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Capítulo 32 : Unos lindos enamorados

Nos quedamos viendo fijamente y sonreímos, a veces me preguntaba si este ángel que se había cruzado en mi camino realmente era verdad o si todo este trato hermoso sería para siempre, porque nunca me había sentido así con nadie, nunca había sentido tanto amor.

—¿Es ahora cuando nos damos un beso? —pregunté con algo de ironía y sentí mis mejillas sonrojarse por pedir tal cosa.

—Si lo dices ya pierde la magia. —replicó y soltó una ligera carcajada— Vaya momento para romper la burbuja romántica.

Me crucé de brazos y descansé mi cabeza sobre su hombro sintiéndome realmente tranquila y feliz.

—No soy de socializar con otros como tú —comenté luego de un momento—, así que puedes estar tranquilo.

—No me pone tranquilo eso, mi idea no es aislarte. —respondió.

—No me aisló por ti, soy yo —dije y me erguí otra vez para mirarlo—, estar en un lugar donde me vea forzada a estar con otras personas me da ansiedad social, la única persona a la que soporto eres tú.

Él pestañeó un par de veces y con una sonrisa torcida respondió:

—Vaya, gracias.

—Lo siento, eso sonó terrible —cerré los ojos y negué con la cabeza—, quise decir, que la única persona con la que me siento cómoda eres tú.

Me tomó la mano con una sonrisa conmovida.

—Y yo no me iré de tu lado —dijo—, así que tranquila.

Nos llamaron para subir al avión así que nos levantamos. Tuvimos que ir en asientos separados pero al menos me tocó al lado de la ventana, sin embargo al pobre de Wilson le tocó ir al lado de un señor mayor malhumorado con sobrepeso que parecía estar enfadado con Wilson por el simple hecho de estar al lado de él.

Lo compadecía.

Yo por mi parte pude dormir todo el tiempo con mis audífonos puestos escuchando a Lana del rey con White Mustang.

Cuando, luego de vaaarias horas llegamos a Milán, desembarcamos y fuimos a buscar nuestras maletas, cuando ya estábamos caminando a la salida Wilson se acopló a mi lado siguiéndome el paso.

—¿Qué tal tu viaje? —le pregunté a Wilson, él giró los ojos.

—Obviando al hombre que no dejaba de beber vino y comer papas a mi lado al mismo tiempo que eructaba una y otra vez... bien, creo ¿y el tuyo?

—Lo siento mucho por ti, yo dormí todo el viaje —admití.

—Lo sientes ¿eh? —dijo acercándose más de lo normal a mí—, vamos a ver qué tanto lo sientes.

—Oye —me sobresalté al ver que se acercaba a mí y empecé a correr arrastrando mi maleta cuando vi que lo que quería era atraparme, ahí estábamos corriendo como unos completos dementes en el aeropuerto arrastrando nuestras maletas hasta que inevitablemente él me atrapó y mi maleta se cayó junto con mi pasaporte, ambos riendonos, pero se nos fue el humor cuando un señor que no conocíamos se acercó y tomó mi pasaporte mientras tomaba mi maleta.

Wilson me soltó y yo me acerqué al señor, sus ojos marrones fijos en los míos, podía ver algo familiar en ellos solo que no sabía el qué.

—¿Es tuyo? —preguntó, su voz profunda.

—Sí, gracias —dije y tomé mi pasaporte de su mano para guardarlo rápidamente y luego tomé mi maleta, sabía que no había que confiar en nadie en los aeropuertos, noté que los ojos del señor fueron a algo más allá de mí; a mi lado.

Él miraba a Wilson y cuando miré a Wilson me di cuenta de que se había quedado pálido y paralizado al ver al hombre frente a mí.

¿Qué estaba pasando?

—Hola, Wilson. —dijo el señor lentamente mientras una sonrisa irónica se cruzaba por sus boca.

Me preparé para preguntar de donde se conocían cuando de repente Wilson me tomó fuertemente del brazo y me arrastró lejos del señor para ir junto con los demás sin decir nada, pero su rostro de espanto me lo dijo todo.

—Wil, me estás lastimando —susurré luego de un momento cuando ya estábamos muy alejados pero Wilson no parecía estar aquí, sino en otro lugar porque sus dedos se aferraban a mi brazo y no se detuvo hasta que subimos al autobús.

Solo entonces me soltó y vi que empezó a temblar.

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