06 • ¡No empieces a devorar sin mí!
No dudo en acercarme rápidamente hacia mi hermano.
—Miguel, ¿Qué pasa?
Él traga saliva.
—Yo... he... he terminado con Nicoll.
—¿Q-qué?
Escuchar eso fue como un golpe de sorpresa. Nicoll es... o era la novia de Miguel desde hace cuatro años. Es una chica muy amable, simpática y sociable, dos de tres aspectos parecida a mi hermano. Miguel es un chico que demuestra con facilidad sus sentimientos, como le dice mi primo «un chico bueno y sensible» pero un poco tímido a la hora de socializar.
Si tuviera que imaginar una razón por la que terminaron, sería por la similitud de sus personalidades. Dos personas similares personalmente hablando en una relación no la hará funcionar, ¿Qué habría de aprender? ¿Qué habría de descubrir de esa persona? Te ves a ti mismo reflejada en tu pajera, no hay nada interesante que ver.
Pero aún así, pude ver un cambio en mi hermano. Ya no es tan tímido en público, se desenvuelve, no es reacio al contacto humano, ya no es... tan yo.
Dos asociales en la familia, pobre de tu padre.
Chorradas, cállate.
Me siento a un lado de mi hermano y pongo mi mano sobre su espalda, Miguel suspira lastimero. No me gustaba verlo triste, lo odiaba.
—¿Qué fue lo que pasó, Miguel?
—Es... complicado, Nica —en su voz puedo diferenciar la profunda tristeza.
Y es que entendía bien por qué estaba triste. Nicoll... era una persona muy especial para Miguel, estuvo en todo el proceso de la enfermedad de mamá y luego de su fallecimiento no se fue de su lado incluso cuando él exigía estar solo. Y que termine todo, así de forma repentina... no dudo que debe de dolerle mucho.
—Vale, entiendo que no quieras hablarlo ahora, pero recuerda que yo estaré aquí cuando quieras hacerlo.
Di caricias con mi pulgar en su otro hombro para relajarlo.
—¿Quieres un abrazo? —le pregunté en tono bajo.
Él asintió.
—Por favor.
Recosté mi cabeza de su hombro y él la suya de la mía y así estuvimos un largo rato. Cuando estas cosas pasaban, forzar a Miguel a hablar no sirve de nada. Solo se cerrará más hasta el punto de insultarte por meterte en sus asuntos. Cuando se lo propone, mi hermano se vuelve un gilipollas de primera. Aunque normalmente era un chico hippie.
Sí, así también le decía mi primo.
Casi diez minutos después, Miguel suspira y se acomoda en su asiento, obligando a separarme de él.
—Fui a su casa a visitarla, hace días no hablamos tanto y... no sé, me preocupé de que algo le haya estado pasando y no me lo contara —se pasa una mano por el pelo—. Cuando llegué... la puerta estaba entre-abierta. Mónica, creí que algo estaba pasando en esa casa, un robo o algo —se ríe con amargura—. Prefería eso a lo que ví.
—¿Pero qué fue, hermano?
—¿Sabes qué es tan de mierda ver a tu novia siéndote infiel? —ironiza—. Porque es horrible, hermana.
—Nicoll... ¿Ella...?
—Sí, Mónica, la encontré acostándose con alguien más.
—Guao...
—Ambos se dieron cuenta de que estaba ahí, Nicoll se vistió tan rápido para alcanzarme ya en la calle, ¿Sabes qué fue lo que me dijo? —meneé la cabeza—, que todo era un malentendido, que no era lo que yo creía.
—¿Está de coña o qué?
Hay que ser bastante estúpido para poder decir algo así teniendo en cuenta de que te atraparon in fraganti.
—Le dije que no era tan imbécil y que no la quería volver a ver. Sus... sus ojos se llenaron de lágrimas que por un momento... me quise arrepentir —toma una profunda respiración—. También le dije que todo terminaba ahí. No sería idiota, no voy a perdonarle algo así. Luego de eso... me vine a casa. No quiero verla, no quiero saber nada de ella, yo... —se congela a mitad de la frase—. Yo ya no quiero saber nada de Nicoll, para mí ya no existe.
Incluso yo me sorprendí de esa oración.
—Hermano, lo que hiciste estuvo bien.
—Aún me lo cuestiono... —murmura.
—No hay que cuestionar nada, ¿Okey? Nada. Nicoll te perdió, Miguel. No puedes dejar que jueguen así con tus sentimientos. Lo que hizo es algo que no se perdona tan fácil. Se supone que te quería, ¿No? Que nunca te haría daño, ¿Y qué vemos ahora?
—No lo sé, Nica. Y si... ¿Me precipité?
—¿Te precipitaste? —repetí, riendo incrédula—. ¿Acaso te escuchas, hermano? ¡Nicoll te hizo daño, Miguel! Tú mismo lo viste con tus propios ojos, no fue un rumor, ni un chisme, lo viste y estuviste ahí.
»Ella no supo apreciar tu lindo corazón, hermano.
Él tuerce los labios.
—Duele... —murmuró con el ceño fruncido y la mirada perdida—. Creí que ella era... la chica de mi vida, pero no... Y darme cuenta de eso... duele mucho.
Suspiré poniendo mi mano sobre su hombro.
—¿Quieres un spoiler? Lo que hoy duele, mañana será solo un vago recuerdo.
Miguel me sonríe de labios cerrados.
—Gracias, hermanita.
—No tienes nada que agradecer, eres mi hermano, lo que sea por verte bien —le devuelvo la sonrisa—. Ahora, para cerrar ciclos, ¿Qué te parece una noche de hermanos?
Su sonrisa se acentúa hasta volverse una de dientes completos. A Miguel le encantan nuestras noches de pijamada, principalmente porque soy yo la que se duerme primero y puede jugarme bromas.
—Me parece bien.
—Bueno, sube, date una ducha que apestas a tristeza y... —lo olisqueé un poco—. ¿Perfume de vainilla?
—Ah, sí, Nicoll intentó abrazarme cuando me iba y bueno...
—¡Desinfección immediata! —exclamé, interrumpiéndolo—. Hoy cerraremos ciclos, Miguel, así que no puedes oler a su perfume. Así que restriegate el jabón hasta en el alma.
Mi hermano se echa a reír, levantándose.
—Vale, lo haré, ¿Pero para qué la ducha?
—Vamos a salir a comprar bocadillos para esta noche, y te ves tan patéticamente que si no te conociera y te viera por la calle, te daría una moneda.
Él se vuelve a reír.
—Me alegra ver qué tu sentido del humor está devuelta.
—No estamos para eso, ¡A bañarte!
—Como ordene, mi capitana —y tras hacer un saludo militar, se fue escaleras arriba.
Quince minutos después cuando Miguel bajó, se veía como el de siempre, a excepción que en su rostro aún seguía ese deje de tristeza.
—Estoy listo —avisó al bajar.
—Pues andando.
Tomé mi bolso y nos fuimos caminando hacia la tienda. En el camino, hice todo lo posible por sacarle una sonrisa a mi hermano, algo que me resultó fácil por haber reavivado un viejo juego que inventé de niña. Consistía en poner voces a las personas alrededor, diciendo tonterías sin sentido pero las cuales hacían reír a Miguel hasta el punto que sus mejillas le dolían.
Al llegar a la tienda, fuimos directos al pasillo de dulces. Ambos parecíamos dos críos de jardín de infantes. Era una vieja costumbre el emocionarse por las golosinas. Compramos de toda nuestras favoritas y algunas gaseosas. También, para que nuestro padre no se moleste solo por haber comprado dulces, compramos algunas cosas que faltaban en la despensa de la cocina. Así ese pobre hombre no nos vendrá con su sermón de «Los dulces son innecesarios, en la casa hacen falta más cosas y ustedes solo compran innecesarias golosinas»
Los dulces son vitales para la vida, padre.
Al terminar nuestra compra, el cielo estaba teñido de anaranjado con bonitas nubes blancas. El ocaso era algo que me gustaba bastante. Con mi familia solíamos ir una vez a la semana al public garden y hacer un picnic para ver el sol desaparecer bajo el lago. Era algo único como también lo tenía de bonito, pero desde que mamá enfermó, esa costumbre se perdió.
Y hacerlo nuevamente no sería lo mismo porque ella no estaría.
Decidí no pensar en eso, los recuerdos donde ella estaba con nosotros dolían porque se había ido, y no quería ponerme triste, no ahora cuando Miguel está sensible.
Si me tocaba fingir fortaleza por mi hermano o mi padre, no dudaría en hacerlo.
Cuando llegamos a la calle acorn, las luces del ocaso hacían verla aún más bonita. Era un lugar lindo para vivir, además de tranquilo. A mamá le gustaba especialmente este momento del día. Decía que pintaba de un color muy bello los adoquines de la calle, que los ladrillos de las casas se veían más brillantes y que le daba ese aire antiguo a la calle.
Miguel suspira viendo alrededor.
—A mamá le gustaría ver esto.
—Sí...
—¿Cómo crees que esté?
—Además de muerta, pues no lo sé.
Él me mira con un poco de molestia y tristeza.
Mi hermano era una de las personas que me conocía exageradamente bien, sabía que mi respuesta había sido automática, parte de mi mecanismos de defensa, pero aún así le sorprende lo seca que puedo llegar a ser
—Perdón —mascullé.
—Está bien, entiendo que esa es tu forma de... lidiar con la situación. A veces olvido que tú también perdiste a tu mamá —murmura casi avergonzado de lo último.
—Mejor... mejor lleguemos a casa para guardar todo.
Asintió sin más.
Se me adelantó para abrir la puerta. Ya por fin en casa, acomodamos en la alacena lo que faltaba, preparamos nuestros bocadillos para la pijamada. Mientras Miguel se cambiaba a su pijama, busqué una buena película para ver. Entre tantas opciones me decidí por la trilogía del Capitán América, era el súper héroe favorito de mi hermano, y aunque yo prefiera a Thor, esta sería la noche para que mi hermano se olvide del mal rato que pasó con Nicoll en la tarde.
Cuando por fin bajó, ya cambiado con su pijama, yo subí a mi habitación para cambiarme también. Me puse mi pijama favorita: shorts holgados con una camisa mangas largas que traía una capucha con orejas de gato.
Que infantil, Mónica.
Es mi pijama favorita, ¿Okey? Me gusta.
Al volver al piso de abajo, ví que mi hermano tenía los pies sobre la mesita de café frente al sofá grande, echadas a un lado para no ponerlas sobre nuestros bocadillos. Sobre su regazo llevaba un tazón con ruffles.
—¡Hey! —terminé de bajar las escaleras—. ¡No empieces a devorar sin mí!
Miguel se ríe.
—Tranquila, Nica, me acabo de sentar. Ven —palmeó el asiento junto a él, me senté ahí a la vez que Miguel me ofrecía de las papas—. ¿Qué película veremos?
—Tu trilogía favorita —digo, tomando el control y dándole play a la primera película.
—Creí que te gustaba Thor —lleva una papa a su boca.
—Me gusta Thor, pero la razón de esta pijamada a sido para subirte los ánimos. Además, las del Capitán América son cool, claro que Steve Rogers es algo serio, pero no voy a negar que Chris Evans está que me pone cachonda.
Miguel se ahoga con una papa y le doy palmadas en la espalda riéndome. No debería reírme, ¡Pero no puedo evitarlo!
—¿Ya está? —pregunté pasándole su vaso con Coca-Cola.
Él asintió dando un ultimo trago.
—En definitiva extrañé tu sentido del humor —comenta antes de que la película empezara.
Reí por lo bajo meneando la cabeza, poniendo mi atención total en la televisión.
De entre las tres, Capitán América: El Primer Vengador, es la favorita de mi hermano. Siempre le a gustado ver los inicios de cada súper héroe, o villano, o lo que sea. Aunque también le gustaba bastante Civil War y El Soldado Del Invierno, bueno... Miguel ama las tres películas, a nadie engaña.
Un largo rato después, cuando íbamos a la mitad de Capitán América y El Soldado Del Invierno el timbre de la casa nos desconcentró de la película.
Le puse pausa.
—¿Esperas a alguien? —pregunté a Miguel, alternando mi vista del pasillo a la entrada hasta él.
—No... no espero a nadie —admite, tan confundido como yo—. Iré a ver quién es —informa, levantándose.
Me levanté al mismo tiempo que él y puse mi mano en su pecho para impedir que siga caminando, lo siento otra vez en el sofá.
—Yo iré a ver. Tú sigue viendo la película.
—Eh, vale, ¡Pero si es un asesino no dudes en gritar! —exclama haciéndome reír.
Teniendo el pomo contra mi mano, abrí la puerta, y qué gran sorpresa me llevé al ver quién estaba ahí.
—Nicoll —no dudo en ocultar la molestia en mi voz—. ¿Qué haces aquí? Mi hermano no está de humor para hablar contigo.
Iba abrigada hasta los dientes: bufanda, gorro, abrigo, incluso guantes. Debía de hacer mucho frío afuera.
Pues que vaya a calentarse con el tipo con el que engañó a tu hermano.
¡Al fin estamos de acuerdo en algo!
—Monik.
—No me llames así.
Ella asintió apretando avergonzada los labios.
—Vale, Mónica, ¿Puedo ver a Miguel? Será solo un segundo, por favor.
—No está de humor para tus tonterías, Nicoll.
—No son tonterías, quiero explicarle lo que pasó hoy.
—Oh, claro, ¿Le vas a decir que todo a sido un malentendido? ¿Que no fue tu intención? O mejor, lo que él vio no es lo que pensó.
—Mónica...
—No, Nicoll, aquí no hay nada que explicar —me crucé de brazos—. Miguel estará bien, solo te pido que te alejes de mí hermano.
—Solo quiero explicarle el por qué de mi estupidez, Mónica, por favor. Sé que estuvo mal, que no debí hacerle algo así, pero al menos necesito saber si esto no arruinará la amistad que una vez tuvimos.
Me reí con amargura. Nicoll tenía que estar de guasa.
—¿Estás hablando en serio? ¿En serio crees que con algo así en cuenta Miguel querrá mantener esa amistad? Estás mal, Nicoll.
Ella suspira con tristeza, abrazándose a sí misma para darse calor.
—Solo dile de mi parte que lo lamento, ¿Vale? —murmura con la mirada gacha—. Que en serio lo lamento muchísimo, yo... yo... no quería hacerle daño.
—Pero lo hiciste, Nicoll.
—Lo sé —levanta la mirada—. Dile que lo quiero mucho, por favor.
—Si lo hubieras querido, no lo hubieras lastimado —la dureza de mi voz le sorprende a Nicoll, nunca le había hablado así, pero se merecía la indiferencia. Le hizo daño a mi hermano, no merece tener el mismo trato de antes—. Aún no entiendo algo, Nicoll, el por qué. Si lo querías tanto, ¿Por qué hacerle algo así a una persona que quieres? El querer significa no lastimar, pero tú no entendiste eso.
—Sé que ahora no soy la persona favorita de ninguno de los dos.
—Me alegra que lo sepas.
—Pero... la verdad es que no sé. No sé por qué hice eso.
—Lo sabes, Nicoll, solo que no quiere admitirlo ni mucho menos aceptarlo.
Suspira.
—Puede ser —le oigo murmura—. Dile lo que te dije, por favor.
Y sin más, se da la vuelta, yéndose calle abajo.
Cerré la puerta y volví a la sala, dónde mi hermano veía emocionado el final de la película, comiendo Doritos y tomando de su Coca-Cola.
—Hey, ¿Quién era? —preguntó al verme.
Me fijé en que se veía relajado, más tranquilo que en la tarde. Sé que el mal de amores no terminará de la noche a la mañana, llevará su tiempo de sanación, y Miguel estaba haciendo todo lo posible por superar la ruptura.
Así que por ello, no le dije quién había sido nuestra inesperada visita:
—Nadie. No había nadie importante —mentí fingiendo mi mejor sonrisa. Volví a mi asiento junto a él—. ¿Cómo estás? Te veo mejor.
—Estoy mejor —responde casi de inmediato—. Sé que esto no desaparecerá de la noche a la mañana, pero sé que lo superaré —sonríe volviendo su vista al televisor.
—Yo sé que sí.
Estuvimos viendo películas hasta las nueve de la noche, hora también en la que llegó nuestro padre de su agitado trabajo. Estuvimos hablando un rato con él, acompañándolo mientras cenaba. Cuando terminó y fue a su habitación para descansar, mi hermano y yo volvimos a sentarnos en el sofá para terminar la película que dejamos a la mitad. Al finalizar, mi hermano subió a su habitación, murmurando un «bonita noche, Nica» y dejando un beso en mi cabeza.
Pero su camino se interrumpe al inicio de las escaleras.
—¿Todo bien? —le pregunté.
Él se vuelve hacia mí con una pequeña sonrisa.
—Gracias por esto, hermanita. Eres la mejor.
Yo le sonreí también.
—Te lo dije, menso, eres mi hermano, lo que sea por ti.
—Buenas noches, Mónica.
—Buenas noches, Miguel.
Me quedé en la sala un rato más, procesando las palabras de Nicoll.
«Dile que lo quiero mucho, por favor»
Si lo hubiera querido, no lo hubiera lastimado. Nicoll sabe que Miguel aún no supera muchas cosas con referencia a la muerte de nuestra madre, que aún puede estar propenso a una caída depresiva, y con todo este drama le a puesto una nueva carga a mi hermano.
Resulta ser que las personas no son como creemos, que pueden ocultar cosas que nunca te imaginaste de ellas.
Nicoll no es la chica para mí hermano, él se merece algo mejor.
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