26 • En mi vida me han dado tantas gracias como hoy
Ya he perdido la cuenta de las veces en que Dave y Henry han suspirado.
Chica, es como un dúo de cantantes a base de suspiros, ¡que loco!
Me río internamente de mis pensamientos. Y era cierto, Dave suspiraba, Henry le seguía o a la viceversa. En serio me estaba aguantando las ganas de reírme, este no era el momento más oportuno.
Ya llevábamos al menos unos diez minutos con los traseros postrados en las sillas de la sala de espera del hospital. Los padres de Dave habían avisado que Asia había despertado, pero que aún así vendrían hasta acá para hacerle unos exámenes rápidos.
Y desde que llegamos, no hemos sabido nada más que a Asia le están haciendo unos exámenes de no sé qué diablos.
Entonces, el dúo de los suspiro creó una nueva canción.
Por más que quise, no pude evitar reírme, haciendo que Dave y Henry me vieran confundidos.
—¿Qué te da tanta risa? —pregunta Dave.
—Ustedes —dejo de reír y explico—: Chicos, desde que llegamos están con esos suspiros casi entonados. Estoy segura de que ya han sacado todo un álbum.
Ambos comparten un par de miradas y sonríen divertidos al darse cuenta.
—Ni siquiera lo había notado —comenta Henry.
—Lo han hecho y me he estado aguantando las ganas de reírme desde hace un largo rato.
Es agradable escucharlos reír, así sea algo pequeño y corto.
—Disculpen, ¿Pero son ustedes los hijos del doctor Mariano Wyle? —interrumpe las risas una enfermera, observando de Dave a Henry.
—Sí, somos nosotros —responde Henry y los tres nos levantamos.
—El doctor Wyle los solicita en la habitación dieciséis.
—¿Puede ella venir conmigo? &pregunta Dave, pasando distraídamente su mano por mi cintura.
La enfermera me ve dudosa unos segundos antes de suspirar y asentir con la cabeza.
—Claro, síganme.
Nos guió a través de unos pasillo donde solo pude ver enfermeras y doctores y a algunos pacientes. Nos detuvimos frente a una puerta que supuse era la habitación dónde estaba Asia. Cuando la abrió, el primero en entrar fue Henry.
—Gracias, Danae, puedes retirarte —sonríe el señor Wyle a la enferma que asiente y sale de la habitación.
Me fijé en las personas ahí dentro: los padres de Dave uno al cada lado de la camilla donde estaba sentada Asia con Henry que ya se encontraba abrazándola. También el doctor que supongo es el tal Herman de la llamada de hace un rato; era un señor que aparentaba estar a finales de sus cuarenta, cabello color cobrizo, moreno y ojos negros que reflejaban un claro cansancio, además de que las bolsas bajo sus ojos lo delataban.
Dave veía con alivio como sus hermanos se estaban abrazando, sabía que ver a Asia conciente le había quitado un peso de encima.
—Ve con ella —murmuré para él.
Asintió y se acercó hacia su familia.
—Dave... —murmura Asia cuando se separa del abrazo de Henry.
Él no le permitió decir más porque la volvió a atrapar en brazos.
—Lo siento, debí hacerte caso, debimos irnos en ese momento, yo no quise...
—Hey, hey, tranquila. Nada de esto es tu culpa, ¿Okey? —interrumpe su hermano mayor con voz relajante, le quita unos mechones de su cabello de la cara—. No te eches la culpa porque no la tienes.
Asia no hizo más que asentir nobtan convencida.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta Dave, ahora abrazando por los hombros a Asia.
El doctor Herman abre la carpeta manila que tenía en manos que hasta ahora no había notado.
—Nivel bajo de hemoglobina.
—¿Anemia? —Dave frunce el ceño.
—Exactamente —conviene el doctor, aún sin levantar la mirada de su carpeta—. Asia tiene anemia por deficiencia de vitaminas, por la falta de vitamina B-12 y de folato, tu cuerpo no a estado desarrollando glóbulos rojos saludables, a causa de ello es la razón por los mareos que sentías en el parque. El calor, el paseo en bote y la cantidad de comida que habías ingerido teniendo en cuenta que sueles ser sensible a cantidades exageradas, es la causa del vómito, el mareo y el desmayo.
—¿Pero por qué? —pregunta Henry, incrédulo—. ¿De qué viene?
—Falta de vitaminas, en especial las antes mencionadas B-12 y folato, sin estas vitaminas nuestro cuerpo produce glóbulos rojos demasiado grandes y que no funcionan adecuadamente, así se reduce la capacidad de oxígeno, vienen los mareos, la fatiga y los dolores de cabeza. ¿Has estado presentando estos síntomas las últimas semanas, Asia?
Ella asintió.
—También se debe a una mala alimentación —frunce el entrecejo hacia sus papeles—. ¿No has estado comiendo como debes, Asia?
Parece pensarlo unos segundos.
—No, pero es porque...
Su madre la interrumpe:
—Asia Clementina Wyle Donson —río por lo bajo al ver la mueca de disgusto de Asia—. ¿No has estado comiendo?
Los ojos verdes avellanados de Asia iban del doctor a su madre, luego soltó una risita nerviosa.
—Primero: no he podido comer, no tengo apetito y siempre guardo mi comida, luego de horas es que me da hambre, así como si nunca hubiera comido —el doctor asiente, anotándolo en su carpeta—. Segundo: como, solo que no a la hora normal, ¡Pero lo hago!
—Eso también puede ser una de las causas —comenta pensativo el doctor—. Debes de comer a las horas designadas, Asia, además de todo lo que tengas en tu plato. Suerte que supimos las razones de tus malestares antes de que pasara a peor.
Asia suspira y tuerce los labios.
—Vale, trataré de comer.
—¿Hay alguna dieta o algo? —pregunta la señora Wyle.
—La hay, pero estoy seguro de que ya Mariano se le habrán pasado los nervios y podrá ayudarte —ríe el doctor viendo al padre de Dave.
Todos, por alguna razón, ríen de esa broma que no entendí.
—Yo me haré cargo a partir de ahora, gracias, Herman, te debo una —se estrechan las manos.
—Está bien, Mariano, solo supera tu miedo y estaré más que agradecido —sonríe una última vez a todos y sale de la habitación.
Me gustaría saber eso, pero no creo prudente preguntar.
Para nada prudente.
Hay un suspiro colectivo de alivio, todas las miradas se fijaron en Asia.
—¿Cómo estás, mi Azzie?
Ella le regaló una pequeña sonrisa a su madre.
—Estoy mejor, mamá, solo me siento un poco cansada —pasea su mirada por todos los presentes—. Perdonen si los preocupé, en serio.
Dave le desordena el pelo a ella.
—Te lo dije, peque, no es tu culpa.
—¿Podemos irnos a casa? —pregunta a sus padres.
—Claro que sí, necesitas descansar y comer —Asia hace otra mueca—. Sin quejas, ¿Okey? Es por tu bien.
—Vale, papá.
—Y Lilly, cielo, antes de irnos pasemos por la farmacia, así compramos las vitaminas he inyecciones —todos los presentes rieron por la cara de Asia ante esa última palabra.
Tal parece que la menor de los Wyle huye de las agujas, somos dos, yo también las odio.
—¡Agujas no, por favor!
—Lo siento, Azzie, pero es por tu bien.
—Demonios —murmura haciendo reír a su familia.
Tras anunciar que iría por el auto, el señor Wyle sale de la habitación.
Fueron unos pocos segundos después que Asia notó mi presencia.
—Monik —me llama ella y sonrío por el apodo. Antes, la única persona que me llamaba así era Nicoll, la ex de mi hermano, el apodo después de lo que pasó me resultó irritante de su parte, pero en Asia admito que me gusta. Es tierno—. Tenían razón, debimos irnos en el momento; es que... me estaba divirtiendo con ustedes, no quería arruinarlo.
Baja su cabeza con los labios torcidos.
La tomé del mentón, alzando su mirada.
—Oye, te lo han dicho, pero yo te lo repetiré: no es tu culpa, ¿Si? Lo importante es que pudimos saber a tiempo qué fue lo que pasó. Quizá estás un poquito anémica, pero eres una chica fuerte, te mejorarás pronto.
Asia sonríe.
—Gracias, Monik —y para mí sorpresa, me da un rápido abrazo, uno que no me dió el tiempo suficiente para responder.
Le devolví la sonrisa cuando se separó.
—No hay de qué, Asia —acaricio su cabello—. Estoy aquí para apoyarte y apoyar a tu familia.
—Y te lo agradecemos, Mónica —escucho decir a la madre de Dave detrás de mí—. Muchísimas gracias.
En mi vida me han dado tantas gracias como hoy, guao.
—No es problema, señora Wyle.
Ella ríe haciendo un gesto de restarle importancia con su mano.
—Dime Lilly.
—Vale, Lilly.
Uh, ¿Soy la única que se siente rara cuando un adulto le pide llamarlo por su nombre de pila? Es tan raro incluso cuando te dan el permiso de tutearlos.
—Vamos, Asia, tienes que descansar —se aproxima a su hija, quién baja de la camilla con cuidado—. Henry, ayuda a tu hermana, por favor.
Y sin refutar o quejarse, Henry ayuda a su hermana, que entre risas le dice que no sea un pesado sobreprotector. Juntos, todos salimos de la habitación dieciséis, Henry y Asia iban unos pasos más adelante de nosotros, riendo de algo con Dave un poco más atrás de ellos, de seguro estando pendiente de si algo pasaba.
Dave es un gran hermano, es tan lindo.
Estaba a punto de irme a caminar a su lado cuando siento una mano tomarme por el hombro. Me vuelvo para ver qué es la madre de Dave quien me impide seguir caminando.
—¿Podemos hablar?
Su petición me confunde un poco pero aún así asentí.
—Esto puede ser un poco atrevido, pero... necesito que me hagas un favor.
Interesante...
—Vale, ¿Qué necesita?
—No sé qué tanto te costará, pero, ¿Podrías informar en la preparatoria toda la situación de Asia ahora? Mariano cree que necesite descanso para mejorarse, y la escuela no le da precisamente paz a mi hija —hace una mueca—. ¿Podrías hacerme ese favor? Solo faltará esta semana.
—Bueno, seño... Lilly —me corrijo ante su mirada—. Yo podría hablar con la directora, me harán una serie de preguntas pero puedo hacerlo —sonreí para convencerla—. Explicaré todo, no se preocupe.
Suelta un suspiro de alivio y me sonríe reforzando el agarre en mi hombro.
—Eres un sol, Mónica. Insisto en que mi hijo se ganó la lotería contigo. Su ex... ella no habría hecho todo esto.
Fruncí el entrecejo por esa última declaración.
—¿A qué se refiere?
—A que la última novia de Dave fue... diferente a ti. No quiero decir que haya sido mala, pero no estuvo en los momentos en que mi hijo realmente la necesitó —suspira con tristeza—. En el tiempo en que estaban juntos mi esposo enfermó gravemente, sabes que Dave es un apegado a su familia y le dolía ver a su padre así, tuvo apoyo de Sal y de Cooper, pero de su ex... ella no estuvo cuando mi hijo más la necesitó.
Guou, no me esperaba oír eso.
—Lilly, ¿Usted se refiere a Emily? ¿Emily Fernandez?
Asintió con tristeza.
—Dave tarde se dió cuenta que Emily no era la chica para él, desde lo de su padre, fue que pudo reaccionar, luego vino... —menea la cabeza, como si bloqueara recuerdos—. Todo fue difícil para Dave, pero sé que tú eres la indicada. Ojalá lo de ustedes resulte.
Señora, si usted supiera.
—Esperemoslo —termino por decir.
—Te agradeceré mucho que hagas ese favor por mí, y no te preocupes, luego iré a hablar yo misma, pero por ahora prefiero centrarme en la salud de mi hija.
Deja un rápido beso en mi mejilla antes de irse caminando por el pasillo por dónde se habían ido sus tres hijos.
Retomé el camino pero con el paso lento, pensando en la anterior conversación.
No entiendo nada de la relación de Emily y Dave, solo sé que ella le hizo daño a él, mucho. ¿Y eso de no apoyarlo? ¡Por dios! Yo ni su novia soy y estoy aquí, dispuesta a no dejarlo solo.
En serio me gustaría entender qué fue lo que hubo entre esos dos, pero hasta que Dave no me lo diga, quedo en la duda y la curiosidad.
Cuando llegué a la sala de espera, busqué por toda la estancia a algún miembro de la familia Wyle.
No los ví por ningún lado.
¿No crees que Dave te olvidó? ¿O si?
Maldito Dave, si me dejaste aquí yo te juro que...
Mi hilo de pensamientos se interrumpen cuando siento un pellizco en mi cintura. Me vuelvo ya con la serie de insultos en la punta de la lengua.
Pero solo me encontré con un sonriente Dave.
Rápidamente, me atrae hacia sí y me da un abrazo de lado con su mano reposando sobre mi cintura. No me gustaban completamente los abrazos, pero tal parece que entre él y yo se estaban haciendo comunes.
Antes de empezar a caminar, se inclina hacia mí y deja un sonoro beso en mi mejilla que me hace reír.
—¿Y eso cómo por qué o qué?
Encoge los hombros, empezando a ir hacia la salida.
—¿Porque eres el ser humano más increíble que conozco? —vuelvo a reír—. Hablo en serio, Mónica, eres increíble. No todos harían lo que tú estás haciendo por mí, y por eso, eres tan increíblemente genial, Mónica Reynolds.
Vuelve a dejar otro beso en mi mejilla, uno más suave, uno que me hace sonrojar y reír nerviosa.
—Creo que a quedado bastante claro que no estoy especialmente bien de la cabeza, creo que ese pelotazo me afectó para seguirte en toda esta travesía —Dave se ríe—. Pero aún así no tengo problema, solo cumple con tu parte del trato y Troya no arderá.
Ríe otra vez, llegando al estacionamiento.
—No faltaré a mi palabra, así tenga que sacrificar mi salud estomacal. Tú ya me estás ayudando mucho.
Subimos a su auto.
—¿Quieres que te lleve a tu casa? —pregunta, encendiendo el coche.
Pensé unos segundos.
—¿Por qué no hacemos otra cosa? Aún es temprano.
—¿Algo como qué? —pregunta, recostándose del volante, sonriendo divertido.
Ya empezaba a familiarizarme con esa sonrisa y sabía lo que estaba pensando.
—No lo que sea que tú pervertida mente esté pensando.
—Pero si yo no estoy pensando en nada malo.
—Sí, claro, y yo no mido un metro sesenta.
Y una vez más, Dave se ríe, esa risita tonta suya.
—Vale, veamos una película en mi casa, ¿Te apetece?
Asentí, satisfecha con el plan.
—Me apetece.
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