Prólogo
La noche pasa y ella no llega. El crujir de las ramas me hacen girar la mirada a las dos sombras que se acercan discutiendo, esto ya no me gusta, para nada lo hace.
-¡Ya, suéltame!- espetó molesta, quitando la mano de Adriel de un empujón.
-¡Así que es eso!- me miró con tanto enojo que si con la mirada me pudiera matar ya lo hubiera hecho- vienes a ver a este estúpido- me señaló como un toro enfurecido.
-¡sí!, ¡¿Y qué?!- lo encaró con firmeza.
Me acerco cuando veo la mano de él levantarse entorno al rostro de Meg, la sostuve a tiempo justo antes de que se estampará contra su hermoso rostro. Retiró su mano en un instante de mi agarre.
-¡No me to...-antes de que pudiera decir algo la mano de Meg estampó contra su cara dejando los cinco dedos marcados, haciendo que se entonará hacia un lado.
-vuelve a intentar levantarme la mano otra vez, y créeme que tendrás que pajearte con la boca- advirtió con una sonrisa torcida en su rostro.
Se enderezó frotándose la mejilla mirándola directo a los ojos con un enojo que a cualquiera le hubiera helado la sangre, parece un auténtico psicópata.
-¡escúchame!- dió un paso hacia ella, pero yo la tomé de la mano colocándola detrás de mí- En el momento en que abandoné este lugar esto habrá acabado- amenazó ignorándome por completo
-Hazlo...¿Sabes qué?, si quieres te acompaño- salió detrás de mí encarándolo.
-Eres mía- la tomó del cuello y ella mordió su labio.
No quiero ver.
-Me encanta cuando me lo dices así a lo posesivo- dijo con una sonrisa, para mordiesquear su labio inferior.
Tomo aire, aprieto los puños cada lado de mi cuerpo para contenerme. Esto duele como nadie tiene idea.
La tomó de los muslos cargándola y ella lo rodeó con sus piernas, ví exactamente el momento en que estampó sus labios contra los de él en un beso tan jodidamente ardiente. Me giro volviendo hasta el árbol conteniendo la rabia, el nudo que se crea en mi garganta, las palabras atoradas en mi cabeza. Me coloco los audífonos con mi canción favorita sin prestar atención a su beso, o a lo que hacen. Cierro los ojos tratando de contener el dolor en el pecho, las ganas de romperle la cara a ese imbécil.
Sigo sin poder entender que como el puede gustar, que tiene que no lo pude dejar. Me pregunto constantemente que hice para merecer esto, por qué me trata como si me quisiera y al otro no. Soy un jodido juego para ella.
Qué tiene el que lo hace tan especial para ella.
Siento sus suaves y calidas manos acariciar mi rostro y quitarme los audífonos. Abro mis ojos encontrándome sus su rostro a escasos centímetros del mío, sus ojos grises oscuros me miran como con un brillo, pero en mi mente solo la veo besándose con él. La aparto sin cuidado y sus ojos se abrieron asombrados.
-¿Qué sucede, Edén?- se incorporó a mi lado por primera vez en tanto tiempo pronunciando mi nombre.
-nada, nunca es nada- susurro más para mí.
-¿Celoso?, no debes estarlo -aseguró tomándome la barbilla haciéndome que la mire.
-¡No!, ¡Ya basta!- quito su mano con cuidado de no hacerle daño, sintiendo el enojo en mis venas- estoy harto de todo...lo siento- me levanto tomando distancia de ella.
-yo también, pero me ves quejándome -soltó acercándose en lo que yo voy retrocediendo.
-¡¿De qué estás harta , Meg?!- me acerco a ella con tanto enojo que mi pecho sube y baja a una velocidad desenfrenada.
-de...- se detuvó- en fin... olvídalo no es importante- retrocedió alejándose de mí.
Eso me dolió más, me enojó tanto que creó que pudiera destrozar el árbol detrás de nosotros a base de patadas. Nunca es sincera conmigo y eso no me deja mas que decepción y dolor.
-Pues si tú no puedes ser sincera yo tampoco lo seré, no te amo, no me busques, no vengas a verme. Ya no estaré- le dí la espalda alejándome con dolor.
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