Capitulo 3: Un grupo muy colorido

Las cosas no salieron como esperaba. Realmente nunca le sale nada bien.

— ¡Lárgate! ¡Lárgate mounstro!

Hitomi grito mientras corría por el oscuro y frío bosque. La bestia o lo que sea lo estaba siguiendo, lanzando su enorme mazo contra el, derribando los árboles y dejando huecos gigantes de tierra.

— ¡Oye! ¡No te hice nada, maldito feo! — gritó el hermoso chico al esquivar por poco el golpe del mazo. — ¡No se trata así a la gente! ¡Por eso estás solo!

El extraño gigante verdoso simplemente sonrió sádicamente mientras lo perciguia. Para ser un humano, debía reconocer que tenía buena velocidad y reflejos, había esquivado sus ataques con una sorprendente destreza.

Y eso lo convertia en un aperitivo extremadamente codiciado.

— ¡Ah! ¡Maldición!

Hitomi había tropezado con unas raíces de un árbol, rodó hacia el sendero de la colina y se estrelló contra un tronco caído. Gimió adolorido, su vista estaba nublada y su mente no daba para más, sentía un entumecimiento horrible que no le dejaba moverse.
Escuchaba los pasos cada más vez cerca, cerro los ojos con dolor. Un fino hilo de sangre se derramó desde su nuca hasta su barbilla, goteando intensamente y dispersando (sin saberlo) su aroma.

Su cuerpo fue levantado por una gran mano. Hitomi se resigno a ser comido.

Permaneció inmóvil, con sus extremidades balanceándose adoloridas por el trato brusco.

Su final ya estaba cerca... El aliento de esa cosa apestaba a muerte, pero sobretodo a sangre. Ni siquiera podía lavarse la maldita boca.

Casi... Tan cerca...

— ¡Garras de acero!

Un desgarre. Comenzó a caer aún siendo sostenido por la mano de esa cosa. Espero el impacto, pero no llego. Había aterrizado en una zona cómoda, suave y bueno, extrañamente olía muy bien.

— Oye, señorito, ¿Chico? ¿Estás bien? — la voz era suave, masculina a decir verdad. Quería responder pero no podía. — Creo que se golpeó demasiado fuerte. Sango, necesitamos atender sus heridas.

— Entendido, su excelencia.

La voz de una mujer llamo su atención, seguido de sonidos extraños, gruñidos, explosiones y voces. Estaba ocurriendo algo increíble y el no podía verlo. Soltó un quejido al tocar el duro y frío pasto.

— Lo siento, pero no tenemos muchas opciones ahora. — la misma voz del hombre hablo desde su derecha, al parecer—  Shippo, trae las vendas. Estoy seguro que aún nos queda algo de lo que trajo la señorita Kagome.

No es religioso, pero maldita sea que rezaba no haberse encontrado con pervertidos o algo así. Y para colmo, tenían a una mujer llamada exactamente igual que Kagome, que espanto.

De un momento a otro, todo se volvió negro, pero no era el típico color, tenia la sensación de ser un color tan intenso y tan oscuro que le daba escalofríos mientras más lo veía. Movió su mirada buscando algo que logrará calmarlo.

Trato de caminar, de correr, de hablar o gritar, y nada le funcionaba.

"Oye... Hitomi."

Sintió un flechazo, su corazón latio como loco sin saber el por qué. Había alguien tras de el. Grandes manos, pálidas, con garras tan fijamente cortadas que parecían postizas, lo sostuvieron de la cintura. Suaves y largos mechones de cabello plateado rozaban su mejilla.

"Hitomi, te amo, te amo tanto. Me duele saber que "

Otra vez ese molesto latido. Por alguna razón su cuerpos escciono y... Comenzó a llorar, o al menos lo cree así puesto que su visión estaba borrosa y sentía algo parecido a las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

Las garras de aquellas manos se hundieron en su abdomen.

Dolió como el infierno, pero solo así
Hitomi abrió los ojos y al hacerlo su mente lo traicionó y olvidó aquel sueño. Aunque su corazón palpitante y desbocado decía una historia diferente. Maldita sea que estaba borroso todo.

— ¡Anciana Kaede, el niño se despertó!— Shippo exclamó ni bien escucho el ligero quejido en las mantas. Estuvo toda la noche cuidandolo.

La anciana dejo de limpiar las hierbas medicina y se acercó al chico aturdido, tocó la frente pálida y frunció el ceño. Observo al pequeño zorrito con preocupación.

— Necesito más agua y un poco de esa medicina que trajo Kagome.— La anciana suspiro quitando el palo húmedo de la frente del chico. Shippo obedeció y rápidamente fue por lo dicho. — Niño, ¿Cómo te sientes? ¿Puedes hablar?

Hitomi observo a la anciana con extrañeza, no entendía que había pasado. Tal vez fue un sueño, si tal vez eso era, estaba soñando.

—Aqui tiene, anciana Kaede.— Shippo le entrego un pequeño botiquín, Hitomi quedó mudo al ver al Kitsumi. — ¿Es normal que se vea así de pálido?

Cuando Shippo termino de hablar, Hitomi se desmayo por la impresión. No todos los días vez a un pequeño humano mitad zorro.

Su día no podía empeorar. Lo juraba con seguridad.

¿Qué mal había hecho como para que le sucediera eso?

— Y entonces solo se desmayo.

Shippo relato al pintoresco grupo del cual era parte. Habían llegado al amanecer, después de exterminar a los monstruos que aquel ogro había atraído al perseguir a Hitomi. Tardaron más de lo normal por lo fuertes que eran.

— Es algo extraño, nunca había visto a un chico tan... Lindo.— Miroku hizo su comentario con seriedad mirando de soslayo al inconsciente chico. — Propongo hacer una revisión exhaustiva.

Sango lo golpeó con su búmeran gigante. La anciana Kaede bebió de su té, observando a Hitomi e ignorando la pelea de Sango y Miroku.

— Es extraño, si. — La anciana comento ante el ruido, callando al grupo. — Nunca, en mis años de vida, he visto a un niño con tales características. Es demasiado hermoso y frágil, además su vestimenta... Me recuerda a la de Kagome.

Inuyasha escucho en silencio, por primera vez no había soltado comentarios mordaces, simplemente no tenía cabeza para hacerlo. Algo en aquel niño le revolvió el estómago, era incómodo. Por esa razón evitaba acercarse a el.

— ¿Será posible que sea del futuro? Si es así, más personas además de Kagome podrán pasar el pozo. No sé si considerarlo un peligro. — Shippo comento ante el silencio que se había formado.

— No seas ridículo, eso nunca sucederá pequeño mocoso llorón.— Inuyasha sonrió con sorna hacia Shippo quien salto ofendido hacia el. Iniciando una pelea verbal.

— Aún así pienso que lo prudente sería revisar si tiene más heridas, recuerden que la salud es lo más importante. — Miroku sonrió acercándose a Hitomi con las manos temblorosas y rostro serio.

— ¡Monje libidinoso! — Sango no tardó en golpearlo con su arma.

Y así comenzó otra pelea, una que Hitomi se estaba perdiendo al estar inconsciente.

Lo único que se podía destacar era el teléfono que vibraba con fuerza en su bolsillo. Extrañamente estaba recibiendo llamadas y mensajes de la familia Higurashi, quienes desesperados por encontrarlo no descansaron en tratar de contactarlo.

Vaya sorpresa.

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