cuánto tiempo estoy acariciando la cabecita del perro con una sonrisa. Escucho el saludo del recién llegado Cooper pero no le presto tanta atención, mi concentración estaba plenamente en el cachorro.

Pero qué lindo perrito. Es que sí lo es, claro que lo es.

Vale, tú ya te has enamorado.

¡Es que es una monada! ¡Solo míralo!

Y lo confirmo cuando suelta un ladrido de alegría y vuelve a posarse sobre sus cuartos traseros.

—¿Cómo se llama? —les pregunté a cualquiera de los chicos.

—Argonauta —me responde Cooper.

Me volví a verlos confundida a ambos.

—¿He escuchado bien? ¿Me han dicho que se llama «Argonauta»? —ambos asienten. Cooper con tranquilidad. Amapola con una expresión de «en ese rollo no me metas»—. ¿Pero quién le puso ese nombre?

Mi mejor amiga de inmediato señala a Cooper.

Arqueé una ceja hacia él.

—¿Por qué?

Él encoge los hombros.

—Me gusta, además, tiene cara de Argonauta.

—Es un nombre raro.

—Ni tanto, así se llamaba la tripulación que acompañó a Jasón en la conquista del Vellocino de Oro en el barco Argo.

Vale, he quedado impactada.

Yo confundida.

Miro a mi mejor amiga, ella solo negaba con la cabeza riendo. Seguramente, ya debía de conocer estos eventuales momentos de Cooper sobre historias raras.

—Vale, nombre griego, lo pillo —mis amigos solo se rieron—. ¿Y por qué nadie lo quiere adoptar?

Amapola suspiró con tristeza.

—Porque es mestizo, aquí todos quieren adoptar perros de raza pura —se abraza a sí misma—. Es genial que adopten, pero no lo es tanto cuando solo son a los de raza. Argonauta es el único al que todos pasan de él.

El cachorro soltó un chillido de tristeza detrás de mí.

—Entonces, ¿Lo vas a adoptar? —preguntó Amapola, esperanzada de que sí adopte a Argonauta.

—No lo sé, Pola...

—Tienes que hacerlo —dijo Cooper—. Si no lo adoptan, lo pondrán a dormir.

—Espera, ¿Qué? —por poco no grito cuando me levanto—. ¿Pero qué demonios? ¿Por qué harían algo así de depravado?

Él suspiró.

—A nadie le gusta esa opción, es algo horrible he inhumano, pero no hay muchas opciones. En el refugio siempre llegan nuevos animales y casi nunca hay espacio.

—Y en otros refugios ya no pueden acoger a más animales —agregó Amapola—. Por esa razón te llamé, pensé que querrías adoptarlo.

—¿Y por qué no lo adoptan alguno de ustedes dos?

Cooper hizo una mueca rascando su nuca.

—A mi madre no le gustan los animales y mi hermanito es alérgico al pelo de perro.

—Y yo tengo a los cuatrillizos, mis padres no quieren más animales que esos.

En ese punto, comprendía a los señores Bergan. Esos chicos son como animales salvajes. Pobre Amapola.

Pobre Ruby que es la única chica entre esos cuatro.

De no haber sido por la situación que tenía en manos, me hubiera reído también del comentario de Amapola. Cierto, es genial que todas estas personas adopten a los animales en vez de comprarlos, pero, ¿Solo animales de raza pura? No es algo justo, no para los perros mestizos como Argonauta.

Miré al cachorro detrás de mí, estaba de pie sobre sus patas traseras usando las delanteras como apoyo sobre la jaula, su colita no dejaba de moverse con emoción y en sus ojos negros brillosos me seguían viendo con emoción, también como si quisieran decirme: «no dejes que me pongan a dormir, por favor»

Pasé un largo rato pensando en qué hacer. Sabía que Cooper y Amapola esperaban una respuesta, una afirmativa mas seguramente pero yo aún sigo bastante indecisa. Me encantaría adoptarlo, le he agarrado cariño, además de que es muy lindo y tierno.

Venga, Mónica, no dejes que lo pongan a dormir.

No voy a dejar que lo pongan a dormir.

—¿Entonces, Moni? —me pregunta Amapola cuando suspiro, los miré.

—Sí, lo adoptaré. No dejaré que lo pongan a dormir.

—¡¡Sí!! —gritan emocionados ambos, haciéndome reír.

—¡Gracias! —prácticamente me grita mi mejor amiga antes de abrazarme. Segundos después, Cooper se sumó, por lo que terminé en un sándwich humano entre esos dos.

En tres, dos, uno...

El contacto humano empezó a molestarme.

—Vale, chicos, es genial que se emocionen, ¡pero sueltenme ya!

Riendo, ambos me dejaron salir de su abrazo.

—¡Guau! ¡Guau! —ladró Argonauta detrás de nosotros.

En cuanto nos volvimos a verlo, el cachorro empezó a girar sobre su eje y ladrar más emocionado.

—¡Tienes un nuevo hogar, Argonauta! —le sonríe Amapola y eso emociona más al canino.

Me fijé en que Cooper tiene una sonrisa y su mirada fija en Amapola. Sus ojos azules no se apartaban de ella y su sonrisa tampoco desaparece. Por eso, solo por ese pequeño gesto de sonreír ante las locuras de mi mejor amiga, es que supe que él de verdad siente algo fuerte hacia ella.

Amapola dejó de acariciar a Argonauta y se situó a mi lado. Soy testigo de como esos dos se dan un par de miraditas y como Cooper le regala una última sonrisa antes de anunciar que debía de seguir con su trabajo.

Que tiernos son esos dos. ¿Quién diría que en un inicio ella lo odiaba?

Oigo el suspiro de Amapola.

Ay, querida Amapola, has caído bajo.

—Bueno, ¿Ahora qué sigue? —pregunto para que mi mejor amiga salga de su ensoñación.

—Ah, sí, sí —volvió a ver a Argonauta que no a dejado de mover la colita. Ella abre la jaula por la rejilla y el cachorro adentro no duda en venir hacia mí y pedir que lo tome en brazos. Amapola ríe—. Andando, hay que hacer unas cosas antes de que te lo puedas llevar.

Amapola me llevó a dónde estaban unas carpas de dónde salía y entraban personas con animales en brazos o sujetados por sus cadenas. Al final pude ver una mesa larga con cinco personas hablando con el futuro dueño de una mascota he imagino dando indicaciones ya que esas personas se iban a la siguiente carpa.

—Ven, sígueme.

Me llevó hacia la mesa y esperamos hasta que una pareja de chicos se fue a la siguiente carpa, en cuanto fue nuestro turno, un tipo que aparentaba los treinta, de ojos marrones, pelo castaño cortado al estilo militar y de tez oscura nos sonrío. Igual que mi mejor amiga, lleva una camiseta anaranjada que ponía el mismo «adoptapalusa» en el mismo tipo de letras.

—Hey, Carl —saludó Amapola.

—¿Dueña para Argonauta? —me miró rápidamente y sonrió amable—. Me alegra que al fin consiga un hogar. No podría soportar que lo pusieran a dormir.

—Sí, es algo cruel.

Él asintió triste pero recuperó su sonrisa en un segundo.

—¿Preparada para tener a una mascota?

—Claro que sí —sonreí acariciando a Argonauta que aún sigue en mis brazos.

—¡Guau! ¡Guau!

Definitivamente no me arrepentiré de haber adoptado a este pequeño.

-

En cuanto la pequeña charla con Carl, que se basó en llenar un formulario de adopción canina y hacer un pequeño gasto en una cadena para Argonauta terminó, Amapola me volvió a guiar esta vez en dirección a la carpa contigua que resultó ser el área de vacunación a las mascotas.

Veo con terror las agujas que reposa sobre las mesas y cierro los ojos cuando escucho los pequeños chillidos de las mascotas a mi alrededor cuando le han inyectado. Odiaba las inyecciones, las odiaba profundamente.

Argonauta aún en mis brazos emite un chillido agudo. Ambos nos entendíamos.

Cuando llegamos con un chico que nos regala una sonrisa que trató de transmitir seguridad, Amapola me quita al cachorro de los brazos para que reciba sus vacunas. No pude evitarlo, mi cobardía apareció y en cuanto veo la aguja ir hacia la piel del lomo de Argonauta, desvío la mirada.

Amapola se echa a reír.

—Moni, debe de molestarle más a él que a ti.

Eso igual no sirvió de ayuda, solo hasta que pude salir de ahí, es que me sentí tranquila.

—Gracias por adoptarlo, Moni— me dice Amapola, acompañándome a la salida del parque.

—No hay de qué, Pola. Igual será buena compañía —sonrío viendo a Argonauta oler todo a su paso.

—¿Vas a tu casa? Puedo llevarte.

—¿No tienes que estar aquí?

—Sí, pero Cooper me puede cubrir. Además, te lo debo. Ya sabes, por adoptarlo.

—No me debes nada, Amapola, pero... sí te acepto el aventón.

—Vale, voy por mi auto. Espérame aquí.

Unos pocos minutos después ella apareció en su queridísimo Cole. Aún me parece absurda la idea de que le haya puesto nombre a su coche.

—¿A tu casa? —pregunta cuando me subo al asiento de acompañante con Argonauta en el regazo.

—No, tengo que ir al... al edificio donde vive Dave, tenemos que hablar unas cosas.

Mi amiga me da una mirada confusa.

—Vaalee... algo a pasado.

—¿Qué no a pasado? —murmuro entre dientes acariciando detrás de la oreja del cachorro.

—Empieza a contar, Mónica Ann.

Suspiro y empiezo a contarle todo. El que Dave nos escuchó hablando ayer en el pasillo, la llamada, el cómo me dijo que él me gustaba y luego como me dijo que yo le gustaba a él. Y sí, también le conté como terminé cortándole la llamada después de eso.

—Eso fue idiota.

—Lo sé, no me lo recuerdes.

—¿Y qué vas a hablar con él?

—De todo, Amapola. Tenemos demasiado de qué hablar.

Veo de soslayo la sonrisa ladina y pícara que tiene.

—Ni te atrevas a decirlo —advierto.

Solo que no vale de nada porque a los pocos segundos ella grita:

—¡Te lo dije, te lo dije! ¡Le gustas a Dave! —y chilla de tanta emoción como esa vez en la que fuimos al concierto de Imagine Dragons cuando se presentaron en la ciudad.

Ruedo los ojos.

—Ya, ¿Vale?

—Estás toda ansiosa y nerviosilla de ir a hablar con él, ¿A qué sí?

Claramente, pero quiero ignorar los nervios por mi propia salud cardíaca.

—Mejor cuéntame qué tal tú con Cooper después que me dejaron en mi casa.

—Hum... dejaré que cambies el tema solo porque sé que todo terminará como tú quieres que termine y yo sé cómo tú quieres que termine eso.

¿Qué? Me a mareado.

—Eh... ¿Vale?

Amapola se ríe.

—Con respecto a Cooper —deja escapar un suspiro—. Fuimos al public garden, todo fue muy lindo. Además de que...

—¿De que...?

Otro chillido más que asustó a Argonauta.

—¡Nos besamos!

—¡No inventes! ¿En serio?

Amapola asintió tratando de controlar su emoción.

—Todo fue muy lindo, me dijo que le gustaba, ¡Y luego me besó!

—Vaya... —murmuro. Me esperaba muchas cosas menos eso—. Entonces, ¿Están oficialmente juntos?

—Oficialmente no, pero supongo que estamos juntos.

—¿Supones?

—Queremos llevarlo con calma, Moni.

—Eso es tierno, ustedes hacen una linda pareja.

—Como la que hacen tú y Dave.

La miré molesta.

—¡Basta!

Mi amiga solo se ríe de mí.

Unas pocas cuadras más adelante, Amapola me deja frente al edificio de Dave, hace más bromas a las cuales solo le respondo sacándole el dedo medio. Se despide de Argonauta y vuelve su camino al parque para seguir con su trabajo. En el lobby del edificio estuve un poco más del tiempo habitual ya que iba con un animal. Me pidieron control de vacunas y demás chorradas que me gastaron la paciencia. Casi veinte minutos después es que pude subir al ascensor.

En el piso de Dave, admito que fui con un paso más lento del normal. Empezaron a sudarme las manos y los nervios los tenía a flor de piel. No tenía idea de lo que iba a decir, solo tenía en claro una cosa: debo de hablar con Dave, aunque no tenga un guión previamente preparado.

Dejemos todo en manos de la vida.

Mi vida es una comedia llena de desgracias, no me sorprendería que algo de lo que pase allá adentro salga mal.

Exhalo deteniéndome frente a su puerta.

—¿Listo para conocer a Dave? —le pregunto a Argonauta.

—¡Guau! —comenzó a jadear con su lengua afuera.

—Tomaré eso como un sí.

Teniendo la mano temblorosa, toqué.


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