20 • El peor juego de escondidillas que he jugado en mi vida
Dave
Una hora antes...
Mientras reviso mi celular voy saliendo de la enfermería. Me daba risa todo lo que colgaban en la página web de la universidad, pero haría un buen provecho de los rumores esparcidos.
Por estar con la mirada sobre la pantalla, no me di cuenta del momento en que alguien más venía por ese pasillo, haciéndome chocar y casi hacer que mi celular saliera de mis manos.
Por suerte, nada pasó.
Luego de suspirar aliviado al ver que mi teléfono estaba sano y salvo aún en mis manos, levanté la mirada a ver con quién me había chocado.
Mi buen humor se va al caño.
—¿Qué? —pregunto, frío, irritado.
—¿Podemos hablar? —pide ella, tranquila pero segura de su petición.
Ya estaba cansado de oír esa petición.
—No, y ya déjenme tranquilo —intento rodearla para seguir con mi camino, ya no estaba de humor.
Pero hay que recalcar: lo intento.
No lo logré; en el momento en que estaba pasando por su lado ella me toma del brazo con fuerza, impidiendome seguir.
Tomé una respiración profunda.
Recuerda, inhala amor, exhala toxina.
—¿Qué quieres, Kaithlin? Y suéltame el brazo.
Ella lo hace.
—¿Por qué sales con esa chica?
—¿Por qué debería decírtelo? Ese no es asunto tuyo —digo, aún manteniendo mi molestia bien clara. No me gustaba ser grosero, pero todas ellas con esas absurdas insistencias me hacían molestar.
Y nadie me quiere ver molesto.
Tampoco que es taaaan malo.
¡Oye! ¡No me delates!
—Mira, Dave, es tu vida, tus asuntos y a mí me vale lo que hagan tú y esa chiquilla.
—Ella no es una chiquilla.
—¡Mide menos de un 1, 80! ¡Obvio es una chiquilla!
—Sí, porque tú eres taaan alta.
Rueda los ojos, frustrada.
—Mi punto es, que solo queremos que hables con Emily.
—¿Por qué? Ya todo está dicho, así que dejen la maldita insistencia.
—No todo está dicho, tú escuchaste lo que él te dijo, más no las palabras de la boca de Emily.
—Claro, ¿Qué me va a decir? ¿«no quise hacerlo», «fue un error, perdóname»? —me río incrédulo—. Yo ya no quiero oir nada más, ¿Vale? Ya han pasado seis meses de eso.
—Ella aún está mal, Dave.
—¿Y sabes por qué lo está? Porque ella misma se lo buscó.
Que se atenga a las consecuencias, lo que le pase o no, ya no es asunto mío.
—Así que te lo pido, por favor, déjenme en paz. Ella y yo ya no estamos juntos, ¿Okey? Que Emily lo acepte de una vez.
Y con eso dicho, me alejé de Kaithlin, dejándola frustrada por no haber cumplido su cometido. ¿Qué parte de «Emily y yo ya no estamos juntos dejen de molestarme» no entienden? ¡Si está más que claro!
Esperaba que mi plan funcionara.
-
Cuando terminó mi última clase me dirigí al comedor, tenía unas increíbles ganas de comerme un gran sandwich.
El estómago está rugiendo por aquí.
Sí, no solo eran antojos, también tenía hambre.
Muuuchaa hambre.
Estando a punto de llegar a la entrada del comedor, me detengo confundido al ver esa aglomeración de personas alrededor de la entrada. Habían luces blancas, como flash de camaras y mucho alboroto, además de que decían cosas que de a poco llegué a entender.
Aún con el entrecejo fruncido, me acerqué a paso lento pero estando a solo unos dos metros de distancia, todas esas personas se volvieron hacia mí y me rodearon, mareandome con palabras y dejándome casi ciego por las montones de luces.
No entendía qué carajos con todo esto.
Esta situación era tan disparatada y fuera de razonamiento alguno, ¡¿Qué demonios con esta gente?! Venga, sé que soy un poco conocido por aquí, ¡Pero tampoco es para exagerar de esta manera!
—... Dave, ¿Es cierto?
—... ¿Por qué salir con la nueva?
—... ¿Esto significa que Emily ya quedó en el pasado?
¡Ayuda!
Nadie te va a oír.
¿Seguro? Yo creo que sí.
Aún seguía sin entender qué demonios estaba pasando. Solo sabía que me rodeaban todos, absolutamente todos los chicos encargados de los cotilleos en la página web de la universidad. Los había visto un par de veces haciendo preguntas a los alumnos sobre rumores o cualquier tema para colgar en el muro, también a los fotógrafos tomando fotos en los partidos, eventos escolares o fiestas.
¡Pero no me creía que estaban jugando a paparazzis de verdad!
Ahora entendía a Jerry, uno de los chicos del equipo cuando me dijo que estos mismos y desquiciados chicos lo bombardearon de preguntas y luces cuando empezó a salir con una chica de la facultad de psicología.
Esta gente si que se toma en serio lo que hacen. Admirable, ¡Pero molesto!
—¡Ven!
Alguien me toma con fuerza de la mano y me saca de esa bola de luces, preguntas y gente que al parecer no se había dado cuenta que yo ya no estaba ahí.
Fuera de ahí, tallé mis ojos que dolían un poco por el resplandor de las luces blancas.
Algo más para añadirle a mi parcial miopía, genial.
—¿Qué a sido eso? —pregunté, aún frotando mis ojos.
No dudaba que tendría un tedioso dolor de cabeza.
—Eso mismo me gustaría saber —reconozco su voz al instante, cuando abro los ojos, veo un poco borroso el como toma una gran bocanada de aire—. Vale, sé que eres popular por aquí, ¡Pero esto es exagerado!
—Ni que lo digas, hasta ni yo mismo entiendo la exageración —tras parpadear un par de veces dejo de verla borrosa—. ¿Qué te han dicho?
—Yo qué sé, entre tantas voces, tantas personas, los flash, yo apunto de tener un ataque de pánico, lo único que logré entender fue un «¡Que afortunada eres Mónica!» —finge una voz de comentarista radial que nos hace reír—. ¿A ti que te han dicho?
Encogí los hombros.
—Tampoco entendí mucho, solo que alguien preguntó «¿Por qué salir con la nueva?»
Mónica gruñe, dando un pisotón, parecía una cría enfadada.
—¡Maldita sea, que no soy nueva! —exclama, molesta—. Esta gente cree que soy nueva en la universidad, ¡Y no es así! ¡Nueva será la dentadura de su abuela!
Fruncí el entrecejo.
—¿Qué con eso?
—¡No lo sé! ¡Me molesté!
Y para afirmarlo, se cruzó de brazos con los labios fruncidos.
—Muy bien... creo que será mejor irnos, antes de que vuelva la turba de las personas.
—Vale, andando —dijo ella, aún con la molestia clara en su voz.
Sí, no era lindo eso que te tacharan de nuevo cuando en realidad no lo eres.
Íbamos juntos camino a la salida, procurando ser cuidadoso y que nadie nos viera, nuestros pasos resonaban por todo el pasillo, que estaba en un silencio casi aterrador.
—Ya casi llegamos —anuncia Mónica cuando solo estábamos a menos de diez metros de la puerta.
De la nada, ella se detiene.
—¿Qué pasa? —le pregunto, buscando su mirada, pero ella veía un punto fijo detrás de mí.
—Corre —dice, empezando a caminar en retroceso.
—¿Qué? ¿Por qué debo de correr?
Señala detrás de mí, empezando a avanzar con rapidez.
—¡Huye por tu vida, Wyle! —exclama, empezando a correr hacia el pasillo izquierdo que llevaba a las oficinas de registro.
Me vuelvo confundido a ver de lo que Mónica huía despavorida, y, ¡Dioses! ¿Es que acaso la gente en las vacaciones se volvieron locas o qué demonios? Venían los mismos chicos de hace rato, buscando entre los pasillos.
Hasta que me vieron parado ahí, como presa fácil.
Entonces se acercaron emocionados.
Corre.
No puedo.
¡Sí que puedes! ¡Corre!
Maldición, que no puedo.
¡Piernas, vamos, muevanse! ¡Ahora, ahora, ahora!
Y como si mis piernas hubieran recibido la orden de mi cerebro, comienzan a moverse en la misma dirección en la que se fue Mónica, casi resbalé en el suelo pero me supe recomponer rápido.
A lo lejos ví a Mónica, ya casi llegando al final del pasillo. Cuando se lo proponía, esa enana corría rápido. Me volví a ver a los desquiciados que me seguían como presa en el bosque, estaban corriendo detrás de mí.
Joder.
¡¡Usa esas piernotas para algo de una vez!!
No dudé en correr más rápido, esto era como una cacería y si me atrapaban... no quiero saber qué me harán esos chicos.
Al final del pasillo se abrían dos más que iban de izquierda a derecha, veo desesperado a los lados, decidiendo por cual ir, (o viendo por cual había huido Mónica)
—¡Por aquí! —escucho su voz desde lo que parecía un closet de instrumentos de limpieza.
No dudé en entrar con ella.
Cierro la puerta con cuidado y me vuelvo para ver a Mónica, pero el lugar estaba tan oscuro y demasiado reducido.
Terminamos chocando el uno con el otro.
Antes de que ella terminé derrumbando las cosas que estaban ahí y creara un gran ruido que delataría nuestro escondite, por instinto mi mano se envolvió alrededor de su cintura, ella se sujetó de mi brazo con fuerza.
Silencio por unos segundos.
Nada se cayó al suelo.
—¿Crees que ya se han...?
—Shhh... —murmuro, haciendo que se calle.
—¿A dónde se fueron? _escuchamos que preguntan del otro lado.
—Creo que se fueron por allá —fue la respuesta de un chico.
Entonces empezamos a escuchar pasos alejarse.
—¿Es seguro salir? —murmura Mónica.
Entre la oscuridad que nos rodeaba, los ojos azules con motas verdes de Mónica resaltaban.
No fui capaz de darle una respuesta en ese momento, me había perdido, embobado sería la palabra correcta. El azul y verde de ellos era... bonito.
—¿Dave? —me llama—. ¿Dave? —insiste.
Un manotazo ligero a mi pecho me hace salir del trance.
—¿Qué has dicho?
—¿Es seguro salir?
Me separo de ella y pego la oreja a la madera fría de la puerta, no se escuchaba nada. Veo la abertura que separa la puerta del suelo, la luz del sol no reflejaba ninguna sombra, así que suponía que no había nadie por allí.
—Supongo que sí.
Tomé la mano de Mónica, que se sentía suave, caliente y pequeña junto a la mía, pero igual se sentía bien. Juntos salimos del armario donde estábamos escondidos.
El peor juego de escondidillas que he jugado en mi vida.
Cuando ella estaba cerrando la puerta, escuchamos un gruñido de nuestro lado derecho.
Nos volvimos asustados a ver quién era.
Era un hombre mayor, iba vestido con un overol enterizo color azul oscuro, en su mano llevaba una escoba.
El conserje rueda los ojos, fastidiado.
—Ya he puesto quejas de que no entren en mi closet a meterse mano, ¡Más respeto, jóvenes!
Yo lo miro confundido, Mónica, entre tanto, se sonroja.
—Nosotros no...
—No importa, solo no vuelvan a hacer sus cochinadas en mi closet.
Dicho eso, nos quita de la puerta para meterse a rebuscar sabrá Dios qué.
—¿Ese hombre acaba de insinuar que me has metido mano? —pregunta Mónica.
Asentí apretando los labios.
—Sí, eso a hecho.
Silencio durante unos segundos.
—Este día no podría ser peor —se lamenta ella—. Mejor vámonos, no quiero que otra desgracia pase.
Salimos de la universidad sin problema alguno de ser encontrado por los chicos de la página. En mi auto, ambos nos recostamos de nuestros asientos y soltamos suspiros de relajación.
Volví mi cabeza para ver de perfil a Mónica.
—Hey, gracias por lo de hoy.
Quedamos frente a frente, ella esboza una ligera sonrisa.
—No hay de qué, Dave. Después de todas las desgracias del primer día, a sido divertido. Nunca creí que estaría huyendo de un montón de reporteros estudiantes.
Nos reímos.
—¿No te arrepientes de ayudarme en este loco plan?
—Arrepentimientos me sobran, pero ya qué, no tengo opción —encoge los hombros—. Lo hago porque no quiero hacer tarea de matemática y necesito a alguien que sea mi catador.
Ella siempre tan amable.
—En fin, ¿Podrías llevarme a mi casa? Necesito un descanso.
—¿Por qué no vamos a mi apartamento? —propuse—. Veamos una película.
Ella mueve la cabeza de un lado a otro, dudosa.
—Eh... no lo sé, aún sigo teniendo un pelotazo a la cabeza.
—Vamos, por favor —insistí—. Tarde de películas, por lo de hoy y por lo que se nos viene, ¿Aceptas? —puse mi mejor cara de perrito para convencerla.
Había notado que tenía debilidad por eso y era un punto a mi favor.
Mónica suspira derrotada.
—Vale, acepto —sonreí—. Pero que yo elijo la película, eh.
—Bien, tú elijes la película.
Enciendo el auto y emprendo camino hacia mí apartamento.
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