Se7en
En esta ciudad no tienes nombre.
O eres parte de la gran masa de personas ordinarias que ellos ignoran,
O eres parte del problema que hay que eliminar.
Al menos en la segunda opción tu cara no se pierde entre miles de otras caras.
Eres tú mismo de alguna forma.
Quizás ese sea el delito después de todo.
Terrorista.
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Kansai, la ciudad de neón. O al menos es como yo la llamo. Suelo pensar en mi ciudad como un enorme granja hormiguera donde los hombres se echan su propia tierra encima.
Hoy es otro día en el que no salí de mi habitación. A veces me aterra lo que puede pasar en un inesperado giro de los acontecimientos. Desde el día en que abrí los ojos y me di cuenta de que hasta la manera en la que respiraba podía alterar drásticamente mi futuro, me sumí en una rutina automática que eventualmente se volvió parte de mí.
Desde mi departamento, en mi laptop, hago lo de todos los días: Leer noticias e intentar colarme en aquellos sitios web no autorizados. Hace días que la ciudad está tranquila, pero sabía que no lo estaría por mucho tiempo.
El adoctrinamiento riguroso es la manera más sencilla de conseguir opositores.
—Es inútil. A mi no me puedes engañar —le digo en voz alta a aquel programa de "Conejo y tiburón" que se reprodujo por quinta vez sin mi consentimiento.
Y como si me escuchara, una pestaña salta con un anuncio que estaba más cansada de ver todavía: La lista de los akudamas más buscados y el anuncio de la ejecución de asesino.
En serio no entendía por qué la ejecución de un criminal era motivo de fiesta. Ese desfile de terror de la policía me ponía los pelos de punta más que cualquier criminal.
Mi teléfono comienza a sonar en algún lugar de la habitación. ¿Contestar o no contestar? No pensé que esa acción trajera consecuencias contundentes para mí, después de todo era cuestión de atender una llamada solamente. Me decidí a hacerlo, así que busqué mi teléfono por toda la habitación. Cuando logro alcanzarlo, lo llevo a mi oído.
—Nova…¿Estás libre?
Si no fuera por que es mi amiga y sonaba preocupada, le habría dicho que no.
—Genial…este…se que no te hace mucha gracia salir pero…¿Puedes venir a la estación de policía de Kansai?
—¿Me vas a invitar a ver como le cortan la cabeza a ese tipo? —a pesar de que no podía verme, levanté una ceja —Paso. No soy una sanguinaria y pensaba que tú tampoco.
—N-no…este…
Brevemente me explicó qué era lo que le había pasado. Cuando acabó, confirmé la hora en el reloj de pared y me dirigí hacia mi armario poniendo el altavoz. Una llamada había desencadenado esto: Ahora tenía que vestirme e ir a la estación de Kansai. Sería algo rápido, me dije a mí misma, no tenía por qué desviarme de mi plan original. Aunque no es que tuviera un plan para empezar.
—A ver, a ver, cálmate —le dije —Te entiendo. No necesitas gritar tanto. Estaré ahí en media hora.
La oí suspirar al otro lado del teléfono.
—Gracias, Nova, no se qué haría sin ti.
Sonreí
—Ciertamente muchas cosas cambiarían. —le respondí y colgué el teléfono.
"Mi nombre es Yukimura Nova y soy una persona ordinaria" es lo que solía repetirme a mí misma una y otra vez. Es lo que debe repetirse todo el mundo en esta maldita ciudad al fin y al cabo.
Por eso la admiraba a ella. Era una optimista, una joya que brillaba entre toda la escoria, una verdadera sombra luminosa, si es que eso tenía sentido.
Las calles una vez más me parecieron un desfile de luces innecesario. Era irónico cómo yo era capaz de odiar y amar tanto al mismo tiempo a mi ciudad, una ciudad enferma de tanta justicia vacía. Aunque precisamente porque la amaba tanto, deseaba que reventara hasta los cimientos. Quizás así se libraría de las luces extremistas que discriminaban a las sombras.
En cada pantalla se mostraban la lista de Akudamas, cada calle estaba iluminada con los chillones letreros de neón. Algunas más que otras, por supuesto. Y pronto me di cuenta de que mientras más luces tuviera una calle, más sombras la transitaban.
Las luces atraen a las personas ordinarias con sombras ordinarias.
Reí ante mis propios pensamientos y me dirigí calle arriba, hacia la Estación de Policía, donde más iluminado estaba, dejando detrás de mí uno de los callejones sombríos.
—Pienso que debiste de haberle pagado con esa moneda, yo solo digo. —me encogí de hombros —Es por esto que siempre estás en problemas.
—¡De ninguna manera! ¡Ese dinero no es mío! —chilló.
Escuchamos como uno de los robots policía llamaba su nombre y ella dio un salto en el asiento.
—No te preocupes. Todo estará bien. —le di mi mejor sonrisa y ella caminó nerviosa hacia la ventanilla, dejándome sola.
A mi alrededor habían delincuentes de toda clase: Algunos miraban sus manos nerviosos, las sombras de esos eran casi imperceptibles y se escondían de la vista. Otros sólo esperaban con una mirada indiferente, al igual que sus sombras medianas y tranquilas. Algunos estaban de pie y caminaban por todo el salón, seguidos de unas largas sombras que se movían mucho, mientras que la mayoría se limitaban a estar sentados y fingir que eran lo peor de la sociedad. Curiosamente estos últimos en su mayoría tenían sombras de personas ordinarias.
Yo solo observaba lo que había. Al fin y al cabo la gente y sus sombras eran la única cosa que despertaba mi curiosidad.
Y nuevamente el cartel con los akudama apareció frente a mí. Desvié la vista de aquellas personas que ya me sabía de memoria, pero no pude volver a sumirme en mis pensamientos porque todas las pantallas del lugar adoptaron simultáneamente un color rojo y anunciaron en grandes letras: "Hoy, ejecución pública de Asesino".
—Que desagradable…
Sin darme tiempo a reaccionar, la ventana a mi lado se hizo pedazos y uno de los robot-policías cayó hecho trizas sobre mi cabeza. La vista se me nubló por unos segundos y tuve la impresión de que me desmayaría allí mismo.
—…estás…?
Cerré los ojos. Creo que me estaban hablando, pero no pude escuchar muy bien.
—¡Nova! ¡Abre los ojos!
Ella estaba sujetándome con una mano y echándome aire con la otra.
—Que mala suerte tengo, ¿verdad?
Vi como suspiraba aliviada y me ayudaba a ponerme de pie. Aún me dolía un poco la cabeza por el golpe.
Ahora definitivamente odiaba más a esas cosas.
—¿Que pasa ahí fuera? —nos acercamos a la ventana por donde había entrado el robot.
Un hombre gritaba justo en la entrada mientra se abría paso por un montón de robots que intentaban bloquearle el camino.
—Si me vuelve a pegar una cosa de esas… —dije entre dientes.
—¿Es un akudama? —señaló al hombre —¿Qué está haciendo en la estación de policía?
Nos quedamos un momento observando mientras más personas comenzaban a acercarse. ¿No se suponía que este era el lugar más seguro de Kansai?
Yo misma no tenía idea de qué pasaba. El golpe me había afectado más de lo que creí.
La ventana frente a nosotras se hizo trizas de un momento a otro.
—¡Cuidado! —me gritó y me tomó por el brazo a tiempo para evitar que más robots nos cayeran encima.
—M-mi cabeza… —susurré cuando golpeamos el suelo. —n-no te preocupes, estoy bien. —me puse de pie a duras penas y me sacudí el polvo.
Para ese entonces todas las personas (criminales o no) corrían desordenadamente hacia la salida. Humo salía de los robots averiados junto a nosotras.
—¿Qué demonios está pasando? —la mirada preocupada en sus ojos pronto fue reemplazada por una de curiosidad. Seguí con la vista el lugar hacia donde sus ojos apuntaban.
Un pequeño gato negro caminaba muy tranquilo entre todo el caos, ella no paraba de mirarlo y enseguida supe qué era lo que iba a hacer.
—¡Nova, mira! Es un gato.
—¡Ni se te ocurra! —grité para que mi voz se alzara por sobre todo el caos.
—¡Pero puede ser peligroso para él! —me dijo y sin esperar respuesta, me arrastró de la mano a perseguir al felino.
—¡Y también para nosotras! ¡Hay algo muy mal con tu orden de prioridades!
Ambas corrimos por todos los pasillos (e incluso sospecho que fuimos en círculos unas cuántas veces) mientras a nuestros oídos llegaban los sonidos apagados de muros rompiéndose y gritos. Ví de repente la cola peluda del animalito doblar por uno de los pasillos.
—¡Allí está! —le señalé. —tómalo rápido y vamos.
Ella asintió y me soltó para correr tras él. Pero yo me detuve en cuanto vi hacia dónde se dirigía.
—¡No, espera! ¡Ven acá!
Corrí lo más rápido que pude, pero ella no me escuchó.
—¡Te atrapé! —dijo en cuanto llegué a su lado —¡Cielos! ¡No puedes hacer eso! Hay akudama atacando este lugar y puede ser peligroso.
Me había metido en un montón de problemas a lo largo de mi vida. Y había tomado un millón de desiciones que me habían llevado por caminos de los que me arrepentía, y otras veces había hecho lo que me había dado la gana sin arrepentimiento ninguno. Pero en ese momento deseé haberme quedado en mi laptop aunque fuera viendo ese programa estúpido de "Conejo y tiburón". Con una palmada en el hombro logré captar la atención de mi amiga.
—De hecho… —señalé hacia delante.
Frente a nosotras estaban aquellos Akudama que había visto un millón de veces en las pantallas: Mensajero, Hacker, Doctora y Buscapleitos. Cada uno con una sombra que hacía aún más pesada su presencia. Pero no tuve tiempo para detallarlas, pues todos nos miraron. Sentí como si hubiésemos interrumpido algo.
—¿Quienes son éstas? —preguntó el Buscapleitos.
—No están en la lista de Akudamas —Hacker apartó la vista de la pantalla.
—¿Entonces son sólo personas normales? —dijo la doctora.
—Y-yo sólo estaba intentando atrapar a este gato…
A éste paso (y si ella seguía abriendo la boca) nos iban a carbonizar en menos de un pestañeo.
—¿Eh? ¿El tipo del takoyaki? —miró hacia el mensajero.
—¿Takoyaki? ¿El hombre de la moneda era un akudama? —le susurré.
—¿Eh? ¿Acaso esta linda chica es tu novia, mensajero? —preguntó la doctora.
Contuve la risa.
—¿¡Dejas que tu chica te acompañe!? —buscapleitos se echó a reir.
—¿Mensajero? ¿Akudama?
—¡No me digas que no lo sabías! —le grité —¡Su cara está literalmente en todos los carteles de la ciudad!
Había un límite para ser distraído y ella definitivamente se las arreglaba para sorprenderme cada día más. Me iba a responder cuando doctora nos interrumpió:
—¿Qué hay con la otra? Tampoco es un akudama…
—¿Q-qué hacemos…?—susurró nuevamente en mi oído. Tenía que pensar en algo rápido antes de que nos mataran.
Como si me leyera el pensamiento, Mensajero nos apuntó con su pistola.
—¡Vamos a matarlas! —exclamó Buscapleitos tronando sus músculos.
—Después de todo…mientras menos, mejor. —Hacker había apuntado sus drones hacia nosotras.
Tomé a mi amiga del brazo.
—No he diseccionado a un joven en años… —doctora sostenía un bisturí que se veía demasiado afilado para mi gusto.
La mira estaba puesta en nosotras y la suerte estaba echada. Lamenté una vez más haber salido de la comodidad de mi casa, pero hubiese sido peor dejar a mi amiga sola. ¿Si yo hubiese venido, ella estuviera en los mismos problemas? No. No era tiempo de pensar cosas como esa. Sacudí mi cabeza y la miré. Al parecer ambas habíamos tenido la misma idea. Nos miramos con complicidad antes de volver a dirigir la vista hacia ellos.
—Y-yo… soy estafadora.
—Y yo terrorista —la secundé, cruzándome de brazos.
No supe en un primer momento de dónde había salido esa mentira, ni por qué había dicho específicamente "terrorista". Aunque supongo que luego de demasiada información en la web profunda y mi propia aficción contribuyeron a que esa palabra saliera de mi boca con la velocidad de una bala. Sólo esperaba que no se les ocurriera poner mis habilidades a prueba.
—¿Estafadora? ¿Terrorista? —Hacker no se veía muy convencido.
—A-así es. No estoy en la lista de Akudamas porque me las arreglé para engañarlos. Y como ambas trabajamos juntas… —me miró con complicidad y yo asentí.
—Ya veo…le hiciste un favor, por supuesto. —dijo Hacker. —pero no debería ser posible que seas capaz de hacer eso.
—¡Eso es increíble! —gritó Buscapleitos
No podía creer que se habían tragado eso.
—Osea…que son más rivales que vinieron aquí por Asesino. —concluyó Doctora.
—¿¡Eh!?
—En efecto. —me apresuré a decir.
—¡Oye, eso es genial! ¡Sácame de la lista también!
—Unas habilidades para hackear superiores a las mías…interesante.
—N-no, esperen, yo me refería a…
Antes de que pudiera decir algo para ayudarla, Mensajero nos alertó de que el elevador frente a nosotras había comenzado a moverse a pesar de que nadie lo había llamado en esa planta.
—¡Mi hackeo está siendo anulado!
Ambas retrocedimos cuando el elevador se abrió, dejando ver un enorme autómata compuesto únicamente por, a falta de una palabra mejor, un ojo y muchas patas de metal. Era un artefacto de esos que se utilizan para "guardar el orden en Kansai". Y nunca había visto uno tan de cerca.
Aquella cosa comenzó a disparar hacia nosotras. Aún me encontraba desorientada por el golpe en la cabeza, por lo que no fui capaz de reaccionar a tiempo.
—¡Nova, ven!
Ella me arrastró hasta que subimos sobre el androide y, con el gato aún en brazos, se las arregló para sujetarme lo suficientemente fuerte.
Definitivamente mi estómago no aguantaría ésto por mucho tiempo.
El suelo se abrió bajo nosotros y entre tanto polvo pude ver a dónde habíamos llegado. Los demás akudama corrían delante de nosotras por entre los escombros de la prisión. Cerré los ojos y sentí que iba a desmayarme.
Pero justo cuando mi consciencia comenzaba a desfallecer, un nuevo golpe me trajo de vuelta a la realidad. Habíamos vuelto a caer un nivel más profundo y justo unos segundos antes de que la guillotina atravesara el pescuezo de Asesino.
Lo observé unos segundos hasta que se me nubló la vista nuevamente: Estaba muy tranquilo, probablemente por la camisa de fuerza que llevaba puesta.
Ambas caímos del robot donde nos habíamos mantenido seguras y sentí un doloroso tirón en mi cabeza. La migraña se esparció rápidamente por mi cráneo.
—¡N-Nova!
—Estoy…b-
No tuve tiempo a contestarle, pues el robot pasó sobre nosotras. Nos arrastramos hacia una zona segura un poco más lejos.
—Resiste, Nova.
—¡Ah! ¡Por esto son cien millones! —un grito desagradable se abrió paso por mi cráneo como una sinfonía de uñas sobre una pizarra.
Me escondí detrás de mi amiga. Quien hablaba era un tipo de cabello ridículo, cuya sombra se retorcía y arrastraba como un gusano. Me dio un poco de asco.
—¿Quien rayos eres?
—¡Sólo soy un matón que cumple cuatro años, no quiero morir! —chilló el tipo.
No pude resistir más su voz y grité:
—¡Haz silencio!
—¡Ah! Nova, no hables. Estás débil…
Una nueva ola de explosivos hizo que la gran pantalla que coronaba el centro de aquel estadio clandestino se desprendiera de su posición, cayendo justo encima de donde se supone debía estar Asesino.
"Bueno…creo que ya está muerto"
—¡Esto es malo! ¡Esto es realmente malo! —volvió a hablar el tipo molesto a mi lado.
—¡Eres un akudama, contrólate!
Agradecí que el próximo pedazo de escoria que fue lanzado al aire cayera justo delante de él. Sentí como las manos de mi amiga me abrazaban para protegerme del polvo.
Los sonidos metálicos me indicaban que no se había terminado aún. Aquella cosa se dirigía a un punto muy específico. Cuando forcé la vista me di cuenta: Estaba apuntando hacia Mensajero.
—L-lo va a matar… —le susurré y ella enterró la cabeza en mi hombro.
—Lo lamento.
Cuando despierto cada día no puedo dejar de pensar en que todo lo que hago puede cambiar mi futuro. Eso no es aterrador, porque yo controlo mis acciones. Pero cuando pienso en que también lo que hacen los demás influyen en mi destino, comienzo a odiar a todos a mi alrededor. No deseo que mi suerte se decida por las acciones de los demás.
Quizás por eso me alejé del mundo en primer lugar...
Y la única persona que mantuve a mi lado cambió el curso de mi propia vida solamente con proponerse devolver una moneda. Quizás yo podría también cambiar un par de acontecimientos.
—Cada decisión…cuenta. —le dije, y coloqué en su mano la moneda de quinientos yenes cuya historia ya conocía. —Puedes vivir a la sombra de no haber hecho nada…o puedes…
Ella se quedó inmóvil por un momento.
—Debo… Regresarle su dinero.
Esa fue la primera vez que percibí su sombra como algo extraordinario.
Me dejó rápidamente en el suelo y comenzó a gritarle al robot para llamar su atención. A pesar de que la situación no estaba para bromas, no pude evitar soltar una carcajada cuando vi que el objetivo nuevo de aquel gigantesco cañón era el matón que tanto me molestaba.
Y gracias a eso, al parecer Mensajero pudo liberar su motocicleta de los escombros y lanzar un disparo certero hacia el "ojo" del androide.
—Un disparo en el ojo…clásico. —susurré.
Para mi buena suerte, todo quedó en silencio. Mensajero había destruido aquella cosa y aterrizado justo frente a nosotras.
—No te agradeceré. —dijo sin mirar
Me puse de pie como pude.
—¿Ah, ya se acabó? —al parecer buscapleitos disfrutaba dañando los oídos de los demás.
—Nada es más aburrido que una pelea. —dijo Hacker mientras descendía de pie en uno de sus drones.
Concuerdo. Sobre todo esas que son en las profundidades del Departamento de Ejecución y que pueden acabar con tu vida. Aburridísimo.
—¿Asesino no está muerto, no? —preguntó doctora
—Le acaban de caer unas cuantas toneladas encima. Claro que puede estar vivo luego de una explosión de ese tamaño. —ironicé.
—Como se esperaba de alguien como Terrorista, puede calcular a simple vista los daños de una explosión. —El entusiasmo de buscapleitos no se hizo esperar.
Agradecí a mis días enteros curioseando la web sumado a la aparente ingenuidad de estas personas que me habían hecho parecer una terrorista competente.
—¡Malditos Akudama! —una voz se alzó desde las profundidades de los escombros y un hombre trajeado de aspecto bastante desagradable cojeó hacia nosotros. —¡Jamás obtendrán a Asesino! Me aseguraré de que sea ejecutado…¡y entonces me encargaré del resto de ustedes! ¡Se lo merecen! ¡Son basuras de la socied-!
Creo que en mi vida jamás había escuchado nada más desagradable que eso: El sonido del cuchillo cortando la carne de un ser humano. Pero lo que vi luego de eso me hizo retroceder hasta quedar detrás de mi amiga.
Contra todo pronóstico, Asesino no sólo había sobrevivido a la explosión, sino que también se las había arreglado para deshacerse de la camisa de fuerza que lo envolvía completamente. ¿Qué clase de ser humano era ese?
El cuerpo cayó al suelo con un ruido seco que fue opacado por la voz de aquel hombre de cabellos blancos:
—Si lograste atraparme… —dijo con una calma que me heló la sangre. —Entonces debiste de haberme matado.
Se retiró la máscara que cubría su rostro y tragué saliva. ¡Esos ojos no eran los de un ser humano en absoluto! Había visto muchos rostros antes, literalmente hacía menos de veinticuatro horas había estado en una habitación repleta de criminales e incluso estado a menos de diez metros de los Akudamas más peligrosos, pero ninguno me había provocado tanto temor como el hombre que tenía delante de mí.
El miedo es una respuesta primitiva. Una que no controlamos. Entonces, a nivel subconsciente, ¿Qué era lo que temía de ese hombre? Quizás las sombras que arrastraba consigo, aquellos cientos de personas que habían muerto en sus manos y el hecho de que esa mirada…lo que más me inquietaba de ella era que no era una mirada arrepentida. No estaba corrupta de horrores indescriptibles sino que se mantenía pura…tan pura como la de un niño.
—Asesino… —susurré a mi amiga y no reconocí mi propia voz temblorosa —Con un total de novecientos sesenta y siete años de sentencia...
Mensajero se acercó sin ningún temor en sus ojos y le entregó un maletín a Asesino, que lo recibió con una sonrisa.
—¡Ah! ¡Increíble! Justo como dijeron… —si su voz antes me había dado miedo, ahora que había adquirido un tono juguetón me resultaba aún más inquietante.
Mi amiga me sintió temblar y me tomó de la mano.
—Calma, Nova —susurró —N-no creo que sea tan malo.
Ni ella misma estaba convencida de lo que decía. Iba a responderle, pero un ligero roce en mi cuello, seguido de un sonido metálico cerrándose alrededor de mi garganta, me impidieron moverme. Permanecí quieta hasta que me di cuenta de lo que había pasado. Ese tipo se las había arreglado para escabullirse detrás de cada uno de nosotros en menos de un segundo y colocarnos…¿Algo?
—¿Qué rayos es ésto? —preguntó Buscapleitos tocando su propio collar metálico.
La respuesta llegó a mí de la nada y mi voz se alzó, interrumpiendo a Asesino:
—Una bomba.
Mi amiga me miró incrédula y sentí los ojos de aquel monstruo mirarme también. No me atreví a levantar la vista. Y me avergüenzo de admitir que si se me hubiese acercado, saldría corriendo en ese momento.
—¿No es tan malo? —le susuré a mi amiga—Es horrible.
A nuestro lado, el único guardia de seguridad que quedaba con vida comenzó a retorcerse cuando vio que también llevaba una bomba encima. Su cabeza volando por los aires y la sangre saliendo de él, fueron dos razones bastante convincentes para no intentar forzar los collares.
Asesino se volteó sonriendo alegremente hacia el nuevo cadáver.
—¡Ah! ¡Es una fuente roja! —dijo con un entusiasmo aterrador.
Tragué saliva.
—Ya…
—¡Oye! ¡Explícate de una vez! —exclamó Buscapleitos.
—Yo tampoco se nada. —canturreó Asesino y se encogió de hombros.
—P-por favor, deben ayudarnos. Nosotras somos sólo personas ordina-
Tapé su boca antes de que pudiera decir algo más. Por suerte nadie le había prestado atención, porque el gato negro que tenía en brazos hasta entonces se había subido a su cabeza y había lanzado un agudo maullido.
Pero lo que pasó luego fue lo más sorprendente. Aquel animalito que tanto había alterado nuestros destinos, para mi sorpresa, comenzó a hablar como si se tratase de un ser humano:
—Parece que todos están aquí.
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Hola, hola! Primer capítulo. IrChanfor espero que te haya gustado como ha quedado.
Yukimura Nova (terrorista) es uno de mis OC de Akudama Drive que ya he utilizado antes, e iré develando su personalidad poco a poco.
Otra cosa: Las "habilidades" de Terrorista incluyen (pero no se limitan a) el trabajo con bombas y su fabricación, conocimiento acerca de material explosivo, así como su comercialización, contrabando y uso indebido. Tambien le confiere cierto margen de maniobra con las armas de fuego. Por ahora ella no tiene ni pepinera idea de cómo hacer nada de eso, pero llegará el momento en que sí pueda.
Este fanfic lleva un año y medio publicado, y decidí hacerle algunos cambios y terminarlo, porque no estaba en mis planes (lo confieso) xD
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