17 • Eso es lo que un degenerado diría, negaría que lo es
Amapola
Esto no podía estar pasando justo ahora.
—¡Mónica! —exclamé al ver a mi mejor amiga caer de bruces al suelo por el reciente pelotazo.
A alguien voy a matar.
Me arrodillo junto a mí amiga, que tenía la nariz arrugada y una mueca de dolor.
Dios, ¿En serio esto estaba pasando en nuestro primer día?
—¡Mónica! —le di un golpecito en la mejilla—. Por favor, ¡Moni, despierta! Me estás asustando.
Estar suplicando a una inconsciente estaba siendo estúpido.
Me paso preocupada las manos por el pelo, observando como mi mejor amiga balbuceaba cosas sin sentido, parecía como si estuviera en un sueño profundo dónde no decía más que balbuceo incoherentes y hacía muecas de dolor.
El colmo es que nadie venía a ver qué estaba pasando.
Sacudí sus hombros.
—¡Despierta, por favor!
Este definitivamente era el peor primer día de todos.
—¡Mónica! —escuché que alguien dijo detrás de mí.
Me volví para ver qué un chico venía trotando apresurado hacia nosotras. Era alto, de cabello rubio-castaño algo ondulado y desordenado, también tenía unos bonitos ojos azules. Iba con el uniforme de fútbol del equipo y en su brazo izquierdo llevaba una banda roja, delatando que era el capitán.
En cuanto llegó con nosotras se arrodilló junto a mi desmayada mejor amiga.
—Hey, ¿Estás bien? —preguntó, dando muy ligeros golpes a la mejilla de Mónica.
—Obvio no lo está, tonto. ¿No ves que aún está inconsciente?
Era descortés tratar así a alguien que por fin nos estaba ayudando, ¡Pero por favor! ¿Qué clase de persona le pregunta a un desmayado si «está bien»? ¡El sarcasmo me salió del alma, lo siento!
Él me mira curioso antes de ver a mi amiga.
—¿Mónica? —la llamé otra vez.
—Hay que llevarla a la enfermería —sugirió el rubio—. Yo te ayudo.
En cuanto noto sus intenciones de tocar a mi amiga, exclamo:
—¡Espera, espera! No te conozco, ¿Qué tal si eres un degenerado que nos quiere violentar?
El chico me mira incrédulo y ofendido unos segundos.
La idea era considerable, ¿Bien? Yo no lo conocía y tampoco sabía de dónde demonios conocía el nombre de mi mejor amiga.
—La conozco —señaló a Mónica—. Y no soy un degenerado, tranquila, chica.
—No lo sé...
Aún no me generaba demasiada confianza.
Escucho un ligero sonido proveniente de Mónica.
—¿Moni? —me volví a verla.
—¿Coop... per?
¿Lo conocía?
—Soy yo, Mónica —responde el rubio.
Ella arruga el rostro por la luz del sol que le daba directamente.
—¿Si? —duda mi amiga, parecía como si estuviera hablando dormida.
Pobre de ella.
—Así es, ahora vamos a llevarte a la enfermería.
—¡Espera! —lo detengo otra vez—. No confío en los extraños. Y tú eres uno.
—Cooper... —escuchamos el tono de queja de Mónica—. Duele...
Oh, ¿A él sí pero a mí no? Me siento traicionada.
—¿Ves? Ella me conoce —dice él—. Ahora sí, vamos a la enfermería.
Y sin problema alguno, pasó sus brazos por debajo de las rodillas de Mónica y puso una mano en su espalda baja, cargándola como bebé sin parecer cansado.
Yo ya estaría suplicando clemencia.
—Vale, pero si veo algo extraño, te ganarás una patada en los bajos —amenacé.
Él solo asintió riéndose.
Ambos volvimos por el camino que Mónica y yo recorrimos hace un rato, cruzamos un par de pasillos hasta que nos detenemos en una puerta de madera marrón clara. El rubio me pide que le abra la puerta para poder pasar, adentro, dejó a mi amiga recostada en una camilla.
Sin hacer preguntas, la enfermera que estaba hace segundos sentada tras un escritorio se acercó a Mónica y le hizo un chequeo; revisó sus pupilas con una linterna, con un estetoscopio revisó los latidos de su corazón y respiraciones por segundos, también el pulso de su muñeca y cuello.
Me quedé mirando a la mujer que chequeaba a mi mejor amiga unos segundos mientras ella hacía su trabajo, tenía la vaga sensación de que la había visto antes.
—¿Ves que no soy un degenerado que las va a violentar? —dijo el chico, tomando asiento a mi lado. Aún así no quité mi mirada de la enfermera.
—Es es lo que degenerado diría, negaría que lo es.
Él solo se echa a reír.
—Vale, me has descubierto —bromea—. Así que... ¿Eres nueva? —asentí—. ¿Cómo conoces a Mónica?
Dejé de ver a la enfermera para fijarme en él.
—Eso debería preguntarlo yo —me crucé de brazos—. Es mi mejor amiga, ¿Y tú?
—La conocí ayer. Es la no-sé-qué de mi mejor amigo —encogió los hombros—. Soy Cooper, por cierto —estrechó su mano.
La tomé.
—Amapola.
El chico, Cooper, sonríe por alguna razón.
—Muy bien, chicos —llama nuestra atención la enfermera luego de revisar a Mónica—. Ella está bien. Creo que haz exagerado un poco con lo de la contusión, Parker —él sonríe apenado—. Pueden irse a clases tranquilos. Ella necesita descansar. Yo la cuidaré.
Agregó una sonrisa amable al final de lo dicho.
—Gracias, Sara —dijo Cooper, levantándose—. ¿Nos vamos? —me pregunta y yo dudo un segundo, no quería dejar sola a Mónica.
Cooper parece notar mi incertidumbre.
—Ella está en buenas manos.
Suspiré derrotada. Quizá debería confiar más en el criterio de un chico que debía de conocer bien los cuidado de la enfermera.
Durante el camino solo hay silencio entre ambos. Yo no sabía qué decir, ¿Gracias por traer a mi mejor amiga a la enfermería? ¿Gracias por no ser un degenerado? No tenía idea.
Mis pensamientos se interrumpen cuando analizo bien la conversación que tuvimos minutos atrás.
Es la no-sé-qué de mi mejor amigo.
Até todos los hilos para hacer mi siguiente pregunta:
—¿Eres el mejor amigo de Dave Wyle?
—Eh, sí. ¿Lo conoces?
—¡Desde siempre! —digo, alegre al saber que mis dudas era correctas—. Aunque hace un tiempo no lo veo, ¿Sabes dónde está?
—Bueno, ahora, ahora, no sé dónde está. Probablemente está de camino al campo de fútbol, toca entrenamiento.
—Gracias, rubiales —levanté ambos pulgares por lo cual Cooper sonrió—. ¡Nos vemos! —exclamé yendo nuevamente hacia el campo de fútbol.
Corrí hacia el campo de fútbol en busca del pelinegro que tenía cierto tiempo sin ver. La verdad, Dave me caía bien, era un tipo buena onda, además de que lo conozco de hace años. Solo que no quería verlo ahora por el hecho de tener tiempo sin vernos, quería preguntarle qué es lo que está pasando con él y Mónica.
Las personas están comentando cosas raras en las redes sociales del campus, y era algo que mi mejor amiga no debía de saber en estos momentos.
Ya en el campo de fútbol, no fue tan necesario llamar la atención de Dave ya que vino corriendo en mi dirección al verme cerca de las porterías.
—¿Amapola? —jadeó cansado, apoyando sus manos de sus rodillas para recuperar el aire—. Tanto... tiempo...
Él regularizó rápidamente su respiración.
—Lo mismo digo, ¿Cómo has estado? —se alza en toda su altura, obligándome a levantar ligeramente la cabeza.
—No hay mucho que acotar a mi aburrido historial de vida —nos reímos—. ¿Cómo está?
Al instante supe que se refería a Mónica.
—No fue nada grave, solo quedó inconsciente —él asintió—. Oye, ¿Podemos hablar un segundo?
—¿No es lo que estamos haciendo? —sonríe divertido.
Arqueé una ceja.
—Hablo en serio, Dave.
Levantó ambas manos en señal de paz.
—Muy bien, estoy en modo serio.
—¿Qué es lo que está pasando con Mónica?
Él traga saliva, tenso.
—Nada, ¿Por qué la pregunta? —su tono agudo lo delataba.
—Si no hay "nada", ¿Por qué la página de la universidad tiene montadas fotos de ustedes en su muro?
Dave suspira, pasando su mano por su cabello.
—Solo hemos salido estos días, pero al parecer me acosan.
Vale, raro.
—Mónica no lo sabe, y cuando se entere te matará.
—Sí, eso lo sé —hace una mueca.
—Sabes que tengo que decirle, ¿No?
—No lo hagas, lo haré yo —se apresura a decir—. Correré el riesgo.
—¿Por qué no has desmentido los rumores de que ustedes "están juntos"? —hice comillas.
—Esto me ayudará —lo miré confundida. Dave suspira—. Tengo una ex rarita que a estado actuando rara, quizá si ve que estoy con alguien más, pueda dejarme tranquilo.
Era el plan más estúpido del mundo.
—A lo que te refieres es... ¿Que quieres usar a Mónica para que tú ex rara te deje tranquilo? —Dave asintió sonriente como niño pequeño—. Bueno, yo no puedo hablar por Mónica, así que solo me queda decir esto: si mi mejor amiga sale herida en lo más mínimo créeme que te buscaré para torturarte de la forma más dolorosa de la que te...
—Guao, calma, Bergan, relaja ese instinto asesino —pide él—. Todo estará bajo control, ni que fuéramos a casarnos o qué sé yo.
Lo miré dudosa mientras él sonreía.
—Vale... yo me tengo que ir a clases. Nos estaremos viendo, Dave.
Él ya se despedía con un gesto de su mano, alejándose.
Esto no te da buena espina, ¿Verdad?
Para nada.
No me fiaba de la disparatada situación en la que nos involucraríamos todos.
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