39 • Menos acomplejado que ayer pero no más que mañana
Cuando entramos al Thinking Cup, me sorprendió la gran decoración del lugar.
Nunca había ido a una fiesta de época, pero estaba seguro de que esta sería la mejor de todas. La decoración era una buena combinación entre los cincuenta, sesenta y ochenta, la barra estaba decorada con discos de vinilo como si fueran bambalinas en las orillas, había incluso una bola disco, ¡Una bola disco! Nunca había visto una. Todo era una gran explosión de colores pero aún lograba verse bien sin ser exagerado, quizá sea porque no recargaron el lugar con decorativos y lo dejaron sencillo y más llamativo en los colores elegidos.
Estaba todo muy guay, debía de admitirlo.
Seguí observando el lugar asombrado por todo lo que veía. Escuché algunos llamados detrás de mí que no les di tanta importancia porque había mucha gente a mi alrededor y a cualquiera podían estar llamando. En un área donde se había puesto para destacar, pude ver que había una rocola que brillaba en azul y rosado, ¡Tremendo!
—¡Eh, chicos, hay una roco...! —me vuelvo hacia mis amigos para comentarles lo de la gramola pero mi frase se interrumpió a la mitad cuando me volví por completo.
¿No les pasa que, cuando ven algo muy bonito, que les llama la atención o les gusta quedan... embobados por eso? ¿Quedan completamente en blanco y solo pueden estar ahí, existiendo para ver eso que les gusta?
Pues eso mismo me a pasado a mí.
—¡Hey, chicos! —sonríe Amapola llegando con nosotros.
Ella iba con el mismo estilo que Coop: los ochenta. Llevaba una chaqueta de jean holgada y remangada hasta la mitad del brazo, una camiseta de un rosa chillón de un solo tirante y pantalones holgados al estilo campana, de zapatos iba con tenis desgastados bajos de color negro. Tenía el cabello suelto y muy rizado. Amapola se veía bien, en serio parecía una chica de los años ochenta.
Pero no fue ella lo que me dejó como estatua en mi lugar, fue la chica a su lado, la misma chica con la que no he hablado en esta última semana.
Mónica nos sonreía a los tres pero sus ojos no pasaban de Cooper y Sal, lo que podía significar que, evidentemente, estaba molesta conmigo por ignorarla una semana entera. Su disfraz delataba que estaba de los cincuenta: una falda larga roja suelta, una camiseta manga larga blanca con un pañolete rojo sujeto al final de los botones de la camisa. Se veía unos centímetros más alta, por lo que debía de estar usando tacones, su cabello estaba lacio y un poco rizado en las puntas. Estaba preciosa, demasiado a mi parecer, aunque no me voy a quejar de eso. Incluso se había maquillado, algo sutil a excepción del labial rojo que pintaban los labios que estuve a punto de besar ese día en mi casa.
Ahora incluso se veían más tentadores.
Trago saliva empezando a sentir mi respiración acelerarse.
—Vaya, chicas, ¡Están guapísimas! —es el halago de Cooper y yo estoy más que de acuerdo con él.
—Tú no estás nada mal, Parker —dice Amapola—. Perdón, quise decir, McFly.
Como si sintiera mi mirada, (lo más probable porque no se la he despegado) Mónica pasa de ver a Sal a verme a mí y me regala una pequeña sonrisa de labios cerrados.
¿Era todo lo que recibiría?
Pues, la has ignorado todos estos días. ¿Qué creías que te daría? ¿Un intenso beso?
Lo esperaba, si soy sincero...
Pues sigue esperándolo, porque no va a llegar.
Estaba más feliz cuando no estabas aquí.
Pues, ¿Qué crees? Vivo aquí y aparezco en los mejores momentos.
Serás...
—¿Qué tal si vamos por algo de beber? —propone Amapola, cortando mi insulto hacia mí conciencia.
Eso no es normal, ¿Verdad?
En lo absoluto.
—Yo apoyo la idea, vamos, Saly —conviene Cooper, tomando a nuestra amiga y Amapola, llevándoselas a la barra de bebidas.
Y así quedamos Mónica y yo solos. Bueno, solos en lo que se podía.
—Y... estás más alta, eh —digo para romper el hielo.
Sube su mirada hacia mí y arquea una ceja.
Lo admito, fue el peor comentario que pude haber hecho.
—Llevo tacones, Dave.
—Ah, vale, vale... —rasco incómodo mi cabello.
Ambos estamos ahí, viendo todo alrededor como si fuéramos un par de desconocidos.
Esto no es lindo, ni cómodo, quiero volver a las mismas charlas de antes, solo que no sé cómo decir sin que suene raro: «perdón por haber pasado de ti estos días, solo que he estado con embrollos internos en dónde tú y mi ex tienen mucho que ver»
Pasan algunas canciones que reconozco gracias a la enseñanza de música vieja que me han dado mis abuelos. No me quejo de las canciones de esos años, tienen su estilo y la verdad que son cool.
Siento un jalón al ala derecha de mi chaqueta, veo a Mónica que mueve los labios pero el volumen alto de la música no me permitió oírla.
—¡¿Qué has dicho?! —grito sobre el sonido.
Resopla rodando los ojos, toma mi mano y me arrastra hasta fuera del local donde podría oírla mejor.
—¿Por qué me has ignorado esta semana?
Ah, eso era lo que había preguntado.
Mónica me veía en espera de una respuesta, abrazándose a sí misma. Me dió la impresión de que si le daba una mala respuesta, podría causarle daño.
—No fue mi intención —respondo unos segundos después—. Al menos no completamente.
—¿Eh?
—No quería evitarte pero debía de hacerlo —ella se ve más confundida—. Mira, es algo complejo que ni yo entiendo. Estaba... estoy... teniendo unos problemas propios, no quería meterte en eso.
—¿Es algo malo, Dave?
Meneé la cabeza.
—No, bonita, son solo cosas tontas que me pasan por pensar mucho.
—Creí que... no sé, te habías molestado conmigo o...
Me río al escucharla. No tengo razones para molestarme con ella, nunca las tendría.
—¿Por qué estaría molesto contigo, Mónica?
—No lo sé, tú eres muy raro.
Sonrío y la observo; torcía los labios de un lado a otro y eso en definitiva era demasiado tentador. Mónica no solo se veía diferente por las fachas que se traía, también se veía diferente por la postura que tenía, el cómo su mirada recorre todos los lados y se mantiene en mí un mínimo tiempo. Se veía nerviosa, insegura.
—¿Hay algo más que quieras decirme?
Mantiene el silencio un rato hasta que suspira.
—Es solo que... eres una de las pocas personas que sabe soportar mi carácter de mierda, con la que me divierto con tonterías, a la que puedo insultar sin que se moleste, la que... me importa mucho. Y no sé, solo pensé cosas —suspira otra vez, bajando la mirada—. Me he acostumbrado a tu infantil presencia que me da miedo perderla.
¿Mónica a dicho...? ¿Ella a dicho...?
Sí, sí lo a dicho...
Por unos segundos, solo me quedo observando como Mónica aún mantiene la mirada gacha y juega con sus pies. Proceso todo lo que me a dicho y que en serio no esperé que lo dijera.
A su manera, a una manera muy de ella, me a dicho... ella me a dicho...
—Tú... ¿Me quieres? —pregunté más atónito que emotivo.
Ella se ríe levantando la mirada y juro, en serio juro que puedo ver un sonrojo en sus mejillas.
¡¿Pero qué es esto?! ¿Qué le han hecho a mí Mónica?
Mía no es pero se entendió el contexto.
—Sí, Wyle, de alguna forma me agradas he importas —afirma, también muy a su manera—. Soy apática pero tengo mis momentos humanos.
—Este es uno de los pocos que he presenciado.
—Entonces, ¿No estás molesto conmigo?
Tardo un segundo en entender su pregunta. Su anterior afirmación me a dejado descolocado, de todas las cosas que creí que pasarían esta noche, esta no entraba en una de esas.
—No, Mónica, no estoy molesto contigo. Perdón por haber pasado de ti estos días, en serio, tenía que pensar muchas cosas.
—¿Y qué tal vas?
Suspiro.
—Menos acomplejado que ayer pero no más que mañana —encogí los hombros—. Solo tengo que hablar con alguien y todo estará bien.
—Muy bien, ¿Te parece si vamos con los chicos? —sugiere.
—Vamos, se deben andar preguntando por nosotros.
Sin esperarlo, antes de ir hacia dentro Mónica tomó mi mano y entrelazó nuestro dedos. La palma se sentía muy suave y su mano mucho más pequeña pero verlas juntas y entrelazadas es una imagen demasiado agradable.
Llegamos a la barra donde estaban los chicos con mucho problema, había demasiada gente y acercarse era todo un dilema. Pedir algo de tomar era otra cuestión más, nuestros amigos estaban entre los primeros y aún así no habían conseguido nada para beber. Al vernos llegar de la mano a Mónica y a mí, Cooper y Sal me guiñan los ojos al mismo tiempo, divertidos.
—¡Gracias al cielo! —exclama Amapola después de que le entregaran lo que había pedido—. No sé qué es, pero se ve interesante.
A cada uno nos pasó un vaso con una bebida con los llamativos colores del arcoiris. Tomé el vaso con mi otra mano libre. No quería soltar la suave mano de Mónica y por cómo ella toma su bebida con su otra mano, veo que piensa igual que yo.
¿Y qué tal si el único con una cuestión interna entre los dos no soy yo? ¿Qué tal si ella también...?
Que te haya dicho que le importas no significa lo mismo, Dave. No te pegues una ilusionadota.
Me a tocado la mejor conciencia, en serio.
La primera en dar un trago fue Mónica, que arrugó la cara en disgusto.
—¿Qué es...? —se aclaró la garganta—. ¿Pero qué demonios es esto? —su voz sonaba un poco más ronca.
Amapola encoge los hombros.
—No tengo idea pero como es lo único que nos han servido, lo aprovecho.
Los demás probamos la bebida arcoíris bajo la advertencias de Mónica. Al principio sí que quema fuerte la garganta pero a medida que vas dando tragos pequeños te acostumbras y el sabor se va volviendo más dulce.
Buscamos un lugar donde sentarnos y encontramos una pequeña mesa de cinco asientos no muy lejos de la barra. Con el pasar de la fiesta nos adaptamos al volumen alto, a las personas bailando y a las bebidas. Hablamos, bromeamos, reímos y bebimos también. En algún punto de la noche, Cooper se fue a bailar con Amapola, algo que nos sorprendió a todos. Sal se fue sola a la pista a bailar como solo ella sabe hacerlo y Mónica y yo nos quedamos solos una vez más. Había empezado a bajar los niveles de alcohol ya que sería el conductor de la noche, Mónica bebía algunos tragos que en su mayoría estaban combinados con algún refresco o solo bebía agua para pasar la quemazón que le dejaba cada trago.
Mónica estaba apoyada de mi pecho con mi brazo pasando por encima de su hombro izquierdo para mantener nuestras manos juntas. Busqué por todos lados a Amapola y Cooper pero no los encontré, solo a Sal que bailaba con un desconocido.
Las luces de colores que se movían a la par de I Wanna Dance With Somebody de Whitney Houston bajaron hasta estar más lentas. Las personas en la pista empezaron a juntarse y empezar a bailar al ritmo synth-pop de We Belong de Pat Benatar.
—¿Bailamos? —le pregunto a Mónica.
Escucho una risa baja de su parte y me mira sobre su hombro con una media sonrisa.
—Bailemos.
Nos levantamos de nuestros asientos y nos acercamos a la pista de baile dónde las parejas bailaban hablando en conversaciones bajas que no se escuchaban por el sonido de la música. En un extremo de la pista nos juntamos con el resto de las personas ahí. Llevé mis manos a su cintura y ella las suyas a mis hombros. Mónica tenía que alzar la cabeza para poder verme y aún así yo tenía que bajarla un poco para poder verla a los ojos.
—Eres demasiado baja.
—O tú muy alto.
Reí meneando la cabeza a la vez que le daba un ligero apretón en su cintura, ganándome un golpe en el cogote.
—Te gusta maltratarme —la acuso.
Antes de que pudiera darme una respuesta que estoy seguro era muy sarcástica, la hago dar una vuelta que la toma desprevenida y casi la hace caer.
Me río de su cara desprevenida cuando la vuelvo a sujetar de la cintura.
Aunque pasa rápidamente a una mirada asesina que me dedica con todo y entrecejo fruncido.
—Avisa a la próxima.
De vez en cuando Mónica me da malas miradas cuando la hago dar vueltas sin avisarle, bailamos el resto de la canción con sonrisas y pequeñas bromas. Le hago dar una vuelta más, esta vez estando ella preparada, cuando la vuelvo a tomar de la cintura, termina más pegada a mí. Su mirada no se apartaba de la mía al igual que ese día en mi casa.
We belong to the light.
We belong to the thunder.
We belong to the sound of the words.
We've both fallen under.
Whatever we deny or embrace.
For worse or for better.
We belong, we belong,
We belong together.
Sonaba de fondo las últimas estrofas de la canción. No podía apartar la mirada de los ojos de Mónica, que bajan un segundo y vuelven a subir. Tenía la pupila dilatada y las mejillas con un ligero sonrojo.
—Dave... —ella humedece sus labios y ese es mi punto final.
No lo soportaba más. Tenerla así de cerca, escuchar mi nombre salir de su voz, verla humedecer sus labios que se veían como una jodida tentación con ese labial rojo intenso.
¿Cómo se supone que pueda soportar esto si era una tentación demasiado grande?
—Me estoy muriendo por besarte, Mónica —paso mi pulgar por el contorno de sus labios, manchandolo un poco de su labial—. Joder, desde ese día en mi casa lo he estado haciendo.
Termino por apoyar mi frente sobre la suya, sintiendo aceleradas las pulsaciones de mi corazón y mi respiración empezar a volverse errática. Siento la nariz de Mónica acariciar la mía y como en un susurro bastante claro, dijo:
—Entonces, ¿Por qué no lo has hecho?
Por un instante, creo que se trata de una broma, de ella tomándome el pelo, pero al ver que ella también tenía los mismos efectos que yo, que incluso se había alzado sobre la puntas de sus pies para estar más a mi altura supe que no era ningún tipo de broma.
Mónica quería tanto ese beso como yo.
Y, mierda, eso era caliente.
Corté con la ya muy mínima distancia que había entre nosotros, juntando sus labios con los míos. Este beso no fue uno instantáneo como el que nos dimos por accidente en la rueda de la fortuna. Este fue mejor, más duradero.
Movía mis labios sobre los suyos y ella me seguía el ritmo del beso. ¿Cómo se supone que había podido sobrevivir sin haber probado los labios de esta mujer? Mónica sabía lo que hacía, lo sabía demasiado bien. Con esos suaves roces suyos, las caricias que daban sus manos detrás de mí cabeza y las eventuales caricias que daba su lengua a mi labio inferior, podría volverme un adicto a sus besos.
La mano que se mantenía en su cintura la rodeo por completo y la atrajo más a mí, pegando su torso al mío, la otra daba ligeras caricias al otro lado de su cintura.
Sentía como el aire empezaba a faltarme y me odié a mí mismo por tener que respirar. Maldición, no quería dejar de besarla. Poco a poco, fui poniendo un poco de distancia entre nosotros, dejando suaves roces finales para apoyar otra vez mi frente de la suya.
Nuestras respiraciones agitadas se mezclaban entre sí, tenía una sonrisa en mis labios que no podía quitar. Al abrir los ojos y volver a la realidad, las personas bailaban otra canción que no reconocí, nadie ponía atención a nuestra pequeña burbuja. Mónica aún tenía los ojos cerrados, su pecho subía y bajaba mientras regulaba su respiración, sus labios estaban ligeramente abiertos he hinchados y la pintura labial que tanto me había gustado, estaba hecha un desastre.
Limpié con la mano que no rodeaba su cintura la comisura de su labio donde tenía labial rojo derramado.
—Creo que he arruinado tu labial.
Mónica abre los ojos cuando escucha mis palabras, el azul de sus irises era más intenso que nunca, ya no había rastro de esas motas verdes.
—Lastima, me había gustado.
—A mí también, pero era demasiada tentación. Y como ya está arruinado, no te importará que siga haciéndolo, ¿Verdad?
Ella oculta muy mal su sonrisa.
—En lo absoluto.
Y esta vez no dudé ni un segundo para juntar sus labios con los míos. La música seguía sonando de fondo pero yo solo estaba concentrado en ella, en sus besos, en la suavidad de sus labios y el sabor dulce de ellos.
Por ahora, era lo más importante para mí.
-
El resto de la noche lo sentí como un borrón. Recuerdo que después de una extensa sesión de besos, (cada una mejor que la otra) los chicos volvieron a la mesa. Cooper y Amapola hablaban entre sí muy amigablemente y Saly se veía más animada que el resto, quizá porque ya estaba llegado a su nivel de sobriedad.
Las chicas se fueron a bailar cuando empezó a sonar Footloose de Kenny Loggins. Cooper y yo nos quedamos en la mesa, mi mejor amigo hablando tonterías que ya empezaban a no entenderse. Yo solo asentía a todo lo que decía y él parecía estar contento con ello.
Dejó las bebidas un rato donde solo se mantuvo viendo la pista de baile, más específicamente en donde estaba Amapola bailando con Mónica y Sal. Las chicas un rato después nos invitaron a bailar cuando empezó a sonar Jailhouse Rock de Elvis Presley. Con esa canción, la pista de baile se llenó por completo.
Hay que admitirlo, Presley tenía buenas canciones.
Hubo más baile, los chicos siguieron bebiendo mientras que Mónica y yo optabamos por refrescos o agua. Hubo risas, bromas, más besos con Mónica, miradas raras entre Cooper y Amapola. Saly entabló conversación con un chico moreno que tenía fachas de estar más ebrio que sobrio y no sé si habrán sido ideas mías o es que hablaba con un acento italiano.
Ya casi a la media noche, Mónica y yo tomamos la decisión unánime de irnos. Nuestros amigos estaban ya en el punto de no retorno, ¡Incluso Amapola se a caído más veces que yo en toda mi infancia! Costó sacarlos de la fiesta y hacer que Saly se despidiera de su nuevo amigo fue otro rollo más, pero lo logramos.
En cuánto estuvieron en los asientos traseros de mi auto, los tres se quedaron profundamente dormidos. Las chicas cada una con la cabeza apoyada en los hombros de Cooper y él apoyando su cabeza de la de Amapola.
—Se verían tiernos si no estuvieran hechos un asco —admite Mónica, grabandolos con su celular.
De camino a casa mantuvimos una conversación en tono bajo para no despertar a los chicos, aunque estoy seguro que ni el sonido de una explosión lo haría.
Pobres, ya me imagino su resaca por la mañana.
Apareciste.
Nunca me voy, Wyle. Solo me mantengo observando todo y opino en los momentos oportunos.
Eso... eso tiene bastante sentido, la verdad.
Lo sé.
Tardamos veinticinco minutos en llegar al edificio donde vivo, otros veinticinco más en subir a cada uno de los chicos, por lo que cuando Mónica y yo nos echamos cansados en el sofá ya pasaban de la una y media de la madrugada.
—Odio los tacones —se queja ella quitándose los zapatos y arrojandolos lejos.
Reí suspirando y luego apoyando mi cabeza de su hombro.
—Estoy... —bostezo—, agotado —me acomodo aún apoyándome de su hombro, escucho a Mónica reír.
—Pobre, ¿Qué tanto hiciste hoy?
—Cubrir turno en la mañana en el café —otro bostezo—. La mayor parte de la tarde en la pasantía y... —otro bostezo más—. Estudiar para un exámen que tengo.
—Uh, día ajetreado.
—En parte, la fiesta me ayudó a despejarme.
—¿Solo la fiesta?
Me reí con los ojos cerrados, entendiendo su pregunta.
—Hola, lado pervertido de Mónica, no te había conocido. Soy Dave.
—Tú eres peor que yo.
—No lo negaré.
Nos mantenemos en silencio un largo rato en dónde empezaba a quedarme cada vez más dormido. Tampoco ayudaba el hecho de que Mónica había pasado su brazo sobre mi hombro y daba caricias a mi cabello.
—Será mejor ir a tu habitación, Dave —dice Mónica sin abandonar sus caricias.
—Hum... —murmuro, casi dormido.
Hasta que...
—Espera, ¿Qué? —me separo de ella y la veo confundido.
¿A dicho lo que creo que a dicho?
—A dormir, imbécil —aclara ella, seguramente mi expresión delatando que había pensado algo muy diferente.
—Ah... —bostecé otra vez—. Sí, vale, andando.
Nos levantamos del sofá, ella soltando el pañolete de su cuello y los botones de las mangas de su camisa. En mi habitación, me saqué la chaqueta y los zapatos y me eché de un salto, quedando boca abajo.
Palmeé el espacio libre junto a mí para que Mónica se acostara.
—Sin pena, Mónica, has estado aquí ya las suficientes veces.
Me hace caso y se echa en la misma posición que yo, apoyando su cabeza de sus brazos cruzados.
—Duérmete.
—Estoy casi que lo hago, dame cinco minutos y caeré como un tronco.
Sin embargo, pasan los cinco minutos y es ella la que termina dormida. Me levanto de mi cama y la tomo con cuidado para que esté más cómoda, tomo una frazada y la cubro. Mónica no despertó en ningún segundo, ni siquiera cuando le piqué las mejillas unos treinta segundos.
Ella fue la que cayó como tronco.
Me cambio por mi pijama casi ya con los ojos cerrandose solos. En serio estaba muy agotado, el día en el café no fue tan agotador, en la pasantía sí que lo fue.
Uh, Ethan y Jorge estuvieron muy intensos hoy. Quizá por eso no les permiten el exceso con la gelatina...
Vuelvo a echarme en la cama al lado de Mónica con otra frazada, como de costumbre, ella tenía la boca ligeramente abierta y con una fina línea de baba saliendole de ella.
¿Qué tan idiota suena que eso me parezca tierno?
Demasiado.
Suspiro, me cubro con la manta y lo último que veo antes de irme a dormir, es su rostro dormido.
——————————————
Nota de la autora:
Y hasta aquí nuestra actualización de cinco capítulos después de mucho tiempo. ¿Qué tal. Momentos intensos de Mónica y Dave, eh.
También hubo muchas canciones que les recomiendo porque son, uf, increíbles. Hagamos un rápido repaso de cuáles fueron:
How Far I'll Go de Moana.
Hey, Soul Sister de Train.
Moments We Live For de In Paradise.
Savage Love de Jason Derulo.
Y las canciones de este capítulo que son canciones súper viejas pero muy buenas:
I Wanna Dance With Somebody de Whitney Houston.
Footloose de Kenny Loggins.
We Belong de Pat Benatar y
Jailhouse Rock de Elvis Presley.
En serio, son muy buenas canciones. Quizá esté poniendo en otros capítulos canciones viejas, tendría que ver.
Nos leemos pronto en Changes... Y la primera parte de Loved #2 que publicaré en un ratito. ¡Los veo por allá!
Besos y abrazos con bebidas, formas raras de Mónica de decir que quiere a alguien y canciones.
MJ.
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