45 • Me importa más saber si estás realmente bien
Devuelta a la sala de estar, ví a Asia sentada junto a Cooper hablando, mientras que Amapola estaba en el otro sofá sentada sola metida en su móvil. Hay momentos dónde Cooper desvía su atención de Asia a mi amiga. Seguramente, aún Cooper no a hablado con ella para explicarle todo lo de hace rato.
El rubio dirige su atención rápida hacia mí y fórmula sin emitir sonido: «yo me encargo»
Solo pude asentir hacia él.
—¡Monik! —exclama Asia al vernos a su hermano y a mí. Se levanta sonriente del sofá y viene hacia nosotros, pero a mitad de camino se detiene—. Guao... —murmura.
Dave y Cooper rodean a Asia preocupados, Amapola levanta la mirada de su celular, notando el repentino movimiento. Veo como Dave toma de las mejillas pálidas de Asia, parecía como si estuviera a punto de desmayarse.
—Hey, Asia, ¿Estás bien? ¿Qué pasa? —pregunta Dave, apartando mechones de cabello del rostro de su hermana.
—Nada... solo... —Asia pone una mano en el hombro de Dave como si tratara de estabilizarse. Termina apretando los ojos con fuerza antes de volver a abrirlos—. Solo es un mareo, no te preocupes.
—¿Estás segura? —insiste su hermano.
Ella asintió.
—Tranquilo, D. Estoy bien —ninguno de nosotros estaba seguro de esa afirmación, lo que Asia nota—. ¡Que estoy bien! En serio, no fue nada, chicos.
Dave termina suspirando rendido.
—Vale, pero si...
—Si me siento mal debo decírtelo —completa Asia, casi irritada—. Lo sé, hermano.
Cooper y Dave le dan su espacio a Asia y ella suspira aliviada. Aún su rostro estaba un poco pálido y ella se veía como si hubiera corrido una maratón. Dave aún le da miradas de soslayo de preocupación.
—La cena ya debe de estar lista, chicos —anuncia Amapola.
Tras anunciarlo, se fue a la cocina seguida de Cooper, quién seguramente le explicará por fin que no intenté ligarmelo.
Sinceramente, Amapola estaba siendo un poco dramática con esto, ¡Si le dije en la tarde que el que me gusta es Dave! ¿Cómo cree que voy a ligarme a Cooper?
Déjala, son los celos que no la dejan pensar.
Asia con Dave vienen hacia mí y como siempre, la menor de los Wyle me da uno de sus característicos abrazos de saludos. Uno que esta vez sí le pude corresponder.
—¿Qué tal? Ese repentino mareo fue raro.
—Quizá solo me levanté muy deprisa, me pasa a menudo.
—Lo cuál no es normal... —murmura su hermano mayor.
Asia rueda los ojos.
—Perfectamente sana nunca voy a estar, Dave. No molestes.
—Disculpa por preocuparme por ti —dramatiza Dave.
Su hermana menea la cabeza y rueda los ojos murmurando un «dramático»
—En fin, ¿Se quedan con nosotros al fin de semana también?
—No, nosotros nos iremos en un rato.
—Oh, que mal. Sería cool si pudieras quedarte. Podríamos ver películas, ¡Preparar un pastel!
Sonreí por lo emocionada que sonaba por la idea. Algo que he notado de Asia es que suele emocionarse por cosas pequeñas y disfrutarlas bastante.
—Sería divertido, pero no puedo quedarme, lo siento. Además, ¿No sería algo así como... no sé, su fin de semana de hermanos?
Ambos asintieron.
—Cada tanto tiempo hacemos algo así —responde Dave—. Algunos fines de semana somos Asia y yo...
—Otros somos Henry y yo —hace una mueca de confusión arrugando la nariz y frunciendo el ceño—. Bueno, los dos vivimos juntos, así que la única diferencia es que nos dormimos tarde y comemos pastel.
—Y otras veces solo somos Henry y yo —concluye Dave—. Es para no perder la costumbre y no olvidarme del par de mocosos que tengo por hermanos —le desordena el pelo a Asia, que le da manotazos divertidos para alejar su mano.
—Mocoso tú, Agente D —replica divertida su hermana—. Sería genial si te pudieras quedar, las cosas serían más divertidas.
—Haré como que no me ofendió ni que me has llamado aburrido.
Asia y yo reímos.
—Bueno, si a ninguno de los dos le molesta, podría venir mañana. Estaré desocupada todo el día, ¿Qué les parece?
Dave me sonríe, como si esa idea le agradece más de lo que pudiera admitir.
—No tengo ningún problema.
—Yo tampoco, será genial.
—¡Vengan, trío de loros! —es el repentino grito de Cooper desde la cocina—. ¡Esto se enfría y ninguno lo calentará!
En la cocina, con un ambiente más relajado nos esperan Cooper y Amapola. Mi mejor amiga estaba más sonriente que hace un rato, miré a Cooper y su sonrisa fue todo lo que necesité para saber que todo estaba resuelto.
Nos sentamos al rededor de la mesa a comer entretenidos con las bromas de Cooper y Asia, también en conjunto con las peleas inmaduras de ellos dos con Dave y con los desacuerdos entretenidos que tenemos Amapola y yo.
Observo a las cuatro personas que me rodean, la situación y todo lo que me llevó a este momento. A estas risas, a estas bromas, a esta sensación de dolor en las mejillas por tanto sonreír. Todo empezó con una locura entre Dave y yo, pero gracias a esa locura y estúpido plan suyo, es que estamos aquí.
Si me hubieran dicho meses atrás que estaría en esta situación con el chico que llevo conociendo desde prácticamente toda mi vida, que alguien que no es mi mejor amiga, mi papá o mi hermano me hubiera ayudado en una crisis de ansiedad y que estaría haciendo nuevos amigos, me habría reído muy fuerte en la cara de esa persona. Para mí, eso era una completa locura, ¿Que alguien que no es papá, Miguel o Amapola me habría dado apoyo en una crisis? ¡Era absurdo! ¿Fingir una relación y de paso, sentir algo por ese alguien de plan estúpido? ¡Era una chorrada! ¿Hacer nuevos amigos? Venga ya, para mí eso era imposible.
Pero estamos aquí, en este momento. Un momento común para otros, solo una cena con amigos, ¿Para mí? Era un logro después de todo.
Hubo un tiempo donde estaba perdida, dónde no era yo, dónde todo era monótono para mí, y estos momentos simples con amigos, llenos de risas y tonterías que no llegué a imaginar, son los que necesitaba para que me reencuentre con esa Mónica que una vez no volví a ver.
Poco a poco, podía volver a verla. Aunque no sería igual, sería una versión mejorada de ella y de la actual yo.
-
Una hora después de haber cenado, Cooper, Amapola y yo decidimos irnos del apartamento de Dave. Nos despedimos de los hermanos Wyle entre abrazos y confirmaciones de mi parte para Asia de que volvería mañana.
En el auto de Amapola camino a mi casa me sentía un poco... fuera de lugar. Vale, me sentía como violinista en los asientos traseros viendo cómo esos dos se hacían manitas y soltaban risitas bobas.
Es muy notable que Amapola le gustaba bastante Cooper, incluso más de lo que supuestamente llegó a sentir por mi hermano. Esas risitas, esos bromas internas de ellos, las miradas. Tenían su vínculo, una burbuja dónde solo ellos entienden lo que dicen entre sí.
Aunque es incómodo ver desde los asientos traseros a esos dos, también es lindo. Cooper es una buena persona, no ponía en duda de que lo que siente por Amapola no es algo con lo que quiere jugar.
Quiere ir en serio y espero que no la cague con ella.
En cuanto Amapola aparca su queridísimo Cole frente a mi casa, me despido de ambos con un gesto de mi mano. Antes de entrar, me acerqué a la ventanilla de conductor dónde mi mejor amiga no dejaba de sonreír.
—Ni creas que no me vas a decir nada —murmuro entre nosotras—. Cuídate, eh. En todos los sentidos.
Amapola muerde su labio contra otro para retener la risa. En algún momento tenía que devolverle la broma.
—Vete a casa, Mónica.
Con eso dicho, arrancó otra vez su auto. Estoy segura de que esos dos no irán a casa.
Aventura de noche, que tierno.
Empalagoso, pero tierno.
Cuando entro a mi casa, me encuentro con papá, mi hermano, a mi tía y primo hablando y sugiriendo ideas en la sala de estar.
—¡Eh, Nica, al fin llegas! —exclama Antonio.
—¿De qué hablan? —pregunto tomando asiento junto a mi primo, que pasa su brazo sobre mis hombros y me atrae hacia él.
Antonio se cree pulga, sobre todos quiere estar.
—Planeando unos últimos detalles para el dieciocho.
En el ambiente se coló el silencio al que ya nos habíamos acostumbrado cuando salía esa fecha, cuando salía ese tema. Aún dolía la partida de mamá. Es un dolor con el que estamos aprendiendo a vivir. Mamá era una madre, esposa, hermana y amiga increíble. Es difícil aceptar que una persona así ya no te esté acompañando físicamente.
Los que la quisimos y queremos solo nos queda aceptarlo y seguir, recordar con sonrisas su memoria. Sabía que la tía Anna quería hacer algo bonito ese día: ir al cementerio a dejar flores nuevas y luego hacer una comida con los platillos favoritos de mamá en compañía con sus amigos más cercanos. La idea no estaba mal, es mejor que lo del primer mes, prefiero ir y visitarla a qué pasar todo el día llorando sola en mi habitación.
—¿Y qué tal quedó todo? —pregunto acabando con el silencio.
—A mamá le encantará —me responde mi hermano con una pequeña sonrisa.
—Eh, Nica, ¿Ya cenaste? —papá preguntó.
—Sí, no te preocupes por mí —miré a Antonio que aún tenía su brazo sobre mis hombros—. Puedes comerte mi cena, Anton.
Antonio festejó murmurando un «¡Sí!». A ese chico le gusta comer demasiado, es casi como un hoyo negro de comida.
Luego de hablar un rato con mi familia de lo que haríamos el dieciocho y de que Antonio se comiera mi cena, mi tía y él se fueron. Mi primo se despidió de mi hermano con su típico y complejo saludo de chicos que aún no entendía como podían hacerlo tan de prisa. Antonio se despidió de mí solo dejando un beso en mi frente.
En casa solo quedamos nosotros tres. Miguel y papá habían encendido la televisión para ver el juego de fútbol que tenía programado esta noche. Aún no entiendo lo emocionante del deporte, me sigue pareciendo que todos los jugadores van detrás del balón como perros tras un hueso.
—¡Hey, estaré en mi habitación! —informo sobre el volumen del televisor.
—Sí, vale... —responde Miguel distraído sin despegar la vista de la pantalla.
Papá se levanta del asiento de un salto exclamando «¡Gol!» seguido de mi hermano.
Ruedo los ojos negando con la cabeza, empiezo a subir por las escaleras.
—Raros.
En mi habitación me cambio por un pijama más cómodo y me decido por ver la serie que dejé pendiente hace mucho en mi laptop. Estaba a punto de reproducir el capítulo en el que había quedado cuando escucho el sonido de mi celular en mi mesita de noche anuncia la llegada de un mensaje.
El mensaje decía:
Asia no para de decir que te extraña y que nuestro fin de semana sería mejor si estuvieras aquí.
Reí empezando a escribir una respuesta:
Igual iré mañana, Wyle.
Y tampoco está mal extrañarse un poco.
Me respondió poco después que lo envié:
Lo sé, pero sabes cómo es mi hermana.
¿Y quién dijo que te extraño?
Yo: No lo sé... ¿Mi super intuición? O fue porque usaste a Asia como excusa.
Yo: Es la peor excusa de todas.
Wyle: Vale, me atrapaste, no soy muy original. Pero lo de Asia es cierto, mi hermana no para de decir que sería más cool si estuvieras aquí.
Yo: Espera, entonces, ¿Sí me extrañas?
Wyle: Si nunca lo negué, ¿Qué crees tú?
Vaalee... No lo ví venir, en lo absoluto.
Por un momento, solo me quedo con los pulgares congelados sobre el teclado. Leer esa respuesta fue algo que no esperé, como no esperé el que aceptara que «me extrañara»
Aquí estamos procesándolo.
Aquí también.
Pensé en una buena respuesta, en serio que lo hice. No tenía una respuesta ingeniosa que darle, de modo que solo terminé enviando:
Serás idiota.
Incluso yo me siento decepcionada de eso.
La respuesta de Dave está en una nota de voz:
Lo primero que oigo es una risa ronca de su parte, de fondo se escuchaba el sonido de una canción que conocía bien: How Far I'll Go de Moana, siendo cantada también por la voz de Asia. A los murmuros que se escucharon en el audio, la voz de Asia desafinaba mucho.
No es la primera vez que oigo cantar a Asia, y no es por ofenderla, pero canta horripilante.
Pero sin ofender, ¿No?
—Te dije que «idiota» ya no es un insulto para mí, bonita. Lo has desgastado —otra risa suya—. Si escuchas a mi hermana de fondo, sabrás que te estás salvando de quedar sorda.
Finaliza el audio con eso, ahora me compadecía de él.
Yo: Pobre de ti.
Wyle: Ni tanto, es divertido verla actuar como si estuviera en un escenario. Además, cuando se queda dormida por estar dando tantos saltos, puedo jugarle bromas.
Río imaginando a Dave pintandole el rostro a Asia mientras duerme. Ya no sabía de quién compadecerme, si de Dave porque está en un contacto directo con una voz capaz de dejar sordo a alguien. O con Asia que sufrirá bromas por parte de su hermano mayor.
Yo: Ustedes juntos son un desastre.
Wyle: Lo sabemos y por eso mismo nos gusta pasar más los ratos.
Yo: De cierto modo, ambos son masoquistas.
Wyle: Supongo que sí, pero es un masoquismo divertido
Yo: Sigue siendo masoquismo, Dave.
Yo: De verdad que ustedes los Wyle son muy raros.
En vez de darme una respuesta escrita, me envió una fotografía que me hizo sonreír involuntariamente: son él y Asia; ella sonreía de manera exagerada y Dave la imitaba. Me gusta ver lo lindo que es Dave con sus hermanos menores, es tierno.
Decidí marcar su número y luego de los tres primeros tonos, Dave contestó. De fondo se escuchaba Shiny también de Moana.
—¡¡Hey!! —saludan los hermanos Wyle del otro lado por encima del sonido de la película.
—Hey, ¿Qué tal la pasan?
—¡Tremendo! —exclama Asia—. Deberías estar aquí, Dave me dijo que te gusta Moana.
Recordé la vez que le había dicho a Dave que una de las películas que más me gusta de Disney, (y la que más recuerdo) es Moana. Me gusta la aventura y las canciones que conforman el soundtrack.
—Sí, es mi película favorita.
—¡La mía también! —imagino que Asia tenía una gran sonrisa—. Oigan, ¿Qué tal salir mañana a comer?
—Yo estoy de acuerdo.
—¿Qué opinas, Agente D?
—Claro, Asietta. Estaría bien.
Asia festeja con un «¡Genial!» que nos hace reír a su hermano y a mí. Ambos me empiezan a contar lo que tienen planeado hacer esta noche: ver la mayor cantidad de películas y comer muchos dulces.
Eso me sonaba tentativo.
Para ti, el azúcar en general, es tentativa.
Buen punto.
En medio de nuestra conversación, Asia interrumpe anunciando que necesita usar el baño, dejándonos así a Dave y a mí.
—Te esperaré mañana —me dice él.
—Prometo que iré, Dave, lo he dicho más de tres veces.
—Me gusta estar seguro.
Ruedo los ojos.
—Eres un idiota, Wyle.
—Te gusta este idiota.
Empiezo a ahogarme con mi saliva cuando escucho su declaración, ¿Pero qué a dicho?
—Hey, hey, bonita, ¿Qué pasa? —Dave se escuchaba preocupado.
Tardo unos segundos en calmar mi tos y relajar mi respiración. Estaba repentinamente nerviosa solo porque a dicho eso.
—¿Ya está?
—Sí, sí, estoy bien —mi voz se escuchaba un poco ronca—. ¿Qué fue lo que habías dicho?
—¿A qué te refieres?
—Antes de casi morirme —Dave murmura un «exagerada»—. ¿Qué fue lo que dijiste?
—¿Qué importancia tiene eso? Me importa más saber si estás realmente bien.
—Dave, sí estoy bien, en serio. Solo... ¿Podrías repetir lo que dijiste? ¿Por favor?
Es solo silencio hasta que suspira rendido. Esperaba que yo haya escuchado mal, lo esperaba en serio.
—«Te gusta este idiota» —repite y siento mi presión bajar.
Oh, joder.
Por un largo rato, solo estoy ahí con el teléfono pegado a la oreja, escuchando el ruido de fondo de la llamada y los gritos de emoción de papá y Miguel por el partido. Hace mucho que el guionista de mi vida no me daba desgracias de este tipo.
La vida nos odia, amiga mía.
No nos odia, nos detesta profundamente.
—¿Bonita?
—¿Has dicho... lo que creo que has dicho?
—Eh... bueno... —Dave duda varios segundos balbuceando incoherencias—. Sí, escuchaste bien.
¿Qué se supone hice en mi otra vida para que me pasen tantas desgracias en esta?
—Yo... accidentalmente escuché tu conversación con Amapola en la tarde —prosigue Dave.
—¿Accidentalmente? —repito entre dientes.
Ya no sé con quién empezar a sentir molestia, si con él por chismoso o con la vida por desgraciada.
Puede que con los dos.
—Te escuché decir que yo... te gusto —sabio de su parte ignorar mi pregunta—. Y se... me a escapado.
Lo voy a matar por varias razones:
1. Por chismoso.
2. Por ser estúpido al no saber guardar un secreto.
3. Por idiota si empieza a hacer comentarios con respecto a eso.
Espero paciente y molesta esos arrogantes comentarios que puede arrojar. Quizá es un poco malo pensar así de Dave, es imbécil en ocasiones y otras es muy lindo, pero más que esperarme esos comentarios por el ser arrogante que vive dentro de Dave, los esperaba para tener un golpe de realidad y así dejar de sentir algo por él.
Claro que lo que recibí fue algo que en su totalidad no esperé.
Sin duda, hoy pasaron muchas cosas que no pensé que pasaría.
—También me gustas, Mónica.
Mi respiración se detiene un segundo y como si mis manos fueran partes de un autómata, alejaron el móvil de mi oreja y dieron en el botón rojo de la pantalla.
Eso es algo de lo que también me decepciono.
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