04 • Nos estamos volviendo locos
Dave
Luego de dejar a Mónica en su casa, fui a mi apartamento.
Al abrir la puerta, el olor a humedad fue lo primero que noté. Habían estado haciendo las reparaciones de la tubería y del cambio de los gabinetes, pero algo que no podían arreglar era el olor que quedaba en el ambiente.
El lugar olía asqueroso.
Mi hermana después del accidente con el balón decía que mi casa era «una piscina con muebles», ingenioso, Asia, muy ingenioso.
Los muebles de la cocina estaba arrimados hacia una esquina, cubiertos de plástico protector. Cuando rompí por accidente la tubería con el balón de fútbol, todo había sido un desastre de agua, por ello mi hermana decía que esto era una piscina amueblada.
Suspiro dejando las llaves sobre la mesita de la sala.
—Muy bien, Dave, hora de arreglar tu desastre —me digo a mí mismo antes de ponerme manos a la obra.
Los últimos meses he estado ahorrando dinero solo para poder costearme los gastos de la tubería y el cambio de los gabinetes de la cocina, he igual necesité un poco de ayuda de mis padres, digamos que con un sueldo de mesero no me ayuda de mucho, suerte que mis padres fueron un poco considerados.
Hace una semana que terminaron las reparaciones de la tubería de la cocina y hace tres días terminaron de cambiar los gabinetes. El agua de había estado filtrando de a poco por la barra de la cocina hasta hacer dañar la madera de mis muebles.
Estas cosas te pasan por jugar aquí y no en el patio de la residencia.
Sí, lo sé, basta.
Lo que restó de mañana y toda la tarde estuve limpiando, barriendo, acomodando muebles y demás. El orden era lo mío, me gustaba tener todo limpio. Mi madre dice que es una costumbre desde pequeño, que nunca me había gustado tener mis juguetes desordenados ni nada de lo que me perteneciera.
Pues, a sido algo que a crecido conmigo, porque en serio el caos y yo no nos llevamos.
Eran casi las siete treinta cuando un peculiar toque en la puerta llamó mi atención.
Giro el pomo al tenerlo contra mi mano, frente a mí, afuera, estaba Cooper, con una sonrisa que conocía muy bien.
—¡Hey, amigo! —saludó con alegría, alzando la mano para chocar los cinco, lo cual le correspondí el saludo.
—Hey, hermano —Cooper entró cerrando la puerta detrás de sí—. ¿Qué haces aquí?
Era mejor ir directo al grano, sabía que Cooper quería algo, lo conocía como nadie.
Su sonrisa se acentúa al darse cuenta de que ya sabía el motivo por el que estaba aquí.
—¿Recuerdas el favor que me debes?
—Claro, ¿Cómo olvidar tu amable «intercambio de bienes»? —él se ríe—. ¿Qué necesitas?
Toma aire y lo suelta con fuerza.
—Necesito tu auto —pronuncia tan rápido que por poco le entendí. Tenía un ojo cerrado y el otro entre-abierto, como si esperara un golpe de mi parte.
Parpadeé una, dos, tres veces...
Cooper al notar que no reacciono, abandona su actitud de protección.
—¿Bro? —me llama—. Hey, Dave.
—Has dicho... ¿Has dicho que necesitas mi auto? —repetí lentamente.
—Eh... bueno... —se rasca la parte trasera de la cabeza, dudoso—. Sí, lo he dicho.
Aún no lo creía.
—Venga, consideralo tu forma de pago —agrega.
—Bueno...
Cooper suspira.
—Dave, sé que tu auto es tu mayor orgullo adolescente/adulto, ¡Pero vamos! Confía en mí.
Aún no estaba del todo convencido. Conocía como nadie a Cooper Parker, es mi mejor amigo desde hace años y sé lo desastroso que puede llegar a ser.
Pero no tenía más opción que cumplirle el favor, me había ayudado esa mañana, era lo mínimo que podía hacer.
Así que suspiré rendido.
—Vale, está bien —tomé las llaves que estaban en la barra desayunadora—. Cuídalo, Cooper.
Él estira la mano para recibir las llaves, pero que simplemente no podía soltar.
—Vamos, suéltalas, amigo —para mi desgracia, le tendí las llaves—. Confía en mí, Dave, no voy a destrozarlo como ese tren destrozó al delorean.
—Prefiero que evites las estaciones de metro.
Él se echa a reír.
—Serán solo unas horas, tranquilo —camina hacia la puerta y yo ya estoy dudando de mi decisión—. ¡Nos vemos!
Y salió del apartamento.
Suspiré pasando mi mano por mi cabello.
—Espero no arrepentirme, Cooper Parker.
Quince minutos después cuando terminé, tuve que tomar un taxi a casa de mis padres. Mañana no tengo dudas de que sería un día agotador.
-
Despertar temprano nunca a sido cosa de mi agrado, pero, como tenía la salida para desayunar con Mónica hoy en la mañana, tuve que hacer mi mayor esfuerzo.
Tomé una ducha y me arreglé, tratando de evitar las sudaderas. Era un amante de ellas, es una manía que tengo desde los diecisiete. Mamá no entiende mi fascinación con esa prenda, pero es muy sencillo: combinan con literalmente todo. Así no pienso tanto en qué ponerme.
Pero, como no quería ir con el mismo y monótono estilo de siempre, cambié la sudadera por una camiseta blanca, pantalones negros, zapatillas deportivas y de complemento, una chaqueta azul oscuro que remangué hasta mi codo.
Lo mío no era pensar demasiado en la ropa.
—Buenos días —saludo acercándome a la mesa donde estaban desayunando mis padres para tomar una manzana.
—¿A dónde tan arreglado, hijo? —preguntó mamá, viéndome curiosa.
—Y tan perfumado —agrega papá—. ¿Pues cuánta colonia te has echado? ¿Toda la botella? —finge toser un poco para molestarme.
Mamá le da un pequeño golpe en el hombro.
—No le hagas caso, cariño. Estás bien —me sonríe—. ¿Con quién saldrás?
—Una chica de la universidad, nada especial —encogí los hombros, dándole un mordisco a mi manzana.
—Si no es nada especial, ¿Por qué tan arreglado? Que yo recuerde, tu estilo para las cosas «nada especiales» son tus viejas sudaderas. Ahora estás... —me mira por encima del periódico que leía—, fuera de tu zona de confort.
Fruncí el entrecejo.
—Además, estás sudando.
Mi entrecejo se frunció aún más. ¿Estaba sudando?
Pasé al instante mi mano por mi frente para limpiar una fina capa de sudor.
—Debe de ser el calor —sugiere mamá antes de ver mal a papá, que volvió a leer su periódico con una sonrisa divertida—. No seas pesado, Mariano.
Papá se rió.
—Yo solo argumentaba.
Mi madre rueda los ojos antes de verme con una sonrisa tranquilizante, viene a acomodar el cuello de mi chaqueta y alisar las mangas.
—Que te vaya bien, Dave.
—Gracias, ¡Nos vemos más tarde! —dejo un beso en su mejilla, me despido de papá y salgo de la casa.
Había quedado con Mónica para vernos en el Thinking Cup de Beacon Hill, cerca de donde ella vive. Recuerdo que solía ir ahí con mis amigos luego de salir de clases. Al llegar al lugar, ella aún no estaba ahí, así que me senté en una de las mesas de afuera a esperarla. Una de las meseras se acercó a mí para pedir mi orden.
Solté aire por la boca, echándome hacia atrás en mi asiento. Tenía las manos ligeramente sudadas y no tenía idea de por qué.
Cinco minutos después que la camarera se fue, avisté a Mónica venir. Algo que recuerdo de Mónica y que aún conserva, es su sencilla forma de vestir, algo que compartíamos los dos. Iba con jeans rasgados negros, zapatillas deportivas y una camiseta campesina a botones mangas largas morada.
Noto que, a la luz del sol, el cabello de Mónica se veía mucho mas claro que antes. ¿Se lo habrá tintado?
Te vale esa información, no te importa.
Bueno, era cierto. ¡Pero me daba curiosidad saber!
—Perdón haberme tardado, tuve algunos inconvenientes —excusa al sentarse frente a mí.
—¿O será que te tardaste a propósito para hacerme esperar y que hiciera que pensara que no estabas tan desesperada por esta salida? —pregunté, arqueando una ceja.
Ella se ríe meneando la cabeza.
—No te creas el centro del universo, Wyle, porque déjame decirte algo: no lo eres.
Justo en el ego.
Le doy una mirada indignada, llevando mi mano a mi pecho, fingiendo dolor.
—Acabas de lastimar mi ego —chillé.
Se ríe una vez más.
—Ese es tu mayor punto débil —dice—. ¿Viniste a pie? —pregunta, observando los autos cerca sin encontrar el mío.
—Sí, tuve que prestarle mi auto a un amigo por un favor que me hizo ayer.
Asintió sin más. El tema de conversación cambió a uno más entretenido y dinámico que nos hizo reír. Así eran las charlas que teníamos antes de distanciarnos: siempre llenas de risas y bromas. Convivir con Mónica siempre me resultó agradable, su sarcasmo y sentido del humor en conjunto con el mío siempre nos sacaban risas hasta las lágrimas.
Hasta que, en un punto de la conversación, Mónica comentó algo que la verdad me extrañó bastante:
—Oye, ¿Sabías lo increíble repostera que es tu hermana menor?
Fruncí el entrecejo.
—Sí, lo sé, ¿Cómo lo sabes tú?
Ahora ella es la que frunce las cejas.
—¿Ellos no te lo dijeron?
—Hay muchos «ellos» en el mundo, exactamente, ¿Quiénes?
—Tus hermanos.
Vale, ahora estaba más confundido que la primera vez que recibí una clase de trigonometría.
—Soy su maestra temporal de artes, además de que también les doy la clase extra de repostería, o cocina, como quiera llamarla —explica.
—No sabía que dabas clases. Creí que estudiabas artes por... pues por...
—Ah... sí, sí estudio bellas artes por... eso. Pero esto es una ayuda. ¿Recuerdas que ayer te dije que ayudo en los gastos de mi casa? —asentí—. Pues, esta es mi forma de aportar algo. No quiero que mi hermano y sobretodo mi padre se lleven todo el peso.
Tras unos minutos de silencio, me digno a preguntar:
—¿Cómo están?
—¿Quiénes? —se hizo la desentendida, pero ella sabe bien a quien me refiero.
—Tu padre y hermano, Mónica.
Un suspiro triste viene de su parte.
—Lo sobrellevan —murmura en respuesta con la mirada gacha—. Aún... duele, pero tenemos que seguir con nuestras vidas, así sea sin ella.
A causa de mi madre me enteré que la de Mónica había fallecido hace ocho meses por cáncer en los pulmones, mis padres siempre resultaron ser buenos amigos de los padres de Mónica, por ello fuimos al funeral de la señora Reynolds y en él pude notar como la chica alegre que una vez conocí rehuía de todos, se mantenía alejada de las personas que querían darle el pésame, solo estaba apartada de todas las personas, sentada en un peldaño de la escalera de su casa.
Supuse que, en el momento que su madre murió, una parte de Mónica se había ido con ella.
—Lo siento mucho, Mónica —dije, rompiendo el silencio.
Ella tuerce los labios y traga visiblemente.
—Está bien —levanta la mirada, en sus ojos azules había una tristeza que, la verdad, no me agradó ver—. En algún momento tenía que irse. Mi madre... ella... ya estaba sufriendo demasiado.
—Pero aún así no es justo. Ni para ti, ni para tu hermano ni tu padre. Era tu madre.
—El cáncer es una mierda, Dave —murmura, sorbiendo su nariz—. Pero estas cosas nunca se trata de si es justo o no. Ella se fue y no hay manera de traerla otra vez. Así que, si no te importa, no quiero hablar más de esto otra vez, es muy... —pasa su mano por debajo de su nariz—, doloroso.
—Vale, está bien —ella asintió—. Antes... antes de que llegaras pedí tu desayuno, espero no te importe.
Encoge los hombros.
—No importa, la verdad, ¿Qué pediste? —se acomoda en su asiento.
—Bueno, llevas viniendo aquí durante cuatro años, los meseros ya te conocen y, además, te conozco desde que somos unos mocosos —escuchar su risa después del momento de hace unos minutos me gusta—. Imagino que te harás una idea.
—Waffles con crema y fresa y jugo de naranja —comenta cuando la mesera, que le sonríe diciendo «tu favorito» deja el plato frente a ella.
—Eres un poco previsible, Mónica —ambos nos reímos—. Provecho.
Y durante el desayuno, la conversación alegre de hace un rato volvió. No sabía cuán difícil le era a Mónica aún lidiar con la partida de su madre, aún la herida debía de estar abierta, aún debía de doler mucho, por eso, hacerla reír con mis bromas, con mis estúpidos comentarios me agrada bastante. Si podía hacer feliz a alguien cuando esa persona esté en un momento difícil, me hacía sentir bien conmigo mismo.
Al final, terminamos tocando el tema de como ella terminó siendo maestra de mis hermanos.
—Déjame ver si lo entiendo, ¿Fue porque una de tus tías que trabajó en esa preparatoria te recomendó con el director y hace cuatro meses que trabajas ahí? —repaso lo que me dijo segundos atrás.
—Exactamente. Trabajar con adolescentes puede ser complicado, pero siempre te terminas riendo por las cosas estúpidas que hacen sin pensar. ¡Es como ver a un perrito tratando de tomar su cola! —exclama riendo antes de darle un sorbo a su jugo.
Yo también me reí.
—Bueno, ahora creo que sí podemos igualarnos en eso de «señor» y «señora»
—Yo soy solo maestra, eso no me hace mayor.
—Pero los alumnos te llaman «señora»
—Claro que no.
—Bueno... —ella me da su mirada de «no tienes con qué ganar, Wyle»—. ¿Sabes qué? ¡Dulce venganza! Te diré señora ahora.
—Serás idiota —dijo, riéndose.
Luego de pagar a partes iguales el desayuno, (en mayor parte por insistencias de Mónica) decidimos caminar a casa de ella ya que no estaba tan lejos de donde nos encontrábamos. Cada cierto momento, Mónica se volvía a ver detrás de nosotros. Era extraño, pero yo también lo hacía. Sentía como si... nos observaran.
O es que ya perdiste la chaveta, la factores pueden ser variables.
—¿Sientes como si...?
—¿Me estuvieran observando? —completo por ella. Mónica asintió—. Sí, me siento así. Quizá solo nos estamos volviendo locos —bromeé.
Factores variables, Wyle.
—Probablemente —encoge los hombros, relajada.
—Eh, ¿Mónica? —ella me mira—. Sé que no es de mi incumbencia, pero... no sé si es que de verdad me volví loco o es que tienes... reflejos blancos.
Se muestra confundida.
—¿Por qué la pregunta?
—Bueno, de primera estancia por curiosidad, si soy sincero —rueda los ojos, divertida—. Pero es que hace un tiempo no lo tenías así. Está... más claro de lo que una cabellera común lo es —comento, tomando rápidamente un mechón de su cabello, los blancos se mezclaban con los castaños, pero era demasiado notorio.
—¿Si te lo digo no le dirás a nadie?
—Tranquila, no le diré a nadie, lo prometo —aseguro con una sonrisa de lado.
Suspira inflando sus mejillas.
—No, no me lo teñí.
—¿Qué fue lo que hiciste?
—Nada, de hecho. ¿Recuerdas el baile que hubo en nuestra vieja primaria? Ese dónde estuvieron todos los niños invitados —ella sonríe, al parecer, recordando aquel día.
No pude evitar hacerlo también cuando el recuerdo llegó a mi memoria.
—Sí, claro que lo recuerdo. Ese dia tu madre luego de la fiesta me regaló unas galletas a escondidas de mis padres.
—Ese día me preguntaste el por qué mi madre tenía gran parte del pelo blanco. Y yo te respondí que no lo sabía.
—Sí, lo recuerdo.
—La verdad, no sabía cómo decírtelo. Además, ¡Era una niña! ¿Cómo iba a responderte eso sin confundirme yo también? —suelta una risita—. En la familia de mi madre está esta cosa de los mechones blancos. Yo lo llamé «defectos en la genética de mamá». Cuando nací, mi cabello era negro, como el tuyo. Ese negro se fue pasando a un castaño oscuro, luego a uno más claro para terminar así —alza las puntas de su cabello.
»Desde hace años los reflejos siempre estuvieron en mi cabello, solo que ahora son más notorios. Pero este mechón de aquí no es algo que tengo desde siempre, apareció hace unos meses.
»En la familia de mi madre esto es normal. Mis abuelos cuando eran más jóvenes también tenían el cabello así y con el tiempo se fue volviendo más blanco —hace una pausa—. Algo relacionado por la falta de melanina capilar o al menos eso fue lo que me explicó mi madre cuando el mechón apareció, por eso también el color de ojos.
—Es por falta de melanina, entonces.
—Exacto.
—Pero... ¿No está relacionado al vitíligo? La verdad, es que suena muy parecido.
Ella suelta una suave risa.
—Bueno, según las pruebas médicas que me hicieron, no presento ningún síntoma. Es decir, que las canas son normales.
—Genial... —murmuro. La verdad que sí me resultaba interesante eso—. Entonces... ¿Tú hermano también tiene el cabello así?
—En parte, tiene las canas, pero no tiene un mechón tan notorio como este.
—Si te soy sincero, ese mechón es lindo, te queda bien.
Mónica esboza una dulce sonrisa.
—Gracias, Wyle.
Entre tanta charla, no nos dimos cuenta del momento en que nuestros pies nos trajeron hasta la casa de Mónica. Nos reímos por eso. Prácticamente, nuestros pies pensaron por sí solos para traernos hasta acá.
—Gracias por acompañarme.
—No hay problema —sonreí de lado—. Hey, ¿Qué te parece si vamos mañana al cine? —ella nota confundida mi cordialidad—. Esta vez sí te daré a elegir.
—Vale, será divertido. Nos vemos mañana.
Antes de irse a su casa, se puso de puntillas para alcanzar mi mejilla y dejar un suave y fugaz beso en ella. Uno que me dejó más que confundido, ella nunca hacía esas cosas.
No era... propio de Mónica.
Cuando entró a la casa, despidiéndose con una última sonrisa, mi mano fue automática hasta la zona donde dejó el beso.
Parpadeé para salir del trance he ir a tomar un taxi.
—————————————
Nota de la autora:
¡Hola gente! ¿Qué tal? ¿Cómo les fue en esta semana? Espero bien.
Iniciando con este capítulo los cinco de esta semana, (obviamente). Claramente, en la edición hay cosas que se tienen que permanecer, una de ellas la estupidez de Dave.
Oye, eso rimó.
No hice especial hincapié en eso pero lo mejoré porque antes sí estaba bastante vago, ahora no que es excepcional pero está mejor.
Señor Mariano, usted siempre tendrá esa línea molestando a su hijo y la señora Lilly como la defensora y Dave el pobre blanco de bromas.
¿Qué puedo decir? Así son los Wyle.
Algo que amé en esta versión fue la mejorada explicación de Mónica y sus mechas blancas, que técnicamente no son mechas.
Haré una pequeña explicación y revelación: en un inicio solo quería darle un toque distintivo a un personaje mío, esa idea siguió pero con una nueva perspectiva, o podría llamarla así. Antes no sabía si eso era posible hasta que conocí a una personita muy especial para mí, entra entre mis mejores amigas y ella tiene el cabello así. Tiene el cabello negro con muchos blancos, ¡En serio! Y no miento cuando digo que es algo muy lindo, es un toque distintivo y me enfoqué más en lo que ví en ella para mejorar en lo de Mónica.
Cuando la conocí yo pensé «Espera, ¿Su cabello tiene canas? Tremendo» literalmente, mis pensamientos fueron directos. También recordé a Mónica y su peculiar cabello. Así que en parte ella fue un poquito la inspiración para la explicación del cabello blanquesino de Mónica. Más que todo fue en lo de la falta de melanina, yo investigué un poco y ví que en algunos casos se relacionaba con el vitíligo, por ello todos esos puntos.
Pero vale, ¿todo aclarado? Sí, por este capítulo todo está aclarado.
Nos leeremos en un ratito.
Besos y abrazos con desayunos, mechones blancos y besos inesperada en la mejilla.
MJ.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top