prefacio
Si alguien me pidiera un consejo en estos momentos, le diría que cuando pida un deseo, sea lo más específico posible.
Aún recuerdo mi cumpleaños número dieciséis, cuando cerré los ojos con emoción y antes de apagar las velas deseé cantar en un escenario.
Hoy, seis años después, no era la idol que deseé ser, sino una mujer más en un club nocturno.
Cuando cumplí diecisiete años, me escapé de casa. Mi padre era una persona estricta que no aceptaba el hecho de que no quería ser doctora, y mi madre era una persona que se dejaba manipular, principalmente por mi padre o por mis hermanas mayores.
Decidí dejar Suwon y tomar un tren a Seúl para hacer audiciones en grandes empresas para ser una trainee y convertirme en una idol, pero nadie me dio una oportunidad. Terminé viviendo en una casa con otras siete personas y con un empleo de mesera en un restaurante.
Cuando salía del turno, cantaba con mi guitarra en las calles para conseguir dinero extra, hasta que conocí a los bala.
Recuerdo que esa noche tenía resaca. Mi garganta dolía por todos los cigarrillos que había fumado la noche anterior y mis ojos estaban sensibles a la luz.
No me importaba nada en realidad. Recuerdo la sensación de las cuerdas de la guitarra en mis yemas y el escozor que sentía en la garganta cada que pasaba saliva.
Pero aun así canté. Dejé un feo sombrero café en el piso y canté sin micrófono en la calle. Mucha gente pasaba y como era costumbre, nadie me miraba. No me desanimé. Canté con más fuerza y justo cuando abrí los ojos vi como un chico con el cabello castaño claro y con unos hombros anchos dejó un fajo de billetes en mi sombrero.
No recuerdo si dejé de tocar la guitarra, o si ya se había acabado la canción, pero sé que le hablé.
No acepté los billetes, pues era una cantidad tan grande que equivalía el salario de casi dos meses de mi trabajo de mesera, pero él insistió. Me negué de nuevo, hasta que el chico dijo una solución. Me pidió cantar en el club en el que trabajaba y que tomara esos billetes como pago.
Si mi memoria no falla, creo que dudé por un segundo el aceptar, pero cuando vi el dinero de nuevo no tuve más remedio que decir que sí.
El chico de hombros anchos me llevó al club, y frente a varias personas canté una de mis composiciones. Sentí bien todos los aplausos y las felicitaciones que recibí cuando bajé del escenario, y el chico llegó de nuevo con otro fajo de billetes, cocaína y una propuesta.
¿Unirme al club y cantar todas las noches con un sueldo que triplicaba lo que ganaba en un mes de mesera? ¿Droga gratis? ¿Renunciar a mi estúpido actual empleo y largarme de la casa en donde vivía?
Demonios, sí.
Y en seguida me uní a Los Bala, la mafia que lideraba el lado norte y oeste de la costa. El sur y el este, pertenecía a La Familia.
Me metí sin querer en la vida de mierda. En drogas, en adicciones, en pandillas. Después de meses ya no solo cantaba, sino también robaba y, si no había gente, traficaba. De vez en cuando corríamos autos contra los de la familia. Seokjin a veces se encargaba de torturar a los intrusos del territorio y yo de sacarles información. Jin hacia el trabajo sucio y yo era la mejor robando cualquier cosa.
Sin darme cuenta, con el paso de los años, Seokjin y yo hicimos un equipo, y a espaldas de todos tuvimos una relación, hasta aquella noche en el club.
Recuerdo ese día como si fuera ayer. Canté en el club como siempre, con mi vestido verde esmeralda ajustado, más corto de lo que me gustaría. Seokjin y Namjoon me ayudaban y hacían las pistas de mis canciones, por lo que esa noche no llevaba mi guitarra.
En ese entonces mi cabello era rubio, y llevaba unos tacones enormes. Canté como lo hacía todas las noches. Ese día interpreté "God knows i tried", y, como la mayoría de mis canciones, era una balada triste.
Nunca antes le había prestado atención a los hombres que iban, yo solo cantaba coqueta frente al escenario, pero esa noche, miré al público.
El asiento que estaba frente al escenario siempre estaba vacío. Durante todos los meses que canté jamás había visto ese asiento ocupado. Hasta que, a la mitad de la canción, un hombre atractivo, de unos treinta o cuarenta años se sentó ahí. Seokjin y Namjoon estaban parados tras él, como guardaespaldas, o como si fueran sus perros.
Había escuchado de la boca de las chicas que el jefe había regresado de Japón y que esa noche iría al club, pero como no me llevaba bien con ellas, me ignoraron cuando les pregunté más detalles.
Pero a la mitad de la canción lo tenía frente a mí, con los ojos tan clavados en mí que su mirada me causó escalofríos en toda la columna. Cuando terminé de cantar bajé al bar, vi cómo le dijo algo por lo bajo a Namjoon y después a Seokjin.
Recuerdo que pedí un trago fuerte cuando Namjoon me pidió que lo acompañara. Bebí de golpe el whiskey y lo seguí al piso de abajo, donde me llevaron a una enorme oficina.
El hombre de cabello negro estaba sentado tras un escritorio y Seokjin estaba tras él, mirándome con la mandíbula apretada. Namjoon jaló una de las sillas para que tomara asiento, y se colocó tras el hombre pelinegro apenas me senté.
—¿Cuál es tu nombre?
Su voz era más grave de lo que esperaba, y sin dudar, se paró de su silla y se sentó al filo del escritorio, justo frente a mí. Por segundos me sentí intimidada por su tamaño, pero de todas maneras contesté.
—Shin Yu Na. Pero me conocen como Ren.
—Con que tú eres Ren, eh. He escuchado mucho sobre ti. En un gusto. —Tomo mi mano, y sin despegar sus ojos gatunos de los míos, la besó. Sus labios, para mi sorpresa, estaban blandos y fríos —Soy Joo Sang Wook, el jefe.
Tragué en seco y sonreí cuando soltó mi mano.
—Es un honor tenerlo de vuelta. Supe que cuando entré usted llevaba unas pocas semanas de haberse ido, créame cuando le digo el gusto es completamente mío, gracias por permitir unirme a ustedes.
—Tus habilidades no pasan desapercibidas para nadie, ni siquiera para mí.
Sonreí. Sabía que era la mejor en lo que hacía. La mejor cantando, la mejor robando, la mejor traficando.
—Me interesas, Yuna.
Fruncí levemente el ceño —¿Le intereso? ¿Quiere que haga algún trabajo?
—Quiero que seas mi mujer.
Algo dentro de mí dejó de funcionar. Un leve dolor en mi estómago apareció, y, de la manera más despistada posible, miré a Seokjin, que a su espalda, me miraba con la quijada pronunciada y los ojos furiosos.
—¿S-su mujer, dice?
—Te daré todo, Ren. —Habló con una voz tan tranquila que me puso de nervios —Dinero, joyas, regalos. Ya no tendrás que hacer nada para el negocio. Me gustas, Yuna, y no acepto un no por respuesta.
Miré a Seokjin —Pero...
Antes de poder terminar la frase, vi como SangWook se movió, y cuando sentí algo frío en mi frente me paralicé. Sang sonrió, haciendo presión con el arma en mi cabeza.
—No hay peros ¿Verdad, Yuna?
La garganta se me cerró en ese momento. No estaba nada preparada para un movimiento como ese. El miedo que sentí fue tanto, que miré hacia abajo y observé con los ojos llorosos cómo mis piernas empezaron a temblar.
Ahí, supe que no tenía opción.
—N-no hay peros —Confirmé.
Y a partir de ese momento me convertí en la favorita de Sang, en su mujer.
Al principio lo odié. Odiaba sentir miedo cada que veía la pistola entre sus manos y me apuntaba cuando hacía algo mal o no me comportaba como una mujer. Cada que me miraba asqueado por la manera en cómo le contestaba, pero con el paso de los meses le fui agarrando el gusto.
Sang no era tan malo después de todo. No solo me había comprado un departamento lleno de lujos y ropa de diseñador, también me trataba bien. No me pegaba seguido y cuando se lo proponía o realmente tenía ganas podía llegar a ser muy romántico y bueno.
Ya no robaba ni torturaba gente, solo, cuando Sang me quería escuchar, cantaba en el club, donde nadie tenía permiso de tocarme, ni siquiera mirarme.
Los que antes me miraban mal, ahora me miraban con miedo y poco a poco, me fue encantando.
Ella es Yuna, y si staneas Itzy, aquí, esta nena tiene 22 años<3
look actual, since 2014
look por ahí de 2012-2014
Byeeee
h.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top