Capítulo 38: Un reemplazo a tu corazón
Capítulo 38: Un reemplazo a tu corazón
BORSUN
Al volver de viaje, me agarró un resfriado, me estuvieron nebulizando, estaba muy cansada todo el tiempo y con el corazón taquicárdico, no quería ni comer, pero Wilson me trajo una sopa de pollo y se rehusó a irse de mi habitación hasta que comiera.
—Abre la boca. —insistió por enésima vez.
—No quiero.
—Abre la boca o te la echaré en la cara ¿sabes lo que me costó hacer esta sopa para ti? No sé cocinar.
Lo miré ya harta de la misma discusión y cedí abriendo la boca.
—Solo 3 bocados y listo —dijo sonriente de haberlo logrado.
Cuando iba por el 3ro bocado, él sacó otra cucharada.
—Última y ya. —dijo.
Me metió la última cucharada a la boca y luego me la limpió con una servilleta.
—Debe ser aburrido cuidar de un enfermo. —comenté apreciando mi voz ronca.
—No —dijo dejando el embace a un lado—, me gusta pasar tiempo contigo.
Empezó a sonar Stephen Sanchez con Be More, él volteó hacia la radio de mi mesa de noche y sonrió.
—Uhm, esa canción que suena en la radio es muy relajante.
Wilson se levantó y le subió volumen de modo que ahora la música llenaba toda la habitación y empezó a bailar balanceándose elegantemente de un lado a otro, lo miré entretenida hasta que se detuvo frente a mí y me tendió una mano.
—Ven conmigo. —pidió.
—Wilson no puedo ni pararme. —me reí, literalmente no podía levantarme de la cama sin sentir que iba a desmayarme de lo mal que me sentía, pero claro, para alguien que ha estado enferma toda su vida, creo que esto era solo un poco más mal de lo usual; pero aún tolerable.
Wilson me acercó la andadera que usaba para ir al baño y me ayudó a levantarme, sonreí un poco y le hice caso mientras me tomaba las manos sobre la andadera mientras empezamos a balancearnos ahí en el pequeño espacio de la habitación, donde solo nosotros dos existíamos sin nada más que importara.
WILSON WALTER
—¿Cómo que no es suficiente? ¡Pero ella se suponía que estaba bien! —repliqué en la sala de la casa de Bellota, había esperado a que se durmiera para salir e irme, pero sus padres me llamaron para hablar conmigo diciendo la peor noticia del mundo.
Que Bellota tenía un mal diagnostico.
La mamá de Borsun lloraba, su nariz roja, su padre frente a él tenía unos papeles, los había recibido unos días después tras el viaje a Milán, no eran nada buenos, su cuerpo nuevamente empezaba a ser su enemigo y empezaba a fallar.
—Así es esa maldita enfermedad Wilson, en un momento puede estar bien y al siguiente solo... empeorar —dijo su padre—. Es un sube y baja de miles de emociones...
No podía respirar, no podía asimilarlo, las lágrima rodaban por mis mejillas.
—¿Cuánto tiempo le queda? —me atreví a preguntar.
—No sabemos con exactitud —dijo su padre—, puede durar más de un año, como puede durar solo unos meses, su corazón está muy débil.
¿Dónde encontrar un reemplazo para su corazón? ¡era casi imposible!
Me levanté caminando de un lado a otro asimilando esto, sintiendo que me estaban diciendo la peor noticia de mi vida, me voltee hacia ellos luego de un momento y pregunté:
—¿No se lo piensan decir?
—¿Para qué hacerla sufrir más? —dijo su madre negando con la cabeza, lo entendía, pero... ¿no decirle no era peor?
—Ella nos dijo una vez —dijo su padre—, que cuando fuera su hora de morir, simplemente no se lo dijéramos, ella prefería cerrar los ojos y no despertar, sin nada de despedidas dolorosas.
Me mordí los labios y murmuré:
—Quiero decirles algo... lo haré mañana.
Ellos me miraron con atención cuando me volví a sentar y expuse mis planes.
Tras esa conversación me fui a mi casa sintiendo que mi alma se había ido al piso, me encerré a mi habitación a llorar, no podía dejar de hacerlo, entonces asimilé lo que quería hacer y empecé a tomar un papel y un lapicero para escribir, cuando acabé fui a la casa de Borsun trayendo conmigo con una enorme escalera, ya era muy tarde como para molestar a sus padres, así que solo la coloqué encima de su ventana y empecé a subir, estando arriba la vi durmiendo plácidamente como todo un ángel. Toqué la ventana, y ella se volteó confundida, se levantó con la andadera, despacio y me abrió la ventana confundida. Yo entré sintiendo el frio congelarme la nariz y las manos.
—Wilson ¿qué haces aquí a esta hora? —preguntó ella— Mañana tienes clases.
Las clases eran aburridas cuando ella no estaba.
—Quiero leerte algo ¿puedo? —dije volteándome hacia ella, a la luz de la noche sus ojeras estaban más marcadas, sus labios agrietados y ligeramente pálida.
—Claro. —respondió.
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