08 • Tu secreto está a salvo conmigo

Mónica

—No inventes, ¿En serio?

Asentí, acomodando una almohada en mi regazo.

—Lo sé, él no se lo esperó.

—Guao... —murmura Amapola—. Solo... guao...

La sorpresa en su voz fue casi tan igual a la de mi padre cuando Miguel le contó.

La verdad es que nadie se estaba esperando eso.

—Sí, bueno, no le recuerdes nada que tenga que ver con Nicoll, ¿Vale?

Ella sale de su sorpresa.

—¿Por qué habría de hacerlo? ¡Te lo dije! Te dije que esa chica tenía algo que no me daba buena espina, ¡Y tú tachándome de loca celopata!

—¡Lo sé, lo siento! Solo que no me lo esperé, ¿Okey? Ella se veía tan... buena y... amable, no creí que le haría algo así.

—Para la próxima, hazme caso, sabes que mi intuición nunca falla.

Rodé los ojos sonriendo, cuando Amapola se ponía en plan arrogante era difícil bajarla de esa nube.

—Mejor evitemos que haya un «la próxima»

Ella encoge los hombros, tomando unas gomitas en el tazón que estaba en mi mesita de noche.

Sé que es algo raro, pero es una vieja costumbre que heredé de papá. Él dice que los dulces son innecesarios y siempre lleva consigo un paquete de galletas y gomitas.

En fin, padres.

—Mejor cambiemos de tema, ¿Harás algo esta noche? —pregunta Amapola, llevando algunos ositos de goma a su boca.

Dudo en si decirle sobre mi salida con Dave.

—Bueno... —digo, en tono agudo.

Ella vuelve la cabeza en mi dirección tan rápido que me hace dar un respingo en mi lugar.

A veces, Amapola daba miedo.

—Haz usado tu voz aguda, lo que significa que... —deja las palabras en el aire, atando los hilos en su cabeza para empezar a dar saltitos emocionada en mi cama—. ¡Tendrás una cita! ¡Con un chico!

La primera vez que eso pasó llegué a pensar que mi mejor amiga tenía un especie de poder vidente para descubrir mis asuntos con solo escuchar un tono agudo de mi voz. Pero no, la razón de eso no es tan cool. La verdad es que Amapola es observadora, guarda hasta los detalles más mínimos y los recuerda en los momentos justos, como ahora.

No podía mentirle en absolutamente nada porque lo descubre en solo segundos, la muy desgraciada.

—¿Quién es? ¿Cómo es? ¿Es lindo? ¿Han salido antes? ¿Por qué no me lo habías dicho? ¡Quiero todos los detalles! —exclama emocionada como adolescente en concierto de Justin Bieber.

Suspiré sabiendo que de ese cuestionario no me librería por nada de la existencia.

—Dave Wyle —ella abre los ojos en sorpresa—. Ya sabes cómo es, ya verás tú. Sí, y no es por lo que crees, solo fue en plan de amigos, porque no es algo realmente importante. ¡Ya tienes todos los detalles!

Por su cara, sabía que estaba recordando el orden en el que había hecho sus preguntas.

Hasta que su confusión fue pasada por la felicidad al exclamar:

—¡Mi mejor amiga está saliendo con Dave Wyle!

Aunque Amapola no iba a mi misma universidad, ella conocía bien quien era Dave ya que los tres estudiamos juntos en la misma primaria y preparatoria, además de que llegó a ser su crush de la infancia durante un tiempo... patéticamente corto, (recreo en la primaria, cuando lo vio jugando con un balón). Ambos llevaban un tiempo sin verse, creo que la última vez había sido durante el funeral de mamá.

—No te emociones, es solo una salida de amigos —digo, levantándome de mi cama para ir a mi armario.

—"Es solo una salida de amigos" —imita muy mal mi voz.

—Yo hablo así —le fruncí el entrecejo.

Amapola se levanta de la cama y camina hacia mí hasta hacerme un lado y alejarme de mi propio armario.

—Lo que sea que sea, tienes que impresionar. Así que nada de sudaderas ni camisetas de manga larga.

—Pero si son cool... —murmuré.

—Ve a ducharte, yo me haré cargo de esto —señala el armario—. Y no aceptaré un «no» por respuesta.

—Pero...

—¡Un «no» por respuesta! —exclama, ya dentro de mi armario.

Solo me quedó suspirar, rodar los ojos y hacerle caso.

Al final sí necesitaría de su ayuda. Yo no era una experta que digamos en el tema del maquillaje y un buen estilo de ropa.

Era un total desastre, mucho más de lo que normalmente lo soy.

-

Lo que veía en el espejo no me lo creía.

—Guao...

Amapola sonríe, también viéndome a través del espejo, recostando su barbilla de mi hombro.

—Estás hermosa, Moni.

¿Esa eres tú?

Esa soy yo.

Aún no me creía lo que estaba viendo. No... no parecía yo; bueno, sí me parecía a mí pero era una yo... arreglada. Amapola había hecho un trabajo increíble con todo. Mi ropa aún se mantenía en mi zona de confort, vaqueros, botas, una camisa de tirantes blanca bajo una de color rosa de estilo leñador que hacía de chaquetilla, incluso en el maquillaje se había lucido. Ella sabía que eso no me iba mucho, por ello hizo el esfuerzo de hacerlo sencillo pero llamativo, (con colores suaves que, a según ella, resaltaban mis ojos) y un pintalabios un poco más oscuro del que normalmente usaba.

Incluso había logrado domar la melena que tenía por pelo. Mi cabello usualmente implica un gran reto de volverlo lacio y ella con un poco de paciencia, fuerza y mi peine lo había logrado, haciendo también una corona de trenza, dejando libre de alguna manera mi mechón blanco. Que, según Amapola, «aportaba algo único a mi físico»

—Deberías dedicarte a esto —recomiendo, aún viéndome por el espejo.

Dios, me veía tremenda.

—Nah', lo mío es salvar animales, el maquillaje es solo un pasatiempo.

—Pues que tremendo pasatiempo.

Ella se echa a reír, alejándose de mí.

—Andando, que el claxon del auto de Dave sonó hace poco.

Fui a mi cama y tomé mi bolso que siempre llevo en las salidas, le doy un abrazo a Amapola murmurando un «gracias» y salgo de mi habitación para luego seguirle la casa.

Afuera, subo al asiento de acompañante del auto de Dave.

—Hey, hola —le sonreí, poniéndome el cinturón de seguridad—. Perdón la tardanza —él no responde nada y siento el peso de su mirada en mí—. ¿Qué? ¿Tan mal me veo? —me río por lo bajo, echándome una ojeada rápida.

Para ser honesta, a mí me gustó mi estilo de hoy.

Dave menea la cabeza.

—No, no es eso. Es que te ves muy...

—¿Muy...?

—Bonita —complementa con una pequeña sonrisa de lado.

Rasco mi nariz, sintiéndome un poco rara. No estaba acostumbrada a recibir muchos comentarios de ese tipo. Sí, estaban los clásicos de «lindos ojos», «bonita voz», pero los que halagaban el cómo me veía en ese momento no siempre estaba presentes.

Le sonreí de labios cerrados.

—Gracias, Dave.

Él solo sonríe una vez más antes de encender su auto y salir de la calle.

—Puedes encender el estéreo, si quieres —ofrece él.

No dudé en hacerlo. Busqué una estación de radio donde pasen buena música, la cual la encontré poco tiempo de búsqueda después. En el camino al cine pasaron buenas canciones y la gran mayoría mis favoritas.

Antes de llegar a nuestro destino, se empieza a reproducir Breathe de Mackenzie Ziegler. Sonreí al escuchar el inicio de la canción, una que significaba mucho para mí.

So breathe, like you know you should. Yeah, breathe 'til you've understood, until you're feelin' like yourself again feel the sunlight on your skin, keep your heartbeat beatin', go on breathe in —canté en conjunto en el coro.

La letra de esa canción junto con la melodía me había ayudado bastante después de la muerte de mamá. Me hacía sentir bien, la sentía como un lugar seguro al que siempre podía volver cuando me sintiera mal.

No sé si sea la única, pero hay canciones que te llegan al corazón y se vuelven tu espacio seguro, ese lugar en calma que vas cuando llega la tormenta.

Take a look around you here right now you remember this time, so own it while you're alive, talking it all in one blink at a time, just let it be, and you will see everything will align —canté otra vez con la canción.

Siento que alguien me ve y, al volverme, Dave alternaba su mirada de entre el camino y yo.

—¿Qué? —pregunté con una sonrisa confusa.

Él menea la cabeza.

—Nada —y se vuelve a centrar en el camino.

Vale, raro.

Put some air in your heart and baby just live, let the moment take and make you forget, put some air in your heart and baby just live, just breathe  it in, yeah, breathe again, just go on, go on, breathe in —canté un poco más alto de lo que pretendía, pero no fue intencional, era mi parte favorita.

Justo cuando la canción termina y empieza a sonar Creep de Radiohead, el auto se detiene y luego le siguen unos fuertes pero lentos aplausos.

Me volteo a ver a Dave, el causante del sonido constante de sus manos chocar contra la otra, mantenía una sonrisa mientras que uno de sus brazos estaba recostado del volante.

—Cantas muy lindo —dijo, dejando los aplausos—. Igual a Mackenzie Ziegler.

Ruedo los ojos.

—Exageras.

—Claro que no —sostiene, terco—. Hablo en serio, cantas muy lindo.

—Sí... eso me han dicho —suelto el cinturón de seguridad—. ¿Vamos?

—Andando.

Juntos, bajamos de su auto para adentrarnos al cine, dónde me detengo en la entrada para tomar una respiración profunda del olor a palomitas impregnado en el ambiente.

Era una amante de los aromas. ¿Raro? Tal vez, pero es una costumbre que tengo desde siempre, algo que obviamente heredé de mi madre. Ella era fanática de las cosas, por más pequeñas que fueran, siempre decía que había que apreciar con el corazón los instantes de felicidad que personas, lugares u olores nos ofrecían.

«A veces, la felicidad por pequeñas cosas es la mejor de todas» recuerdo con felicidad sus palabras.

Así que me permito tomar una respiración profunda, haciendo que el aroma en el ambiente llegue a mis pulmones. Los aromas no solo me recordaban al fanatismo de mi madre por ellos, también a otros momentos con mi familia.

El de la arena mojada luego de una llovizna me traía esos recuerdos en dónde nos quedábamos en casa jugando juegos de mesa.

El olor de la pintura a los días en que mamá hacía sus obras en su estudio y salía llena de pintura y con una sonrisa de satisfacción por su trabajo.

El de un libro nuevo a esas tardes en que nos reunimos en la sala de la casa a leer en familia, acompañados de un buen café o chocolate caliente.

Y este, el olor de palomitas me recordaba a esas noches en dónde mi hermano y yo hacíamos una pijamada y mamá nos preparaba bocadillos para comer.

Cuando abro los ojos, Dave estaba en el mostrador, comprando las entradas para la película que veríamos, al acercarme, me doy cuenta de que compró para Onward de Disney.

Fruncí el entrecejo.

—Aunque no lo creas, es una película muy buena —dice él, notando mi confusión—. Y, no le digas a nadie, ¿Vale? Pero soy un gran fan de Disney.

Le sonreí, poniendo mi mano en su hombro.

—Tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo.

Compramos palomitas, dos vasos de gaseosa y varios dulces. Ya en la sala de cine me di cuenta que no solo habían niños esperando emocionados la película. Vale, la mayoría eran críos de siete, ocho y nueve años, pero también habían algunos adolescentes y... menos de veinte personas que aparentaban nuestra edad.

Tomamos nuestros asientos en medio de la sala, dónde teníamos una gran vista a la gran pantalla frente a nosotros. Hablamos poco antes de que aparecieran los anuncios y las luces bajaran. Pidieron que apaguemos nuestros celulares y la película al fin empezó.

La verdad, sí estuvo muy buena y con un gran sentido familiar. La escena dónde apareció la mitad del cuerpo del padre de Ian y Barley fue una de las escenas que hizo reír a toda la sala del cine.

El único sonido que había era el de la película sonando a través de los parlantes, pero claro que en la vida de Mónica Reynolds siempre tiene que pasar algo mínimamente vergonzoso.

Chica, el guionista de tu vida te odia.

Ya lo creo.

Lo que pasó fue que hubo un sonido un poco... ¿Cómo llamarlo?

¿Estornudoso?

Cómo sea, que hizo que todas y cada una de las personas en el cine hicieran un gran y colectivo «¡Shhh!» muchísimo más ruidoso que fue dirigido a...

Uh, diles quién, diles quién.

Fue dirigido a mí.

Murmuro bajito un «lo siento» evitando estornudar otra vez. El aire acondicionado enfriaba mucho y me daba alergia.

Escucho una risa ahogada a mi lado, me vuelvo a ver a Dave, que apretaba los labios en una fina línea, evitando soltar una risa.

—¿De qué te ríes, Wyle? —le espeto por lo bajo.

Escucho como aclara la garganta.

—De lo linda que eres.

Su comentario me deja perpleja por unos segundos, observo como se saca la chaqueta y la pasa sobre mis hombros, proporcionándome calor, también pasa su brazo por encima de ellos, atrayéndome hacia sí.

En un principio estuve incómoda, yo era reacia al contacto humano, me dejaba tocar por un grupo elegido selectivamente del cual casi nadie entraba.

Y aquí estaba él, abrazándome de lado para proporcionarme calor. Y no entendía cómo demonios estaba tan calentito si en esa sala hacía un frío desgraciado.

Al final, no le di tanta importancia. Dave solo estaba siendo amable al no dejar que me diera una gripe o una hipotermia por estar metida en esa fría sala de cine.

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Nota de la autora:

Y he aquí el final de los cinco capítulos de esta semana.

Hay algo que voy a repetir: hay cosas que simplemente deben de prevalecer porque son parte de su historia y tienen que estar ahí sí o sí. El cine, el estornudo, la película, cantar en el auto, son cosas que forman parte de este capítulo y que no se puede solo borrar.

Tampoco podemos olvidar lo reacia que puede ser Mónica a qué la arreglen, (te entiendo, Moni) un poco de su timidez, (sin exagerarla) y su talento en el canto. Ahí quise hacer hincapié en la canción ya que en la anterior versión cantaba Umbrella el remix de Rihanna, pero, ¿Por qué? Porque la había elegido al azar sin saber que las canciones tienen un poder especial en las historias.

Ustedes solo busquen la letra en español de Breathe y entenderán a Mónica, también la recomiendo porque es muy buena.

Nos leeremos mañana en Loco Enamorado.

Besos y abrazos con gomitas, películas y cantos.

MJ.

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