Capítulo 0 - Prólogo

Miré mi reloj, 6:30 de la mañana, aunque debería haberlo supuesto, el Sol ya está apunto de salir.

- ¡Bien, hora del desayuno! - Afirmé animado continuando con el trote que llevaba desde hacía unos pocos minutos, pero esta vez en dirección a mi casa. Y es que, como cada día, me había levantado de madrugada para salir a correr. Después de todo no se tiene un cuerpo entrenado y fornido como el mío sin hacer ejercicio. Además de que es bastante necesario si quiero poder seguir ayudando como se debe en el dojo de mi padre.

- ¡Bienvenido, Leo! - Me saludó mi madre afectivamente nada más poner un pie en mi casa - El desayuno ya está listo, he preparado bastante tal y como te gusta - Sonreí ante la afirmación.

- Genial, pensé que me iba a morir de hambre mientras corría~ - Bromeé siguiéndola hacia la cocina. Nada más llegar vi mi lado de la mesa totalmente lleno de platos de comida que me dispuse a devorar rápidamente nada más me senté.

- Calma, calma o acabarás atragantándote - Decía ella en tono divertido mientras me veía comer - Pobre de la chica que tenga que alimentarte en un futuro. No le va a dar la vida para conseguir tanta comida - Comentó entre risas.

- Es el precio por estar con alguien tan genial como yo~ - Bromeé con una sonrisa arrogante, apoyando mi cara sobre mi mano.

- Hablando de hombres geniales, tu padre está en el dojo. A esta hora estará meditando justo antes de vuestra primera clase del día.

- Ahora que lo dices, tengo que decirle a Martin que debe separar un poco más las piernas si quiere conservar el equilibrio y aumentar la fuerza - Mencioné recordando la postura que había tomado el chico durante el entrenamiento del día anterior.

- Siempre tan pendiente de todo. Seguro que por eso tu padre accedió a que por fin este año empezaras a enseñar a los nuevos alumnos.

- Pues claro, por algo soy el mejor de todo el dojo y su futuro heredero - Afirmé seguro de mis habilidades en las artes marciales. Después de todo las había practicado desde que tenía memoria.

- Aun así esa chica logró derrotarte un par de veces~ - Comentó mi madre burlándose.

- Solo la dejé ganar - Bufé regresando a mi comida algo molesto. No porque alguna vez me hubiera ganado, yo también lo había hecho, pero el que de la nada cortara todo contacto conmigo y se fuera, junto a que mis padres no dejaban de nombrarla me molestaba - ¡He terminado! - Avisé dejando los palillos a un lado y levantándome - Iré a ayudar a padre.

- ¡Mucha suerte en el entrenamiento de hoy, pásatelo bien! - Se despidió al verme salir corriendo hacia el pasillo.

- ¡No la necesito, soy el mejor! - Contesté apurando el paso hasta llegar a la puerta del dojo, donde me detuve por un instante antes de abrir la puerta - Maestro, estoy de regreso - Saludé a mi padre haciendo una reverencia.

- Hm... - Murmuró sin prestarme demasiada atención, aún meditando.

Acaté la orden silenciosa y comencé a colocar todo lo necesario para los ejercicios que explicaríamos posteriormente.

- Leo - Me llamó un rato después.

- ¿Pasa algo, maestro? - Pregunté acercándome a él.

- Siéntate - Ordenó y yo acepté esperando a que continuara hablando - Tu entrenamiento se ha atascado.

- ¿Eh? - Pregunté sin entender.

- Eres bueno viendo los fallos de otros y cómo pueden mejorar, pero no puedes aplicártelo a ti mismo.

- ¡Pero...! - Intenté decir algo, pero no me dejó.

- Tu técnica mejoró bastante cuando empezaste a entrenar con aquella amiga tuya, pero, tras su partida, no has avanzado nada. Creí que te sentirías dolido, por eso dejé que empezaras a enseñar. Tonto de mí al pensar que eso haría que recobraras el fervor de aquel entonces. Es por eso que te quito la autoridad para enseñar en este lugar.

- Padre, eso no... - Traté de hablar, cada vez me encontraba más y más estupefacto ¿Acaso era una especie de broma?

- Este es mi dojo y yo soy tu maestro. Si te digo que aún no estás listo para enseñar nuestro arte es que no lo estás. Ahora sal de aquí, los alumnos están a punto de llegar.

- Tú... - Apreté mis puños, la frustración y la rabia comenzaba a invadirme - ¡Si eso es lo que quieres me iré, estúpido padre! - Grité furioso levantándome. Esperaba una disculpa, algo de arrepentimiento en su mirada, pero lo único que recibí fue una dura mirada. No me quedó de otra que largarme de allí cerrando de un portazo.

- ¿Ocurre algo, hijo? - Mi madre se encontraba limpiando el patio. Me mordí el labio, sabía que ella no tenía nada que ver, no quería gritarle.

- ¡Me voy a entrenar a mi cuarto! - Respondí con molestia en mi voz, saliendo de allí.

Nada más pude encerrarme en mi zona de confort, golpeé la pared con fuerza sintiendo algo de dolor en mi mano.

- Dana, esto. Dana, lo otro ¿Tan difícil es alabarme a mí por una vez? ¡Yo soy su hijo! - Me quejé a la nada y justo en ese momento recordé una cosa. Hacía unos años ella me había regalado una Nintendo, no la había usado desde que se fue, pero ahora mismo tenía ganas de romperla. Y con esa idea en mente me dirigí al lugar donde la escondía para que mi padre no la encontrara, dispuesto a acabar con ella, pero... algo me hizo detenerme. Ella no tenía la culpa, era mía por no conseguir mejorar por mí mismo. Suspiré encendiendo el aparato. Lo que tenía dentro era un juego de Pokémon, su favorito. Lo inicié, quizá derrotando a algunos de los Altos Mandos mi rabia disminuiría.

Lo que no me esperaba es que la consola fuera a romperse justo antes de poder empezar a combatir. La tiré contra mi escritorio.

- Estúpida, Nint... - De la nada empecé a sentir como mis fuerzas abandonaban mi cuerpo por completo y todo a mi al rededor se apagaba hasta ser totalmente negro.

Como cada mañana me encontraba leyendo un libro de terror, concretamente El Resplandor de Stephen King, no es como si fuera la primera vez que lo leía, pero ese libro era una de las mejores opciones que tenía para empezar mi día.

- Igualmente quizá debería pasar por alguna librería y comprar otro - Me sugerí a mi mismo quitando la vista de mi lectura momentáneamente para que mi atención se centrara en la estantería a mi izquierda. Tenía muchos libros, sí, quizá demasiados, pero me los había leído todos tantas veces que ya empezaban a perder la gracia - Está bien, es hora de salir a dar un paseo - Concluí dejando el libro sobre la cama y dirigiéndome hacia el armario para cambiarme.

- Listo - Afirmé al terminar, mirándome en el espejo - Debería ir donde los tíos, siempre me hacen algo de descuento - Dije hablando conmigo mismo y cogiendo las llaves antes de salir.

- Buenos días, Adan - Me saludó amablemente una vecina.

- Bu-Buenos días... - Murmuré en respuesta, saludando con la cabeza, antes de seguir mi camino. No pude volver a respirar totalmente tranquilo hasta que escuché como la puerta de la señora se cerraba.

Un año después de haberme mudado solo a este edificio seguía sin acostumbrarme a tanta amabilidad y gente. Supongo que por esas cosas mi familia siempre me ha dicho que soy un antisocial. No obstante, no es eso, bueno no del todo, solo es que me cuesta hablar con desconocidos. Hasta he llegado a tener amigos, únicamente unos dos o tres con los que ya no hablo. Quizá sea peor para estas cosas de lo que pensaba...

- Suerte que, al menos, tengo mis libros - Intenté animarme a mí mismo luego de suspirar profundamente, entrando a una pequeña tienda.

- ¿De nuevo con esa cara de seriedad, Adan? - Me preguntó mi tía al verme, mientras colocaba algunos libros en el mostrador - Así nunca tendrás novia - Me reprochó levemente a lo que no pude evitar sonrojarme y... recordar levemente la imagen de una chica de cabello verde llegó a mi mente.

- Vengo a-a comprar libros - Intenté desviar el tema, tratando de no sonar nervioso.

- Solo vienes a visitarnos por eso - Comentó con un suspiro, señalando hacia los libros que tenía en la estantería a su lado y comencé a tomar algunos para revisarlos con más calma - ¿Y? ¿Estás comiendo bien? - Me preguntó haciendo que me dejara detuviera mi mano a punto de coger el siguiente libro para mirarla.

- Ah... Sí - Le respondí medio distraído, volviendo a lo que hacía. Aunque en el fondo era una pequeña mentira, pero no le iba a confesar que había estado alimentándome a base de dulces.

- Siempre tan seco... - La escuché quejarse - Aunque con los libros eres totalmente distinto, no dejas de sonreír cada vez que los lees.

- ¿Hago eso? - Pregunté mirándola.

- Al parecer solo inconscientemente - Contestó con una pequeña risa al notar que mi semblante había vuelto a ser el de siempre.

- Me llevo este - Cambié de tema entregándole el libro que quería.

- Puedes llevártelo.

- ¿Gratis? ¿En serio?

- Sí, están descatalogados. Pensaba donarlos a la caridad.

- ¡Gracias! - Exclamé emocionado.

- Ahí está de nuevo esa cara de felicidad. Si sonrieras más a menudo conseguirías novia en seguida~ - Señaló con algo de burla.

- E-Em... - Me avergoncé un poco ante su comentario, así que intenté recuperar la calma - Tengo que ir-irme... - Dije, después de todo una retirada a tiempo siempre es un buen plan.

- Está bien, disfruta del libro - Aceptó despidiéndose y caminé hacia la puerta - ¡No comas solo dulces o tendré que ir a quitártelos todos y acuérdate de traerle tu vieja Nintendo a tu prima, lleva días pidiéndomela! - Exclamó, lo que hizo que saliera directamente.

- Es cierto... Había olvidado que le prometí regalársela... - Recordé distraído en mis pensamientos. No es que me hiciera total ilusión, pero sabía que no la iba a usar, así que prefiero dársela. Con eso en mente o quizá por el peligro que corrían mis pasteles me apresuré a volver a casa.

- He vuelto - Saludé a la nada al abrir la puerta al llegar. Sé que nadie me iba a responder, aunque ojalá un fantasma lo hiciera, pero ya era una costumbre que había obtenido de vivir con mis padres. Dejé las llaves en su sitio e inmediatamente me encaminé hacia una de las estanterías de mi cuarto donde sabía que se encontraba la consola.

- Tiene algo de polvo - Observé soplándola para intentar que desapareciera - Quizá ya ni enciende - Dije soltando la probabilidad de que fuera verdad - ¿Pokémon Amarillo? Es verdad es lo último que había jugado antes de abandonarla - Recordé mientras me sentaba en la cama - Me pregunto qué equipo tenía. Recuerdo un Gengar y el Pikachu que te dan inicialmente - Mientras hablaba conmigo mismo inicié el juego para a continuación hacer lo mismo con la partida - Había olvidado que tenía tantos Pokémon fuertes - Sonreí un poco al verlos. Ahora que lo recordaba nunca me había pasado La Liga, lo intenté una vez, pero me derrotaron y preferí dejarlo por como estaba toda la situación en ese momento - Ya que lo voy a regalar, debería acabármelo - Me sugerí a mí mismo haciendo que mi personaje volara hacia el lugar y entrara al edificio.

Todo iba bien, hasta hablé con la recepcionista que me recordaba las normas. Pero justo cuando mi personaje iba a pasar a la sala, la consola se apagó. Intenté volver a encenderla, una y otra vez, pero nada.

- La tía me va a matar... - Susurré desesperado, aunque, más que en ella, mi mente no paraba de pensar en la cara de mi mejor amiga del instituto si supiera que había roto la consola que me ayudó a comprar - Mañana la llamaré para disculp... - De repente empecé a sentir un pitido en mis oídos y un fuerte mareo, lo que provocó acabara tumbado sobre la cama. Lo último que recuerdo fue escuchar el sonido de aviso de que una nueva notificación había llegado a mi teléfono.

El leve ruido que entraba desde los pájaros de fuera iba despertando mis sentidos poco a poco, todo hasta que escuché un sonido metálico caer contra mi techo.

- Otra vez no... Es demasiado temprano... - Me quejé mirando la hora que marcaba el teléfono a mi lado, las 9:23. Sin embargo, al empezar a escuchar los gritos de mi vecina de arriba, no me quedó de otra que cubrirme que mantenerme despierto, tampoco es como si su nueva discusión con su marido me fuera dejar volver a descansar. Así que ya que estaba, escuché atentamente los gritos, en el fondo tenía algo de curiosidad por saber qué había pasado esta vez.

Una hora después, cuando ya todo estaba algo más calmado y había descubierto que mi vecino había llegado de nuevo borracho a casa sin dar señales de vida hasta a saber qué horas de la madrugada, decidí levantarme e iniciar mi día. Aunque... No es como si tuviera mucho que hacer. A decir verdad, sí era estudiante universitario de primer año, pero hoy es sábado así que tenía intención de tomármelo libre y relajarme. Aun así decidí vestirme para quitarme los restos de somnolencia de encima. Al acabar me miré al espejo haciendo pose.

Si ella ahora mismo me viera así seguro se burlaría comentando si vuelvo a ser un chuunibyou, así que volví a mi posición normal antes de que alguien me viera así.

- Bien, iré a jugar a algo - Me dije a mi mismo o esa era mi idea, sin embargo, el escuchar a mi madre gritar un "Stark" caminando hacia mi habitación indicaba que me llamaba para hacer a saber qué.

- Odio pasar la aspiradora... - Murmuré entre dientes saliendo de mi habitación para ir a buscar el aparato, luego de escuchar su petición o más bien orden. El único consuelo que me quedaba era que cuanto antes acabara con eso, antes podría encender mi pc.

Empecé por aspirar la sala, luego la cocina y de nuevo volví a mi habitación. Estaba tranquilamente escuchando el Opening de Tokyo Revengers cuando de repente la máquina chocó contra algo grande que había bajo mi cama.

- ¿Pero qué...? - Me sorprendí y apagué la aspiradora para agacharme a comprobar que había allí debajo. Lo que encontré fue una gran caja de cartón que procedí a sacar para comprobar su contenido. Una vez la tuve delante y pude ver lo que dentro se encontraban viejas consolas que había ido coleccionando recordé las palabras que hacía unos días me había dicho mi madre sobre que iba a meter mis maquinitas en una caja no sé donde - Así que aquí estaban - Pensé en voz alta con una sonrisa inconsciente observando detalladamente cada una de las cosas que allí se encontraban a la vez que me invadían los recuerdos.

De un momento a otro pude encontrar mi Nintendo en el fondo de la caja y, por alguna razón, la curiosidad por encenderla y ver a qué había jugado la última vez que la utilicé me invadió por completo.

- Cierto - Susurré una vez la encendí y pude ver la imagen de un Pokémon legendario alzándose en la parte superior de la pantalla - Ahora que lo recuerdo, ella solía jugar bastante a este juego - Me reí al recordarlo, no era nada común encontrar a fanáticas de Pokémon como Aika y sus amigas, después de todo hasta habían formado un Club durante la secundaria - Me pregunto cómo estarán todas... - Me pregunté mientras mi dedo le daba al botón de entrar al juego, como si inconscientemente creyera que de esa forma volvería a cruzar las puertas de ese Club para hacer una visita a sus integrantes como hasta el año pasado solía hacer.

Ya centrándome un poco más en la pantalla, mi personaje se encontraba a las puertas de la Liga Pokémon, ahora que me paraba a pensar nunca había querido pasármelo luego de habernos separado. Quizá... ¿Para así mantener intactos esos recuerdos? La pregunta se quedó grabada en mi mente dando vueltas en busca de saber si debería o no dar el paso y terminar con lo que una vez me habían hecho empezar, cerrando así del todo ese capítulo de mi vida.

- Ya ha pasado un año... - Comencé a decir girando mi cabeza hacia la ventana a un lado de mi habitación - Y... No parece que ninguna vaya a volver - Inconscientemente tomé aire y cerré los ojos para volver a girar mi cabeza hacia la Nintendo antes de apretar el botón que hacía que el personaje entrara dentro del edificio. Cuando abrí los ojos esperé ver el interior del lugar, pero solo pude encontrarme con una pantalla en negro - Que raro... Quizá después de tantos años necesita un reinicio - Me sugerí a mi mismo intentando apagar y encender la consola unas cuantas veces, pero sin resultado - La batería - Me dije a mi mismo tratando de no perder la calma mientras comenzaba a revisar de nuevo la caja en búsqueda del cargador.

Una vez di con él enchufé rápidamente la consola a la corriente y traté de encenderla de nuevo, esta vez consiguiéndolo. Suspiré aliviado al ver que no se había roto e inicié de nuevo el juego. Lo que no me esperaba era que me recibiera una pantalla en negro con un claro mensaje:

Los datos de su partida han sufrido graves daños.

Podrá seguir jugando creando una nueva partida. En la que solo podrá jugar sin poder guardar.

Si tiene alguna duda o para más información consulte el manual.

Me dejé caer sobre la cama, desanimado. Había sido un idiota, si mi curiosidad no me hubiera ganado todo hubiera seguido igual que como hacía un año, pero ahora... Volví a leer el mensaje suspirando. Todo lo que había aprendido y conseguido gracias a ellas lo había perdido en un mísero instante.

- Lo siento... - Me disculpé como si sirviera de algo o pudieran escucharme y procedí a apagar la Nintendo, de nada servía volver a empezar si no tenía con quien compartir esa experiencia - Será mejor que siga limpiando antes de que me echen la bronca - Me dije a mí mismo tratando de animarme a la vez que me levantaba. Lo que no me esperaba era que mi visión junto con mi equilibrio empezaran a fallar - ¿Qu...? - ¿Acaso me había levantado muy rápido o algo? Nunca lo descubrí, solo sé que instantes más tarde pude notar el dolor de mi cuerpo al caer contra el suelo antes de perder la consciencia.

Me acerqué al banquillo a tomar un poco de agua, estábamos en el descanso de un partido contra un equipo de otro instituto, aún así llevábamos dos goles de ventaja.

- ¡Bien hecho Cristhian! - El capitán se acercó a mí felizmente, dándome una palmada en la espalda - Esos chutes, da igual de donde llegue el balón, siempre consigues meter gol ¡Increíble, sin duda! - Me halagó con una sonrisa.

- ¡Yo solo marco goles, vosotros sois los que más os esforzáis defendiendo y obteniendo el balón! - Exclamé emocionado.

- Jeje~ ¡Eso déjanoslo a nosotros! - Afirmó aumentando su sonrisa - ¡Chicos, venid aquí, tenemos que hablar sobre la segunda parte! - Avisó.

Unos pocos minutos de debatiendo estrategias después, el partido prosiguió con normalidad, consiguieron marcarnos un gol más, pero por cada uno que metían yo anotaba dos puntos más a nuestro favor. Finalmente, tal y como todos esperábamos, acabamos ganando, por lo que regresamos a los vestuarios celebrándolo.

- Buen trabajo a todos, si seguimos trabajando así de bien podremos llegar a las nacionales con facilidad - Nos dijo nuestro capitán aún sin cambiarse la camisa y todos empezamos a gritar emocionados por la idea - Gracias a todos por vuestro esfuerzo, nos vemos mañana en el instituto - Agradeció al ver como varios ya habíamos terminado de cambiarnos y nos disponíamos a irnos.

Tras eso salí con tranquilidad, poniéndome los cascos y poniendo algo de música en mi teléfono, mi casa quedaba algo lejos por lo que aún tendría que llegar a la estación y tomar el tren de vuelta.

- ¡Bien, correré para poder llegar a coger el siguiente tren! - Me propuse a mí mismo con intención de salir a toda velocidad, pero me pareció escuchar mi nombre a la lejanía, así que me giré hacia el lugar de donde provenía la voz.

- ¿Capitán? - Le reconocí inmediatamente y vi como corría hacia mí con un táper en las manos.

- Menos mal, te he alcanzado a tiempo - Suspiró aliviado al llegar a mi lado.

- ¿Pasa algo?

- ¡Se me olvidaba darte esto! - Respondió entregándome el envase - Sé que siempre corres hasta la estación luego de cada entrenamiento así que te he preparado una de mis combinaciones anti-cansancio que mejoran la circulación sanguínea - Me explicó, haciendo que me sintiera agradecido y curioso, por lo que decidí abrir su regalo y probar su contenido.

- ¡Puag! ¡Sabe horrible! - Me quejé debido al mal sabor - ¿Qué lleva, ajo? - Pregunté aún asqueado, aún después de tragármelo se me había quedado el sabor en la lengua.

- Entre otras cosas - Respondió - Quizá debería disminuir la cantidad de jengibre y cambiar el ajo por algo de chile - Comenzó a hablar consigo mismo, me estaban dando nauseas de solo pensarlo - ¡Igualmente, cómetelo en el tren, te ayudará a sentirte mejor! - Afirmó, una vez salió de sus pensamientos, aunque no me dio tiempo a contestar, ya que se despidió con la misma y se fue.

- ... ... ...¡Ya sé se lo daré a algún trabajador cansado en el tren! - Concluí tras pensar en qué hacer con lo que me había entregado, después de todo no quería desaprovecharlo, pero tampoco comérmelo.

Después de correr un kilómetro llegué a la estación, justo a tiempo para coger el tren y sentarme dentro a esperar a mi parada con tranquilidad. Aunque observando a mi alrededor por si encontraba a alguna persona que necesitara de la horrible combinación de mi amigo. No fue hasta un rato después que me di cuenta de que ese día no trabajaba casi nadie, además de que era temprano, por lo que había aún menos pasajeros. Suspiré rindiéndome, no me quedaba de otra que ver que hacía con la mezcla una vez llegara a casa.

- Aún queda una media hora - Me dije a mí mismo observando la pantalla de mi teléfono - Quizá me aburriría un poco menos si jugara a algo - Me sugerí y tomé mi mochila para buscar algo en su interior - ¡Te encontré! - Exclamé sacando mi objeto de la suerte, el cual me acompañaba a todo desafío importante al que me enfrentaba, una Nintendo que me había prestado Yami - ¡Bien, ya he entrenado bastante y mis Pokémon están más o menos al nivel que ella me recomendó! ¡Es hora de derrotar al Alto Mando! - Afirmé totalmente emocionado y seguro de mis habilidades iniciando el juego - ¡A la carga! - Grité haciendo que mi personaje entrara al edificio, pero... la imagen no volvía.

Por si acaso esperé unos segundos más, tal vez le costara cargar. No obstante seguía igual, así que opté por apagarla y tratar de encenderla unas cuantas veces hasta que al fin lo logré. Un mensaje raro apareció en la pantalla al pulsar en mi partida.

- Creo que... Lo he roto... - Susurré sin creérmelo - ¡Noooo, mis Pokémon! - Exclamé levantándome tras haber logrado procesar lo que había perdido todo lo que tenía - ¡Señora mis Pokémon han muerto! - Le dije a la anciana a mi lado, la cual me miró aún más extraño de lo que ya lo hacía - ¡Mis amigos han...! - No sé como ni por qué, pero justo en ese momento caí al suelo desmayado.

- ¿Un tazón de ramen? - Preguntó el dueño del restaurante nada más se fijó en mi presencia. A lo que asentí despacio mientras notaba como uno de mis hombros se encogía varias veces, sin que pudiera evitarlo - Siéntate - Me dijo señalando con la cabeza los taburetes que tenía frente suyo - Eres muy raro chico, anda que venir aquí todos los días a desayunar ramen - Comentó girándose hacia la olla que tenía al fuego - Entendería que fueras a una pastelería, ¿pero venir aquí? Eso sí que es extraño.

- Y-Yo... - Balbuceé en voz baja nervioso.

- ¿Estás intentando ligar conmigo? No dejas de guiñarme el ojo - Inquirió una vez se giró hacia mí para entregarme mi comida. Nada más escucharle traté de tapármelo con la mano para ver si paraba, pero, en su lugar, el otro comenzó a abrirse y cerrarse aún más rápido - Como sea, que disfrutes de tu comida - Finalizó la conversación y regresó a leer el periódico que lo encontré viendo cuando entré.

Tras eso cogí mis palillos y mire hacia mi comida llevando unos cuantos fideos a mi boca. Estaba bastante caliente, aunque eso no hacía que su sabor dejara de estar delicioso.

- ¡Mhg! - De la nada un ruido salió de mi garganta, si no llega a ser porque acababa de tragarme lo que tenía en la boca quizá me hubiera atragantado.

- Ten cuidado chico, no tengo ganas de estar llamando a una ambulancia - Me advirtió el hombre sin despegar la vista del papel. Asentí bastante avergonzado e intenté continuar comiendo. Lo que no me esperaba era que mi pierna decidiera de la nada golpearse contra el mostrador. El hombre me miró - Si rompes el mobiliario, tendrás que pagarlo.

- Lo si-sien... - Golpeé mi puño contra la mesa con fuerza, sintiendo bastante dolor - ...Lo siento... - Murmuré bastante bajito en tono arrepentido. A lo que el hombre suspiró y no dijo nada más, volviendo a su lectura.

Continué comiendo con todo el cuidado que mis espasmos me permitían, pero eso no evitó que terminara tirándome el agua por encima de los pantalones ni que acabara golpeándome la cara con la mano y mucho menos que parara de soltar sonidos raros de vez en cuando. Por suerte, tras todos esos problemas, casi había terminado, hasta que rompí los palillos con mis dedos.

- ... - Escuché al hombre acercarse a mí y baje aún más la cabeza, si es posible, temiendo a que se decidiera por echarme de allí para siempre como habían hecho en multitud de lugares - Toma - Dijo haciendo que levantara un poco la mirada para encontrarme unos palillos totalmente nuevos que me dio - Ten más cuidado esta vez.

Me quedé desconcertado viéndole mientras mis ojos no dejaban de pestañear a distintos ritmos. Ese hombre podía haberme echado desde hacía tiempo ¿por qué seguía siendo amable conmigo?

- No me mires así, eres un cliente fiel. Además, no creo que hagas esos movimientos raros a posta ¿O sí? - Preguntó leyéndome la mente, a lo que negué como pude - Entonces todo está bien - Concluyó.

Poco después, al fin logré terminar mi ramen y saqué mi cartera, el problema es que acabé lanzándola hacia el mostrador.

- Si no te importa, cogeré yo el dinero - Acepté y observando como lo hacía a la vez, que daba rápidos toquecitos al suelo con mi talón - Este es el pago por el ramen ¿Lo ves? - Me preguntó para que comprobara que todo estaba en orden.

- ¡Fal!... Falta d-dinero - Admití.

- Tranquilo, por esta vez te he hecho un pequeño descuento en agradecimiento por no irte con la competencia - Me guiñó el ojo devolviéndome la cartera.

- Gracias... - Susurré, intenté hacer una reverencia, pero mi cuerpo decidió mover mi rodilla hacia la derecha, por lo que casi beso el suelo.

Tras despedirnos, volví como pude a mi residencia, aunque casi me atropellan dos veces, pisé a una niña y golpeé a un hombre que por poco me da una paliza.

- ¡A!... s-salvo - Suspiré antes justo de cerrar la puerta de un cabezazo involuntario - ¡Mng! - Me quejé soltando otro sonido raro.

Lo mejor sería que me relajara un rato, demasiadas emociones por un mismo día. Para ello decidí coger mi Nintendo, no sé por qué, pero llevabas días queriendo jugar a Pokémon como lo hacía con mis Erza, Yami, Aika y sus amigas, pero el instituto no me lo permitía. Aunque me costó horrores conseguir no tirarla al suelo por alguno de mis espasmos y aún más conseguir encenderla. Al fin, rato después, estaba jugando como podía. En el fondo me daba bastante pena el personaje, no paraba de hacer que se moviera de forma extraña o que hiciera cosas sin sentido, todo por culpa de mis espasmos involuntarios. Finalmente conseguí llegar a la Liga, pero todo se apagó.

- ¡¿A-Ah?! - Grité sorprendido, ¿acaso había hecho algún movimiento brusco que había estropeado la consola otra vez? Esa fue mi primera preocupación, hasta que empecé a sentir que mi cuerpo se entumecía y mis movimientos eran cada vez más esporádicos. Instantes después, dejé de sentir nada, ni si quiera tenía fuerza suficiente para intentar moverme y, mucho menos para seguir de pie, por lo que acabé cayendo de cabeza contra el suelo. Perdí la consciencia justo en ese instante.

Desde temprano me encontraba ayudando en la tienda de mis padres. Concretamente estaba en el mostrador revisando los coches de juguete nuevos que habían llegado para vender.

- Este no lo tengo en mi colección - Dije analizando en profundidad el Ford Escort RS 1600 negro que se encontraba entre mis manos.

- Aun así no puedes llevarte nuestra mercancía, Ziro - Intervino mi madre quitándomelo.

- Es mi pago por trabajar un día de descanso - Justifiqué frunciendo levemente el ceño.

- Si te vieras, pareces un niño pequeño cada vez que vez una cosa nueva que añadir a tus colecciones~ - Contestó riéndose de mí.

- Me gusta, es un hobby entretenido y educativo - Le dije.

- Está bien, está bien. Te lo daré - Aceptó acercándomelo, pero lo alejó cuando estuve a punto de agarrarlo - Pero solo si me demuestras que no vas a aprovechar los ratos en los que no hayan clientes para dormir. Ya sabes que eso da mala impresión.

- De acuerdo, te doy mi palabra - Accedí sin dudar.

- Oh, hablando de clientes - Cambió de tema al ver a una familia entrar por la puerta - Encárgate tú de ellos e intenta sonreír ¿De acuerdo? - Me sugirió mostrándome una sonrisa como si creyera que había olvidado como se hace.

- Sí, mamá - Acepté imitándola.

- Buen chico - Me felicitó despeinando mi cabello antes de irse a la trastienda.

- ¿Puedo ayudarles en algo? - Pregunté girándome hacia los clientes mientras trataba de peinarme un poco.

- Solo hemos venido a ver, gracias - Me dijeron y asentí. En ese caso lo mejor sería que continuara con lo que estaba haciendo antes de que mi madre me interrumpiera. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que uno de los niños se acercó a mí.

- ¡Brumbrum! - Exclamó emocionado intentando coger con sus manitas el taxi que tenía en la mano. Me quedé mirándolo con duda, vale había entendido que quería el coche, pero podía haber cogido cualquiera de los que ya habían expuestos.

- Discúlpale, se emociona mucho con ese tipo de juguetes - Intervino su padre acercándose y levantándolo en brazos.

- Entiendo - Dije con sinceridad, después de todo a mí también me gustaban bastante.

- Perdona - Una chica se acercó a nosotros - ¿Trabajas aquí?

- Sí, ¿necesita algo?

- ¿No tendrás por casualidad alguna Nintendo 3DS? Es que he estado buscando por varias tiendas de la zona, pero no veo ninguna.

Me detuve a pensarlo, sí, técnicamente tenía una, aquella que había comprado junto a Misaki, mi mejor amiga y vecina, pero mi familia necesitaba dinero. Negué intentando alejar esos pensamientos de mí, no podía vender nuestros recuerdos.

- ¿No? - La tristeza en su voz me hizo volver a la realidad - Que pena, hubiera pagado lo que fuera por encontrar una...

- ...Siento el error, en realidad sí tenemos una de segunda mano - Dije tras unos leves segundos, arrepintiéndome al instante de mis palabras.

- ¡¿De verdad?! ¡¿Puedo verla?! - Preguntó totalmente emocionada.

- Espere aquí, ahora regreso... - Contesté asintiendo antes de dirigirme hacia las escaleras que daban a la planta alta donde se encontraba mi casa.

A cada paso que daba hacia mi habitación me arrepentía más y más de mi decisión, ¿quizá debería volver y disculparme? Pero, necesito el dinero si quiero seguir en la universidad. Conclusión, no me quedaba otra opción que venderla. Finalmente llegué a mi habitación y busqué en uno de los cajones hasta dar con ella.

- ... ... ... - Me quedé observándola inseguro. Hacía un año que no la veía y seguro que cuando volviera iba a pensar que me había olvidado de nuestra amistad por venderla - Podría... Jugar unos últimos minutos para despedirme - Me propuse a mí mismo y la inicié entrando al juego de Pokémon que había dejado a nada de finalizar - Solo me quedaba la Liga, pero no tengo tanto tiempo... Derrotaré a un solo Alto Mando y ya - Me dije autoconvenciéndome de que lo que estaba haciendo era lo mejor.

Lo último que me imaginaba es que el juego fallara a poco de activarse. Intenté como pude reiniciarlo, pero no parecía que la consola fuera a funcionar de ninguna manera.

- Al menos ya no tendré que... - Mi vista comenzó a difuminarse, intenté apoyarme contra el escritorio - vend... - Finalmente mi cuerpo cedió y todo pasó a ser pura oscuridad.

Hacía aproximadamente una hora que el partido había acabado, por suerte y gracias a nuestro juego en equipo, conseguimos la victoria. Aún así, no estaba del todo calmado, como capitán que era tenía que hacer todo lo posible para que mi equipo se sintiera cómodo y evitar en todo lo posible cualquier tipo de lesión.

- Cristhian dijo que la combinación de hoy no tenía un buen sabor - Pensé recordando su cara de asco al probarla - Quizá debería hacerla más dulce - Pensé en voz alta buscando un poco de azúcar para añadirlo a la cacerola - También sería mejor añadir un poco de manzana, dicen que va bien contra el sabor a ajo y la fibra es buena para la digestión - Comenté acercándome al frutero para coger una y empezar a cortarla, luego de lavarla - Además, sería mejor que se la tomaran como un batido que en forma de gelatina. Así bajará antes por la garganta y no se notará tanto el sabor... - Solté al aire. Como de costumbre hablaba solo mientras estaba ensimismado en mis recetas, tampoco es que nadie me fuera a contestar, después de todo mis padres se pasaban la vida trabajando y apenas estaban en casa - Ahora hay que dejar al fuego unos diez minutos - Dije tapando la cacerola una vez había concluido con mi receta.

Tal y como mencioné, dejé mi nuevo experimento cocinándose mientras consultaba una pequeña libreta que tenía.

- Las galletas de proteínas del otro día gustaron mucho a la mayoría y parecían mucho más animados durante el entrenamiento. Quizá luego salga a comprar algunos ingredientes para volver a hacerlas - Comenté mientras leía la receta que me había inventado. De repente escuché mi estómago rugir - Cierto, solo me comí una barrita de concentrado de hidratos antes del partido ¡Adelantaré el almuerzo un par de horas! - Afirmé volviendo a abrir la nevera para coger un táper de espaguetis con nata que había preparado el día anterior - ¡Al microondas que te vas! - Exclamé poniendo la cantidad que me iba a comer en un plato y metiéndolo a calentar - En cuanto a ti - Le hablé a la cacerola y me acerqué a destaparla - ¡Sip, ya estás lista! - Aseguré al ver el tono que había tomado la mezcla, por lo que apagué el fuego - Cristhian se quejó de que sabía mal... - Me repetí y tomando un cucharón probé un poco con cuidado de no quemarme - ¡Genial, predomina el sabor de la manzana! - Celebré emocionado.

Justo en ese momento el pitido del microondas señaló que mi comida ya estaba lista y en perfecto estado para ser comida. Por lo que la tomé y me senté en el sofá a ver la tele mientras tanto o esa era mi idea, pero mi teléfono empezó a sonar antes de que pudiera probar bocado.

- ¿Sí? - Contesté a la llamada.

- Axel, soy papá ¿qué tal el partido de hoy?

- ¿Te has acordado? - Pregunté extrañado, no solía interesarle mucho mi club.

- Nathaly me lo ha dicho. Al parecer era uno importante ¿no?

- ¡Sí, mucho! - Mentí, en realidad era uno cualquiera, pero al menos me había llamado.

- Seguro que habéis ganado como siempre - Respondió.

- ¡Fue genial, verás...!

- Lo siento, Axel, me encantaría escucharlo, pero tengo una reunión en dos minutos - Le interrumpió - Hablamos mañana.

- Bien, hasta mañana - Me despedí y directamente el sonido del teléfono había indicado que mi padre había colgado la llamada. Preferí no darle importancia, después de todo tanto él como mi madre trabajan cada uno por su lado para mantenerme a mí y a nuestro hogar - Nuestro vacío hogar... - Murmuré y encendí la tele para alejar del todo esos pensamientos de mi mente y disfrutar de la comida.

El único fallo es que no había nada muy interesante en la tele, bueno, no hasta que encontré un canal en el que estaban dando el anime de Pokémon. No pude evitar sonreír al recordar a todas esas raras chicas que había conocido, tanto las que ya se habían graduado como las que no. Pero, sobre todo a una pequeña pelirroja que no paraba de discutir conmigo porque ella quería que le dejáramos nuestro campo al equipo femenino y, por mucho que yo quisiera ayudarla, no podía debido a que eso perjudicaría a mis compañeros.

- Ahora me han dado ganas de jugar un poco a ese juego que Nadia me hizo comprar - Le mencioné a las paredes y, una vez acabé de comer, me levanté a buscar la consola para poder jugarlo y, luego, regresé - Hoy es sábado, así que puedo enfrentarme a la Liga todas las veces que sean necesarias hasta lograr ser campeón - Afirmé mirando que aún era temprano e iniciando el juego.

Lo primero que hice fue revisar mi equipo e ir al Centro Pokémon al comprobar que algunos estaban bastante debilitados. Después, me puse a mirar mis objetos para comprobar cuáles eran mejor para cada uno. La verdad era una pena que solo pudieran llevar uno por Pokémon o que estos no se pudieran combinar de alguna manera, seguro eso haría el juego más versátil y divertido. Después de un rato dudando sobre qué era mejor para cada uno, finalmente me decidí a entrar al edificio de La Liga, aunque primero recorrí de nuevo todos los rincones del lugar por si acaso hubiera algún objeto oculto. Hablé con la recepcionista y... Nada.

- ¿Eh? - Me sorprendí - Quizá solo sea un pequeño fallo - Me dije intentando pensar en positivo - Lo mejor será que la reinicie y quite el juego - Eso hice, la apague, saqué el juego y lo volví a insertar con cuidado. Se encendió al poco, pero parecía seguir yendo mal, un mensaje no me dejaba entrar a mi partida - Así que... Partida dañada - Leí suspirando y apagué la Nintendo - Será mejor que limpie la cocina - Propuse un nuevo plan para distraerme. Sin embargo, el mundo tenía otros planes al hacerme perder el equilibrio y caer contra el sofá.

Me encontraba en la biblioteca estudiando, sí, tenía las mejores notas del instituto, pero eso no era solo por mi inteligencia, también me esforzaba, de vez en cuando al menos.

- Endrick - Una compañera de clase se acercó a mí - ¿Me podrías explicar esto? - Preguntó señalando unos problemas de matemáticas.

- ¿Qué es lo que no entiendes? - Le pregunté manteniendo la serenidad que me caracterizaba.

- Esta parte de aquí - Contestó sentándose bastante cerca.

Escuché con tranquilidad sus dudas a la vez que las iba contestando de una forma más fácil de comprender que como se habían explicado en clase.

- ¡Gracias, Endrick, ahora lo entiendo todo mucho mejor! - Exclamó abrazándome, supuse que estaría emocionada por comprender el ejercicio, así que no le tomé importancia al por qué de su reacción.

- Endrick - Otro grupo de chicas se acercó a mí - ¿Podrías ayudarnos a nosotras también? - Asentí aceptando y se sentaron a mi al rededor. Al final no sé como, pero terminé explicándole cosas a la mayoría de chicas y algunos chicos que se encontraban en la biblioteca.

- Muchas gracias por la ayuda - Se despidió la última de las personas a la que estaba ayudando. Una vez de nuevo solo, empecé a recoger mis cosas con calma y meterlas en mi bolsa. Una vez lo había metido todo, me levanté de mi sitio.

- Bien, es hora de que regrese a casa. Alizee me hizo prometer que este fin de semana tenía sí o sí que ganar la Liga Pokémon - Me dije a mí mismo saliendo hacia el pasillo - Aunque no sé por qué tiene tanta prisa, ya sabe que me gusta tomarme las cosas con calma - Le cuestioné al viento que entraba por la ventana - Lo mejor será no pensar mucho en ello, nunca se sabe lo que está planeando - Le resté importancia sabiendo como era.

Tras un largo camino de vuelta a casa, al fin pude quitarme los zapatos al entrar y sentir el fresco del suelo en mis cansados pies.

- ¿Qué tal las clases, querido? - Preguntó mi abuela.

- Hoy no tengo clases, abuela, he ido a estudiar a la biblioteca - Le recordé.

- Siempre tan aplicado, ese es nuestro nieto - Me felicitó poniéndose de puntillas para despeinarme con su mano - Tu abuelo y yo estamos muy orgullosos de ti.

- Gracias abuela - Agradecí con una pequeña sonrisa su cariño y amabilidad.

- Por cierto, tu amiga a pasado antes por aquí, te estaba buscando por algo. Le pregunté si quería que te diera algún recado, pero me comentó que volvería después.

- Tranquila, la llamaré para preguntarle que ocurre.

- Los jóvenes y vuestra tecnología. En mis tiempos, cuando yo quería hablar con tu abuelo iba a visitarlo a su casa. No dependía de una maquinita - Explicó quejándose levemente por mi comentario.

- Te prometo que si me dice que es algo importante iré de inmediato a su casa - Contesté y asintió conforme dejándome marcharme a mi habitación para tener más privacidad.

Nada más cerré la puerta mi teléfono empezó a sonar, era Alizee ¿acaso tenía cámaras en mi casa o algo?

- ¿Y bien? ¿Qué tal La Liga? ¿Muy difícil para ti~? - Fue lo primero que dijo en tono burlón nada más contestar.

- Aún no la he empezado - Contesté simplemente.

- Lo suponía, por eso te llamaba para recordártelo - Respondió - Ahora te dejo para que empieces, yo voy a vencer a Kukui. Hasta luego~ - Y colgó.

- De acuerdo - Acepté y cogí mi consola de mi escritorio para encenderla para proseguir por donde lo había dejado. Pero antes tenía que hablar con todos los NPCs del lugar, sí, sé que me están pidiendo prisa, sin embargo, es importante hablar con todo el mundo si quieres encontrar objetos importantes o conseguir Pokémon nuevos - En principio ese era el último - Me dije a mí mismo luego de terminar de leer su diálogo - Ahora tendré que hablar con el recepcionista y entrar - Justamente eso hice, pero luego de eso el juego no quiso continuar funcionando - Será mejor que deje descansar la consola, quizá se ha sobrecalentado de tanto uso - Supuse - Seguiré jugando a la tard... - Un repentino mareo me interrumpió obligándome a apoyar la espalda contra la pared para no caer de bruces contra el suelo - ¿Qué me está... pa... pasando? - Eso fue lo último que conseguí balbucear antes de que perder la consciencia del todo.

- ¡¿Qué?! - Grité enfadado - ¡Repite eso si te atreves! - Amenacé al hombre que se encontraba frente a mí.

- Ya me has oído, esa jefecita tuya y su banda de niñitos sois una mancha en la reputación de los pandilleros.

- Está bien, tú lo has querido - Advertí quitándome la chaqueta que me había dado la jefa.

- Que un niñito me amenace, eso sí que es ser idiota ¿Verdad chicos? - Le preguntó a sus compañeros que le animaron a darme una paliza, pero yo fui más rápido y le golpeé la cara con mi puño - ¡Maldito enano! - Me maldijo desde el suelo - ¡Vosotros, idiotas, agarradlo!- Ambos hombres comenzaron a acercarse a mí.

- Soy consciente de que estoy perdido si me conseguís sujetar. Después de todo, he aprendido las técnicas de la jefa, pero no soy tan fuerte como ella... - Comenté algo deprimido por mi debilidad, observando como los hombres se acercaban a mí - Pero sí casi igual de rápido - Comenté cuando estuvieron lo suficientemente cerca para golpear en la pierna a uno, esquivando así al otro y permitiéndome agarrarle del brazo para rotar sobre mí mismo y usar su propia fuerza para tumbarlo.

- Nada mal chico, has conseguido derrotar a esos dos debiluchos - Intervino su jefe mientras uno de ellos gritaba porque le había roto la pierna y el otro había caído inconsciente al golpearlo contra un el suelo - Pero ¿qué puedes hacer contra esto? - Preguntó sacando una navaja.

- Estoy perdido... - Afirmé en mi habitual tono pesimista. Por suerte para mí, mi atacante acabó en el suelo por un golpe en toda la nuca por parte de otra persona.

- ¿Jefa? - La reconocí.

- ¿Qué mierda haces enfrentándote a estos debiluchos?

- Te insultaron y no quería que los torturaras hasta matarlos

- ¡¿Ah?! - Arrugó aún más el entrecejo pisando con fuerza la cabeza de la persona en el suelo.

- ...¿Voy a recibir un castigo por esto? - Pregunté imaginándome lo peor.

- Tengo cosas mejores que hacer - Afirmó girándose para irse - No te quedes ahí como un idiota, no quiero que luego me obliguen a irte a sacar de la cárcel.

- Seguramente a mí me mandarían directamente a la silla eléctrica - Respondí en tono pesimista, tomando mi chaqueta antes de seguirla.

- Es lo que tiene que seas tan idiota ¡¿Y qué cojones haces siguiéndome?! - Me gritó.

- Ah... Como supuse, solo soy una molestia... - Comenté y suspiró exasperada.

- Sí, ahora largo - Contestó y asentí tomando el camino contrario. Al rato después, detuve al darme cuenta de una cosa, mi casa estaba por dónde se había ido Shoko - Genial, ahora tendré que dar un rodeo y seguro me terminarán asaltando o violando - Intuí en voz alta metiéndome por uno de los vacíos callejones a plena luz del día.

Al final no hubieron muchos percances más allá de que un perro de una señora me ladrara enfadado intentando comerme.

- He vuelto, sé que queríais que no volviera, pero no me ha quedado de otra. No quería morirme en la calle - Le dije a la nada, al parecer mi familia había salido y yo sin enterarme - Seguramente fueron a divertirse y me dejaron atrás solo para no tener que soportarme - Afirmé subiendo a mi habitación y quedándome parado en la puerta mirando el ventilador que colgaba del techo - Algún día se me caerá encima y me terminará haciendo cachitos, estoy seguro - Aseguré antes de tirarme a la cama y escuchar los muelles - Esta noche se parte la cama mientras duermo - Me dije a mí mismo agarrando la consola que me había prestado la nueva amiga de la jefa y encendiéndola con cuidado para no romperla de alguna manera.

Esta se encendió mostrándome la pantalla del juego al que jugaba antes de salir. La verdad es que no me pareció demasiado difícil llegar hasta el desafío final ¿o quizá la jefa bajó la dificultad porque sabía que de otra forma jamás conseguiría superarlo? Seguro era eso.

- Ya solo queda La Liga... - Me dije a mí mismo pensando en cuantas veces iba a perder, seguramente jamás ganaría. Y por como se apagó todo nada más entrar al edificio, parecía que había acertado - La he roto, seguro he tocado los botones muy fuerte o hice un comando que no debía y me han hackeado la consola - Afirmé con certeza de que había sido culpa mía, es por eso que la dejé a un lado, capaz la volvía a encender y explotaba. De la nada, todo a mi alrededor empezó a oscurecerse rápidamente y sentía como me pitaban los oídos con fuerza - El... Kar...ma... - Susurré por último.

En sus mente, los nueve chicos, pudieron escuchar una lejana voz que les decía:

A lo largo de esta aventura pasarás por distintas situaciones. Y seguro que en el camino aprenderás muchas cosas. Incluso puede que descubras algo nuevo sobre ti. Ahora ve... ¡Entra al mundo Pokémon!

¿Quién sabe? ¿Puede que esa voz signifique el comienzo de una nueva aventura que cambie sus vidas?



--------------------------------------------------------------------------------------------------

¡He aquí el prólogo! Antes de terminar con todo tengo que explicar algunas cosas:

- Por un lado, a algunos personajes les he creado una historia que más o menos cuadre con la de las protagonistas de la otra historia. Por ejemplo; a Leo le he hecho hijo de un maestro de artes marciales para que pudiera competir en combates cuerpo a cuerpo con Dana, además de explicar el por qué está tan musculado. A Steve, le ha ocurrido lo mismo, lo he metido en la banda dirigida por Shoko para que cuadre con el Oc que tenía planeado anteriormente, siento si salió algo violento, pero es lo que más cuadraba en ese contexto.

- Por otro lado, les he dado familia a cada uno en base a mi criterio, no sabía si tenían o no hermanos/as por lo que he ido a lo fácil poniendo padres, tíos y abuelos únicamente. Hablando de abuelos, sé que el autor de Endrick me relató como quería que fuera su pasado, pero decidí cambiarlo un poco en pos de darle algo más de trasfondo en esta introducción

- También he de comentar que quizá notéis cosas raras en vuestros personajes, por ejemplo, el que Axel cree experimentos culinarios raros o que Ziro coleccione cosas. La razón de esto, es que, tal y como en el manga, estos tienen habilidades especiales que les beneficiarán a lo largo de su aventura Pokémon. Por si alguien se lo pregunta, no las he puesto al azar, sino por alguna característica del personaje que haga que X habilidad le vaya mejor que otra.

- Además, de esto he de comentar el significado de chuunibyou, la palabra que Stark nombra. Esta hace referencia a todo aquel joven entre la edad de 13 y 14 años, que tienen delirios de grandeza, superioridad o actitudes infantiles que los diferencian de los demás. Todo eso los lleva a creer en que viven en mundos imaginarios, y en algunas ocasiones se atribuyen ser poseedores de poderes especiales o dones.

- Finalmente, creo que esto es lo último, he de añadir el dato de que Sora tiene Síndrome de Tourrette. Para quien no lo sepa, son movimientos repetitivos o sonidos no deseados que no se pueden controlar, como el parpadeo constante, el encogimiento de hombros, o en uso de palabras ofensivas. Esta es la razón de su comportamiento y movimientos erráticos contínuos.

¡Muchas gracias por leer! ¡Nos vemos en el siguiente cap! ¡Bye-by~!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top