xxxi. la pureza
EL WALRIDER OSCURO,
capitulo treinta y uno: la pureza!
Dos meses después.
DAWN GREY NO PODÍA CREER LOS QUE SUS OJOS VEÍAN. Era algo tan maravilloso que sentía que sus ojos se llenaban de lágrimas. La alegría era algo que realmente le fascinaba y se encontraba muy satisfecha con tenerlo en su vida. Raven Darkholme se encontraba a su lado, de alguna manera, ella siempre se encontraba a su lado. Sus cabellos rubios permanecían atados en un rodete adornado con flores de diferentes colores y el vestido color lila junto con diferentes flores plateadas en su costado izquierdo se encontraba adornando su cuerpo. Raven también estaba feliz, no solo por Dawn si no por Charles, quien había cuidado de ella y quien le había hecho ver que tenía un lado humano.
La rubia acomodaba las flores blancas y rojas en el peinado que tenía la rubia fresa en su cabeza, Dawn Grey admiraba el vestido blanco, con rozas y flores plateadas que recorrían desde su cadera hasta su lado izquierdo. Raven le puso el velo y ella aún no podía creerlo. El día había llegado tan pronto y no lo entendía. Iba a casarse. Algo tan simple provocaba algo tan grande en ella. Era increíble. Ella no pensaba en este día, nunca lo pensó. Sin embargo, vaya que el tiempo y las posibilidades estaban a su favor.
Aquel sueño no lo hacía con alguien a quien fue arreglado desde niña, ni siquiera por riqueza, si no por amor. Esa era la cosa más maravillosa del mundo y no la quitaría de su mente aunque quisiera. Tampoco lo hizo cuando Charles Xavier se arrodilló ante ella y le preguntó si quería ser su esposa. Pensó que era un cuento de hadas, pero se equivocó, sin embargo, era algo mágico. Dawn volvió a mirarse al espejo y sonrió, mientras que Raven terminaba de prepararla.
—Bien, ya estás lista—dijo ella antes de verla voltear—. Dawn, te ves...te ves hermosa.
Dawn no dejó de sonreír y tomó la mano de Raven—Tú también lo estás. Agradezco mucho que te encuentres aquí...—le dio un apretón a su mano—. Junto a mi.
—Mi mejor amiga se va a casar—respondió ella esbozando una sonrisa—. Es un gran paso y quiero estar presente para verlo.
Dawn sintió que lágrimas de alegría se asomaban en sus ojos verdes y las limpió con el dorso de su mano. Se sentía muy feliz. Dawn le abrazó con fuerza y deseó que todo fuera así: que fuera alegre. Sin embargo, no todo era alegre para ella. Pero lo intentaba. Raven se separó de ella y la dejó sola para que ella tuviese tiempo para pensar.
La rubia fresa no quería pensar, el mero hecho de casarse con el hombre que ella había elegido amar era perfecto. Dawn se acercó a la ventana de la habitación que Charles y ella compartían, observó cómo los estudiantes se acomodaban en sus asientos y como Hank se encontraba junto a Charles en el altar.
Repentinamente, escuchó un toque sutil en su puerta y se giró completamente, pero suspiró al ver que se trataba de su hermano Jayden. Ella fue hasta la puerta y al abrirla se encontró con él. Esbozó una cálida sonrisa y él le extendió su mano.
—¿Estás lista?
Dawn respiró hondo y cerró los ojos, para luego tomar la mano de su hermano y asentir—Lo estoy.
Ambos salieron caminando por los pasillos, riendo por chistes de Jayden, para por lo menos intentar de persuadir a Dawn para que no se pusiera nerviosa. El camino el pareció interminable, pero la ansiedad comenzó a alojarse en su cuerpo en cuanto se acercaron a las puertas que daban al jardín. Ambos se detuvieron y Jayden miró a Dawn, ella solamente miraba la puerta.
—¿Qué ocurre?—preguntó Jayden.
Dawn le miró—Luego de esto...¿te irás?—Jayden frunció el ceño—. Quiero decir, ¿te quedarás conmigo?¿Me apoyarás como en los viejos tiempos?
Jayden sonrió—Por supuesto, Dawn. Los hermanos Grey contra el mundo.
La rubia fresa alzó una mano y dejó sus dedos apretados, a excepción del meñique—¿Por la garrita?
Su hermano hizo lo mismo y ambos se agarraron por el dedo meñique—Charles es un buen hombre, Dawn, él te cuidará mejor que yo—dijo Jayden y alzó el brazo—. Papá estaría orgulloso de ti.
—Me encantaría que ambos estuvieran aquí.
—Lo están—dijo él y señaló el cielo a través de la ventana—. En la estrella que siempre brilla en la oscuridad. Como cuando éramos niños, ¿lo recuerdas?
Dawn asintió y tomó el brazo de su hermano para luego mirar hacia la puerta—De acuerdo, estoy lista.
Ambos empujaron las puertas y todos los presentes en una de las terrazas del jardín se pusieron de pie, observando solamente a Dawn y Jayden. La música resonaba del piano que se encontraba allí y reinaba el silencio en la terraza. Dawn dio pasos lentos pero decididos, para evitar tropezarse con el vestido. Jayden agarraba firmemente a la rubia fresa, como si tuviera miedo de que algo le pasara. Sin embargo, los años habían pasado, y Dawn Grey ya había crecido. Debía admitir que ella había logrado tantas cosas y que ya no era una niña.
Los ojos verdes de Dawn se encontraron con la figura de Charles Xavier en el altar, vestido de blanco, como ella. La rubia fresa vio eso como un acto de pureza, en que ambos eran puros, las batallas que lucharon, los conflictos que tuvieron. Todo eso ya no importaba. Ya no tenía relevancia. Todo eso fueron las huellas en el camino que ambos dejaron en el tiempo. Era algo admirable y Dawn lo vio como algo que realmente marcó el tiempo—y que probablemente sus hijos lo aprenderían.
Jayden le llevó hasta el altar, donde soltó su brazo y guió la mano de su hermana a la de Charles. Ella la aceptó con alegría y antes de subir al altar, Jayden besó su frente antes de hacerse a un lado. La rubia fresa observó los orbes azules de Charles y sonrió antes de ponerse frente a él.
Hank había comenzado el clásico discurso, pero Charles y Dawn no se encontraban concentrado con ello. Ambos se perdieron en los ojos del otro, como si nadie más estuviera en la habitación. Como si ellos estuviesen solos, sin que nadie interviniese. La destrucción, el pasado y el futuro no le importaban a Dawn Grey ahora. No significaban nada. Y no significarían nada. Dawn había aprendido tantas cosas en ese tiempo que ya lo entendía.
Ella era dueña de su destino y nadie, absolutamente nadie, podía cambiarlo. Ella podía escribirlo a su manera y ella eligió esto. Eligió amar.
—Charles Xavier, ¿Aceptas a Dawn Elizabeth Grey para amar, proteger y cuidar, en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?
Charles no quitó sus ojos de ella y deslizó la alianza de oro sobre el dedo de Dawn con lentitud y luego dijo mientras sonreía—Acepto.
Hank miró a Dawn, quien soltaba una lágrima de alegría y sonreía al mismo tiempo—Dawn Grey, ¿Aceptas a Charles Francis Xavier para amar, proteger y cuidar, en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?
Dawn dejó correr esa lágrima de alegría y dijo con firmeza—Acepto.
Y ella deslizó la segunda alianza de oro sobre el dedo de Charles.
—Y por el poder que me confiere, yo los declaro: Marido y mujer—anunció Hank terminando y ambos se miraron—. Uh, ya pueden besarse.
Ambos se acercaron y unieron sus labios en un beso lento y dulce. El coro de aplausos comenzó a resonar entre la gente, todos estallando de felicidad al ver al feliz matrimonio. Dawn abrazó a Charles, sin importar lo que pasaría. Era algo increíble. Era lo que ella quería.
Y tendrían que pasar sobre su cadáver si querían quitárselo.
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