Capítulo 40: La carta de despedida

Capítulo 40: La carta de despedida

WILSON

Por la mañana me fui prometiéndole que vendría en una hora a leerle lo que había escrito para ella. Ella no iría a clases y yo tampoco iría hoy, no me importaba, solo si eso me permitía estar con ella más tiempo.

Esto era importante.

Cuando regresé ella se sentía mejor, entonces bajamos una sábana de picnic y nos sentamos en el jardín de su casa a aprovechar el sol que estaba resplandeciente.

—¿Qué es ese misterioso escrito? —preguntó con curiosidad.

—Es una carta.

—¿Una carta?

—Sabes que a veces pensamos en las cosas que queremos decir pero nunca lo hacemos con nuestros seres queridos —dije—. Yo quería mucho a mi abuela y cuando ella se fue... me recriminé no haberle dicho muchas cosas que quería decirle...

Mi voz se entrecortó al recordar esa pérdida, siempre quise decirle tantas cosas, pero... nunca pude.

—Entonces —continué diciendo— pensé en decirte todo esto en... Vida.

—No hay problema, Wilson —dijo Bellota—, sé que me voy a morir, todo lo haremos, solo que a algunos nos toca antes que a otros.

—En dado caso, tú también tendrás que hacerme una carta —bromee.

Ella se encogió de hombros.

—No hay problema.

Bajé la mirada y entonces empecé a leer la carta que había traído, mis manos estaban temblorosas:

—La primera vez que conocí a Borsun, me pareció una chica muy extraña, gruñona, sí gruñona; Más que todo porque andaba con humor de perros y si no tenías cuidado podía morderte.

La miré y ella se rió un poco, continué diciendo:

—Pero cuando empecé a conocerla, me di cuenta de que tenía una máscara para alejar a todo el mundo, ¿por qué me dejó entrar a mí a su vida? No lo sé, pero estoy agradecido de haber sido elegido, porque descubrí que por dentro, mi bellota es la persona más dulce y tierna del planeta, no hay un momento que no disfrute estar con ella, porque siempre me hace sentir como si estuviéramos destinados a estar juntos. Aunque no sabemos qué tanto tiempos nos quede, siempre amaré cada segundo que me permitió ver esa hermosa sonrisa que hace que sus mejillas se enciendan. Te lo dice atentamente, un tonto enamorado, siempre tuyo... Willson...

Para cuando dije la última parte la voz se me quebró, al alzar la vista, ella me miraba con los ojos cristalizados, algunas lágrimas desbordaban sus ojos.

—Yo también quiero decirte algo, aunque no he preparado una carta. —dijo Bellota tragando pesadamente saliva.

La miré con atención.

—Wilson ¡uff! —empezó—. Cuando conocí a Wilson Walter era un insoportable que no quería dejarme en paz, parecía mi perro faldero acosándome para que fuera su amiga a pesar de que yo no quería serlo.

Me reí al igual que ella y limpié las lágrimas de mi cara, ella tragó pesadamente saliva pareciendo de repente más seria agregando:

—Pero le agradezco por obligarme a salir del caparazón en el que estaba metida, porque me enseñó que aunque algunas personas tengamos fecha de caducidad, hay que disfrutar cada día, porque la vida es bonita, realmente muy bonita cuando estás con las personas correctas, como lo estuvo él conmigo.

Ella le brotaron más lágrimas que se deslizaron lentamente por sus mejillas y yo la miré contemplando su rostro ligeramente enrojecido.

—Amo la manera en la que los hoyuelos se le marcan en las mejillas —susurró mirándome— y la forma en la que puede hacerme reír con tanta facilidad, atentamente una tonta enamorada, siempre tuya... —su voz se entrecortó— tu Bellota.

—Brindemos —propuse mientras ambos teníamos nuestros rostros rojos y las lágrimas se escurrían por nuestras mejillas.

Alzamos nuestras copas de té al mismo tiempo.

—Porque en otra vida nos volvamos a reencontrar. —propuse.

—Salud. —chocó su copa con la mía y bebimos, la miré mientras lo hacía con una ligera sonrisa.

Ella frunció el ceño cuando llegó al final y sacándose el aro de la boca pareció confundida.

—Es un anillo, ¿qué hacía un anillo...? —su voz se perdió cuando me miró ponerme de rodillas frente a ella.

—¿Quieres casarte conmigo? —pregunté.

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