03 • Cambia tus técnicas de seducción, el disco está un poco rayado
Mónica
—Suéltalo.
Es todo lo que digo al estar sentada en el asiento de acompañante del auto de Dave.
Parecía algo tenso, no tenía idea de qué era eso que pasó hace minutos, pero de alguna manera debía de causarle estrés. Suspiró haciendo inflar sus mejillas.
—Solo dos palabras: Emily Fernández —enciende su auto.
Fruncí el entrecejo, ¿Ese no era el nombre de la chica de la facultad de modistas? Recuerdo que es una de las más populares por sus grandes diseños de vestidos, camisas y pantalones, además de que es un poco influencer en Instagram por esa misma razón, además también de que se destaca en el área de embellecimiento femenino.
Admito que maquilla bonito.
¿Qué tiene que ver Emily con...? Ah, oh claro, es su ex.
—¿No que ustedes terminaron hace como... no sé... tres meses?
—Seis, de hecho —me corrige.
—Veo que sigue obsesionada contigo.
—Creo que esto la está llevando al borde de la locura —murmura, saliendo del estacionamiento para adentrarse en la carretera.
—No creo que aún no supere lo de ustedes, ya pasó medio año, por Dios.
Dave suspira pesado.
—No creo que lo supere pronto —admite en un murmuro.
Cuando el silencio nos inhundó, decidí mejor no tocar más ese tema. Dave será idiota, pero era un idiota del cual tenía que respetar su privacidad. A mí tampoco me gustaría que husmearan así entre mi vida personal.
Así pasamos gran parte del camino: en silencio. Yo solo veía por la ventana, él solo conducía hacia mi casa. De todo lo que pensé que podría pasar hoy, esto nunca me lo imaginé. Reencontrarme con Dave era una probabilidad muy grande, yo vivía en Beacon Hill, él en South Boston, sus padres conocen a mi padre, vamos a la misma universidad, pero aún con eso en cuenta, teníamos bastante tiempo sin tener una conversación así de larga con él.
Cuando éramos más niños sí que nos veíamos mucho, cómo dije, sus padres tienen una gran amistad con los míos, así que Dave fue gran parte de mi infancia. Jugábamos, veíamos películas infantiles, pintábamos, esas cosas que suelen hacer los niños. Pero todo eso terminó hasta que él cumplió doce y ya no era lo mismo. Él estaba en la etapa de la preadolescencia y yo aún jugaba con mis muñecos como lo cría de diez años que era, así que fue a partir de ahí que ya no pasábamos tanto tiempo como antes. Solo estaban los ocasionales saludos en la preparatoria y los «me gusta» en las publicaciones del otro.
Dave detiene el auto frente a un semáforo en rojo.
—Bueno... cuéntame, Mónica, ¿Qué hiciste en estas vacaciones? —pregunta, volviéndose hacia mí rápidamente.
Encogí los hombros.
—Nada tan interesante como para presumirlo. Ver una serie en Netflix, dormir hasta tarde, tratar de mejorar algún idioma, ayudar en los gastos de casa —digo con simpleza—. Nada de otro mundo, ¿Y tú?
El semáforo cambió a verde.
—Promete que no le dirás a nadie —me da una rápida mirada antes de volver a conducir—, tampoco que te reirás.
Asentí.
—Vale...
Dave suspira entre una sonrisa.
—Bueno... solo te diré que nunca juegues fútbol dentro de tu casa, o si no, terminarás con una piscina y viviendo con tus padres otra vez.
Mi instinto fue morder mi labio inferior para así no soltar la gran carcajada que brotaba de mi garganta.
—Prometiste no reírte.
—Sí... sí...
Mi promesa no duró demasiado.
En cuanto pude imaginarme la escena en mi cabeza, no pude evitar la gran carcajada que estaba reteniendo. Mis mejillas y estómago dolían por no parar de reír.
—¡Lo prometiste! —exclama Dave, no parecía tanto molesto, si no entre divertido y avergonzado.
—¡Lo siento, lo siento! —digo, calmando mi risa—. Pero guao, ¿Quién lo imaginaría? Dave Wyle, uno de los chicos más populares de la Hastings University Of Boston rompe la tubería de su casa jugando fútbol —cito con mi mejor voz de presentadora—. ¿Cómo diablos fue eso posible? —pregunto, limpiando las lágrimas que la risa había causado.
Él se encoge de hombros.
—No lo sé, pero pasó.
Minutos después de risas de mi parte y malas miradas divertidas por parte de Dave, aparcó su auto frente a mi casa.
—Hey, mañana, desayuno. Tú y yo.
—¿Disculpa? Eso suena más a una afirmación que a una invitación, ¿Cómo estás tan seguro de que aceptaré?
Vuelve a encogerse de hombros, relajado.
—Tengo un presentimento. Además, te mueres por salir conmigo, admitelo.
Meneé la cabeza por su egocentrismo. Era la misma broma de siempre, es algo tan viejo pero que nunca se cansa de usar.
—Vale, acepto ir a comer mañana, pero no por tus... extrañas razones. Si no porque...
—Estás loca por salir conmigo, Mónica, no lo niegues más —me guiña un ojo.
Me reí de su idiotez. Sí, aún estaba el Dave Wyle adolescentes he idiota.
—Dejaré que creas eso para no dañar tu ego —él se ríe.
Abrí la puerta de su auto, pero antes de salir, me volví a verlo.
—Ah, y, ¿Dave?
—¿Si?
—Cambia tus técnicas de seducción, el disco está un poco rayado —y salí de su auto, escuchando su risa.
Dentro de mi casa, noté el gran silencio que había. Reviso mi celular para ver qué tengo varias llamadas perdidas de mi hermano.
Llamada entrante de Miguel.
Lo primero que oigo al contestar es un montón de ruido, gritos y más.
Ay no, ¿A dónde lo llevó Luke?
—¡No me digas que estás en problemas, por favor! —alzo la voz para que me oiga.
—¡No, tranquila! —le oigo decir a mi hermano.
—¡¿Dónde están?!
—¡Luke compró entradas para el juego de los Red Sox hoy! ¡Estoy con papá también!
Genial, también secuestró a mi padre.
—¡¿Y cuándo vuelven?!
La respuesta que recibí fue un entrecortado:
—Quizá... no... tarde.
—¿Qué? Miguel, no entendí nada.
Solo lo escuchaba entrecortado.
—¿Miguel? —al no obtener respuesta, alejo mi celular de mi oído para ver la llamada.
Se había cortado.
—Genial, hermano.
Subí a mi habitación, dónde dejé el horario sobre el escritorio junto a la ventana. Me doy una larga y merecida ducha, aunque logré limpiar gran parte del smoothie de Dave, aún estaba pegajosa y me sentía muy incómoda. Quince minutos después, estaba vestida con un pantalón de mezclilla negro y una camiseta blanca de mangas largas. Iba bajando las escaleras mientras desenredaba mi cabello, hacía unos minutos que estaban tocando el timbre.
Y volvió a sonar.
—¡Ya voy! —grité al final de las escaleras, la persona afuera vuelve a tocar—. ¡Vale, un segundo!
Frente a la puerta, abro de malas maneras.
—¡He dicho que un segun... ¡¡AAAAHHH!! —me interrumpo para gritar de emoción—. ¿Pero qué diablos haces aquí? Pensé que vendrías el verano próximo.
—Oh, si quieres me voy —hace un amago de darse media vuelta.
—¡Te extrañé tanto, Amapola! —y sin más, abrazo a mi mejor amiga, que corresponde mi abrazo.
Amapola era mi mejor amiga desde que estamos en segundo grado, desde el momento en que le llené de arena el cabello mientras hacíamos fila para entrar a la orientación de cómo utilizar las computadoras que regalaron en la primaria, ese fue el día que consolidó mejor nuestra amistad. Nuestras madres se conocieron en la universidad y se hicieron inseparables, así como ella y yo.
Al separarnos de nuestros abrazo, Amapola entra a la casa.
—¿Cómo y por qué estás aquí? —pregunté, sentándome en el sofá individual a su lado derecho.
—Hey, si quieres me voy, estoy empezando a notar la mala onda.
Nos reímos.
—Es curiosidad, me conoces.
—Y yo te he dicho que tú curiosidad no te llevará a nada bueno.
—¿Viniste a visitarme o a sermonearme? —le di una mirada cansada.
Encoge los hombro sonriendo.
—Un poco de ambos, quizá —dijo—. Pero primero, ¿Cómo están tu papá y tu hermano?
Sonreí por su pregunta. Era algo común, sí, pero Amapola estuvo en los últimos meses dónde mi familia sufrió un golpe bajo que nos dejó afectados a todos.
—Están bien, cada día mejor —ella asintió—. Ahora están con el amigo de Miguel en el juego de los Red Sox.
Ella rueda los ojos sonriente.
—Aún siguen con eso del deporte, eh.
—Como no tienes idea —nos reímos—. Ahora dime, ¿Qué pasó en la universidad?
—Okey, señorita curiosa —pellizca mi mejilla, haciéndome arrugar la cara—. Solo te diré que nunca le juegues una broma al rector.
Abrí los ojos en sorpresa, ¿Escuché bien?
—¿Te han expulsado?
Estaba tan sorprendida con eso. Amapola podrá ser... bueno, loca, pero no creo que su locura pinte a tanto. Solía jugar alguna que otra broma en la preparatoria, pero nunca llegaron al límite de estar expulsada.
—Algo así, pero fue muy injusto, no tenían pruebas contra mí y aún así decidieron expulsarme. Pero el lado positivo es que estoy de vuelta.
—¿Y cuánto tiempo estarás aquí? —pregunto.
—Al menos dos semanas, tenemos tiempo para ponernos al día. No es lo mismo por mensajes.
Negué con la cabeza, eso era cierto.
Nos la pasamos hablando una media hora hasta que a mitad escucho la puerta principal abrirse y las voces de dos hombres comentando sobre curtyo juego an que fueron llevados.
—... y la atrapada de ese... ¿Amapola? —preguntó mi padre al ver a mi mejor amiga.
Ella le sonríe.
—Hola, señor Reynolds —se levanta para saludarlo con un abrazo. A mi hermano le da una sonrisa de labios cerrados—. Hola, Miguel.
—Hey —sonríe mi hermano.
—Sabes que puedes llamarme Diego, Amapola, así no me siento tan viejo —bromea mi padre—. ¿Como has estado? ¿Cómo están tus padres y tus hermanos?
Ella encoge los hombros.
—Supongo que bien, no he ido a casa aún.
—Bueno, le dejas mis saludos a tus padres —Amapola asintió—. Hoy es mi día de cocina, así que iré a preparar el almuerzo, ¿Te quedas a comer?
—Me encantaría, pero tengo que ir a casa antes de que se haga más tarde, para la próxima será.
Papá asintió comprendiendo, le sonríe a ella.
—Muy bien, a la próxima.
—Claro que sí.
—¿Miguel? —llama a mi hermano, que se había centrado en su celular—. ¿Me ayudas, hijo?
Guarda su celular en el bolsillo de su pantalón.
—Vale.
Y juntos se van hacia la cocina.
Volvimos a sentarnos en el sofá. Amapola me cuenta todo sobre la universidad de Nueva York, sobre los amigos que a hecho y los chicos que siempre la cortejan. En serio que había extrañado a mi mejor amiga, hablar por mensajes o videollamadas no es lo mismo como hablar en persona. Me alegra que haya vuelto, así sea por dos semanas, estando expulsada, pero me alegraba.
Antes de que el almuerzo estuviera listo, Amapola tuvo que irse, prometiendo que nos veríamos mañana en el parque para ponernos al tanto de otras cosas.
Luego de que mi amiga se fue, mi familia y yo nos sentamos en la mesa a almorzar. Papá tenía un buen gusto culinario, mi hermano estaba un poco más atrás de él. Ambos habíamos heredado un poco de ese buen cocinar que tenía nuestro padre, aunque Miguel lo empleaba mejor que yo.
Hubieron comentarios sobre el juego al que fueron hoy, risas por recordar la caída de Luke a la salida, también comenté lo que me pasó a mí y eso fue para más gracia de mi hermano. Era lindo verlo reírse con autenticidad después de los primeros meses en que mamá se fue, de lo triste que estuvo. Si lograba hacer reír a mi hermano, así sea con mis desgracias, no dudaría en hacerlo.
Lo que pasó con nuestra madre dejó un mal sabor en la familia Reynolds, fueron meses difíciles, y aún estamos en proceso de sanar.
Aunque mamá no esté con nosotros, era lindo estas risas, estos momentos, esas sonrisas, aún cuando ella no esté en el asiento frente a mí.
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Nota de la autora:
Y hasta aquí los capítulos de esta semana, ¿Qué tal? Yo insisto en que me siguen gustando.
Espero que a ustedes también.
Cómo dije antes, haría hincapié en muchas cosas, entre ellas lugares de la ciudad donde está ambientada esta novela. Investigar Boston es algo que estoy amando mucho, créanme, parezco rarita en Google maps viendo todos los lugares, se siente como si estuviera ahí, aunque claramente no lo estoy.
Si tienes dudas de como son los lugares, no duden en buscar en Google maps, les mostrará fotos hermosas de una de las ciudades más icónicas de Estados Unidos.
Un detallito antes de irme: la "Hastings University Of Boston" no es una universidad real, es algo que me inventé para complementar la novela, ¿Por qué no usé una universidad real? Porque tendría que investigar muchas más cosas, y aunque me gusta, no tendría tiempo. Es decir, ¿Se imaginan todo lo que lleva eso? Además de buscar entre todas las universidades de Boston, las carreras que imparte, descripciones del lugar entre tanto. Prefiero ahorrarme he inventarne algo propio, quizá tenga que imaginar más cosas, pero son ideas propias que no requieren de tanta investigación.
Nos leeremos la próxima semana por aquí y mañana con Loco Enamorado.
Besos y abrazos con relatos de tuberías rotas, llamadas de Miguel y gritos de emoción.
MJ.
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