09 • Frankenstein en versión helado de vainilla y chocolate
—Tengo que admitirlo, aunque es una película para niños, la verdad que estuvo genial.
—Te lo dije.
Meneé la cabeza.
—Tenías razón, Wyle.
Salimos riendo del cine. Sinceramente, la película me había fascinado, era muy bonita y terminé identificándome un poco con el mensaje que transmitía.
En sentido literal, era tratar de superar y seguir hacia adelante, por ello que imagino el título «Onward». En algún sentido, me recordó a la situación de mi familia, la muerte de mi madre nos afectó a todos, hay cosas que aún no podemos superar, pero que tenemos que hacer para avanzar juntos.
No sé si Dave habría elegido esa película por casualidad o por algún motivo en específico.
No solo me había sentido identificada, la película también había sido muy graciosa. Y, sobretodo, me encantaron las voces de Tom Holland y Chris Pratt como Ian y Barley, fue increíble.
Incluso después de haber salido de la fría sala del cine, aún llevaba la chaqueta de Dave, quien había insistido en que la usara lo que resta de la salida porque, según él «temblaba como si estuviera en el Ártico»
No puse quejas, aún tenía frío y su chaqueta estaba calentita.
—¿Qué te parece si movemos esta salida a la heladería? —sugiere él, sonriendo para convencerme.
Me hice la pensativa.
—Vale, suena bien.
Hizo una rápida celebración que me hace reír antes de subirnos nuevamente a su auto.
En el camino a la heladería vamos haciendo comentarios sobre la película, las escenas que más nos gustaron, las que más nos hicieron reír y también la banda sonora de la película. Ambos estuvimos de acuerdo en que Carried Me With You fue nuestra favorita.
—Aún hay algo que no supero —admití.
—¿El qué? —pregunta Dave, doblando a la derecha en dirección a Newbury street.
—Que con veintiún años de edad seas fanático de las películas infantiles de Disney.
Dave se ríe sin dejar de ver el camino.
—¿Qué te puedo decir? Me recuerdan a una época feliz.
—¿Puedo preguntar?
—¿Qué?
—¿Mentalmente cuántos años tienes? —aguanto las ganas de reírme.
—Sí, sí, búrlate lo que quieras, amo a esa franquicia y lo haré siempre.
—Profundo, hermano.
Detiene su auto.
—Andando, quiero comerme un frasco de helado de pistachos.
Me reí negando con la cabeza, abriendo la puerta del asiento de acompañante.
Habíamos venido a una heladería en Newbury street llamada Rainbow Cream. Las puertas de entrada del local eran de cristal, dejando ver la cantidad de personas que visitaban la heladería hoy en la noche. Adentro, las risas de los niños y el olor de helado nos recibió. Rainbow Cream era una de las mejores heladerías de la zona. Su variedad de sabores de helado la hacía muy popular, además de que también podías crear tu propio helado.
El «crea tu propio helado» era una de la cosas que la hacía muy visitada. El local tenía una gran máquina que te ofrecía variedad de sabores y demás complementos para tu postre, ¡Era genial! Aquí solía venir con mi hermano en un día caluroso después de clases y siempre hacíamos nuestro propio helado, era muy increíble.
La heladería era un lugar que con solo entrar te sentías feliz. Era colorido y bonito: paredes en blanco decoradas con arcoíris, los pósters de los helados, la barra a unos pasos de la entrada con su gran menú de sabores y la máquina de helados que me hacía feliz porque me permitía crear mi propia delicia.
Amaba este lugar.
Dave fue hacia la barra para ordenar el helado que quería. Aburrido. Yo en cambio fui como niña de cinco años a la máquina crea helados. Tomé una taza de tamaño medio y ví qué opciones de helado tenía. Obviamente, habían muchas, así que me decidí por mis sabores favoritos: chocolate y vainilla. Cuando terminé, tenía una combinación de ambos sabores, acompañada de jarabe de chocolate y chispas de colores.
—Frankenstein en versión helado de vainilla y chocolate —comenta Dave cuando me senté en la mesa frente a él, observaba con los ojos ligeramente abiertos mi creación.
Lo miré mal.
—No es Frankenstein, es el cielo —ví con adoración mi helado.
Se veía riquísimo.
—Veo que la compañía de esa monstruosidad que llamas helado la disfrutas más que la mía.
Me encogí de hombros, tomando una cucharada del helado.
—Puede que sí —digo antes de llevar la cucharada a mi boca. Me doy el gusto de saborear la vainilla y el chocolate. Esto era el festín para mis papilas gustativas-. Sabe a gloria.
—Siento celos de ti, Frankenjunior.
Yo solo me eché a reír, dando otra cucharada.
—Dios, esto sabe magnífico.
—Creo que exageras —dice él, dando una cucharada a su simple helado de pistachos.
Le tendí el frasco con mi helado.
—Prueba y niegalo.
Me miró dudoso antes de tomar una cucharada y llevarla poco convencido a su boca.
Soy testigo de como la duda de mis afirmaciones es pasada a la máxima expresión de deleite.
—Ese helado sabe a gloria —admite aún con la boca llena.
—Te lo dije.
—Oye, dame más —pide él, queriendo tomar de mi heladito.
Lo atrajera hacia mí, protegiéndolo de su malvada cuchara robadora de helado.
—Mío.
—Vamos, Mónica.
—Tú querías helado de pistachos, ¡Come de tu helado de pistachos!
—Bueno, pues... pues... ¡Ahora quiero helado de vainilla y chocolate!
—¡Lo has llamado Frankenstein!
—¡Y lo es, pero sabe genial! ¡Venga, Mónica!
Lo veía con los labios fruncidos y una mirada de pocos amigos, mientras que él tenía una carita de perrito a la cual no pude resistirme.
Suspiré rendida.
—Vale, lo comparto.
Dave festeja llevando una cucharada de mi helado a su boca.
Aunque admito que es divertido verlo deleitarse por mi gran creación.
Dave me comenta un poco sobre su fascinación por Disney, de sus otras películas favoritas y que, además de las películas, también le gustan los musicales con referencia a Disney y que le encantan todas las canciones de las películas.
Eso nunca me lo imaginé de él. Es decir, Dave parece un tipo tan... pues, diferente, ni siquiera cuando éramos niños pude notar ese amor a esas películas que tiene. Él aparenta ser tan serio, quizá sí un poquito inmaduro, pero nunca llegué a creer que a él podrían interesarle ese tipo de películas.
Bueno, mamá tenía razón, nunca debemos de juzgar a un libro por su portada.
Dave es un libro con una portada seria, pero por dentro es un cuento para niños.
Yo solo lo escucho contarme con tanta pasión de sus películas favoritas, la buena animación, música, edición y esas cosas. Se veía tan emocionado. Parecía un niño en un heladería.
Lo es, de hecho.
Mi concentración pasa de él cuando escucho la campanilla del local sonar y veo quién es la persona que cruza las puertas de cristal con la mirada gacha, viendo su celular.
Oooh... alerta rubia.
—¿Mónica? —llama Dave al notar que no le estaba prestando atención—. Oye, si te estaba aburriendo me lo hubieras dicho, no hay problema —admite con una sonrisa tranquila.
—No, no es eso. Es... eh... voltea disimuladamente.
Él frunce el entrecejo.
—¿Por qué tengo que...?
—¡Solo hazlo! —exclamé en un murmuro.
Arquea las cejas sorprendido pero aún así, toma su cucharilla y la arroja sobre su hombro, al volverse para recuperarla del suelo, escucho como murmura un «maldición»
Cuando estuvo de nuevo frente a mí, se hundió en su silla, procurando que cierta rubia no lo viera.
—Maldición, una fuerte alerta mantequilla —murmura.
—¿Mantequilla? —repetí también en tono bajo, confundida.
—Necesito salir de aquí.
—¿Cómo? Ella bloquea la única salida.
—¡No lo sé! —Dave cubría parte de su cara con una mano.
Arqueé una ceja.
—Eso no te cubre de mucho.
—¡Ayúdame, Mónica!
—¿Por qué no solo... la ignoras y ya?
Él resopla incrédulo.
—¿Ignorarla? ¿Acaso la conoces?
—No, de hecho. Yo no fui su novio durante seis meses.
Rueda los ojos.
—El punto es que Emily es terca, y está deschavetada, no va a dejarnos ir hasta que hable con ella. Y como no voy a querer, te va a utilizar a ti.
—Sí, yo no quiero que me utilicen. Está feo eso de meterse en problemas de pareja.
—¡Que no es mi novia!
Alcé ambas manos en son de paz.
—Vale, vale, solo déjame... —inspeccioné el lugar, buscando una salida alternativa, solo que no la había. Emily estaba aún viendo su celular cerca de la entrada. Nuestra única escapatoria.
Entonces, fue como la iluminación ver el pasillo que llevaba a los baños.
—Allá están los baños —señalé con un gesto de mi cabeza, Dave desvía su mirada hacia allá—. Escóndete allá o qué sé yo.
—Vale, yo solo iré y...
—Nada de avisos, ¡Tu ex rarita viene hacia acá!
Eso lo hizo levantarse tan rápido he irse hacia los pasillos de los baños.
En el momento exacto en que Dave entró al pasillo, Emily levanta la vista de su celular y, sorprendentemente, viene hacia la mesa donde estoy.
—¿Mónica?
Fruncí el entrecejo.
—¿Me conoces?
Ella suelta una risita.
—Obvio sí, te sigo en Instagram, me encantan tus pinturas.
—Oh, eh... gracias.
Emily sonríe.
—¿Y qué haces aquí?
—¿Acaso no es obvio? —señalo el frasco de helado a medio comer.
—Oh, claro, claro, ¿Y este otro frasco?
No le dirás qué es tuyo, ¿Oh sí?
Mi plan A directito a la mierda.
—¿Qué otro frasco?
Si pudiera palmearme la cara, lo haría ahora.
Emily me mira confundida.
—Este —dice lentamente, señalando con su dedo el helado de Dave.
—Oh... ¡Ese frasco! Bueno, es de... de... —vamos Mónica, piensa en algo—. Es de... un amigo.
Que convencida has sonado.
—¿Y está...?
—Él está... —alargué la palabra, pensando con qué complementarla—, hablando por teléfono.
—¿En serio? —asentí varias veces—. Guao, por un momento creí haber visto a Dave contigo.
—¿Dave? —repetí, fingiendo incredulidad—, ¿Wyle?
—El mismo, me pareció verlo aquí contigo.
—¿Por qué estaría con Dave Wyle, Fernández? Ni siquiera me conoce.
Me mira un segundo con los ojos entrecerrados antes de soltar una risita.
—No mienten.
—¿Eh?
—No creía que era cierto eso de que llamabas a la gente por su apellido, pero lo acabo de confirmar.
—No entiendo.
Emily meneó la cabeza.
—Cosas sin sentido.
Ya te digo yo.
—Bueno, creo que pediré mi helado y me iré. Fue lindo verte, Mónica —sonríe de despedida, caminando hacia la barra para ordenar.
Oigan, la verdad que no es tan rarita, fue amable. Y me conoce, no sabía que me conocía.
El bello mundo de las redes sociales.
Sentí mi bolso vibrar, él no vibra. Revisé entre mis cosas para ver qué era un mensaje de Dave.
Wyle
Sí, creo que tengo un problema con eso de llamar a la gente por su apellido.
¿Ya se largó?
Miro hacia la barra, dónde a Emily le pasaban una bolsa transparente dónde seguro tenía su orden de helado, revisa una última vez su celular y sale del local.
Sí, ya se fue. Mueve tu trasero antes de que vuelva.
Pocos segundos después de enviar ese mensaje, Dave apareció en la mesa otra vez.
—Andando, no quiero ocultarme en baños otra vez.
Riendo, tomé las dos tazas que aún tenían del helado que Dave pagó. En su auto, él comía del helado de pistachos que había pedido y yo terminaba de comer la delicia de vainilla y chocolate que había creado.
Ya frente a mi casa, Dave daba las últimas cucharadas de su postre.
—Fue una noche agradable, excepto por el hecho de que te hayas escondido en el baño —torcí los labios antes de encoger los hombros—. En fin, fue divertido. Nos vemos, Dave.
—¿Qué tal este domingo? —su pregunta me detiene de quitarme el cinturón de seguridad.
—¿A qué te refieres? —pregunté con lentitud, viéndolo curiosa.
—Es el último día antes de que la feria de verano cierre hasta el próximo año. Sería divertido ir.
—No lo sé, esos lugares no son mis favoritos —hice una mueca al recordar la vez que fui con mi familia y un sujeto casi me vomita encima.
Asco.
Ya lo creo.
—Vamos, Mónica, será divertido —anima él, sonriente.
—Bueno, déjame pensarlo —Dave sonríe triunfante al ver que tiene una minima respuesta de mi parte. Antes de entrar a casa, me vuelvo hacia él, que estaba encendiendo el auto—. Hey, Wyle, tu chaqueta —me acerqué a la ventanilla de conductor, quitándome su prenda.
—Nah', quedatela, te queda mejor a ti que a mí.
—Eh... vale...
—Adiós, Mónica —se despide por última vez y sale de la calle.
Un poco confundida por lo que acaba de pasar, pasé a mi casa, dónde la plena oscuridad me recibió.
—¿Papá? —levanté la voz para ser escuchada, nadie me respondió—. ¿Miguel?
Nada de respuestas.
Dando pasos torpes, evitando caerme, llegué al interruptor de luz y la encendí.
Y qué gran sorpresa me llevé al ver lo que había en la sala de estar.
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Nota de la autora:
Pues he llegado yo con mis notas de autora, ¡Aguantense!
He aquí los primeros cinco capítulos de esta historia de septiembre, ¡Mi mes favorito! (Por varias razones, en un tiempo las sabrán)
Cómo se me a hecho costumbre: hablemos del capítulo.
Claramente, me encanta la edición, es increíble, más sensata y quizá más divertida. Me gustó más esta nueva percepción que tiene Mónica de Onward, tiene más sentido.
¿Recomendación musical de estos cinco capítulos? You Carried Me With You, amé esa canción aunque sea de la banda sonora de la peli, es tremenda.
Algo que aclarar: "Rainbow Cream" no es una heladería de Boston, fue algo que me inventé. Aunque antes había puesto una heladería real, prefiero quedarme con una imaginaria porque puedo agregar cosas que esa tienda real no tenía.
Yo tengo mis razones, solo confíen y disfruten.
Ojalá hayan disfrutado la travesía de Dave en el baño, que la haya hecho reír así sea un poquito. (No tengan pena de comentar, me haría muy feliz saber que sí les hizo reír)
Y obvio, no puede faltar esa escena final, para los que ya están desde el inicio, saben qué pasa. Lo que no, ¡Ya lo descubrirán!
Nos leeremos prontito.
Besos y abrazos con escondites en el baño, helados Frankenjunior's y alertas rubias.
MJ.
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