Prólogo

Prólogo

De todas las cosas extrañas que me habían pasado en la vida, esta fue, sin duda, la más extraña. El día que conocí a Wilson fue gracias a una mala conexión de bluetooth. No es una broma: fue por culpa del bluetooth que mi vida cambió por completo ese día.

Permíteme explicarlo mejor. Todo comenzó una hora antes de ese momento.

Salí de la piscina y me quité las gafas acuáticas mientras me dirigía a los vestidores. Mi cuerpo estaba agotado, apenas podía respirar. Me senté en la banca para recuperar el aliento, pero el mareo comenzó a ser insoportable. A mi alrededor, las chicas no dejaban de hablar sobre el chico nuevo. Ya me había aprendido su nombre: Wilson Walter. Según comentaban, él venía de España y tenía un encantador acento catalán. Desde la mañana, él había sido el tema de conversación en toda la escuela, y para ser honesta, ya estaba harta de escuchar su nombre por todas partes.

Me puse los audífonos inalámbricos, y la música de Dandelions de Ruth B comenzó a sonar, envolviéndome en su suave melodía mientras me cambiaba de ropa. Por fin, estaba lista para irme a casa después del martirio que era asistir todos los días a la escuela.

Sinceramente, debería ser ilegal pasar tanto tiempo en el instituto.

Con el ceño fruncido, me dirigí al pasillo hacia mi casillero, recogí mis libros y los metí en mi bolso. Lo único que ocupaba mi mente era que nada tenía sentido ya. Había un vacío en mi pecho que crecía día a día, y solo... quería que todo terminara de una vez. Había planeado todo en mi cabeza: al regresar a casa, me arrojaría a las vías del tren y todo acabaría. No había margen de error, ya que a esa hora pasaba el tren RB28 a toda velocidad, sin paradas cercanas.

De repente, mis audífonos emitieron el sonido de desconexión, y casi de inmediato, una música estridente comenzó a sonar: Emperor's New Clothes de Panic! At The Disco. El volumen era tan alto que me hizo saltar del susto y gritar.

«¿Pero qué demonios...?»

Me quité los audífonos sin entender qué había pasado. No tenía esa música en mi lista de reproducción.

—¿Qué ha pasado? —escuché una voz a mis espaldas.

Me di la vuelta y vi a un chico que también sostenía sus audífonos. Sus ojos marrones se encontraron con los míos por un segundo. Compartíamos la misma expresión de confusión.

—Me has robado la música —me acusó él, y por su acento supe que era el famoso estudiante español del que todos hablaban—. De repente, tu música de abuela se conectó a mi teléfono.

—¿Música de abuela? —repetí incrédula—. Tu música casi me deja sorda.

—Tu música casi me mata de aburrimiento —replicó. No estaba segura si bromeaba o no, pero una leve sonrisa jugaba en sus labios. Sin embargo, las náuseas volvieron a invadir mi estómago, y tuve que caminar hacia afuera. Necesitaba aire fresco si no quería vomitar.

—Oye... ¿Estás bien? —escuché que preguntaba a mis espaldas, pero no me detuve.

Necesitaba respirar.

Cuando la luz del sol golpeó mi rostro, me aferré a la baranda mientras el mareo me sacudía. Apreté los ojos, tratando de contener las náuseas, pero fue inútil. Me incliné sobre un bote de basura en la entrada principal y vomité hasta que mi estómago quedó vacío.

«Qué asco».

Saqué un pañuelo del bolsillo y me limpié la boca. Ya no quería seguir viviendo así, día tras día. Necesitaba acabar con todo. Estaba a punto de irme cuando me detuve en seco al ver a alguien frente a mí.

Wilson Walter.

Mis ojos se encontraron con los suyos. El sol le daba de espaldas, y la sonrisa que antes jugaba en su rostro había desaparecido, reemplazada por una expresión de preocupación. Solo necesitó una pregunta para comenzar a entrometerse en mi vida:

—¿Estás bien?

 
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Nota de Ysaris: Voy a editar esta historia así bien bonita como quise hacerlo la primera vez jajajja :D  la actualizaré todos los días porque solo la estoy editando.

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