xix. una vida cae
OLVIDO,
capitulo diecinueve: una vida cae!
DAWN SINTIÓ UNA GRAN JAQUECA EN LA CABEZA. Se sintió mareada por un momento, pero nada le impidió levantarse de donde estaba. Lo último que recordó fue un bosque, estar sola en un bosque y encontrarse con Raven Darkhölme. También recordó haberse peleado con Charles. Sin embargo, ya nada importaba ahora. Lo que realmente importaba era saber dónde diablos estaba. Y además, le faltaba un zapato.
La rubia fresa miró a sus alrededores, con su plena curiosidad, pero lo único que vio era que alguna de las pocas luces que iluminaban desde afuera iluminaba hacia dentro. La muchacha Grey miró hacia arriba y observó que el techo—el cual estaba bastante alto—era de metal. Entonces llegó a una suposición: estaba en algún galpón o deposito. Dios sabe dónde.
Buscó a Raven con la mirada y no vio a nadie. Buscó alguna salida con la mirada y no se atrevió a caminar entre la oscuridad. No sentía a nadie y sabía que no podría comunicarse con Charles estando a tanta distancia.
—Vaya, estás despierta—dijo una voz femenina—. Pensé que te había pegado en la cabeza.
—Raven, dime donde estoy.
—Tranquila, estás segura—respondió ella—. Pero realmente necesito tu ayuda.
Dawn entrecerró la mirada e intentó de leer su mente, pero se encontraba tan lejana y ella se sentía tan débil—¿Qué es lo que quieres?
—Hace dos días capturaron a mis compañeros y Erik se ha ido—dijo Raven—. Dentro de un par de horas, habrá un comunicado de la Casa Blanca y Erik estará allí. Debemos detenerlo.
—Ven a mí, Raven, no puedo verte.
Raven rodó los ojos y se acercó a la poca luz que había allí. Estaba vistiendo un vestido negro con puntitos blancos y un sombrero. Dawn se mostró impávida ante aquello y se acercó un poco más—Dime donde estamos, por favor.
—Estamos en un depósito a las afueras de Dallas, en Texas—replicó ella mirando los ojos verdes de Dawn Grey con paciencia—. Hemos tardado tres horas en llegar aquí.
—Y el evento del Presidente Kennedy es cuando el sol esté en su punto más alto—dijo la rubia fresa y Raven le preguntó '¿Cómo sabes eso?'—. Uh, es que iba a verlo con Charles. Pero el punto no es ese, ¿qué fue lo último que te dijo Erik antes de que capturaran a su equipo?
—Qué iba a matarlo.
La cara de Dawn se quedó quieta, mostrando cierta preocupación por las palabras de su amiga mutante. No solo había leído su mente, sino que también sabía que sus palabras reflejaban la verdad. Erik estaba planeando eliminar a JFK.
—Esto no puede estar pasando—replicó Dawn negando con la cabeza—. Debemos detenerlo antes de que sea muy tarde.
—Al fin lo comprendes—dijo Raven rodando los ojos—. Te mantendré protegida para que Charles no te localice.
—Déjame hacerle una llamada, por lo menos—replicó ella—. Debe estar preocupado.
—Charles puede cuidarse solo, Dawn, no hace falta—dijo la rubia tomando su mano—. Ahora debemos hacer un plan. En un hotel, claro.
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Westecher, Nueva York.
Charles Xavier había pasado toda la noche buscando a Dawn Grey, pero no tuvo éxito. Hank apenas pudo convencerle de que el mismo fuera a dormir un poco mientras que él seguiría buscando un poco más.
El científico salió de la gran mansión, una vez que todos se encontraban dormidos y fue hacia los jardines para buscar a la rubia fresa. Buscó en cada rincón de los jardines, a excepción del pequeño bosque se abría a las afueras del jardín. Ese fue el último lugar donde buscaría a la muchacha telepata. Al llegar, se encontró con un poco de sangre en el césped y su miedo incrementó, temiendo lo peor.
Hank McCoy se adentró en las profundidades del pequeño bosque con curiosidad, buscando algún rastro de Dawn. Llamó su nombre varias veces y no recibió respuesta alguna. Eso era preocupante, teniendo en cuenta de que Charles no sentía—y no sintió—a Dawn en toda la noche. Es...como si se hubiera desvanecido.
—¡Dawn!—gritó en voz baja y miró hacia todas las direcciones. Nada.
—¡Dawn!—Hank insistió.
La respuesta nunca llegó y Hank decidió voltearse para volver a la mansión y hacer algo. Al hacerlo, Hank se tropezó con algo y cayó al césped húmedo. Volvió a colocarse sus lentes para ver mejor y, cuando lo hizo, miró hacia atrás. Sus ojos azules se abrieron repentinamente al ver un zapato color rosado que, claramente, le pertenecía a la rubia fresa. El zapato estaba y ella no.
—Diablos—maldijo Hank y agarró el zapato—. No, no, no. Esto no puede estar pasando.
El científico salió corriendo directamente hacia la mansión con el zapato en mano, para examinarlo en el laboratorio. Todas sus dudas eran contestadas: Dawn Grey había desaparecido.
A la mañana siguiente, Charles Xavier y Hank McCoy se encaminaron rápidamente hacia las puertas de Cerebro. El telepata se encontraba muy lejos del nerviosismo, estaba realmente perturbado. No sabía cómo, pero presentía que su Dawn estaba viva, pero no sola.
—Recuérdame a qué hora encontraste su zapato, Hank—dijo Charles con la vista fija en la puerta.
—Dos de la madrugada, aproximadamente—respondió el científico con el zapato aún en mano—. La sangre es reciente, de unas dos horas previas.
—Eso no verifica que ella esté muerta.
—Pero hay una posibilidad de que sí lo este.
—¡No llegaré a conclusiones hasta que deje de sentirla!—exclamó Charles al borde de un ataque de nervios.
Ambos se posaron en las puertas de Cerebro y la máquina escaneó las pupilas de Charles. Xavier esperó impacientemente hasta que las puertas se abrieron, dándole la bienvenida.
'Bienvenido, profesor.'
Charles y Hank se dirigieron hacia la máquina, donde Charles se colocó el casco y Hank se encargó de encender la máquina—La encontraremos, Charles, no pudo haber ido tan lejos—dijo Hank al encender a Cerebro.
Todo su entorno cambió de color a un violeta un poco oscuro, mostrando todos los mutantes que había allí. Eran demasiados, demasiadas mentes para ver. Pero a él solo le interesaba una mente: la de Dawn. Mientras buscaba, no encontraba a nadie relacionado. Era frustrante. Pero el, sin embargo, no se rendiría.
—Dawn, cielo, ¿dónde estás?
Repentinamente, entró en su campo de visión una muchacha de cabello rubio fresa, piel pálida y ojos verdes. Estaba junto a una muchacha rubia.
—Dios santo—dijo Charles repentinamente.
—¿Qué?¿Qué sucede, Charles?
—Encontré a Dawn—respondió él—. Ella no está sola. Raven...Raven está con ella.
Dawn Grey permanecía al lado de su compañera de misión, Raven Darkhölme, junto a la entrada del gran evento. La gente estaba por todos lados y la emoción se sentía. Ambas chicas llevaban ropa de diferente color y tenían anteojos oscuros puestos para ser más discretas. Dawn, de reojo, observó que había militares vigilando el perímetro.
—¿Ves a Erik?—le preguntó Raven a Dawn.
Dawn negó con la cabeza y continuó mirando entre la gente—Nada—luego miró a Raven—. ¿Qué hora es?
—Uh, las 12:25—respondió ella mirando su reloj.
—Tengo un muy mal presentimiento, Raven—murmuró la rubia fresa.
—Deja de pensar en negativo, Dawn—replicó la rubia mirándole fijamente—. Evitaremos que mate al presidente.
Dawn y Raven se movieron al mismo tiempo, separándose por un momento para buscar al hombre que manipulaba el metal. Raven no tuvo éxito, pero Dawn siguió buscando.
'Dawn...' escuchó una voz.
La rubia fresa se detuvo en seco. Analizó la voz lentamente pero se mostró confundida. ¿Acaso el que había proyectado su nombre en su mente no era Charles?
'¿Charles?'
'Dios mío, qué alivio es escucharte.'
Dawn sonrió con alegría y miró hacia arriba. No podía creer que Charles le había encontrado y era un alivio escuchar su voz, después de todo.
'Es un alivio escucharte a ti también, amor. Pero no tengo tiempo.'
'Dawn, ¿qué está sucediendo?'
'Debo...Debo ayudar a Raven. Algo malo pasará si no hago algo.'
La rubia fresa miró a todas las personas entre la multitud y repentinamente se encontró con un hombre con anteojos y un sombrero. Estaba vestido formalmente, pero Dawn reconoció sus facciones con completa perfección. Erik estaba allí.
Buscó a Raven con la mirada y no la encontró. El pánico comenzó a correr por sus venas y su corazón comenzó a bombear con rapidez.
'¡Raven!¡Raven, lo encontré!'
'¡Voy hacia allá!'
Dawn hizo su esfuerzo para acercarse más a él y buscó un reloj. 12:30. Vio que el auto donde pasaba el presidente John F. Kennedy se acercaba lentamente. La muchacha de ojos verdes iba a llamar a Erik y como si fuera en cámara lenta, sintió una bala volar lentamente.
Erik Lehnsherr alzó la mano lentamente mientras que al mismo tiempo Dawn corría hacia él. La mano hizo un giro y Dawn observó que la bala hacía una curva. La rubia fresa se detuvo y juntó todas sus fuerzas para ver que cuando ella abriera sus ojos...estos se volvieran violetas. Y gritó.
Las ondas sonoras resonaron en los tímpanos de todos y el estruendoso ruido del cañón donde fue disparada la bala fue escuchado en el entorno. Con ese grito, Erik salió volando hacia atrás y Dawn se mostró abrumada. Los gritos de la gente se acumulaban y todos empezaron a dispersarse frente al pánico. La muchacha de ojos violetas se giró y observó como el coche de Kennedy se detenía. Mostrando que la bala sí había llegado a él.
Charles lo había observado todo y Dawn lo sabía. Había fallado. Lo sentía. Y le dolía al mismo tiempo—¡DAWN, CUIDADO!—escuchó la voz de Raven gritándole.
En cuanto la rubia fresa se dio vuelta observó que varios hombres le apuntaban con sus armas. Lo último que escuchó fueron los gritos de Raven y después todo fue negro. Y Charles no volvió a sentir a Dawn.
El telepata dejó caer una lágrima por su mejilla y mantenía su vista fija en la pared de Cerebro. Hank lo miró confundido y también pálido—¿Charles?
—La perdí—dijo lentamente, mostrando cierto quiebre en su voz—. Perdí a Dawn...para siempre.
Charles Xavier no podía creerlo. Realmente la había perdido. Había perdido al amor de su vida, su futura esposa, la futura madre de sus hijos, su único y verdadero amor. Había perdido para siempre a Dawn Elizabeth Grey.
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editado ✓
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